Los amigos italianos
de nuestra corriente de opinión, siempre mucho más activos que el resto de los
disidentes neoderechistas europeos, han publicado en 2014 el libro de Alain de
Benoist (en adelante AdB) titulado "La fine della sovranità", una
recopilación de ensayos sobre la crisis estructural del capital, la deuda
financiera, la locura de las políticas de austeridad, la salida del euro como
ruptura, etc., etc.
Jesús J. Sebastián
El Manifiesto, 10 de
diciembre de 2014
El pensador francés
–un rebelde contra la dictadura del dinero- se centra en el completo vaciado,
realizado durante los últimos años, de las competencias soberanas de unos
parlamentos nacionales reducidos, ahora, a unos simples ejecutores de las
órdenes e instrucciones de la Comisión Europea. En este sentido también hay que
tener en cuenta todas las decisiones tomadas sobre el llamado “Mecanismo
Europeo de Estabilidad”, un tratado cuyo único objetivo es la futura creación
de un gran mercado transatlántico que, efectivamente, reduzca nuestra Europa a
la condición de un mercado vasallo de las decisiones y los intereses de
Washington. En fin, de acuerdo con otros ensayos publcados anteriormente
("Al borde del abismo: el anunciado fracaso del sistema del dinero"),
si según AdB hace unos años estábamos “al borde del abismo”, en estos momentos
hemos superado ya ese límite, porque supone “el fin de la soberanía” de los
pueblos y de los Estados-nación europeos.
En una entrevista
realizada por Davide Gonzaga y Beatrice Soriani, el pensador AdB, ante la
pregunta de una Europa posmoderna, decía lo siguiente: «Si tenemos en cuenta
que el Estado-nación era la forma política más propia de la edad moderna,
entonces se puede decir que en realidad entramos en la posmoderna. El
Estado-nación ya estaba en crisis en los años 30 del pasado siglo, como subrayó
Carl Schmitt. Durante las últimas décadas se ha visto privado gradualmente de
la soberanía en todos los ámbitos: la soberanía política, debido a su
dependencia de los mercados financieros; la soberanía económica, por la
influencia de las multi-transnacionales; la soberanía militar, para la
presencia de la OTAN ;
la soberanía monetaria, debido a la introducción del euro; la soberanía
presupuestaria, para satisfacer las necesidades del “Mecanismo Europeo de
Estabilidad” (MEDE). Esto no sería demasiado grave si la soberanía de los
miembros de la Unión
Europea hubiera sido removida, transferida y afirmada con
mayor fuerza a un nivel supranacional. Pero esto no sucedió: la soberanía ha
desaparecido en una especie de "agujero negro". El resultado es que
la soberanía nacional-popular no es más que un recuerdo, mientras que la
supuesta soberanía europea nunca existió. La única soberanía cierta que existe
hoy en día es la del sistema de dinero».
El nuevo sistema que
iba a tener éxito consiste en una "especie de cesarismo financiero para
gobernar al pueblo, pero manteniéndolo al margen." El Estado "gestor
y terapéutico" fundamenta “su poder en la constitución de una situación
subcaótica estrictamente voluntaria, en el contexto de una espiral descendente
generalizada, creando así un estado de guerra civil fría". La
globalización "no es más que un proceso geo-histórico de expansión
progresiva del capitalismo a escala mundial, la expansión planetaria del
principio de libre mercado”. La condición para que esto suceda es que el área
de las decisiones públicas (políticas) debe ser reducida, pero especialmente
dirigida a los capitalistas del "sistema", bajo la forma financiera
dominante. AdB se pregunta "¿Quiénes son los grandes perdedores de la
globalización? Son claramente los Gobiernos y los Estados. Quedaba por ver si
la globalización iba a conducir a un debilitamiento de los Estados, o si fue el
debilitamiento de los Estados (junto con la desintegración de los valores
colectivos del cuerpo social) lo que iba a posibilitar la globalización".
