de La Libertad Avanza
Por Claudio Chaves
La Prensa, 06.02.2025
En un trascendente
artículo de fondo, el matutino La Nación desplegó de manera clara y ejemplar la
filiación historiográfica del periódico, lo hizo al día siguiente de la
movilización impulsada por los movimientos LGBTQ+, preocupada seguramente por
dos cuestiones. La primera se evidencia en el título de la nota: “Batalla
cultural contra el atraso populista”, y la segunda, y aquí está la novedad,
observa como un error la trascendencia que el Gobierno y sus intelectuales le
dan a la agenda Woke. Sin pelos en la lengua dice: “Cuando Javier Milei
acompaña a Donald Trump en su batalla cultural contra el woquismo, lo hace por
afinidad política, no porque sea una prioridad en la Argentina”.
De modo que para
La Nación no es importante la agenda anti-woque sino recuperar los valores y
las ideas de la Generación del 80. En esa dirección desarrolla su propuesta.
TRADICIONAL O
ILUMINISTA
Para recuperar
aquellos valores, los del 80, hay que afirmarse en las tres presidencias de la
Organización Nacional, observa el periódico. Sería, entonces, Mitre, Sarmiento
y Avellaneda. ¿Pero si hablamos del 80, Roca donde está? El periódico no lo
menciona. ¿Olvido? ¿Continúan las viejas reyertas entre Mitre y Roca? ¿O la
filiación político-cultural de Roca aún no ha sido asimilada por el viejo
diario? Porque además en el texto analizado no aparece Urquiza, y Alberdi lo
hace tenuemente. Este intríngulis queda resuelto al leer una carta de Sarmiento
a su amigo Posse. Sin proponérselo, el sanjuanino marca una línea histórica:
“Alberdi ha llegado (volvió de su ostracismo), nos vimos y nos hablamos
cordialmente. Genio y figura. Después de cuarenta años de penitenciaría, fuera
de la patria, en castigo a sus sofismas, viene más retobado y dispuesto a
parlamentar con el primer Urquiza que se levante. ¿Estará con Roca?”
Sin desarrollarlo,
en el siglo XIX hubo dos líneas dentro del liberalismo argentino. La expresada
por el diario La Nación que podríamos situarla en Buenos Aires, iluminista y
centralista, y la expresada por Urquiza-Roca-Alberdi asentada en el interior
del país, sesgada al federalismo provinciano. Dos liberalismos, uno iluminista
y otro historicista.
EL PERONISMO
Naturalmente como
corresponde a la visión historiográfica de La Nación el peronismo ha sido el
mal, lo responsabiliza del estatismo, el intervencionismo, la planificación
centralizada y otros menesteres, sin reparar en la época, tanto como en los
colores y sonidos de aquellos tiempos. Olvida que fue ese diario quien comenzó
en la década del 20 una decidida campaña proteccionista, sustitutivista. Solo a
manera de ejemplo: “Si se tiene una mirada abierta y no dogmática, no puede
dejar de percibirse como las principales naciones del planeta abandonan el
librecambio. El momento actual es el del fomento de las industrias de
transformación y desarrollo de la utilización de nuestros recursos naturales.
El mercado no ha sido sino muy contadas veces libre” (La Nación 13/1/1927). El
batifondo que realizó este periódico a favor de la intervención estatal y la
sustitución de importaciones no condice con el artículo que estamos analizando
y menos con la crítica despiadada al peronismo, que al igual que La Nación, por
aquellos años, ofreció respuestas como las que el diario pedía. ¡No es
necesario hacerse el distraído! Más cuando le entregó a Leopoldo Lugones la
dirección del suplemento cultural del periódico. Si se dice, se dice todo.
CONTRA EL
REVISIONISMO NACIONALISTA
Pero el ataque
frontal del diario es contra la escuela del revisionismo histórico: Scalabrini
Ortiz, Pepe Rosas, los Irazusta y Ernesto Palacio. A Perón lo libera de este
flagelo, sin decirlo, pues pondera la valoración que tenía por Roca, personaje
que el revisionismo repudió y repudia. Y tiene razón el diario: Perón en sus
dos presidencias no se identificó con el revisionismo.
Más allá de las
interpretaciones historiográficas, que pueden ser opinables, hay en la nota un
error, por desconocimiento, producto de la pereza mental. El Golpe de Estado
del 43 no significó la eclosión del nacionalismo y menos la de evitar la
adhesión a la causa aliada supuestamente resuelta entre Castillo y Patrón
Costa. La razón del golpe residió en que el Ejercito no avalaría el fraude, condición
necesaria para el triunfo de Patrón Costa, y si no lo hacía ganaba la
izquierda, reunida en lo que ya se conocía como Unión Democrática, símil del
Frente Popular que habían llevado al poder a la izquierda en España,
consecuencia de la Guerra Civil. Aquí está la razón del golpe. El temor al
avance de la izquierda. Hay más, pero con esto alcanza.
Al finalizar la
nota de marras puede leerse una certera opinión: “La batalla cultural pendiente
en la Argentina es distinta de la que Trump propone para su país. Aquí se deben
reimplantar los valores propios de un capitalismo vibrante y no distraerse con
un woquismo irrelevante”.
LA BATALLA
CULTURAL PENDIENTE
Bien planteado por
La Nación, el woquismo es irrelevante. Aunque no podemos desconocer que, en el
país, lo introdujo el kirchnerismo paradójicamente bajo el verso Nac & Pop.
Podemos discutir acerca del aborto, los derechos humanos, el feminismo
exacerbado o la sexualidad explícita en las escuelas pero en el marco de
nuestras costumbres y tradiciones. Se trata entonces de conocerlas. Saber de
historia. Henry Kissinger, en su libro Liderazgo afirma que para Churchill era
fundamental dominarla. Cuando se le preguntó como afrontar los retos del
liderazgo dijo: “Estudia historia. En la historia están todos los secretos del
arte de gobernar”.
Los políticos
deben, además, responder a un linaje, de no haber, son poca cosa. Alfonsín lo
hizo desde el radicalismo con ochenta años de historia. Menem, desde el
peronismo, buscó costados liberales en los orígenes de su partido. Al autor de
este artículo le consta personalmente. El kirchnerismo se refugió en el
revisionismo consolidando su pertenencia a una tradición histórica. El problema
lo tuvo Macri, no hubo ni hay nada en el PRO que lo vincule a una línea
histórica, una referencia a la cultura política argentina, son forasteros en
este ámbito. Una hoja al viento. Insubstanciales. A Milei puede ocurrirle lo
mismo, esto es lo que observa La Nación. Aquí está el peligro. Y sin duda es
una mirada desafiante. La Nación puede decir lo que dice porque hunde sus
raíces en la Patria. Se puede disentir con esa línea historiográfica pero no
ignorarla.
¿Dónde está parado
Milei y su grupo de intelectuales? ¿En Rothbard, en Hayek, en economistas de
nombres raros que menciona? Los Silicon Valley boys no sirven para arar la
tierra y el lodo de la política criolla. Hay que emerger de esos surcos. La
Nación busca guiarlo con su liberalismo iluminista. Es válido. Pero hay otras
opciones. Quizás Milei debiera mirar más a Urquiza, a Alberdi, a Roca, a
Joaquín V. González, a Ramón Cárcano, y tantos otros, liberales sí, pero
historicistas. Ahí está el debate. El revisionismo clásico ha quedado viejo. En
su nombre el kirchnerismo se hizo woke.