domingo, 29 de julio de 2018

ABORTO



no faltar a la verdad

La Nación, editorial, 29 de julio de 2018 

Nos hemos cansado de escuchar todo tipo de afirmaciones, muchas de ellas mendaces, en torno al debate sobre el tema del aborto . En tiempo de definiciones parlamentarias, es necesario agotar las instancias de información, clarificación y reflexión para no caer en decisiones equivocadas. Compartimos aquí algunas consideraciones a postulados en relación con el proyecto que legaliza el aborto, eufemísticamente llamado también de "interrupción voluntaria del embarazo".

No se trata de una interrupción, porque jamás se vuelve a reanudar: truncar una vida es siempre un acto irreversible.
Tampoco es voluntaria, porque la voluntad termina manipulada cuando se mueve a partir de premisas falsas y no se templa en la verdad.
El aborto nunca es seguro, porque los riesgos, tanto físicos como psíquicos, siguen siendo muy grandes.
No es gratuito, porque la vida no tiene precio y porque lo pagamos todos los contribuyentes si su costo lo asume el Estado.
No es propio de una sociedad que dice buscar ampliar derechos llamar "agresión" al hecho de golpear a un adulto, "crueldad" al maltrato animal y "salud" al aborto de un bebe.
Apelar a eufemismos no es llamar las cosas por su verdadero nombre, es recurrir a distorsiones y falacias para disfrazar una verdad tan comprobable como incuestionable.
Ser incapaces de reconocer la vida en el vientre habilita más fácilmente a eliminar al bebe sin ambages, reduciendo el valor de una persona a una cosa.
Reducir el debate a una cuestión religiosa o de fe es simplista, porque la ciencia y la tecnología demuestran hoy de manera indubitable que la vida se inicia en la concepción, y nuestras leyes avalan esta posición.
El proyecto aprobado por Diputados vulnera tanto principios de nuestra Constitución nacional como numerosos tratados internacionales suscriptos por nuestro país y varias constituciones provinciales.

No es "una deuda de la democracia", sino una obligación con la vida.
No se trata solo del cuerpo de la mujer, porque antes del plazo de 12 o 14 semanas que propone el proyecto de ley, el bebe ya tiene un ADN propio y huellas dactilares.
Es un error plantearlo como problema de salud pública, porque un embarazo no se contagia ni es una patología. Es, generalmente, producto de una decisión voluntaria.
No se plantea solamente una opción voluntaria de despenalización para la mujer, porque obliga a los profesionales y a las instituciones médicas a prácticas que colisionan con cualquier objeción de conciencia, estableciendo nuevas penas para ellos.
Hay 39 causales de muerte de mujeres en edad fértil en el país, mucho más letales y de las que muy pocos se ocupan con el mismo interés y seriedad.
No se puede pretender matar a miles de niños para que no mueran decenas de mujeres por año. No se puede ponderar una vida más que otra.
No son, como se ha dicho, centenares de miles de mujeres las que mueren en la clandestinidad, porque se han manipulado groseramente estadísticas y evidencias científicas comprobables.
No es un aborto lo que puede borrar las tristes huellas de una violación; solo suprimirá al ser en gestación y sumará el sufrimiento de haber abortado.
Las mujeres que mueren importan, tanto que por eso insistimos en que se salven ambas vidas.
Contraponer "legal" a "clandestino" soslaya que, de las dos formas, un ser humano deja de existir.
Tampoco se puede asociar el apoyo al aborto con progresismo o feminismos vetustos propios de los años setenta cuando hoy las vanguardias globales promueven el trabajo de mujeres y varones, codo a codo, para lograr los cambios necesarios.
Investigaciones serias y no manipuladas confirman que no es cierto que el aborto sea una demanda de las mujeres más pobres.
Además de educación para prevenir, el Estado debe brindar contención y apoyo a la embarazada.
Experiencias en otros países confirman que la mortalidad materna no desciende necesariamente con la despenalización.
No es cierto que quien comete hoy un aborto con la legislación vigente vaya presa pues en los hechos está despenalizado.
Muchos enarbolan falsas promesas en su afán de hacer negocios que ponen en peligro la vida.
Entran en contradicción quienes pretenden asociar las consignas del #NiUnaMenos con la despenalización del aborto.
Pocos hablan de los graves efectos secundarios de medicamentos como el misoprostol, prohibido ya en países como Francia.
Llamar "bebe/beba" a la vida en las entrañas y no usar su nombre técnico no es ignorancia, es reconocer y respetar el milagro de la vida desde la concepción.
Plantear temas de derechos o libertades cuando en muchos casos se disfrazan o se encubren actos de egoísmo o de comodidad propia o del entorno, busca acceder a una salida facilista para terminar con la vida del más indefenso.
No defendemos los derechos humanos cuando se viola el derecho a vivir, el primero y más fundamental de todos los derechos.
No se defiende la tan mentada igualdad de género cuando se deja al padre fuera de la decisión de abortar. La decisión no compete solo a la mujer, porque el padre tiene voz y el bebe tiene derechos.
No se puede asignar al consentimiento de la mujer mayor protección legal que a la vida inocente, distinta de ella, que habita en su seno.
Promover el proyecto tal como lo aprobó Diputados mirando al resto del mundo, cuando desde muchos centros de poder internacional se impulsa este atajo para el control de la natalidad en los países más pobres, no nos convierte en modernos, independientes o progresistas.
Dar cuenta del millonario financiamiento aportado por la IPPF (International Planned Parenthood) a instituciones locales para promover la legalización del aborto es transparentar que se trata de interesados subsidios o subvenciones que no imponen obligación de devolución.
No es fomentar la clandestinidad ni condenar a la muerte a una mujer pedir que este proyecto de ley no se apruebe tal como fue sancionado en la Cámara de Diputados; es comprometerse con una educación responsable que permita construir sociedades más maduras para evitar así tanto la muerte de la madre como la del bebe.
No es serio dar por supuesto que instaurando el aborto legal se terminará con la falta de educación, la pobreza o las muertes maternas. Defender la vida no es ser anticuado. Es ser humano.
En una clara lucha de poder se plantea que el derecho a la vida es equiparable al derecho a la libertad que puede reclamar una embarazada, pero se olvida que la vida es precondición de la libertad y que es obligación del Estado proteger a los más débiles. No puede haber libertad sin vida.
Los legisladores enfrentan el enorme desafío de superar las actuales confrontaciones para concretar un sano y muy necesario aporte a la convivencia pacífica entre los argentinos, en un debate respetuoso que haga honor a la verdad, dispuesto a concertar esfuerzos desde una mirada superadora y positiva que contribuya a defender activa y comprometidamente las dos vidas.