JAVIER RUIZ PORTELLA
El Manifiesto, 4-2-15
Publicábamos ayer un
acertijo. Reproducíamos, tan llenos de asombro como de admiración, ciertos
pasajes del discurso de Pablo Iglesias, carismático líder de Podemos, en el
gran mitin celebrado en la madrileña Puerta del Sol. Pero no decíamos quién era
su autor. Lo dejábamos a la sagacidad de nuestros lectores, la mitad de los
cuales (el 48% en el momento de escribir estas líneas) han acertado. Quienes,
en nuestra encuesta, han elegido la opción “Otro” (en lugar de nombres más o
menos afines a nuestras ideas) intuían seguramente que de Pablo Iglesias se
trataba.
Pero lo
extraordinario es que semejante acertijo se haya podido formular. Por primera
vez en más de setenta años, por primera vez desde que, al perder la guerra, la
izquierda española decidió que la idea de Patria era una repugnante idea
franquista, por primera vez en la historia reciente de Estepaís que por una
puñetera vez fue llamado el sábado “nuestro país”, se ha oído en boca de gente
de izquierdas (de la izquierda radical, de los que no son pijos progres, aunque
alguna pija ande metida por ahí) algo inaudito, jamás visto, jamás oído. Se ha
oído la defensa de la Patria ,
la proclamación de la
Comunidad , el encomio de la nobleza y el valor, la defensa de
la cultura. «¡Malditos sean aquellos que quieren convertir nuestra cultura en
mercancías!».
El problema, ¡ay!, es
que hace tan poco tiempo que estos mismos patriotas decían exactamente lo
contrario… Vean nuestro artículo de hace unos días. O vean la foto que ilustra
al artículo de hoy, donde Pablo Iglesias no dudaba, en 2013, en fotografiarse
con unos abertzales a la puerta de la Asociación Euskadi-Cuba.
Todo el mundo, es cierto, tiene derecho a equivocarse y rectificar. Pero hay
que decirlo. Con claridad y agarrando el toro por los cuernos. Si no...
Pero hay más. Hay,
sobre todo, en el propio discurso de este sábado, una precisión decisiva (ayer
la omitimos expresamente). Una vez enaltecida la Patria , el orador va y
precisa que la Patria
no es otra cosa que… «la gente». ¡Y ahí no, eso sí que no! La Patria no es en absoluto
«la gente». La patria no es absoluto esa estupidez (fuente de todas las
nivelaciones y globalizaciones, individualismos y gregarismos de nuestro mundo)
según la cual una sociedad no es otra cosa que la suma de los átomos que,
limitados al presente, nacen, consumen y mueren. O, si se quiere, sí: la patria
es la gente. Pero la de hoy, la de mañana y la de ayer. La Patria es la vinculación de
los vivos, los venideros y los muertos. La Patria es lo único que vence a la muerte. Por
eso, en una reciente manifestación en Barcelona contra la payasada del
referéndum separatista, los jóvenes del Casal Tramuntana llevaban una pancarta
que lo resumía todo: “La Patria
no se vota”, decían. Porque los muertos no pueden votar.
Pero había más cosas,
más “arena” aún, en el discurso del sábado. Para un Pablo Iglesias y para toda
su gente, la Patria
sólo es la inmediatez de los individuos que, en el presente, ocupan un
territorio. Para ellos la
Patria nada tiene que ver ni con el linaje, ni con la sangre,
ni con el suelo. Por eso aceptan encantadon la inmigración de asentamiento que
acabará cambiando la faz de Europa, suponiendo que sepan lo que esa palabra
—nuestra auténtica Patria— significa. Por eso Pablo Iglesias saluda encantado a
«esos trabajadores inmigrantes a los que nadie tiene derecho a llamar
extranjeros en España».
¿En qué quedamos, por
favor?