Su historia y su tiempo (1957- 1964)
1. Aproximación al Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT)
a) Tacuara dentro de la historia del Nacionalismo Argentino
El Movimiento Nacionalista Tacuara (cuya historia fue transmitida durante décadas por tradición oral, lo que permitió que conservara ese “aire de leyenda” que tuvo en los años 60) fue tal vez, la agrupación más importante de la Juventud Nacionalista en toda la historia de esta corriente política (1927-2018). Lo más parecido que hubo, más de veinte años antes, fue la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES), fundada en 1935, y que luego se integrara a la Alianza de la Juventud Nacionalista (1937), más conocida por su nombre posterior: Alianza Libertadora Nacionalista. De hecho Tacuara fue una transformación, en parte por razones de edad, de la antigua UNES, a la cual pertenecían todos sus fundadores.
El Nacionalismo al que de alguna manera pertenecía Tacuara había nacido el 1° de diciembre de 1927, con la aparición del periódico “La Nueva República”, uno de los órganos de prensa que preparó la Revolución del 6 de septiembre de 1930, encabezada por el Gral. José Félix Uriburu. Su Director era Ernesto Palacio y colaboraban allí los hermanos Irazusta (Rodolfo y Julio), Juan Carulla, César Pico, Alberto Ezcurra Medrano, Tomás Casares, Mario Amadeo, Samuel W. Medrano y Mario Lassaga, entre otros. Aquel Nacionalismo se caracterizaba por proponer una restauración de los valores católicos y tradicionales de la Argentina, un régimen republicano jerárquico y federal con representación corporativa, además de una mejor distribución de la riqueza, sobre todo en favor de los sectores populares.
Siguiendo a Lugones y su “Hora de la Espada”, el Nacionalismo tenía una gran esperanza en esa “última aristocracia” que para ellos era el Ejército. Por lo mismo se oponían a las falsas alternativas del liberalismo, el socialismo, el comunismo, el anarquismo, la democracia partidocrática, el sufragio universal, la demagogia y el capitalismo individualista.
Estaban influenciados por pensadores clásicos como Aristóteles, Cicerón o Santo Tomás de Aquino, así como también por otros de tendencias conservadoras, tradicionalistas o del nacionalismo antiliberal del Viejo Continente al estilo de Edmund Burke, Joseph de Maistre, Louis de Bonald, Juan Donoso Cortés, Charles Maurras, G.K. Chesterton, Hilaire Belloc y Juan Vázquez de Mella. Defendían la Doctrina Social de la Iglesia y tenían simpatías por movimientos europeos como la Acción Francesa o el Fascismo italiano. Más adelante cobraría fuerza la influencia de Falange Española de las JONS (fundada en 1933), del Franquismo (originado en la fusión de Falange con el Tradicionalismo, en 1937) y en menor medida del Carlismo. Su fuerza de choque (común en todos los grupos y partidos políticos de la época) fue la Liga Republicana, dirigida por Roberto de Laferrére, aunque también hubo otras agrupaciones parecidas, por caso la uriburista Legión Cívica.
En menos de una década (entre 1927 y 1935) los nacionalistas profundizaron en la situación semi-colonial de la Argentina respecto de la economía británica, en el papel cumplido en ese sentido por la oligarquía liberal- conservadora (crítica política y económica, no social al modo del populismo y/o el marxismo) como también en la injusta situación en la que vivían obreros y campesinos, sobre todo después del Crack del 29. Fue así que, a los valores fundacionales de Cristiandad, Tradición y Corporativismo, le incorporaron otros como Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social (más tarde monopolizados por el peronismo, dentro de un marco axiológico distinto).
Esto se verificó de modo muy claro al surgir la Alianza de la Juventud Nacionalista (AJN), que marcó la ruptura definitiva de un sector del Nacionalismo con los conservadores, lo que no sucedió en cambio con otros que siguieron vinculados a dirigentes del Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires, de línea más o menos “nacional” como fuera en los casos de Federico Martinez de Hoz o Manuel Fresco. Alianza había sido un desprendimiento de la Legión Cívica, que sumó a esta experiencia fallida, los nuevos descubrimientos del Nacionalismo y una mayor influencia de los fascismos europeos por entonces en auge.
