al
atolondramiento.
Por Vicente Massot
Prensa
republicana, 21-2-25
Si acaso Javier
Milei y sus dos principales laderos —que conforman el así llamado Triángulo de
Hierro— se hubiesen puesto de acuerdo para forjar un plan cuyo propósito
excluyente hubiese sido el de debilitar la credibilidad del gobierno y afear la
imagen presidencial, no habrían podido hacerlo mejor. El jefe de los libertarios acaba de demostrar que a veces su
atolondramiento no tiene límites. ¿A quién que no resultase un precipitado
en el obrar se le pudo ocurrir peor idea que echar a correr en las redes su
apoyo a una nueva criptomoneda llamada $LIBRA? Más allá de cuál fue el
desenvolvimiento de la trama a partir del posteo, es decir, al margen de las
consideraciones que nos merezcan la toma de ganancias y el derrumbe inmediato
posterior de ese engendro financiero, lo
que primero llama la atención es el hecho de que el presidente, como si fuera
la cosa más normal del mundo, haya tomado la decisión de respaldar una iniciativa
de negocios —timba, en buen romance— privada. Hay algo que Milei debería
conocer: el conflicto de intereses.
Lo primero que
logró fue echarse encima la sospecha de corrupto. Ni más ni menos. Aunque la
cripto en cuestión hubiese arrojado millones de dólares de beneficio a sus
inversores, igual la duda de si él formaba parte de la operación habría ganado
la calle. Para colmo de males, lo que se produjo fue una estafa colosal, en la
cual quedó enredado. Seamos justos en el razonamiento: ¿qué hubiese pensado
Milei si algún integrante de la casta hubiera cometido el mismo error que él?
—Lo habría considerado un corrupto.
Cuesta trabajo
imaginar qué es lo que puede haber pasado por la cabeza del jefe del Estado
cuando publicó el tweet en cuestión. Si lo consultó con su hermana y con
Santiago Caputo habrá que concluir que son dos novatos en estas artes. Si no lo
hizo, sería irresponsable. A quien debió haber escuchado el presidente es al
titular de la cartera de Hacienda y al ministro de Desregulación. No hay duda
que Luis Caputo y Federico Sturzenegger lo hubieran hecho entrar en razón
respecto del disparate que estaba por cometer. Pero, no. Milei es un personaje omnipotente que cree que sabe más de lo que en
realidad sabe, y actúa en consecuencia. Así como su osadía y la velocidad de
vértigo que le ha impreso a su gestión le han dado resultados verdaderamente
extraordinarios en el curso del año que lleva en la Casa Rosada, así también
dice y hace cosas extravagantes sin pensarlo dos veces.
La torpeza inicial
se extendió sin solución de continuidad por espacio de varias horas.
Finalmente, al darse cuenta de la descomunal pifia, el presidente redactó un
principio de explicación para poner distancias del escándalo. Pero bien reza el
adagio: “El que explica se complica”. Mejor habría sido no decir nada y haber
aceptado, sin rodeos, las culpas derivadas de una ligereza injustificable. Sin
embargo, con o sin ayuda de un ghost writer, lanzó un comunicado mal redactado
y flojo de argumentos. No le fue mejor, dicho sea de paso, en el reportaje
guiado que le dio a Viale el lunes, en horas de la tarde. La versión cruda
—esto es, no editada— que salió luego al aire por el canal de YouTube de TN
fue, o bien una torpeza inconcebible, o bien hubo una mano negra. Como quiera
que haya sido, resulta una suma y compendio de errores inauditos.
¿Qué tanto
complica este yerro garrafal a la administración libertaria? Por ahora y contra
lo que podría suponerse a primera vista —o, si se prefiere, a primer análisis—
conviene no exagerar el costo que podria tener. No nos hallamos en Suiza o
Dinamarca. Aquí siempre el rumbo de la economía es lo que manda. El resto —por
grave que sea— es secundario. Dicho de manera distinta: el 2,2 % de inflación
registrado para el mes de enero pesa más que la estafa, por dos razones
distintas. 1) Para los bolsillos y billeteras de la inmensa mayoría de las
personas que pueblan nuestro país, el costo de la vida incide de manera directa
sobre sus vidas; en cambio, una martingala financiera —por corrupta que ella
fuese— no modifica en nada su futuro. 2) ¿Cuántos argentinos tienen idea de lo
que son las criptomonedas? —Muy pocos. — ¿Quiénes perdieron sus ahorros en la
operación de $Libra? —Sólo unos pocos operadores técnicamente expertos en estos
avatares.
A ello se le suman
otros dos motivos. Por un lado, el calendario electoral. Si las elecciones
legislativas de medio término fueran a substanciarse en las próximas semanas,
sin duda la incidencia que habría tenido el escándalo sería diferente. Pero
marcharemos al cuarto oscuro recién en octubre, y entonces nadie se acordará
del entuerto. Ni hablar si la inflación estuviese entonces estacionada en el
1%. Por el otro. no debe echarse en saco roto el hecho de que Milei está en un
ciclo ascendente de popularidad. La pretensión de trazar una comparación con el
festejo del cumpleaños de Fabiola en Olivos —mientras la totalidad de los
argentinos permanecíamos recluidos— no deja de resultar tentadora pero, al
propio tiempo, no se sostiene a poco de tomar en consideración el momento en
que se conoció la foto de los Fernández y amigos en torno a una mesa bien
servida y mejor regada. Su imagen estaba en caída libre, en tanto que la de
Milei se halla por las nubes.
Esto ha sido un
error auto infligido. Grosero, sin duda; aunque lejos de uno de esos porrazos
memorables de los que el gobierno de turno sale maltrecho. De momento, las
balas que le entran a la armadura gubernamental son de aire comprimido. Es
claro que el juicio político con el que amenaza avanzar el kirchnerismo sólo
representa fulbito para su tribuna. Si se formase una comisión investigadora lo
más seguro es que no llegaría a ninguna conclusión definitiva, como de
ordinario sucede entre nosotros. Y ninguno de los aliados con los cuales cuenta
el gobierno —el Pro, parte del radicalismo y varios gobernadores peronistas—
abandonarían a Milei a la buena de Dios por lo que acaba de suceder.
Hecho ya el
control de daños, no es que la inaudita decisión presidencial resulte inocua.
Ha de pagar un precio, en punto a su credibilidad, en lo que cabría definir —a
falta de mejores palabras — como la opinión pública ilustrada. En otro orden
—más importante— todavía no es posible determinar si el entuerto tendrá efectos
en las votaciones que se vienen esta semana en la cámara alta del Congreso de
la Nación, referidas a la suspensión de las primarias abiertas y obligatorias y
a la nominación de Ariel Lijo para ocupar un lugar como ministro de la Corte
Suprema. Lo que dejó al descubierto el
paso en falso de los libertarios es que la suficiencia del presidente y de sus
dos laderos, y el olímpico desprecio con el que descartan las recomendaciones
de ser más prudentes, resultan malos consejeros. Hoy tropezaron; mañana pueden
darse un golpazo de novela, si no entran en razón.