Dr. Juan Yaría
Ojo Digital, 09 de Julio de 2017
Pero, si quieres preservar tu poder indefinidamente,
tendrás que obtener el consentimiento de los dominados y esto se hará, en
parte, con drogas y mucha propaganda... Ya no más Stalin o Hitler.
Aldous Huxley
* * *
En las elecciones que allanaron el camino para que
Bill Clinton accediera a la primera magistratura, se popularizó la sentencia:
'¡Es la economía, estúpido!'. La misma delataba la crisis fiscal y productiva
que caracterizaba a los Estados Unidos. Mientras tanto, la actual epidemia de
abuso de drogas suele hacer a un lado factores familiares, sociales, culturales
y educativos que van unidos al incremento del consumo, y sólo nos imaginamos
ejércitos y tropas para vencer este drama humano.
Conforme hemos explicitado en artículos previos en
este espacio, el proceso de instalación de las redes del narcotráfico empieza
con fuerza en el inicio de este siglo con células delictivas: desde el 2007 y
2010, el delito asociado al tráfico consigna la inserción de cárteles caribeños
y mexicanos; desde ahí hasta la actualidad, surgen brazos armados, se potencia
la distribución de territorios con militarización creciente, tiene lugar el
acantonamiento geografías específicas, aprovechándose las fronteras aéreas,
fluviales y terrestres junto a cocinas de producción con alta rentabilidad. El
tejido social, para entonces, ya se exhibía escoriado y carente de cultura
preventiva -y con un déficit creciente de centros asistenciales. El negocio
termina siendo redondo, de la mano de redes de distribución y comercialización
que llegan a todas las esquinas.
El narcotráfico hoy, especialmente en la América
Latina, ha dado inicio a una fase de dominación de la dirigencia política. Sin
embargo, es la caída del capital social e institucional de nuestra comunidad lo
que ha sentado las bases para ese avance.
Aldous HuxleyEl narcotráfico es un problema, pero es
eslogan '¡Es la cultura, estúpido!' hoy se impone -a los efectos de develar la
profundidad del problema. En el tejido cultural argentino, debilitado y carente
ya de normas y valores, se resalta la caída de la función productora de lo
humano y de la civilización, como lo son el vínculo familiar y la función
paterna.
Jorge -de deicisiete años de edad- es una suerte de
espejo de lo que vendrá. Nos comenta, conversando en mi consultorio, que
necesita de la droga para todo (levantarse, comer, estar, dormir). Comenzó a
consumir a los doce años, estimulado por una tía -también ella consumidora. Al
mismo tiempo, y no sin dolor, me comparte: 'El sufrimiento me persigue'. Su
sinceridad impacta, máxime cuando la madre relata que le daba $500 diarios para
el consumo de cocaína (lo que se traduce en, aproximadamente, AR$ 15 mil
mensuales). Ella prácticamente trabajaba para que él consumiera. Si no cedía,
el paciente destruía su hogar. Viven en un pequeño pueblo de una localidad
fluvial fronteriza, hoy prácticamente tomado por narcotraficantes. La familia
de Jorge está deshecha. El padre, ausente y separado de su madre, es también
adicto; cuando lo ve, se torna violento. La escuela no existe para él -aunque
es ciertamente inteligente y sagaz-, pues la abandonó. El club de barrio
también ha caído en las garras de la epidemia del narcotráfico. En resumidas
cuentas, el capital simbólico ha sido perforado, y hoy sólo afloran narcos.
Lo de Jorge es un ejemplo que ilustra el modo en que
se han resentido los modos tradicionales de transmisión simbólica: la familia,
las escuelas, las comunidades barriales, espirituales, ideológicas. Los chicos
crecen solos y rodeados de aparatos, pero no de miradas, encuentros ni de
palabras. El narcotráfico se mete justo ahí, lucrando con esta 'errancia' e
'intemperie' de carácter masivos. Han surgido nuevos actores de comunicación
con un aumento de los flujos de información que promocionan la entropía, esto
es, el franco deterioro social. Nuevos actores (narco, juego, industrias de la
diversión, y también de la pornografía y trata de personas) hacen su ingreso a
escena, en su rol de representantes del mercado de las políticas del placer y
del goce sin límites; todo ello, a criterio de intentar calmar, precisamente,
los vacíos de ser y de sentido que van generándose.
