como defensa de privilegios
por Alberto
Buela
Informador
Público, 6-7-19
El periodista
Luciano Román acaba de escribir un artículo imperdible sobre “la universidad
progresista, enamorada de sus propios dogmas.”
Es que la
universidad argentina, desde la caída del peronismo en 1955, a través de la
influencia de los hermanos Romero, Francisco y José Luis, se puso al servicio
de la inteligencia foránea. Y a partir de allí, con la ayuda de personajes como
Risieri Frondizi, Gregorio Klimosky, Eduardo Rabossi (primer secretario de
Estado de los derechos humanos con Alfonsín), y más acá con Shuberoff, Jaím y
Cía., construyeron un pensamiento único y políticamente correcto.
Alguno me dirá,
¿pero son todas autoridades de la Universidad de Buenos Aires? Es que cuando la
UBA estornuda el resto se resfría o peor se engripa o engrupa. Vaya uno a
saber.
Lo cierto es
que, hoy como ayer, las universidades nacionales tradicionales como las nuevas
municipales, son coto de caza de aquellos que piensan lo mismo.
Con solo echar
un vistazo a las tesis que se han hecho y a las que se vienen haciendo; con ver
el listado de autores que los profesores recomiendan; con observar los trabajos
de esos mismos profesores, que son inobjetables porque no tienen objeto,
podemos apreciar que el sesgo ideológico que campea en todos es el de la
izquierda progresista.
No hay lugar
para el peronismo más genuino, ni para el nacionalismo de Patria Grande. Todo
se resume en miasma cósmico o cómico de un pensamiento que no piensa por sí,
sino que como un espejo opaco: imita y encima, imita mal. Imita desde hace 70
años a los autores europeos y norteamericanos. Nunca un hispanoamericano y
menos a un argentino.
Hoy el discurso
de “esta universidad” es el inclusivo y así abre sus puertas a las minorías
gays, aborteras, permisivas, izquierdosas, con concursos digitados donde la
decisión se tomó ya de antemano, pero le cierra las puertas a la diversidad, a
los que piensan distinto a “como se piensa”, a los patriotas, a los criollos, a
aquellos que no piden nada y dan todo.
Esta universidad
que se proclama inclusiva, es exclusiva para los que viven de ella y vegetan en
ella durante toda su vida útil. Es la que le saca ventajas al erario público
con becas y canonjías de todo tipo, produciendo un Sorondo, esto es, el cero
más rotundo y más redondo.
Esta universidad
solo defiende sus propios intereses. Los de las oligarquías profesorales y
becarias. Los alumnos son solo la justificación de sus prebendas.
Su proclamado
pluralismo es una fake news, pues no hay un solo profesor de la universidad
pública argentina que puede decir: “no soy demócrata, soy monárquico” como
afirmó el filósofo Pierre Boutang en la Sorbona de París, en la época que yo
estudiaba allí, y a nadie se le movió un pelo. Ni nadie osó expulsarlo de la
cátedra de metafísica que presidía.
Claro está, en
la Sorbona se respeta el pluralismo, mientras que en las nuestras “se hace
como” que se respeta, pero en realidad en todas ellas gobierna el totalitarismo
progresista. Que para colmo gobierna, no para enseñar sino solo para defender
sus propios privilegios.
El disenso está
prohibido y la resistencia a otra versión posible -el disenso es eso-
“enmascara en nombre del progresismo un profundo conservadurismo.”
Alberto Buela
buela.alberto@gmail.com