Las lluvias y las
grandes sequías, ocurridas en años relativamente recientes, con el aporte
complementario de fuertes granizadas, descargas eléctricas y otros fenómenos
meteorológicos, son una muestra contundente de que el cambio climático sobre el
que hace años venían alertando expertos de todo el mundo ha llegado. Pero, en la Argentina , los daños
causados por las últimas inundaciones no pueden ser achacados simplemente al
clima y sus variaciones.
Las lluvias de las
últimas semanas, según estimaciones oficiales, habrían afectado ya a 3 millones
de hectáreas y comprometido a más de cincuenta partidos de la provincia de
Buenos Aires. Los campos cubiertos de agua que muestran las tristes fotografías
conocidas a través de los medios de comunicación estaban poblados de vientres
vacunos que tal vez hayan malparido o apenas sobrevivido en medio de las
temperaturas invernales. Se puede inferir entonces la disminución del
porcentaje de preñez, justo cuando se está en un contexto de urgente necesidad
de aumentar el inventario ganadero, y luego de la desastrosa administración
llevada a cabo en los últimos ocho años por el gobierno nacional. Algo similar
ocurre con la ganadería lanar.
Tranqueras adentro se
verifica el mal estado de las pasturas, pisoteadas entre el barro y el agua,
cuyo mejor estado lleva tiempo, esfuerzo y costos. Del lado de los cultivos
agrícolas, parte de las siembras está en gestación, como la soja, y parte en
plena vegetación rumbo a la cosecha entre noviembre y principios de enero, como
es el caso del trigo y la cebada. Según un relevamiento difundido esta semana
por la Bolsa de
Cereales porteña, en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, hay unas
313.000 hectáreas afectadas por excesos hídricos, de las cuales 149.000
sembradas con trigo y cebada se han perdido, aunque la mayor superficie perdida
corresponde a la cebada.
Si bien el agua ha
venido a golpear a los cereales y la ganadería justo cuando estaban repuntando,
todas las pérdidas no deben ser atribuidas al famoso cambio climático. Los
productores rurales reclaman por canalizaciones que tienen más de 100 años,
como, por ejemplo, los canales 1 y 2, que desembocan en la Bahía de Samborombón, y que
fueron hechos en 1910 y nunca tocados. Entre enero y julio de este año, el
gobierno nacional recaudó unos 1439 millones de pesos por el Fondo Hídrico,
pero en lo que va del año no se informó acerca de qué tipo de obras
supuestamente viene haciendo, según denunció el diputado nacional Carlos Brown,
del partido FE. En la página de Internet de la Unidad de Coordinación de
Fideicomisos de Infraestructura (Ucofin), que monitorea la recaudación en lo
que va de 2014, no hay información detallada sobre en qué tipo de obras y lugares
se gastó el dinero.
En cuanto al gobierno
bonaerense, en 2013 dejó sin ejecutar el 41 por ciento del presupuesto del
programa destinado a controlar las inundaciones. Para abril de este año, último
mes con información oficial, apenas había utilizado el 2,9% de los fondos
asignados por la
Legislatura provincial ($ 11.386.905) para prevenir las
crecidas que hoy anegan a 54 distritos rurales, a pesar de que el programa fue
aprobado con un incremento significativo: 380.054.063 pesos.
Ahora es importante
movilizar el Sistema Nacional de Emergencias y Desastres Agropecuarios para
procurar reparar parte de los serios daños ocurridos. Y cumplir por fin con la
realización de obras que vienen prometiéndose desde hace mucho; es evidente su
urgencia, más ahora que el cambio climático está entre nosotros