Estado pequeño
Y lo cierto es que el Estado luce pequeño ante los
nuevos Poderes y, si se quiere, demasiado grande para acercarse a estos
problemas cotidianos -verdaderos dramas existenciales como lo son los problemas
de drogas y de las familias afectadas. Y habrá que decirlo: sólo agigantando el
Poder del Estado de la mano de una masiva prevención comunitaria, se podrá
salir de este deleznable escenario, contribuyendo a reducir los perjuicios que
genera la amplificación de la oferta de sustancias. En las naciones que supieron
hacer frente, con inteligencia, a ese problema sanitario-delictivo, el Poder
del Estado se basó en un Plan Maestro que demandó la participación de todas las
instituciones y de los damnificados (pacientes) en recuperación, las
organizaciones familiares afectadas, etcétera. A medida que avanzaba la cultura
preventiva, se reducía la demanda de drogas y, por ende, se reducía
sensiblemente el mercado de la oferta.
El Poder Narco se exhibe hoy prominentemente ligado a
la política, razón por la cual se ha convertido en un formato de dominación de
las instituciones. Tras la Segunda Guerra Mundial, Aldous Huxley (foto)
afirmaba que, acontecida la caída de Hitler y de Stalin, la dominación política
estaría llamada a transitar otros senderos; diría, entonces: 'Pero, si deseas
preservar tu poder indefinidamente, habrás de obtener el consentimiento de los
dominados, y esto se hará, en parte, con drogas, como predije en "Un Mundo
Feliz" y, en parte, por nuevas técnicas de propaganda'; 'Se hará, evitando
el lado racional del hombre, apelando a sus emociones más profundas e, incluso,
a su fisiología'; 'Amarán la esclavitud, y serán felices en situaciones donde
no deberían serlo'. Alertó el estudioso que el panóptico totalitario de una
sociedad basada en las bayonetas al modo de Hitler y Stalin no sería, ya más,
necesario. Esto forma parte de una entrevista televisiva en el sitio 'Spanish
Revolution'; ya en Un Mundo Feliz, decía que la propaganda y el marketing en la
nueva cultura conducirían al conformismo y al dominio de las poblaciones. 'Cien
repeticiones... tres noches por semana... durante cuatro años... setenta y dos
cuatrocientas repeticiones, crean una Verdad'. Se acaba la interioridad:
terminaremos moldeados desde el exterior. La hipnosis social (hipnopedia, la
calificaba Huxley) lo hará todo.
El mundo de la tecnología suplantará a la palabra y a
los encuentros. El vacío reemplaza, pues, al contenido de valores que le da
sentido a la vida. Hoy mismo, muchos de nuestros pacientes vivieron y viven
entre aparatos, chats, selfies, Instagram; no hay mirada, ni palabras ni Ley
que se transmite.
El Vacío de reconocimientos y de miradas amorosas y de
Ley transmitida se hace padecimiento, y empiezan a aparecer las drogas en
escena, con el marco desolador de los narcos copando los barrios. En el
ínterin, cada cual sigue con su 'soma', el aparatito de moda: los moribundos en
las calles son fotografiados, como si fueran de otro planeta. Sobran los
'flashes'; faltan palabras y encuentros.
Agrandar el poder comunitario
Recién por estos días, SEDRONAR (Secretaria Nacional
de Prevención contra el Narcotráfico) da a conocer lo sucedido en los últimos
siete años, que fueron los de la implantación de un comercio de venta junto a
una cultura light que lo favoreció y, de alguna manera, lo propició. Refiere la
Secretaría que, en estos siete años, la cifra de consumidores de marihuana ha
crecido en un 150%; la cifra declarada es de 1.500.000, contra los 590 mil de
2010. La población de mayor riesgo es la de 12 a 15 años, segmento en el que la
estrategia de la aceptación social de la marihuana ha triunfado (50%).
Reflotar una cultura preventiva se hace necesario
desde el hogar y las escuelas, siempre reforzando la totalidad del capital
social disponible y la cara institucional de una comunidad. El poder cambia de
manos cuando la comunidad se hace de él; de lo contrario, y careciéndose de
políticas preventivas, la cultura del narcotraficante logra imponerse. Luego de
ello, sobreviene la dominación político-institucional de una nación.
Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director
General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Argentina.