lunes, 19 de junio de 2023

LA ÉTICA POLÍTICA

 

 

 Mons. Manuel Herrero Fernández, OSA. Obispo de Palencia

 

18-6-23

 

No soy quién para dar lecciones de ética política, pero en esta hora donde de nuevo hemos sido llamados a las urnas tenemos que obrar con responsabilidad, porque nos jugamos mucho, no sólo personalmente, sino como pueblo, como sociedad española.

 

Quiero hacerme eco de lo que el Papa Francisco dijo hace poco, el 29 de mayo, en la entrega del “Premio Pablo VI” al Presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, pero que, considero, válido para todas las naciones, también la nuestra. Lo que dice el Papa recoge la Doctrina Social de la Iglesia al respecto.

 

Después de los saludos de bienvenida dijo: «El Concilio Vaticano II, por el que debemos estar agradecidos a San Pablo VI, subrayó el rol de los fieles laicos, destacando su carácter secular. Los laicos, de hecho, en virtud del Bautismo tienen una auténtica misión, que han desarrollar en el “siglo”, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social (LGF, 321). Y entre estas ocupaciones destaca la política, que es la forma más alta de la caridad. Pero nos podemos preguntar: ¿cómo hacer de la acción política una forma de caridad, y, por otro lado, cómo vivir la caridad, es decir, el amor en el sentido más alto, dentro de las dinámicas políticas?»

 

El papa recordó que San Pablo VI respondía en el SERVICIO: «Los que ejercen el poder público deben considerarse como servidores de sus compatriotas, con el desinterés y la integridad que corresponde a su alta función. El deber de servicio es inherente a la autoridad; y cuanto mayor es este deber, mayor es esta autoridad». Sin embargo, aún en los mejores sistemas políticos, muchos se sirven de la autoridad en lugar de servir por medio de la autoridad. ¡Qué fácil es subir al pedestal y qué difícil bajar para ponerse al servicio de los demás! Jesús habló de la dificultad de servir y prodigarse por los demás, admitiendo, con realismo velado de tristeza, que los que son tenidos como jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y sus grandes los oprimen con poder. «No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor» (Mc 10, 42-43) Para el cristiano, grandeza es sinónimo de servicio: “No sirve para vivir quien no vive para servir”.

 

Pero el servicio corre el riesgo que quedar en un ideal un tanto abstracto si una segunda palabra que nunca se puede separar de él: RESPONSABILIDAD. El mismo San Pablo VI decía que las palabras sirven de poco si no van acompañadas por la toma de conciencia de la propia responsabilidad. Es demasiado fácil descargar sobre los otros la responsabilidad de las injusticias si no estamos convencidos de que todos participamos de ellas. Estas palabras son siempre actuales porque cuántas veces culpabilizamos a los demás y nos desentendemos de la sociedad. Es urgente la conversión personal. En un clima de incertidumbre la desconfianza se transforma fácilmente en indiferencia. La responsabilidad, en cambio, nos llama a todos a ir a contracorriente respecto al clima de derrotismo y de queja, para sentir las necesidades de los demás como propias y a redescubrirse a sí mismos como partes insustituibles del único tejido social y humano al que pertenecemos.

 

Otro componente esencial de la vida común es el compromiso por la LEGALIDAD. Esta requiere lucha y ejemplo, determinación y memoria, memoria de los que han sacrificado la vida por la justicia. Es verdad que en las sociedades democráticas no instituciones, pactos y estatutos, pero «falta muchas veces la observancia libre y honesta de la legalidad, y de aquí surge el egoísmo colectivo». Es importante caer en la cuenta de la responsabilidad de cada uno por el mundo de todos, por un mundo que se ha hecho global. En concreto de la paz; no podemos resignarnos frente a los desequilibrios de las injusticias planetarias, porque la cuestión social es cuestión moral y porque una acción solidaria después de las guerras mundiales es verdaderamente tal si es global. Es urgente afrontar los desafíos climáticos, ante la amenaza de un ambiente que se habría vuelto intolerable para el hombre como consecuencia de la actividad destructiva del hombre mismo, que, enseñoreándose de la creación, se encontraría sin poder dominarla. Hacia otros aspectos nuevos es hacia donde tiene que volverse el hombre y la mujer cristiana para hacerse responsable, en unión con las demás personas, de un destino que es realidad ya común.

 

Para san Pablo VI el sentido de responsabilidad y el espíritu de servicio están en la base de la construcción de la vida social. Así debemos construir comunidades solidarias, unas comunidades de participación y de vida, animadas por el compromiso de afanarse en la realización de solidaridades activas y vividas.

 

Terminaba el papa Francisco recordando una frase de San Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio; escucha de mejor gana a los testigos que a los maestros; y si escucha a los maestros lo hace porque son testigos» (Evangelii nuntiandi, 41).