El fracaso del proyecto de Uriburu, la restauración del Régimen, el Pacto Roca- Runciman y otras cuestiones similares, los obligaron a estudiar mejor la historia argentina, lo que dio origen al llamado con posterioridad Revisionismo Histórico (sobre todo en relación a España y a la figura de Rosas), corriente historiográfica que ya cultivara intuitivamente y desde el inicio, uno de los nacionalistas de “La Nueva República”, Alberto Ezcurra Medrano y al cual se irían sumando luego los demás dirigentes y pensadores principales de esta corriente.
b) De la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES) a Tacuara
Como dijimos antes, UNES nació en 1935 y fue parte de Alianza hasta 1949, año en que, por la estrecha relación de la agrupación liderada por Queraltó con el peronismo, se separó. Su órgano de difusión se llamaba Tacuara y estaba dirigida por Aníbal D´Angelo Rodríguez. Al producirse la Revolución de 1955 algunos de sus integrantes colaboraron con la misma, ocupando radios que permitieran transmitir información distinta de la oficial. El apoyo a la Revolución, como ocurrió con casi todo el Nacionalismo, acabó cuando se produjo el “golpe de palacio” contra el Gral. Lonardi, ocurrido el 13 de noviembre de dicho año y ejecutado por los sectores militares y civiles más antiperonistas.
Los mismos desataron a partir de entonces una persecución irracional contra el justicialismo e intentaron retrotraer la política argentina a la situación política, económica y social anterior a 1943. Eso generó el nacimiento de la llamada Resistencia Peronista y el levantamiento cívico- militar del Gral. Valle (1956), que terminó con el fusilamiento ilegal de la mayoría de sus líderes. Entre tanto, el Nacionalismo ganó presencia mediática y política a través del periódico “Azul y Blanco” dirigido por Marcelo Sánchez Sorondo como de la Unión Federal liderada por Mario Amadeo. En ambos casos se produjo un acercamiento de estas corrientes nacionalistas a sectores del peronismo (mantuvieron en cambio un férreo antiperonismo, los hermanos Irazusta, Jordán B. Genta y en parte, hasta fines de los años 60, el Padre Julio Meinvielle).
Los estudiantes de UNES ya no eran por entonces adolescentes, debido a lo cual, en diciembre de 1956 (aunque no hay unanimidad entre los historiadores acerca de esta fecha), decidieron fundar una nueva organización que inicialmente se llamó Grupo Tacuara de la Juventud Nacionalista y al poco tiempo Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT). La reunión fundacional tuvo lugar en el bar “La Perla del Once”. Allí estaban Alberto Ezcurra Uriburu (si bien algún estudioso sostiene que no participó de la primer reunión), Joe Baxter, Horacio Bonfanti, Oscar Denovi, Luis Demharter, Eduardo Rosa, Raúl Villarubias y Jorge Rhode. El primer Jefe fue Demharter pero por problemas con la Justicia duró poco tiempo en el cargo, siendo sustituido por Ezcurra, con gran aceptación por parte de todos, debido a su peculiar y reconocido liderazgo.
