entre resistencias, espera y reanudación. Los valores no negociables no son una opción confesional, son una opción por el bien común.
Activada la fase de la “resistencia”, casi agotada la fase de “espera”, para los católicos empeñados en política está por abrirse la era de la “reanudación”. Siguiendo la huella de la publicación el Católico en Política: manual para reanudarlo (Cantagalli, 2010), del Arzobispo de Trieste, Mons. Giampaolo Crepaldi, la Universidad Europea de Roma, el pasado 16 de noviembre, luego de la inauguración del año académico 2010/11, realizó el debate “el católico en política” promovido por la Fundación L’ottimista.
La relación del Arzobispo de Trieste se presentó junto con la intervención de cuatro parlamentarios de diversas extracciiones y experiencias políticas, pero todos unidos por una profunda fe católica, con participación cotidiana a la Santa Misa, valga decir. El director editorial del Ottimista, Antonio Gaspari, moderador de la mesa redonda, recordó que la gran limitante de los católicos en política era y está representada por la “ausencia de un proyecto cultural y de una debilidad en la respuesta al proceso de secularización”. La nueva misión es vencer la irrelevancia del pensamiento católico en el ámbito político y cultural, del que cada hombre de institución debe hacerse cargo. Un desafío dramático y, al mismo tiempo, cautivante, cuyo punto de partida es la reevaluación, tanto deseada por el teólogo, recientemente beatificado, John Henry Newman. Como explicó la honorable Paola Binetti, la consciencia representa nuestra capacidad de “discernir frente a tantos mensajes, ‘veloces’, frecuentemente inquietantes y contradictorios”. Nos encontramos entonces frente a un empalme, a una ocasión histórica que los políticos católicos tienen para volver a tomar seriamente en la mano el timón de la sociedad y mejorarla. El camino justo es fácilmente individuable en la Doctrina Social de la Iglesia que ejemplifica bien los valores no negociables, respecto a los cuales el político católico no puede contravenir absolutamente en nombre de ningún tipo de consenso electoral.
Distinta es la Doctrina económica de la de Iglesia pero nada independiente de los valores del todo no negociables. A este propósito el honorable Alessandro Pagano citó la negatividad más evidente de los últimos decenios: disminución demográfica, consumismo desenfrenado, crecimiento del PIL con fin en sí mismo, endeudamiento. “Por años el crecimiento de la población se vio como un obstáculo al desarrollo – observó Pagano -. El resultado fue el envejecimiento de la población con un consecuente aumento del gasto social y pensional, como consecuencia la presión fiscal. Contrario a esto se puede constatar que son los países con mayor crecimiento demográfico (India, Turquía, Brasil, etc.) los que avanzan económicamente”, no es un caso.
La opción de cambio propuesta por la Doctrina Social de la Iglesia implica a veces hacer opciones radicales como por ejemplo el abandono del propio partido o de la propia formación: esto fue lo que le sucedió a la misma Binetti, que el invierno pasado dejó el partido Democrático y se unió al UDC, o al honorable Francesco Saverio Romano que hace dos meses abandonó el UDC para pasar al grupo mixto y apoyar “por una cuestión de responsabilidad” el gobierno Berlusconi. “Un retorno a la unidad de los católicos podría ser una opción no arriesgada – afirmó Romano -. Lo que yo auspicio es sobre todo un partido donde los católicos sean prevalentes. Es pues necesario un cambio cultural a fin que los poderes hasta hoy ‘no controlables’ por la voluntad popular, como el judicial, financiero o mediático, puedan ser redimensionados”.
Un punto firme es representado por la a confesionalidad de las valores católicos aplicados a la política, no por fruto de una opción de fe sino por beneficios para la sociedad civil. Lo recordó el senador Stefano De Lillo según el cual “debemos empeñarnos y ‘ensuciarnos las manos’ porque la historia nos da la razón. Pienso en la cuestión demográfica, también en el daño efectivo de un instrumento abortivo como la píldora RU486”.
A la conclusión de la conferencia Mons. Crepaldi recordó que la Iglesia plantea problemas de carácter ético sin embargo es tarea de la política proveer las soluciones. El núcleo base es constituido obviamente por los valores no negociables: “Un país que no sostiene la vida, ¿qué país es? Si consideramos ‘progreso’, asesinar un ser humano por medio del aborto o de la eutanasia, si la cultura de la muerte prevalece sobre la cultura de la vida no vamos lejos…”, declaró. Entonces sobre este desafío es que se articulará el reanudar la política de los católicos. No es pensable, todavía, un renacimiento de ellos si no se procede a una “acumulación cultural que derrote las aporías y las contradicciones de estos últimos decenios. Los políticos católicos podrán hacerlo solamente si saben ser fieles al Papa y a su magisterio”, concluyó Mons.Crepaldi.
Clarence Green
(L'Ottimista)
Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 24-11-10