martes, 27 de febrero de 2018

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Salvini saca el rosario y el Arzobispo de Milán le pide que se limite a la política

Carlos Esteban

Infovaticana, 26 febrero, 2018

En la manifestación de cierre de campaña, en la Plaza del Duomo de Milán, el candidato con más posibilidades de alzarse con la victoria, Matteo Salvini, ha sacado un rosario, un ejemplar de la Constitución y unos Evangelios y ha pronunciado un particular juramento: “Juro ser fiel a mi pueblo, a sesenta millones de italianos, de servirle con honradez y valentía; juro aplicar de verdad la Constitución italiana, ignorada por muchos, y juro hacerlo respetando las enseñanzas contenidas en estos sagrados Evangelios”.

Hablábamos ayer de cómo el desconcertantemente popular parlamentario ‘tory’ Rees-Mogg animaba a los católicos a entrar en política y, sobre todo, a no tener miedo de dar testimonio de su fe en la plaza pública, asegurando que la sociedad, aunque no está de acuerdo con él, siempre respeta a un católico que no teme declarar sus firmes principios enraizados en la fe.

Eso ha hecho Salvini pero, naturalmente, no a todos les ha parecido bien. Por ejemplo, al Arzobispo de Milán, Mario Delpini, quien ha expresado su desagrado declarando que “en las elecciones se debe hablar de política”.

Un espíritu malicioso podría responderle a Su Ilustrísima que quizá ha llegado el momento en que los políticos hablen de religión cuando los religiosos parecen hablar preferentemente de política, y que si un candidato saca públicamente un rosario quizá sea el único modo de ver a un líder hacerlo en público, porque los prelados están demasiado ocupados salvando el planeta del Cambio Climático o consensuando con la ONU cuántos millones de africanos deben cruzar el Mediterráneo en pateras y llegar a nuestras costas.

En cualquier caso, tanto la admonición de Rees-Mogg como el gesto de Hilaire Belloc, el hombre que acercó a Chesterton al catolicismo. Belloc se presentaba a las elecciones por el Partido Liberal en un distrito fieramente anglicano con el doble obstáculo de ser medio francés y totalmente ‘papista’. De hecho, conociendo a su electorado, su rival conservador había hecho de ‘no votéis por un francés papista’ su lema de campaña, por lo que los correligionarios de Belloc le aconsejaron, con motivo de su primer mitin, que obviase su fe durante su discurso.

Pero Belloc, nada más subir al estrado y para horror de sus amigos, sacó un rosario.

“Caballeros -dijo-, soy católico. Siempre que me es posible, voy a misa cada día. Esto es un rosario. Siempre que me es posible, me arrodillo y rezo las cuentas cada día. Si me rechazáis por mi religión, daré gracias a Dios por haberme ahorrado la indignidad de ser vuestro representante”.

Una pausa, un silencio que se podía cortar. Y, enseguida, un atronador aplauso. Belloc logró el escaño. No por ser católico, obviamente, sino por ser valiente y coherente. Los católicos llevamos demasiado tiempo repitiéndonos y repitiendo a nuestros políticos que “en las elecciones hay que hablar de política”, como si la fe no condicionase nuestra visión total del mundo y, por tanto, de los principios que rigen la vida política.

Pero, sobre todo, que la fe forma parte integral de lo que somos y, por lo mismo, de lo que debemos mostrar a los demás. Salvini difícilmente está ‘utilizando’ la fe como cínico instrumento de manipulación electoral, porque no puede decirse que los principios cristianos gocen de demasiada popularidad en estos momentos. Pero en un tiempo en que cuesta encontrar clérigos que no hablen como jefes de relaciones públicas de una ONG, yo personalmente agradezco al candidato de la Liga Norte su gesto valiente.