2. Ideario, Estilo y Táctica
a) Principios del Movimiento Nacionalista Tacuara
El Ideario de Tacuara quedó claro casi desde el inicio, al publicarse su “Programa básico revolucionario”. Constaba de 36 puntos que podemos sintetizar del siguiente modo:
a.1) La Argentina como comunidad de raza, religión, cultura, historia y destino en lo universal, heredera del Imperio Español;
a.2) Necesidad de una Revolución Nacional para cumplir su misión histórica y destruir las estructuras económicas, sociales y políticas del liberalismo burgués;
a.3) Formación de un Estado Nacional- Sindicalista;
a.4) Reemplazo del Parlamento partidocrático por Cámaras Sindicales, representantes del trabajo, la producción y otras fuerzas integrantes de la realidad nacional;
a.5) Elección del Poder Ejecutivo por parte de las Cámaras Sindicales, con posibilidad de removerlo si se apartase de los objetivos que fijara la Constitución dictada por la Revolución Nacional;
a.6) Supresión de los partidos políticos;
a.7) Fundamentación de las Jerarquías sociales en la responsabilidad de sus integrantes;
a.8) Justicia Social;
a.9) Superación de la lucha de clases por la supresión de la estructuración injusta de opresores y oprimidos;
a.10) Defensa de la familia basada en el matrimonio indisoluble, con representación a nivel sindical, municipal y de educación;
a.11) Selección y control de la inmigración, sobre todo frente a grupos étnicos y culturales inasimilables;
a.12) Concesión excepcional de la ciudadanía a los inmigrantes en base a los servicios prestados y a la total identificación con la comunidad nacional;
a.13) Destrucción de las estructuras capitalistas debido a que están basadas en la explotación social y tienen un carácter antinacional;
a.14) Control estatal de las empresas de servicios públicos o vitales para la defensa nacional;
a.15) Propiedad comunitaria (o colectiva no estatal) de las grandes empresas;
a.16) Propiedad privada de los medios de producción en las PYMES, con participación en las ganancias por parte de los trabajadores;
a.17) Reforma agraria: unidades económicas entregadas a jefes de familia, fruto de la extinción de los latifundios (nacionales o extranjeros), de las tierras no explotadas, de las tierras fiscales o de las pertenecientes a Sociedades Anónimas;
a.18) Protección del Estado a la industria pesada nacional y créditos para capitalizar a los hombres de campo;
a.19) Prohibición de que la propiedad de la vivienda familiar (rural o urbana) pudiera ser bien de renta o especulación;
a.20) Estatización de las instituciones bancarias, crediticias y del comercio exterior;
a.21) Prohibición del préstamo a interés, usurario o no, el cual sería considerado un delito;
a.22) Primacía de los valores espirituales conforme a la Verdad Católica y al Ser Nacional;
a.23) Educación integral, no enciclopedista, católica y gratuita, impartida por el Estado y por la Iglesia;
a.24) La Universidad: corporación jerárquica de profesores y alumnos al servicio de la Verdad y de la Patria;
a.25) Participación de la Iglesia Católica en el Estado Nacional- Sindicalista;
a.26) Libertad de cultos de las otras religiones pero limitada al ámbito privado, prohibiéndose a las mismas tanto la propaganda como la enseñanza fuera del hogar;
a.27) Concordato entre la Iglesia y el Estado, con el anhelo de que la Iglesia tuviera un auténtico espíritu católico, sin ser privilegio de castas ni de minorías;
a.28) Fuerzas Armadas al servicio de la Nación y no instrumento de represión al servicio de una clase social;
a.29) Reestructuración de las Fuerzas Armadas adecuándolas a las necesidades de la guerra moderna y creando en ellas una auténtica mística nacional;
a.30) Misión educadora de las Fuerzas Armadas, formando a la juventud en el espíritu de servicio a la Patria;
a.31) Sentido militar de la existencia, basado en la jerarquía, la disciplina, el servicio y el encuadramiento militar voluntario de todas las clases sociales;
a.32) Crítica de la división del mundo en bloques antagónicos (marxismo y capitalismo), ambos materialistas, explotadores del hombre y negadores de los valores nacionales, como así también de la política exterior basada en la servidumbre a uno de esos bloques;
a.33) Independencia, espíritu nacional agresivo y neutralidad positiva en el marco de la Guerra Fría;
a.34) Liberación de Hispanoamérica (desde el Río Bravo hasta la Antártida) de la opresión y explotación imperialista;
a.35) Apoyo al resurgimiento nacionalista en Europa, Asia, África e Hispanoamérica, su enfrentamiento contra los imperialismos y adopción de un papel rector de la Argentina dentro del Continente;
a.36) Reivindicación de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas y la Antártida.
