jueves, 25 de septiembre de 2014

MEGALOMANÍA Y DEFENSA NACIONAL



 LUIS MARÍA SERROELS
Especial para Foro de Cuyo

23-9-14



La elaboración del presupuesto nacional incluye primordial e irrenunciablemente los gastos destinados a la defensa. Y se debe  diagramar, estructurar y financiar conforme a análisis actualizados de la geopolítica, hipótesis de conflicto, recursos técnicos y humanos que conformen la capacidad de respuestas adecuadas. Todo ello descartando propósitos de agresión y con vocación integradora y negociadora como vía para solucionar los diferendos, desechando cualquier contienda estéril. Se trata de apostar al poder de disuasión y reforzar pautas de equilibrio en la relación de fuerzas con otras naciones, manteniendo vínculos estables y duraderos con todo el mundo. Atender la defensa nacional no supone renunciar a la vocación pacifista.

Datos obtenidos y la simple observación del escaso material exhibido en los desfiles, dan cuenta de una disponibilidad en las  fuerzas armadas que lejos está de satisfacer las demandas preventivas mínimas. Un caso testigo se da particularmente con la debilidad del poder aéreo, fruto de de la falta de modernización y de una adecuada dotación.

Es un hecho contradictorio porque Argentina dispone de pilotos a nivel de los mejor adiestrados del mundo, puesto de manifiesto durante la guerra del Atlántico Sur. No verlos surcar los aires en las festividades patrias como tantas veces, denuncia la falta de máquinas (otros países de nuestra región aprovechan sus conmemoraciones patrióticas para exhibir –sin ánimo belicoso sino más bien de proporcionar tranquilidad y seguridad– su verdadero potencial). Además, hoy un tema primordial para la defensa  está centrado en el  creciente narcotráfico, que exige respuestas adecuadas para proteger la soberanía del  espacio aéreo.

¿Los jefes militares no tienen nada que objetar sobre esta política cargada de desidia? ¿Cómo se establece el nexo castrense con el Poder Ejecutivo y las comisiones del Congreso para plantear las necesidades básicas?

Las fuerzas armadas se deben a la seguridad nacional, que implica la custodia de bienes y vida de los habitantes, de su tranquilidad, de las fronteras y de la preservación y protección de las reservas naturales (va de suyo que no caben en sus incumbencias la reflotada inteligencia interna y el espionaje vil de lo cual el país guarda triste memoria).

En una columna firmada por Horacio Jaunarena, ex ministro de Defensa de Raúl  Alfonsín, queda al desnudo crudamente la irresponsabilidad del gobierno actual frente a un asunto tan sensible. Con referencia a las modernas políticas de defensa en –a la capacidad soberana de una nación, Jaunarena resalta el “poder decir no cuando tenga que decir no”. Cita que América Latina es la región que más incrementó proporcionalmente el gasto en equipamiento militar durante la última década, pero por una declinación acelerada de sus capacidades de defensa, Argentina ha introducido un factor de desequilibrio por defecto con el resto de los países vecinos.

Este juicio revelaría la errónea política aplicada por el kirchnerismo que impediría a las FF.AA. cumplir acabadamente con su misión principal fijada por las leyes, situación ya advertida en 2008 por los jefes de Estado Mayor. El ex funcionario radical trae a colación que “el despliegue territorial del Ejército heredado del sistema de conscripción obligatoria, requiere entre 80.000 y 100.000 soldados y hoy contamos con 18 mil soldados voluntarios”.

Apuntó que no se realiza el programa de mantenimiento y reparación en los barcos de la Armada y al navegar poco los planes de adiestramiento están por debajo de lo deseable. El patrullaje de nuestro mar por la Armada y la Prefectura es insuficiente dando vía libre a la depredación clandestina. Pero en su más grave descripción, quien firma el artículo reseña que la Fuerza Aérea “carece de aviones de combate y está en incapacidad de disputar el dominio de nuestro espacio”. Alude además a la antigüedad y obsolescencia de los aparatos (no hay repuestos en el mundo para aeronaves tan vetustas) y la imposibilidad de que los egresados como oficiales de la Escuela de Aviación Militar puedan completar sus cursos de pilotos ante la falta de máquinas de entrenamiento.

