Geraldo Luís Lino
Msia, 24 de noviembre de 2017
El lunes 13 de noviembre, la revista BioScience
publicó un manifiesto titulado “Advertencia de los científicos a la humanidad:
Segundo aviso.” El texto, firmado por más de 15 mil científicos de 184 países,
es más o menos un libelo catastrofista en la línea que los involucrados en la
pseudo ciencia se han especializado en producir para justificar el programa
político del movimiento ambientalista en las últimas décadas.
En el documento se hace el listado de los problemas
que se consideran críticos para la salud física del planeta: degradación de la
capa de ozono; disponibilidad de agua potable; degradación de la biodiversidad;
cambios climáticos; y crecimiento continuo de la población humana.
“Las emisiones de CO2 (bióxido de carbono) aumentaron
62 por ciento desde 1992 y la temperatura mundial se elevó 29 por ciento,
mientras que la diversidad de la fauna de vertebrados cayó 29 por ciento,” dice
uno de los coordinadores del manifiesto, William Ripple, ecologista de la
Universidad del estado de Oregon, Estados Unidos.
En los últimos años, dice el texto, se registró la
reducción de 26 por ciento de la disponibilidad de agua dulce por persona, un
aumento de 75 por ciento de las zonas muertas de los océanos y la pérdida de
120 millones de hectáreas de zonas forestales. “Esas son tendencias alarmantes.
Necesitamos de los medios que nos proporciona la naturaleza para nuestra propia
supervivencia,” dice Ripple (Sputnik, Brasilm 14/11/2017).
En el texto que dedica Wikipedia a Ripple, se constata
que su militancia ambientalista es cada vez más intensa. Constatando lo
anterior, por ejemplo, en un artículo publicado en la revista Nature Climate
Change él propone la reducción de la población de rumiantes generadores del
metano para combatir los cambios climáticos supuestamente inducidos por el
hombre, el flamígero calentamiento global antropogénico.
Ripple también fue uno de los organizadores de la
“Primera advertencia de los científicos a la humanidad,” publicada en 1992.
“Hicimos la actualización porque queríamos que el público supiese donde nos
encontramos hoy,” dijo.
Su colega Johan Rockström recalcó la cuestión
climática. “El cambio climático está aquí, es peligroso y tiene la tendencia a
empeorar,” dice.
Rockstöm, profesor de ciencias ambientales de la
Universidad de Estocolmo, es un tipo de “ecotecnócrata” del aparato
ambientalista internacional. Entre otros puestos destacados, es vicepresidente
del Consejo de Asesoría Científica del Instituto Postdam de Investigación de
Consecuencias Climáticas, uno de los principales órganos involucrados en la
formulación de doctrinas climáticas en el ámbito internacional.
El manifiesto no oculta la inclinación malthusiana de
sus redactores:
“La humanidad está recibiendo ahora un segundo aviso…
Estamos amenazando nuestro futuro, al no reducir nuestro consumo material
intenso, pero geográfica y demográficamente desigual, y por no percibir el
rápido y continuo crecimiento de la población como causa primaria de las muchas
amenazas ecológicas y hasta sociales. Al fracasar en poner límites adecuados al
crecimiento de la población, en la reevaluación del papel de una economía
fundada en el crecimiento, en la reducción de los gases de efecto invernadero,
en incentivar las energías renovables, en proteger los hábitats, en restaurar
los ecosistemas, en controlar la contaminación, en interrumpir la pérdida de la
fauna y en limitar las especies invasoras alienígenas, la humanidad no está
tomando las providencias urgentes para salvaguardar nuestra biosfera
amenazada”.
Por cierto, perdida en medio de un sarta de
recomendaciones para enfrentar el “desafío,” hay una referencia a la necesidad
de “revisar nuestra economía, para reducir la desigualdad de la riqueza,”
vinculada a “asegurar que los precios, impuestos y sistemas de incentivos,
tengan en cuenta los costos reales que los patrones de consumo imponen a
nuestro medio ambiente.”
Ninguna palabra sobre los mayores problemas
ambientales del planeta, la contaminación y los problemas de salud causados por
las deficiencias de infraestructura de salubridad, que afectan a más de la
mitad de la humanidad. Ni una mención a la falta de electricidad que sufren más
de mil quinientos millones de habitantes del planeta, problema que es la causa
de decenas de miles de muertes evitables en regiones como el África
subsahariana, donde la leña y el estiércol bovino son todavía fuentes
energéticas importantes (cuyo uso en interiores acarrea diferentes enfermedades
cardiorespiratorias).
En fin, nada nuevo, tan sólo más “verdes” que venden
un manifiesto apocalíptico y andan justificando su industria catastrofista de
muchos miles de millones de dólares.