Este programa, en ciertos aspectos heterodoxo respecto del Nacionalismo Católico o de la Doctrina Social de la Iglesia (sobre todo en los puntos 3, 15, 17, 19 y 35), explica por qué Alberto Ezcurra Uriburu pudiera decir de Tacuara que era “socialista por su concepción económico- social, anticapitalista, revolucionaria y comunitaria”. Con el tiempo y ya siendo sacerdote, sin perder su vinculación con el Nacionalismo Católico, matizaría estas opiniones por otras más ortodoxas
b) Estilo del Movimiento Nacionalista Tacuara
Tacuara, como muchos otros grupos políticos, no sólo tuvo una doctrina sino también un estilo, un modo de ser que otorgaba sentido de pertenencia a sus miembros y símbolos que señalaban su clara identidad ante propios y extraños. Gran parte de ese estilo estaba constituido por costumbres que venían de Alianza y otras que nacieron como fruto de circunstancias históricas distintas a las de los años 30-40. Por de pronto el nombre: la Tacuara es una caña flexible, apta para ser utilizada como lanza, y así fue usada por los indios americanos y por los Caudillos Federales del siglo XIX.
Que se eligiera un nombre y no una sigla, fue idea de Eduardo Rosa. La bandera de Tacuara era de colores negro y rojo, símbolos de las causas nacional y social, como así también de la pólvora y la sangre (conceptos tomados, probablemente, del Himno “Falangista soy”, del Movimiento fundado por José Antonio). En el centro, una Cruz de Malta celeste y blanca que remitía a las Órdenes de Caballería, a la Fe Católica y a la Cristiandad. Al igual que los movimientos nacionalistas de entre guerras, los tacuaristas usaban el saludo romano al grito de “¡Arriba Tacuara!” y se trataban como “camaradas”, aunque con seriedad y sin tutearse. Usaban camisa y pantalón gris, borceguíes, un brazalete también gris con la Cruz de Malta, y para ingresar como miembros, debían pasar por un año de prueba.
La entrada oficial se realizaba con solemnidad, ante la tumba de Darwin Passaponti (joven aliancista muerto en una balacera frente al diario “Crítica”, el 17 de octubre de 1945, considerado por algunos como el primer “mártir” del peronismo) o en la Capilla de las Banderas Inglesas de la Iglesia de Santo Domingo. En tal ocasión hacían un juramento con las siguientes palabras: “Juro con el corazón y el brazo señalando el testimonio de Dios, defender con mi vida y con mi muerte los valores permanentes de la Cristiandad y de la Patria”. Y dentro de ese Estilo propio de Tacuara hay que decir que había lugar para otros aportes también propios de los fascismos: el culto sano por la juventud, el vigor físico, el “vivir peligrosamente” y los combates callejeros contra comunistas, liberales, sionistas o agentes del imperialismo yanqui.
Acerca de la Cuestión Judía, implícita en el punto 11 del Programa de Tacuara, hay que aclarar un punto, pues se trata de la acusación más frecuente que se esgrime contra ella: estos jóvenes nacionalistas no analizaban el problema desde la visión teológica predominante en la Iglesia Católica hasta el Concilio Vaticano II (de la cual se hacía eco el Padre Meinvielle, aunque agregando algunas opiniones “de su propia cosecha”) y menos aún eran fruto de un antisemitismo “racial”. A Tacuara le preocupaba la no asimilación al pueblo argentino de buena parte de la colectividad judía, tenía un juicio muy negativo acerca del sionismo en cualquiera de sus vertientes, criticaba al Estado de Israel y también se oponía a la versión “oficial” sobre la Segunda Guerra Mundial.