De hecho, según AdB,
de todas las formas posibles de la globalización económica y financiera -por la
sencilla razón de que para los liberales el factor económico es necesariamente
el elemento dominante de una sociedad de mercado-, sólo la economía entendida
como libre confrontación de los intereses de cada uno, está diseñada para
regular las relaciones entre los individuos. «La globalización, por lo tanto,
debe en primer lugar ser entendida como una interdependencia global y como la
interconexión tendencia generalizada con respecto a los mercados. La
globalización tiende a integrar los mercados locales en un gran mercado mundial
mediante la eliminación de las medidas de protección que disfrutaban
anteriormente, y someterlos a la competencia internacional. La globalización,
en otras palabras, no es más que el proceso de expansión geográfica e histórica
progresista del capitalismo a escala mundial, la expansión planetaria del
principio del libre mercado».
Ésta es la novedad:
hasta mediados del siglo pasado, la "política" y la ''economía” eran
sustancialmente dos partes que iban de la mano. El capitalismo había necesitado
del Estado moderno, del poder de la racionalidad y de la legalidad, del
monopolio estatal de la decisión política y de su fuerza legítima para ampliar
y eliminar los obstáculos al crecimiento. Ahora es el Estado moderno la
principal rémora para una mayor consolidación de la economía y, por lo tanto,
la soberanía (nacional y popular) y el Estado (demócrata) son los obstáculos
esenciales.
Si bien es cierto que
la política y la economía, como señaló Julien Freund, son dos esencias, hay
tantas posibilidades de someter (o eliminar) la parte política a la económica
que a la inversa. Siguiendo a Hauriou y Spengler, la importancia y la percepción
de la prevalencia de una sobre la otra, depende de los eventos y períodos
históricos. Todo se deriva más de sensaciones comunes de una época que de otros
factores "reales" (como las técnicas de producción, medios legales,
financieros y recursos económicos). Por un lado, todo esto sugiere un método de
lucha y de resistencia a la globalización, de la que el libro de AdB es todo un
ejemplo: construir un sentido común diferente, en la periferia de la propaganda
y el ruido ensordecedor e insinuante del "sistema". Por otro lado, si
la prevalencia del "dinero", como escribió Hauriou, es una de las
señales de la fase de decadencia de las comunidades humanas, cuando esto sucede
en un ciclo ascendente, basado en nuevos fundamentos espirituales, especialmente
religiosos, ello puede darnos una cierta esperanza. ¿Es la constatación de que
“el fin de la historia” ha llegado, o no es, en todo caso, mas que el final de
un ciclo?
De acuerdo con el
análisis de AdB, la variabilidad sintomática de la base sociológica de la "nueva
globalización” y los pasos intermedios que favorecieron la actual
reorganización de una economía internacional en una economía globalizada, son
imposibles sin la “desterritorialización” de los sectores, dirigida a la
constitución de un mercado global. Desde la llegada de los bancos europeos
“universales”, que marcaron el mercado único de servicios financieros. Mediante
formas jurídicas que implican la posibilidad de que las entidades financieras
se establezcan como estructuras macro-corporativas o cooperativas capitalistas
con una “responsabilidad limitada”, irrespetuosas con los Estados particulares.
Pero AdB no otorga una sola interpretación del proceso, porque todo hace
indicar la existencia de diferentes tipos de globalización con el apoyo de los fundamentos
del capitalismo: tales como la globalización tecnológica, cultural y social
que, a partir del siglo pasado, han socavado los cimientos de los Estados
soberanos y provocado una nueva soberanía económica, cultural y militar.
