martes, 2 de junio de 2020

UN SALVAVIDAS PARA LAS NACIONES Y LAS PATRIAS



EL ANÁLISIS DEL INFORME DEL OBSERVATORIO CARDENAL VAN THUÂN

 2020-06-02


¿Cómo es posible que la Iglesia, que antaño quería llegar a los pueblos y las naciones, ahora empuja para que se acepte el nuevo humanismo globalista? ¿Por qué la política sigue creyendo que el Estado-nación ha sido superado por una globalización imparable, condenándose a sí misma al hacerlo? ¿Cómo es posible, en cambio, que regímenes como el de Orban, que se guía por el principio "Iste, Haza, Csalad" ["Dios, Patria y Familia "] tengan éxito? ¿Defenderán los pueblos balcánicos su identidad ante la expansión del islam? Muchos, en Argentina, se lamentan de la erosión de su identidad nacional, mientras que en Brasil parece que Bolsonaro haya conseguido, tal vez, superar la separación entre nación y Estado causada por la ideología de la liberación. Mientras tanto, la Unión Europea se suicida asesinando a las naciones que la forman. Al mismo tiempo en Cataluña, que es una nación pero no un Estado, se manifiesta un proceso centrífugo cada vez más importante.

Todos estos temas se abordan en el XI Informe sobre la Doctrina social de la Iglesia en el Mundo del Observatorio Cardenal Van Thuân, publicado por Cantagalli, dedicado este año al tema: "Popoli, nazioni, patrie: tra natura e artificio politico" ["Pueblos, naciones, patrias: entre naturaleza y artificio político"]. El informe lo componen cinco ensayos de profundización que son el centro del libro, a los que se añaden once retratos de los cinco continentes en los que la confrontación soberanía/ globalismo está más agudizada. Como introducción hay un Resumen de Stefano Fontana y una Presentación del obispo Giampaolo Crepaldi, ambos responsables de este decimoprimer Informe, así como de los anteriores.

"Entre naturaleza y artificio político": este es el subtítulo que se convierte en la clave de lectura propuesta por el Informe. En la comunidad humana hay un orden natural, de finalidad y subsidiario. Natural, porque no es el resultado de convencionalismos o de votos en los parlamentos. De finalidad, porque es siempre el fin el que une a una comunidad. Subsidiario porque en la sociedad existen varios niveles y todos ellos tiene su fin en el propio bien común; además, los superiores no deben englobar y aplastar a los inferiores, sino que deben ayudarlos a ser ellos mismos.

La familia y la nación pertenecen a estas agregaciones naturales de primer nivel y no son el resultado de acuerdos políticos, sino que exigen respeto y ser valorizadas. La nación es un proseguimiento de la familia en el campo de la educación y de la formación moral y cultural. Como la familia, también la nación tiene deberes y derechos propios, anteriores al Estado, configurándose como "patria" precisamente porque tiene su raices en los "padres". Juan Pablo II, en su obra Memoria e identidad, sostiene que el deber hacia la patria deriva del cuarto mandamiento: honra a tu padre y a tu madre. La nación y la patria son realidades de orden espiritual además de material y responden a la necesidad humana de tener raíces. Es comprensible la tendencia de la nación a darse también una estructura política en el Estado, pero las dos realidades no coinciden. Se puede llamar "patria" también a la propia región o al área geográfica y la cultura que nos han configurado cultural y espiritualmente.

El Informe define y precisa estos conceptos, permitiendo recuperarlos en la embriaguez actual del globalismo forzado. Muchos desean un poder político mundial, puesto que sostienen que es necesario para perseguir el bien común universal. Pero no hay un bien común universal único para todos, sino que hay el bien común de esta o esa nación, de esta o esa patria, de esta o esa familia. El bien común es analógico, subsidiario, orgánico y para nada pide la abolición de los cuerpos naturales intermedios. 

Todos los hombres debe comprenderse, pero no hablando una única lengua que sustituya a las distintas lenguas nacionales. Todos los hombres necesitan leyes, pero sabiamente diversificadas según la historia común y diversa de los distintos pueblos. Todos los hombres necesitan comer, pero la economía no puede estructurarse según un único mercado mundial.

El Informe explica la posición de la Iglesia en relación a estas problemáticas. Juan Pablo II desarrolló un pensamiento imponente sobre la nación y la patria que nos dejó en herencia en la obra Memoria e identidad, pero que también está presente en sus encíclicas sociales. En 1989, él habló en Polonia de la "Europa de las patrias", y en la Asamblea General de la ONU, en 1995, dijo que las culturas de las naciones son como calles que llevan, todas ellas y por caminos distintos, a la misma naturaleza humana. En el centro de cada cultura nacional, afirmó en la Centesimus annus, encontramos la actitud que el hombre asume ante el misterio de Dios. También sobre esto se funda el "derecho de las naciones" a no ser invadidas por una inmigración incontrolada.

El tema de este Informe es urgente: hoy, las naciones no son sólo agredidas por otras naciones o son colonizadas de nuevo por medio de sofisticados sistemas financieros y culturales; hay también estímulos supranacionales, mundialistas y globalizantes que niegan su cultura y sus deberes/derechos, vaciando a las personas de sus raíces y creando una masa mundial de inadaptados a los que el nuevo poder puede readaptar.

Stefano Fontana