viernes, 7 de febrero de 2025

DEBILIDADES CULTURALES

 

 de La Libertad Avanza

 

Por Claudio Chaves

La Prensa,  06.02.2025

 

En un trascendente artículo de fondo, el matutino La Nación desplegó de manera clara y ejemplar la filiación historiográfica del periódico, lo hizo al día siguiente de la movilización impulsada por los movimientos LGBTQ+, preocupada seguramente por dos cuestiones. La primera se evidencia en el título de la nota: “Batalla cultural contra el atraso populista”, y la segunda, y aquí está la novedad, observa como un error la trascendencia que el Gobierno y sus intelectuales le dan a la agenda Woke. Sin pelos en la lengua dice: “Cuando Javier Milei acompaña a Donald Trump en su batalla cultural contra el woquismo, lo hace por afinidad política, no porque sea una prioridad en la Argentina”.

 

De modo que para La Nación no es importante la agenda anti-woque sino recuperar los valores y las ideas de la Generación del 80. En esa dirección desarrolla su propuesta.

 

TRADICIONAL O ILUMINISTA

 

Para recuperar aquellos valores, los del 80, hay que afirmarse en las tres presidencias de la Organización Nacional, observa el periódico. Sería, entonces, Mitre, Sarmiento y Avellaneda. ¿Pero si hablamos del 80, Roca donde está? El periódico no lo menciona. ¿Olvido? ¿Continúan las viejas reyertas entre Mitre y Roca? ¿O la filiación político-cultural de Roca aún no ha sido asimilada por el viejo diario? Porque además en el texto analizado no aparece Urquiza, y Alberdi lo hace tenuemente. Este intríngulis queda resuelto al leer una carta de Sarmiento a su amigo Posse. Sin proponérselo, el sanjuanino marca una línea histórica: “Alberdi ha llegado (volvió de su ostracismo), nos vimos y nos hablamos cordialmente. Genio y figura. Después de cuarenta años de penitenciaría, fuera de la patria, en castigo a sus sofismas, viene más retobado y dispuesto a parlamentar con el primer Urquiza que se levante. ¿Estará con Roca?”

 

Sin desarrollarlo, en el siglo XIX hubo dos líneas dentro del liberalismo argentino. La expresada por el diario La Nación que podríamos situarla en Buenos Aires, iluminista y centralista, y la expresada por Urquiza-Roca-Alberdi asentada en el interior del país, sesgada al federalismo provinciano. Dos liberalismos, uno iluminista y otro historicista.

 

EL PERONISMO

 

Naturalmente como corresponde a la visión historiográfica de La Nación el peronismo ha sido el mal, lo responsabiliza del estatismo, el intervencionismo, la planificación centralizada y otros menesteres, sin reparar en la época, tanto como en los colores y sonidos de aquellos tiempos. Olvida que fue ese diario quien comenzó en la década del 20 una decidida campaña proteccionista, sustitutivista. Solo a manera de ejemplo: “Si se tiene una mirada abierta y no dogmática, no puede dejar de percibirse como las principales naciones del planeta abandonan el librecambio. El momento actual es el del fomento de las industrias de transformación y desarrollo de la utilización de nuestros recursos naturales. El mercado no ha sido sino muy contadas veces libre” (La Nación 13/1/1927). El batifondo que realizó este periódico a favor de la intervención estatal y la sustitución de importaciones no condice con el artículo que estamos analizando y menos con la crítica despiadada al peronismo, que al igual que La Nación, por aquellos años, ofreció respuestas como las que el diario pedía. ¡No es necesario hacerse el distraído! Más cuando le entregó a Leopoldo Lugones la dirección del suplemento cultural del periódico. Si se dice, se dice todo.

 

CONTRA EL REVISIONISMO NACIONALISTA

 

Pero el ataque frontal del diario es contra la escuela del revisionismo histórico: Scalabrini Ortiz, Pepe Rosas, los Irazusta y Ernesto Palacio. A Perón lo libera de este flagelo, sin decirlo, pues pondera la valoración que tenía por Roca, personaje que el revisionismo repudió y repudia. Y tiene razón el diario: Perón en sus dos presidencias no se identificó con el revisionismo.

 

Más allá de las interpretaciones historiográficas, que pueden ser opinables, hay en la nota un error, por desconocimiento, producto de la pereza mental. El Golpe de Estado del 43 no significó la eclosión del nacionalismo y menos la de evitar la adhesión a la causa aliada supuestamente resuelta entre Castillo y Patrón Costa. La razón del golpe residió en que el Ejercito no avalaría el fraude, condición necesaria para el triunfo de Patrón Costa, y si no lo hacía ganaba la izquierda, reunida en lo que ya se conocía como Unión Democrática, símil del Frente Popular que habían llevado al poder a la izquierda en España, consecuencia de la Guerra Civil. Aquí está la razón del golpe. El temor al avance de la izquierda. Hay más, pero con esto alcanza.

 

Al finalizar la nota de marras puede leerse una certera opinión: “La batalla cultural pendiente en la Argentina es distinta de la que Trump propone para su país. Aquí se deben reimplantar los valores propios de un capitalismo vibrante y no distraerse con un woquismo irrelevante”.

 

LA BATALLA CULTURAL PENDIENTE

 

Bien planteado por La Nación, el woquismo es irrelevante. Aunque no podemos desconocer que, en el país, lo introdujo el kirchnerismo paradójicamente bajo el verso Nac & Pop. Podemos discutir acerca del aborto, los derechos humanos, el feminismo exacerbado o la sexualidad explícita en las escuelas pero en el marco de nuestras costumbres y tradiciones. Se trata entonces de conocerlas. Saber de historia. Henry Kissinger, en su libro Liderazgo afirma que para Churchill era fundamental dominarla. Cuando se le preguntó como afrontar los retos del liderazgo dijo: “Estudia historia. En la historia están todos los secretos del arte de gobernar”.

 

Los políticos deben, además, responder a un linaje, de no haber, son poca cosa. Alfonsín lo hizo desde el radicalismo con ochenta años de historia. Menem, desde el peronismo, buscó costados liberales en los orígenes de su partido. Al autor de este artículo le consta personalmente. El kirchnerismo se refugió en el revisionismo consolidando su pertenencia a una tradición histórica. El problema lo tuvo Macri, no hubo ni hay nada en el PRO que lo vincule a una línea histórica, una referencia a la cultura política argentina, son forasteros en este ámbito. Una hoja al viento. Insubstanciales. A Milei puede ocurrirle lo mismo, esto es lo que observa La Nación. Aquí está el peligro. Y sin duda es una mirada desafiante. La Nación puede decir lo que dice porque hunde sus raíces en la Patria. Se puede disentir con esa línea historiográfica pero no ignorarla.

 

¿Dónde está parado Milei y su grupo de intelectuales? ¿En Rothbard, en Hayek, en economistas de nombres raros que menciona? Los Silicon Valley boys no sirven para arar la tierra y el lodo de la política criolla. Hay que emerger de esos surcos. La Nación busca guiarlo con su liberalismo iluminista. Es válido. Pero hay otras opciones. Quizás Milei debiera mirar más a Urquiza, a Alberdi, a Roca, a Joaquín V. González, a Ramón Cárcano, y tantos otros, liberales sí, pero historicistas. Ahí está el debate. El revisionismo clásico ha quedado viejo. En su nombre el kirchnerismo se hizo woke.