martes, 11 de julio de 2017

MÉXICO SANGRA


El artículo que reproducimos, confirma lo insensato que resulta pensar que la despenalización de la droga lograría terminar con el narcotráfico. La mayoría de los muertos en México se producen por enfrentamientos entre bandas que se disputan un mercado, que no estarán dispuestas a perder porque se permita  la venta legal. Simplemente coparán los negocios de venta, y continuará la violencia.

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EL HORROR NARCO CRUZA NUEVOS LÍMITES Y PUEDE HACER DE 2017 EL AÑO CON MÁS MUERTOS 


Mark Stevenson

La Nación, 11 DE JULIO DE 2017

 Los cuerpos ametrallados de los cuatro hijos de la familia Martínez fueron encontrados sobre el suelo ensangrentado de una precaria casa alquilada, acurrucados junto a los cadáveres de sus padres.
Las autoridades dijeron que la familia fue masacrada porque el cartel de los Zetas sospechaba que el padre, un taxista desempleado, había participado en el ataque de una banda rival. La violenta reacción deja en evidencia la estrategia sin miramientos de los carteles de las drogas, que ha llevado a un dramático aumento en la cifra de muertos.

En la actualidad, esas organizaciones están sufriendo escisiones y, al mismo tiempo, enfrentamientos para controlar territorio en buena parte de México. El país registró hace poco su mayor cifra de asesinatos mensual en al menos dos décadas.
Pese a que el presidente Enrique Peña Nieto prometió mayor seguridad al asumir hace cinco años, la violencia ya superó los días más oscuros de la guerra contra las drogas lanzada por su predecesor, Felipe Calderón.

"Ha adquirido las proporciones de un círculo que podría aparecer en el Infierno, de Dante", dice Mike Vigil, ex director de operaciones internacionales de la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA) y autor del libro Deal.

"La única estrategia que tenían era ir por el capo... Por supuesto, no era la mejor forma de actuar porque, como se sabe, cuando se corta una cabeza otras ocupan su lugar", añade Vigil. "Hay instituciones débiles, un Estado de Derecho débil, una justicia débil y una corrupción enorme, especialmente dentro de las fuerzas policiales municipales y estatales: todo eso contribuye a la creciente violencia".

En los primeros cinco meses de 2017 hubo en México 9916 asesinatos, un aumento que ronda el 30% respecto de los 7638 asesinados del mismo período del año anterior. En 2011, el año más sangriento en la guerra contra la droga, la cifra de muertos entre enero y mayo, el mismo período, fue de 9466.

El baño de sangre ha acompañado en algunos lugares el auge del flamante cartel Nueva Generación y la fractura del hasta entonces dominante cartel de Sinaola, que se dividió en facciones tras la detención de su jefe, Joaquín "el Chapo" Guzmán.

Al menos 19 personas murieron a fines del mes pasado en el estado de Sinaloa por enfrentamientos entre los grupos del hijo de Guzmán, el hermano del capo y antiguos aliados, según los investigadores. En el estado norteño de Chihuahua, en la frontera con Estados Unidos, murieron la semana pasada 14 individuos, consecuencia del tiroteo entre hombres de Sinaloa y la banda La Línea.

En la ciudad petrolera de Coatzacoalcos, en el estado de Veracruz, junto al golfo de México, el gobernador Miguel Ángel Yunes sostuvo que el asesinato de un importante sicario, a fines de junio, llevó a que los Zetas mataran a toda la familia Martínez.

Los Zetas son considerados desde hace años intocables en esta parte de Veracruz. La victoria electoral de Yunes, que el año pasado se convirtió en el primer gobernador de oposición en un feudo tradicionalmente dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), podría haber roto viejas alianzas entre redes criminales y funcionarios corruptos.

El nuevo gobernador mostró cierta disposición a perseguir a los Zetas: el líder local del cartel, conocido como "Comandante H", quien supuestamente ordenó la matanza de los Martínez, fue detenido pocos días después del crimen. Yunes dijo que el hombre "operaba en Coatzacoalcos con absoluta libertad desde 2006", y acusó a miembros del sector empresarial de la ciudad de actuar como testaferros del traficante.

La violencia se ha visto agravada además por las incursiones en la zona del cartel de Jalisco, que ha amenazado fuentes de ingresos clave para los Zetas. El modelo de negocio del "Comandante H" implica en parte secuestros exprés a gran escala para obtener dinero rápido. Entre las víctimas ha habido tanto habitantes de la ciudad como trabajadores petroleros o migrantes centroamericanos. Los Zetas secuestraron a tanta gente en Coatzacoalcos que los habitantes que pudieron se mudaron, y los que no, empezaron a bloquear por la noche sus barrios para que los secuestradores no lograran entrar.

Los precios bajos del petróleo deprimieron el sector, lo que implicó menos trabajadores del petróleo a los que atacar y, de pronto, también menos migrantes.

La ola de violencia también empezó a alcanzar regiones proverbialmente tranquilas.

Se cree que el cartel de Jalisco, por ejemplo, se alió con una facción del cartel de Sinaloa en la guerra por el control de la ciudad de Los Cabos y el puerto de La Paz, en el estado de Baja California. Los cuerpos desmembrados, cabezas cortadas y tumbas clandestinas se han vuelto casi rutinarios en esa zona turística.

Dwight Zahringer, estadounidense de Michigan que vive en un barrio lujoso de Los Cabos, asegura que hace poco se encontró en la entrada de su condominio con un muerto.


"Era un mensaje de los narcotraficantes. Algo así como: «Podemos entrar en su Beverly Hills y dejarles cuerpos desmembrados delante de la puerta»", dice Zahringer. "Soy de Detroit. Estoy acostumbrado a la delincuencia, pero cabezas dentro de baldes de hielo... resulta un poco extremo."