Pero no respondería a la realidad y sería una calumnia, considerar a Tacuara como un grupo nazi o neonazi, aunque sí hubiera algunos militantes aislados con esa inclinación. Pero no era la opinión ni de la Conducción del Movimiento ni de la mayoría de sus integrantes.
c) Medios: Movimiento Nacional y Revolución
¿Tenían los jóvenes de Tacuara intenciones reales de hacerse con el poder político para consumar la Revolución Nacional? Hay que responder que sí. Con cierta dosis de ingenuidad, faltos de experiencia y algo de utopismo, no desplegaron su actividad por mero afán de aventuras o de protagonismo. De hecho, dieron una gran importancia a la formación doctrinal, sobre todo con las clases del Padre Meinvielle, de historiadores revisionistas, del Prof. Jordán Bruno Genta, de Jacques M. De Mahieu, como así también mediante charlas dadas por algunos de los miembros de Tacuara y lecturas especialmente seleccionadas de pensadores católicos, nacionalistas, tradicionalistas o fascistas. Además fueron frecuentes los campamentos donde recibían instrucción militar, sobre todo ante la posibilidad de consumar la Revolución Nacional o tener que enfrentar al terrorismo marxista, que ya se había hecho con el poder en Cuba en 1959.
Por la misma razón de acción política, cultivaron relaciones con miembros de las Fuerzas Armadas, del Clero, de los Sindicatos, de partidos políticos afines (la Unión Federal o la Unión Cívica Nacionalista) y hasta del Peronismo, semillas todas de un futuro y jerárquico Movimiento Nacional para el que Tacuara prometía seleccionar una verdadera “aristocracia revolucionaria”. El fin era la restauración de la Cristiandad y de la Patria unidas a la Justicia Social, un Nuevo Orden Nacional- Sindicalista. Y por lo mismo que anhelaban este Nuevo Orden antiliberal y antimarxista, es que combatieron sucesivamente a la Revolución Libertadora de Aramburu- Rojas, a Frondizi, a Guido y a Illia. Pero mientras unos confiaban en algún golpe militar nacionalista o en unir fuerzas con los sectores ortodoxos del peronismo, otros se inclinaron progresivamente por el camino que habían abierto la Revolución Cubana y el llamado peronismo revolucionario, lo que al final llevaría a la división más importante del Movimiento.
Mientras tanto Tacuara no dejaba de crecer y de convertirse en una moda para cierta juventud con ideales patrióticos y de justicia social. Un crecimiento que no sólo se daba en la Capital Federal o en el Gran Buenos Aires, sino también en Tandil, Rosario, Santa Fe, Paraná y otras ciudades. Esto la llevó a tener un protagonismo especial en enfrentamientos como “Laica o Libre” (1958), actividades frecuente en Colegios Secundarios, encuentros violentos con reformistas o comunistas en la Universidad, participación en la oposición a privatizar el Frigorífico Lisandro de la Torre (1959), defensa de la soberanía en el caso Eichmann (1960), adhesión (1959) y luego oposición (1961) a la Revolución Cubana, realización de actos en homenaje a Rosas, los Caudillos Federales y los héroes de la Vuelta de
Obligado (cada 20 de Noviembre), festejos en el llamado por ellos “Día de la Barbarie” (11 de septiembre, con honras a Facundo Quiroga y vituperios a Sarmiento), colaboración con la Resistencia Peronista o apoyo al Plan de Lucha de la CGT (1964). Pero el crecimiento cuantitativo hizo que la organización se fuera convirtiendo en algo cada vez más incontrolable. Eduardo Rosa recuerda que a él le tocó personalmente echar a un “tacuarista” que se proclamaba nazi, pero también reconoce que a los dirigentes máximos les era virtualmente imposible controlar a tantos grupos real o supuestamente pertenecientes a Tacuara, que pintaban paredes con elogios al Nacionalsocialismo o a Hitler. Probablemente ese crecimiento de Tacuara dentro de la juventud, fuera uno de los motivos por los cuales el Gral. Perón, por interpósitas personas, le ofreciera a Ezcurra la conducción de la Juventud Peronista (JP), buscando equilibrar las desviaciones hacia la izquierda de ciertos sectores del Movimiento Justicialista, aquellos más influenciados por la prédica de John William Cooke. Oferta que Ezcurra no aceptó, decidido como parece que ya estaba, a retomar la vocación sacerdotal, lo que sin embargo no le impidió colaborar con una última etapa en la vida de Tacuara, posterior a 1964 (y que se extendería hasta 1973) ni lo desvinculó del Nacionalismo Católico.
