jueves, 19 de agosto de 2021

DE AFGANISTAN A COLOMBIA

 


John Marulanda

El ojo digital, 12 de Agosto de 2021

 

Amanecemos cada día con noticias referidas a los extremistas talibanes que, sistemáticamente, se hacen del control de las ciudades afganas. Ahora que las tropas estadounidenses se retiran de Afganistán, los talibanes recuperan el poder que les había sido reducido gracias a las acciones de la alianza armada internacional que allí intervino.

 

A unos 15 mil kilómetros de distancia, aproximadamente, el cultivo y la producción de sustancias ilegales, consumidas mayormente por estadounidenses y europeos, parecen marcar la agenda política de ese país asiático, de sus regiones circunvecinas, y la de Colombia.

 

Un estudio del sociólogo francés Alain Labrousse -intitulado 'Geopolítica de las drogas' y que fuera publicado en 2011- mostró un interesante parangón entre los talibanes de Afganistán y las FARC de Colombia. Uno de los puntos expuestos por Labrousse es que, tanto los talibanes como las FARC, utilizaban el opio extraído de los cultivos de la adormidera y la cocaína que procesan de los cultivos de coca, como arma política para el logro de sus propósitos. Los talibanes y las FARC administran y utilizan la dinámica geopolítica de las drogas ilícitas para tejer alianzas, siempre regidas por el interés material pero justificadas como necesarias para su lucha política. Otro interesante documento de la académica Ángela María Puentes ('El opio de los Talibán y la coca de las Farc') comparte un estudio comparativo que adquiere particular vigencia, ahora que el Talibán está ganando la lucha armada por el poder y que las FARC insisten en utilizar la violencia narco como complemento para sus logros políticos, consecuencia del negociado habanero.

 

En Colombia, combinando todas las formas de lucha como lo ordena su manual, los comunistas farcianos -en alianza con otras organizaciones 'progres'- avanzan al paso del aumento de la producción de cocaína, ante la impotencia del gobierno por decidirse a fumigar, asustado por las consecuencias inmediatas que, además de la protesta social violenta y manipulada por narcotraficantes, involucra la crítica y la presión de una gran cantidad de medios de comunicación, de ONGs y de personajes de la farándula de los derechos humanos y las protecciones ancestrales, a quienes el destino de Colombia, en rigor, les importa muy poco.

 

Hoy, es evidente lo que se había advertido, esto es, que los vándalos de la llamada primera línea están siendo alquilados para la barbarie y la destrucción y pagados con dinero del narcotráfico. Es claro que la droga sigue siendo el principal combustible de lo que escritores imaginativos unos, prosaicos otros, y comunicadores también alquilados o interesados, llaman la 'protesta social pacífica'. Grave error el de los alcaldes de Bogotá, Cali y Medellín, el haber legitimado políticamente estas organizaciones impelidas por una ideología de odio y destrucción y que entrenan a sus imberbes fanáticos en el uso del machete. Mientras los talibanes avanzan inexorablemente hacia Kabul, en Bogotá, dos meses de paro violento se disolvieron como una gota de tinta en un vaso de agua, dejando una mancha que no alcanza a detener el maltrecho avance del país debido a la pandemia, pero que previene un feo sabor que todo el país repele.

 

Se recrudece la violencia del país islámico, con unos 38 millones de habitantes (Colombia tiene más de 50 millones de ciudadanos) y 650 kilómetros cuadrados de extensión (Colombia contabiliza poco más mas de dos millones) y el contrabando de opio empieza a aumentar. En Colombia, se registra hoy una producción histórica de cocaína, brotando la violencia por los cuatro puntos cardinales. En apariencia, Alá y Jesucristo concurren en este desajuste que no puede ir a bien.

 

Cabe preguntarse si Washington -al abandonar Afganistán, una de las fronteras lejanas de su geoestratégica global- y dejándole de paso la plaza a China, pondrá mayor interés en su frontera cercana de la geopolítica regional, y si acaso afinará sus sistemas de presión sobre países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Estas naciones, además del narcotráfico, sirven de cabeza de playa a sus rivales China, Rusia y a Irán, su enemigo.

 

Sobre John Marulanda

Licenciado en Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, y Abogado de la Universidad de la Gran Colombia, Marulanda se desempeña como consultor internacional en seguridad y defensa. Es Coronel (R) del Ejército de Colombia.