Es la pesadilla de un
mecanismo vicioso inclinado a la libre capitalización de las
macro-corporaciones financieras y bancarias, a través de la deuda de los
Estados miembros de la
Unión Europea. Un buen truco para malgastar los escasos
recursos económicos de los Estados europeos, acelerando la marcha hacia la
“miseria”, aunque la camuflen bajo el manto de la “austeridad”. ¿No será una
primera aproximación a una forma de proteccionismo europeo dirigida a una
re-nacionalización de los bancos? Impensable retorno: los Estados europeos han
perdido la posibilidad –y lo que es más grave, la legitimidad- para pedir
dinero prestado a sus bancos centrales, viéndose forzados a financiarse y
capitalizarse acudiendo a los anónimos prestamistas privados. En medio de esta
locura de planeada austeridad y deuda infinita, los Estados europeos se verán
obligados a contraer deuda, sujetos a las tasas más altas de los bancos
acreedores para otorgar el elemento vital de una difusa unión supra-europea.
AdB ve una salida en
su conjunto, una desaceleración gradual del hipnotismo reverencial hacia las
altas finanzas especulativas, siempre dispuestas a intervenir cuando la
voluntad de los gobiernos está del lado de la “financiarización de lo irreal” y
del máximo beneficio obtenido a través de la excesiva presión impositiva a los
ciudadanos para reducir los déficits públicos. Hay que guardar una prudente
distancia con las leyendas y mitos del sistema neoliberal. Porque la ideología
de la globalización continúa beneficiándose de los réditos del capitalismo
moderno, con una sola misión: destruir la capacidad de protección de los
“espacios públicos definidos” y de sus recursos mediante la acción de un
principio de libre comercio que propugna un “crecimiento económico a
propulsión”, reduciendo aquellos espacios públicos de decisión a la incierta
virtualidad de un “espacio de flujos despolitizado”.
AdB cita en su libro
al economista y ensayista Hervè Juvin, según el cual las grandes compañías
(mercantiles, financieras) tratan de llevar la política liberal hacia la
abstracción del sujeto de derecho, despojándole de todo lo que hace al
individuo un ser de carne y hueso, con un pasado, unos orígenes, una tierra y
una historia, para que sea fluido, líquido, móvil … indefinidamente. En este sentido, “la
cultura-mundo es realmente una negación de la condición humana".
Se pregunta el
pensador francés si, dada la última fase contra la regulación del flujo de
capitales y mercancías, a expensas del empleo, de las actividades productivas y
en favor de la reubicación y la deslocalización, la culpa es realmente de la
moneda única y de la incapacidad para discernir la realidad de la ficción de la
salida del euro. O, tal vez, la responsabilidad recae en los que, como
representantes del pueblo, siguen vendiendo la soberanía a una velocidad en la
que Ezra Pound situaba el nacimiento del sistema moderno, construido para
imponer la esclavitud de la deuda infinita. El Acuerdo Transatlántico de
Comercio e Inversiones (TTIP) entre la Unión Europea y los EE.UU., confirma su voluntad
de establecer la mayor zona de libre comercio diseñada para absorber en su
interior a más de ochocientos millones de consumidores.
Este proyecto llegó a
su fin gracias a los esfuerzos de club financiero y liberales, destinado a
facilitar la libertad de crédito multinacional, las altas finanzas, el comercio
y la inversión, libres de vagar a voluntad por la inmensidad de oportunidades
puestas a su disposición; sin estar sujetos a los requisitos aduaneros y
aprovechando la desregulación del mercado; a expensas de sufrir un proceso de
occidentalización de las teorías neoliberales de la "Escuela de
Chicago" trasplantadas a la Unión Europea. Y como hubiera dicho Dominique
Venner: ¿Qué hacer? No vamos a disfrutar por mucho tiempo, de acuerdo con AdB,
de "la protección de los ciudadanos, de opciones socio-culturales,
realidades históricas y geográficas, idioma, tradiciones", antes de que se
estabilice esta dinámica destructiva, única y contraria a nuestra autoctonía.
Pero AdB es optimista: todavía hay tiempo para recuperar la soberanía concedida
a los “representantes de los pueblos” y detener la transferencia de nuestra
identidad. Ante todo, hay que evitar la confusión de un espejismo similar al
que se produjo en las últimas décadas del siglo pasado, cuando la vida de los
europeos estaba llena de certezas, eso sí, dictadas por los demás, aun a
expensas de la pérdida de nuestros propios sueños.