Lo cierto es que, ante la imposibilidad de lograr la Revolución Nacional por medio de una nueva alianza entre las Fuerzas Armadas, los Sindicatos y la Jerarquía de la Iglesia, buena parte de los integrantes de Tacuara siguieron su derrotero por distintas corrientes nacionalistas, mientras una minoría terminó en la ultra-derecha peronista y otra en el terrorismo marxista, principalmente en FAP y Montoneros, y algunos pocos en el ERP (la “deriva comunista” se dio por activismo y desviación ideológica, provocados en gran parte por el tercermundismo “católico” y por la llamada “izquierda nacional”, aunque también – todo hay que decirlo – por las propias heterodoxias que Tacuara tuvo desde sus inicios).
Entre las acciones más negativas de Tacuara que se pueden mencionar, nos limitamos a señalar el asalto al Policlínico Bancario (realizado por una de las ya escindidas Tacuaras de izquierda, en concreto la de Baxter y Nell) y el asesinato de Raúl Alterman (judío y militante comunista), esto último en represalia por el homicidio cometido en Rosario de dos integrantes de Tacuara (Eduardo Bertoglio y Victor Militello) y un militante nacionalista-peronista (Antonio Giardino) con ocasión de un acto de apoyo al Plan de Lucha de la CGT (marzo de 1964). Todo sucedió en medio de una refriega con armas de fuego, en la que militantes nacionalistas de Tacuara se enfrentaron a comunistas infiltrados.
Ezcurra estuvo al margen del asesinato de Alterman (sabía que habría algún ajuste de cuentas pero no en qué consistía y de hecho se enteró de lo ocurrido leyendo el diario junto a uno de sus hermanos), no fue procesado por este crimen (aunque es cierto que sus camaradas lo protegían, como de hecho también lo hacía la Policía con todos los jóvenes nacionalistas anticomunistas) pero con los años reconocería el error al que puede conducir un nacionalismo desordenado. Dijo en 1974: “El nacionalista que ve sólo la realidad material de la patria y que olvida la realidad del espíritu tiene abierto el camino para cualquier desviación, puede terminar su camino en el marxismo o en la delincuencia común: tenemos muchos ejemplos”.
De hecho, un buen número de ex – miembros de Tacuara terminaron en el terrorismo de izquierda o de derecha, y algunos en la delincuencia lisa y llana, aunque no fue el caso de la mayoría de los fundadores. Hubo además otros hechos graves de violencia (incluso con algún muerto) pero que no es necesario comentarlos ahora. El que sí mereció un desmentido de Tacuara y sobre el cual el mismo Gutman duda si fue real o armado por grupos de izquierda, fue el secuestro de la estudiante universitaria judía Graciela Sirota, a quien supuestamente lastimaron en el pecho con una herida en forma de cruz swástica.
En todo caso y más allá de lo real o no de casos como éste, hay que afirmar dos cosas: a) el ambiente favorable a la violencia callejera que había en Tacuara (y que Alberto Ezcurra intentó limitar en algún caso), era propicio para que jóvenes inescrupulosos cometieran excesos, abusos y crímenes; b) pero esa violencia no era nueva en la historia argentina, como que fue común a grupos de distintas extracciones (anarquistas, comunistas, radicales, conservadores, peronistas), y no tenía entidad como para ser calificada de terrorista, si exceptuamos el asalto al Policlínico Bancario o el asesinato de Alterman.