Ilustra sus apreciaciones consignando que Brasil tiene 360 aviones interceptores; Chile 122  y nos sobran los dedos de la mano para contar los nuestros. Brasil tiene 151 aviones de transporte, Chile 25 y nosotros sólo uno en condiciones de volar. Y no soslaya el tema de los cuadros de oficiales, quizás lo más valioso por la inversión y el tiempo que demanda formarlos y constituye el principal capital a cuidar. Subraya asimismo el hecho de que se multiplique a niveles exponenciales el presupuesto de Inteligencia del Ejército. Esto nos lleva a mirar hacia el Proyecto X, una buena copia del último terrorismo de Estado.

Llama la atención que el ministro de Defensa, ingeniero civil Agustín Rossi –de muy dudosa capacidad para debatir con los jefes militares asuntos tan espinosos–, haya empezado a recorrer el país promocionando su candidatura para suceder a Cristina Fernández.

Mientras todo esto pasa, la presidente se ufana de destinar 15.000 millones de pesos para nuevas jubilaciones, como si las leyes previsionales fuesen una cuestión de puro voluntarismo libradas a la sensibilidad y no puedan coexistir con los demás gastos. ¿De dónde saldrán los recursos? Del recalentamiento de la maquinita salvadora del Banco Central (con el costo de una mayor inflación) o de la cajita mágica de la Anses, lo que llevaría a utilizar fondos de la masa destinada a reajustar haberes, orden mediante de la Corte Suprema en fallos que la Casa Rosada no respeta. Desvestir un santo para vestir otro no es el mejor sistema.

El faraónico Polo Audiovisual parece propio de un país que navega en dinero y encima se le adjudicará directamente a una empresa denunciada por irregularidades en la ejecución de obras públicas. Su costo –incluyendo le torre más alta de Latinoamérica– ascenderá a los 2.500 millones de pesos, una paquetería demencial si las hay. Las inversiones chinas por 20 mil millones de dólares anunciadas por Néstor Kirchner nunca arribaron; la promesa del soterramiento del ferrocarril Sarmiento que data de 2007 duerme plácidamente y la electrificación de los ferrocarriles Roca y San Martín sigue siendo una asignatura pendiente. Un juego de fantasías que encandila y se apaga.

Quede para cierre la “vedette” de los aires de grandeza de la “década ganada”, prometida como “un salto a la modernidad”. Se trata del no descartado proyecto Tren de Alta Velocidad o Tren Bala, que sólo serviría para gente muy adinerada pero que se deberá financiar con el bolsillo de todos los argentinos. En 2005 esta obra demandaba  unos 4.000 millones de dólares y no tardó en generar suspicacias. Este periodista llegó a bautizarla como “el nuevo proyectil de la corrupción” y denuncias posteriores ante la justicia confirmaron presunciones.

Por estos días se reveló que Aerolíneas Argentinas  y Austral –las empresas que graciosamente esquilman los bolsillos de 40 millones de argentinos– recibieron en los seis años en manos del Estado subsidios superiores a los 18.000 millones de pesos (unos 2 millones de dólares diarios) con destino a cubrir pérdidas. Esta situación de quebranto es lo que colma de orgullo a Cristina Fernández y así lo proclama públicamente. El presidente de ambas empresas, Mariano Recalde, permanece en silencio.


En tanto, los planes de defensa nacional terminarán confirmando las aprensiones circulantes. Aún no se habría concretado el refuerzo presupuestario para lo que resta de 2013 a fin de no entorpecer las operaciones pero pareciera que los reajustes sólo se aceleran para el Fútbol para Todos. Si no es así, que el oficialismo desmienta y aclare. Tan simple como efectivo. Y además republicano.