jueves, 19 de agosto de 2021

QUICO Y DOÑA FLORINDA

 


(o de monos y gallos)

19 agosto, 2021

Alfil, 19-8-21

 

Todos hemos tenido cerca a algún Quico que siempre necesitaba ser defendido por su propia Doña Florinda. Amigos, compañeros de colegio, hermanos, primos o lo que fuere, seguro recordamos a alguna personita que siempre era defendida por su santa madre. Las defensas, claro está, eran más un intromisión adulta partidista en una relación entre niños que un arbitraje neutro. Las Doñas Florindas toman partido y defienden a sus Quicos, en México o en el Estadio Único de La Plata.

 

Ayer la vicepresidenta, ex presidenta y líder del gobierno, decidió apoyar públicamente al señor al que eligió para que ocupe la presidencia. A tono con su estilo, dejó bien en claro que a las decisiones las toma ella, que sigue metida en el barco aunque se siga metiendo el agua por todos lados.

 

Su defensa, sin embargo, tuvo mucho del estilo que usaba la señora de los ruleros para defender al marinerito cachetón: lejos de empoderar a su hijo, dejó en evidencia que es un pobre diablo sin capacidad de defenderse solo. Su mamá -la del gobierno, en realidad- tuvo que señalar a los otros nenes de la vecindad para que no le bullineen al angelito que gusta ostentar lo que tiene en frente de los que no tienen lo mismo.

 

Las fotos de la fiesta VIP en Olivos, las del asado militante de fin de año, las bajadas de línea de que le corresponde por ser presidente o de que fue un error como el de cualquier humano común lo muestran en toda su “Quiquez”. Mamá Cristina lo avaló para que ponga orden y para que no se ponga nervioso, aunque también lo retó por tomar de la botella. Patético a un nivel pocas veces visto en la presidencia argentina. Sólo puede exhibir lo que no es de él, sabiendo que por detrás viene la mamá a retar a los que lo pelean.

 

Hace unos meses, cuando Juana Viale entrevistó a Macri, no fueron pocos los que se burlaron del ex presidente por decir que cortaba su jornada laboral a las 19 para ver Netflix, como una muestra de su poco apego al trabajo. Ayer Alberto tuvo su “momento Netflix”, cuando dijo que había compuesto una canción durante la pandemia. Quizás se le ocurrió mientras esperaba a que llegue la torta para su amada Fabiola.

 

“Si me pierdo, yo me encuentro. Si me caigo, me levanto. El secreto en esta vida es seguir cantando”. El verso en sí no difiere del dicho tradicional que asegura que “quien silba y canta, el mal espanta”, pero definitivamente no parece ser la cara del presidente que los ciudadanos quieren ver en un momento de crisis sanitaria, política y económica. Parece, en algún punto, que llegó a no registrar lo que ha pasado.

 

Hace varios años armamos un programa de radio con dos categorías políticas que difieren de las que se usan tradicionalmente. El elitismo clásico habla de zorros y leones, sagaces o aguerridos. A muchos otros -especialmente en el contexto de JxC- les gusta hablar de halcones y palomas, una forma de decir realistas contra idealistas. Nosotros elegimos Monos y Gallos.

 

Los gallos son los que dan pelea, los que muestran sus espolones en cuanto se arma un revuelo. Personas de acción, son las que pueden conducir. Cristina, en el reto a su hijo putativo, mostró su plumaje brillante y su pico afilado, preparada para la riña.

 

Alberto, por su parte, es un mono. Los monos hacen monerías, gracias para que la gente se entretenga. Toca la guitarra y hace de anfitrión para los amigos de su señora en la residencia presidencial. Saltando de liana en liana, acomodándose en la rama que le sirvió a cada momento, es un hombre sin convicciones, sólo preocupado por trepar y estar en la copa del árbol.

 

Sean Doña Florinda y Quico o un gallo y un mono, la pareja de homónimos en el ejecutivo nacional está mostrando las fisuras del plan que elucubraron para recuperar, ejercer y mantener el poder. Su apariciones son cada vez más flojas, dejando a la vista más huecos del relato.

 

Las exposiciones de Cristina son cada vez más necesarias para sostener a un hijo zonzo que no se sabe defender sin echarle la culpa a otros, con el problema de que esas apariciones le recuerdan a la gente cómo fueron los dos períodos de gobierno de la señora, que cree que necesitan bastante más tiempo para lograr sus objetivos. Si necesitan más tiempo, quizás podrían probar abandonar las fiestas y la guitarra, especialmente si su gestión de la pandemia fue tan deficitaria.