Pero también hubo violencia defensiva (de cachiporras, trompadas y pedradas, aunque no faltaran tampoco armas de fuego), que no necesariamente merece censura y cuya naturaleza ya fuera analizada en los años 30 por Alberto Ezcurra Medrano: “El nacionalismo no ama la violencia por la violencia. Pero no ignora que el mundo, como castigo de sus culpas, vive un momento de violencia (…) Con todo, la violencia está muy lejos de ser esencial al nacionalismo. Es puramente accidental. Es una violencia defensiva, más o menos exacerbada según sean mayores o menores los peligros que amenazan a la patria (…) No negamos que en tal o cual oportunidad los nacionalistas hayan abusado de la violencia; pero no hay por qué generalizar y culpar siempre al Nacionalismo y a todos los nacionalismos del mundo.
A los nacionalistas corresponde saber mantenerse en los límites de lo debido, no gastarse en violencias inútiles y prepararse eficazmente para el día en que la violencia sea lícita”. Dudamos que estos muchachos, dada su juventud y afán de aventuras, supieran cuáles son los requisitos que la moral católica enseña para que la violencia sea lícita. Incluso dudamos que lo tuviera del todo claro un sacerdote (no tenemos certeza de quién fue) que aprobó el asesinato de Raúl Alterman. Pero entre lo que ellos hacían (lo
mismo puede decirse, mutatis mutandi, de la Resistencia Peronista previa a FAP y Montoneros) y la violencia terrorista de los años 70, la diferencia no fue de grado sino esencial.
3. Influencias doctrinales
Se ha dicho con ligereza que Tacuara no fue más que un movimiento neonazi o una simple copia de Falange. Lo primero no es cierto, habida cuenta del explícito catolicismo del Movimiento, al margen de las simpatías por aquello que en el Nacionalsocialismo pudo haber de positivo o de la aceptación del Revisionismo Histórico en relación a la Segunda Guerra Mundial. Lo segundo es una verdad a medias. Es cierto que el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera tuvo una importancia fundamental en Tacuara. Algo similar puede decirse, aunque en menor medida, sobre la influencia de Onésimo Redondo o Ramiro Ledesma Ramos, de la Guardia de Hierro del rumano Cornelio Codreanu (admirado por Ezcurra), del fascismo italiano de Benito Mussolini, del nacional- catolicismo de Francisco Franco o del “comunitarismo” de Jacques M. De Maheiu. Pero no menos importancia tuvieron, como ya mencionamos, nacionalistas católicos argentinos como el Padre Julio Meinvielle, el cura Castellani o el Prof. Jordán B. Genta. Y a esto hay que sumarle otros elementos también criollos y argentinos, como la experiencia del Partido Federal y sobre todo del rosismo en el siglo XIX, estudiada por historiadores que los tacuaristas frecuentaban como Alberto Ezcurra Medrano, José María Rosa (h) o Fermín Chávez. Tampoco carece de importancia la relación que existió entre el Movimiento Nacionalista Tacuara y sectores del peronismo, aunque la misma fuera mayor o menor según los casos. Lo cierto es que, en su conformación doctrinal, Tacuara recibió el aporte de pensadores y corrientes políticas europeas como también de otras estrictamente nacionales. A todo esto hay que sumar la adhesión ya mencionada a la Doctrina Social de la Iglesia, aunque en algunos temas (propiedad comunitaria, fascismo, Revolución Nacional) la visión de Tacuara no parezca del todo ortodoxa.
Este eclecticismo, unido al activismo desenfrenado de algunos militantes, terminó en la división de la organización, no sin provocarles también algún debate intelectual con otros jóvenes, los conservadores y católicos de la revista “Cruzada” (precedente local de la TFP). Debate originado en el excesivo apego de estos al capitalismo y la propiedad privada y por la confusa (aunque no exenta de razones válidas) refutación que les hiciera Alberto Ezcurra Uriburu en su artículo “Cristianismo y Orden Burgués”, que merece ser leído.
