miércoles, 5 de julio de 2017

LA IDONEIDAD DOCENTE, EN CRISIS



Augusto Barcaglioni
La Nación,  05 DE JULIO DE 2017

Los diagnósticos e investigaciones sobre el perfil del futuro educador aluden a la necesidad de encarar procesos de adaptación del sistema de formación docente a estándares más rigurosos de calidad. Si indagamos la forma como se estudia en los institutos terciarios, se advertirá que un significativo porcentaje de docentes en formación no reflexiona ni sabe aplicar el contenido de lo que supuestamente está aprendiendo.

En tal indagación, nos encontramos con no pocas aulas cuyas cátedras, en lugar de trabajar ideas e hipótesis, manipulan fotocopias. La lectura apurada, tensa y defectuosa de fotocopias y la memorización mecánica de textos e informaciones sin aplicación representan la forma cotidiana en que se desenvuelve un proceso rutinario que deviene pseudoaprendizaje.

La "insalubridad mental" generada por este aprendizaje forzado impide estudiar con seriedad y a conciencia. Pues la compulsión del título habilitante sustituye los procesos ineludibles del enseñar y aprender con arte y rigor. De allí que, en algunos casos, el resultado del aprendizaje sea un correlato de la fatiga docente y de la falta de estímulos para construir el conocimiento con acierto y precisión metodológica.
Esta paradoja agrava el problema de la crisis educativa actual. Muchos estudiantes no saben pensar, porque el hábito de memorizar contenidos estáticos no les permite organizar con autonomía su propio aprendizaje. Además, ciertos docentes brindan sin rigor crítico los contenidos que deben aprender los alumnos, soslayando la elaboración de hipótesis y el ejercicio de la capacidad de razonar sobre un tema. En ausencia de proyectos orientados a la aplicación del contenido, la memorización sustituye la construcción colectiva del conocimiento y anula el intercambio y la investigación grupal.

Al soslayar la función de pensar, los afectados van en busca de las respuestas correctas y ya elaboradas por otros. Este hábito de repetir bibliografía sin elaborar hipótesis genera sumisión mental e impulsa al sujeto a resistir cualquier innovación.
Dado que el docente enseña tal como aprendió, es probable que aquellas páginas impresas en la memoria sean replicadas en el futuro casi al pie de la letra frente a niños y adolescentes ávidos de conocimientos vivos y de experiencias renovadas. Si los niños y adolescentes se aburren y carecen de motivación para aprender, ello se debe (salvando los casos extremos de la indigencia) al hecho de que el aprendizaje no se abre a la dinámica ni al conflicto creativo de la vida real. Es un aprendizaje encerrado en una circularidad rígida, que a su vez se origina en la rigidez de la circularidad previamente vivida en el sistema de formación docente. Con esta práctica deficiente se cierra un círculo vicioso de difícil reversión.

Promover un cambio profundo requiere una cultura institucional que privilegie el nivel académico y la calidad del aprendizaje. Ello será posible si el cambio de paradigmas y modelos mentales es asumido por directivos y docentes decididos a desaprender, aprender y reaprender, tal como lo exigen la evolución de la ciencia y el reclamo de una realidad cambiante. Para asumir un cambio de tal envergadura se necesita modestia intelectual para afianzar una permanente apertura a los nuevos conocimientos. Éste es el recorrido inexcusable y gratificante del camino a la idoneidad docente.


Doctor en Ciencias de la Educación, docente universitario y consultor organizacional. Premio Academia Nacional de Eduación