viernes, 13 de agosto de 2021

FABIOLA CUMPLE

 


 Alberto autoriza

Por Javier Boher

Alfil, 12-8-21

 

En este país, y en tiempos de redes sociales, es muy fácil indignarse de cualquier cosa. También, pero por la propia naturaleza de los argentinos, es común a la gente el olvidarse de las cosas. Los períodos de enojo son tan breves que rara vez los destinatarios de las acusaciones deben rendir cuentas por las mismas.

 

Algo de eso es lo que pasa con el OlivosGate, el escándalo por las visitas que el presidente, su pareja, su hijo y su perro recibieron en la residencia oficial durante los meses de cuarentena estricta. Aunque todos pueden entender que en marzo o abril de 2020 el presidente tenía que administrar el país y no se podía dedicar a cortar el pasto de la Quinta, ciertamente se podía prescindir de los servicios del entrenador de Dylan. Quizás lo estaban preparando para su vuelo de bautismo en enero de este año, para que no vomite encima del presidente.

 

Día a día aparecen nuevos nombres que reflejan hasta qué punto se transgredieron las normas que ellos mismos exigían al resto de la gente. Salvando las distancias, remite en un punto a la represión ilegal desatada por la dictadura, violando las mismas leyes arbitrarias e ilegítimas que decían defender. Esas inmoralidades, esa embriaguez por el poder absoluto, eventualmente termina corroyendo a los gobiernos y espacios de poder.

 

Ya supimos que pasaron actrices, periodistas, empresarios y socios de empresas que estafaron al fisco, amigos, contratistas del Estado o militantes del partido de gobierno. Lo particularmente interesante es que cada uno se llevó algo de Olivos. No un cenicero ni una toalla, como suelen hacer los que visitan otro tipo de alojamientos transitorios, sino algún beneficio que otros no tuvieron.

 

Subsidios para sus emprendimientos, cargos en el gobierno o condonaciones de deudas, todo sirvió para que cada invitado se lleve su sorpresita, como en los cumpleaños.

 

Casualmente, ayer se viralizó una foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez, la primera dama, fechada el 14 de julio de 2020, cuando las restricciones seguían siendo intensas. La dio a conocer el periodista Eduardo Feinmann, quien dijo tener aún más fotografías del ágape.

 

Con algo de curiosidad, decidí recorrer las normativas vigentes en aquel momento para los cordobeses. Se acercaba el día del amigo y muchos llevábamos cuatro meses sin ver a los nuestros. El temor del entonces todopoderoso COE era que se produjera un evento supercontagiador, que saturara los recursos hospitalarios de la provincia. Por eso, la recomendación oficial era que había que evitar las reuniones o, si no se podía, hacerlas en un bar, con un máximo de seis personas.

 

Allí las restricciones implicaban el uso de barbijo cuando no se estuviera consumiendo algo, mantener una distancia mínima de dos metros con otra gente y llenar una planilla a modo de declaración jurada con todos nuestros datos. No se podía circular a altas horas de la noche, por lo que las reuniones debían ser desde temprano. Recién se habían habilitado las reuniones familiares los domingos, y hacía no mucho tiempo se dependía del número de documento para salir a pasear. Los deportes seguían prohibidos.

 

En la fotografía se puede ver a más de seis personas, en una casa, sin respetar la distancia y sin barbijo. Además, por los registros de la Quinta de Olivos, sabemos que se retiraron cuando ya no se podía circular libremente.

 

Con cinismo, Fernández dijo anteayer que no le gustó vivir en aislamiento. Quizás por eso se encargó de que en su residencia se lo viole sistemáticamente. Todos recibieron visitas mientras en el país la gente no se podía despedir de sus seres queridos, un abuelo no podía celebrar la caída de un diente de un nieto o un tío no podía festejar el cumpleaños de un sobrino.

 

Todas esas historias son reales, conocidas de primera mano, como el de los nietos que le cantaron el cumpleaños a su abuela a través del alambrado que separa los barrios en lo que viven, pasándole torta por arriba de la concertina, más o menos en la misma época que en la que ocurrió esto. Los guardias de los barrios, empoderados por un presidente que sacaba pecho diciendo que iba a hacer cumplir las restricciones incluso por la fuerza, no dejaban que entrara nadie que no fuese vecino del barrio. Demencial.

 

En Olivos, tan solo uno días antes de aquel día del amigo, custodiados por las fuerzas de seguridad y transgrediendo todas las normativas que ellos mismos pusieron, celebraron el cumpleaños de la primera dama. Sin culpa, sabiendo que estaban del lado del poder, del lado que puede ejercer los abusos y del lado de los que siempre disfrutan de los privilegios de esa posición.

 

Acá, mientras tanto, la gente tuvo que elegir entre no juntarse y seguir extrañando a sus amigos o hacerlo y correr el riesgo de que los detengan o los multen. Estaba la humillante disyuntiva de elegir entre ser un “buen ciudadano” o ser un “buen amigo”, mientras el que debía ser el ciudadano ejemplar no dudó en qué categoría ubicarse: eligió ser un hipócrita.