4. División del Movimiento Nacionalista Tacuara
En cuanto a las escisiones de Tacuara, la primera se produjo en 1960, cuando algunos integrantes, alertados por la progresiva inclinación hacia la izquierda de ciertos dirigentes y por el planteamiento económico- social del Movimiento, se separaron y fundaron Guarda Restauradora Nacionalista (GRN), inspirados por el Padre Meinvielle y señalando la desviación “trotskista” de Tacuara. Fue el caso de Roberto Etchenique, Roberto Estrada y Augusto Moscoso, entre otros. Cuando lo previsto por Meinvielle se cumplió parcialmente (al desprenderse dos agrupaciones que se hicieron de izquierda), la relación entre la Tacuara clásica y Guardia Restauradora Nacionalista se normalizó. Como también la que tenían mutuamente Meinvielle y Ezcurra.
Las agrupaciones de izquierda originadas en Tacuara tuvieron ambas el mismo nombre: Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), una dirigida por Joe Baster y José Luis Nell, y la otra por Alfredo Ossorio. En los dos casos abjuraron del catolicismo, incorporaron elementos del peronismo y del marxismo, dejaron de lado el problema sionista y por fin sus miembros terminaron por incorporarse a los diversos grupos terroristas y comunistas de los años 70. Otra escisión (liderada por Dardo Cabo) llevó a varios ex-tacuaristas a identificarse con el peronismo, fundando el Movimiento Nueva Argentina (MNA), famoso años más tarde por el desvío de un avión comercial hacia las Islas Malvinas, en una suerte de reclamo por nuestra soberanía territorial, fuera de los canales de la diplomacia oficial. De los miembros del MNA, algunos pasaron más tarde a la izquierda y otros a la derecha del peronismo.
La poesía promisoria de Tacuara
No podemos terminar esta semblanza sobre el Movimiento Nacionalista Tacuara sin mencionar su naturaleza poética, presente en los versos que publicaban sus revistas (“Tacuara” y “Ofensiva”) como en el mencionado estilo de vida de sus militantes. Bien supo honrar esa naturaleza y ese estilo Guillermo Malm Green en aquellas sentidas palabras dedicadas a sus camaradas:
Eran los años míos que ya son del recuerdo,
una mezcla incesante de variadas pasiones,
el amor por la Patria, amor de mis amores,
el amor por la tierra que hicieron los Abuelos.
Pensaba que era cierto: por mi Patria hacia el Cielo,
Quise tener a Dios en todos mis anhelos,
Por Cristo Rey, Señor, maravilloso ejemplo,
En todas mis ansias y desvelos.
Después llegó la hora de los primeros sueños,
Y apareció glorioso el gran Nacionalismo,
Al descubrir lo auténtico, me enamoró de niño,
Y seguí su ortodoxia sin moderados “peros”.
No he comprendido entonces la razón de tus celos,
De la patria aprendida en la bella doctrina;
Yo quiero que mis hijos no vean la Argentina,
Como la vio su padre, sin misión en el tiempo.
Yo quiero que mis hijos ignoren lo sufrido,
Y tengan una Patria Católica e Hispánica,
No más embarullada por falsa democracia,
En las manos siniestras de hampones resentidos.
Por eso es que intuimos, ya desde la infancia,
Que querer a la Patria no es habitual discurso
De maestrillas cipayas ni ministros de turno,
Sino lenguaje exacto, sinfónico de balas.
Y habrás vos de contarle a mis hijos ya grandes,
La historia de este grupo, convertido en Tacuara,
De locos visionarios que prefirieron la Patria,
A la vil herejía del vasallaje infame.
Yo sé que alguna tarde, lejana camarada,
Vos bajarás al parque que nos sirvió de marco,
Y sentada, algo triste, en nuestro antiguo banco,
Sacarás de tu cofre, ya amarillo retrato;
Pensarás en alguien que en vida te amó tanto,
Y estaré yo contigo venciendo las distancias.