miércoles, 23 de octubre de 2024

DIFERENCIAS

 

 entre fascismo y nacionalismo

 

Por Carlos Daniel Lasa *

La Prensa, 22.10.2024

 

El destacado filósofo italiano Giovanni Gentile fue asesinado por partisanos, manteniendo hasta su último aliento su inquebrantable condición de fascista.

Al respecto, numerosos autores han relacionado al fascismo con el nacionalismo. Sin ir más lejos, entre nosotros, Carlos S. Fayt, en su obra ‘La naturaleza del peronismo’, vincula al movimiento argentino con el fascismo, y al propio fascismo con diversas formas de nacionalismo. Pero, ¿cuál era la perspectiva de Gentile sobre la relación entre fascismo y nacionalismo?

 

NACIONALISMO Y FASCISMO

Para responder a esta cuestión nada mejor que recurrir a su escrito Origini e dottrina del fascismo. En este trabajo, Gentile menciona que el nacionalismo tiene su origen en la cultura francesa. Concretamente, se está refiriendo al nacionalismo de Charles Maurras. Asimismo, les otorga un especial reconocimiento a los nacionalistas italianos en estos términos: “las batallas antimasónicas se cuentan entre los mayores títulos de honor de los nacionalistas italianos”.

 

Pero, concretamente, para Benito Mussolini, político y líder del Partido Nacional Fascista en Italia, reconocido por ser el fundador del fascismo, Italia debía vencer, de modo definitivo, a aquella “otra Italia” representada por Giovanni Giolitti, el controvertido político italiano liberal.

 

¿Cómo veía Mussolini a esa “otra Italia”? En la figura de Giolitti veía a esa Italia “materialista” (sobre todo la que va desde 1861 a 1876) que solo es capaz de exaltar al individuo al margen de la vida del Estado. Por esta razón, la cultura italiana de la época era patrimonio exclusivo del positivismo.

 

Al respecto, las siguientes palabras de Gentile pueden ilustrar esta visión de Mussolini: “El liberalismo al igual que el socialismo son igualmente individualistas al negar una realidad superior a la de la vida material que tiene su medida en el mero individuo. El materialista es siempre individualista”.

 

Gentile advierte claramente que tanto el liberalismo como el socialismo optan, respecto de la relación dialéctica individuo-Estado, por el primero. Por esta razón, aboga por el nacionalismo que, a su juicio, privilegia al Estado. Sin embargo, ni el liberalismo/socialismo ni el nacionalismo alcanzan aquello que el fascismo se propone: la férrea unidad Estado-individuo.

 

Ciertamente el nacionalismo acentúa la noción de Patria y Nación, al tiempo que la idea del Estado como el fundamento de todo valor y derecho de los individuos que forman parte del mismo. En este punto hay perfecta convergencia con la posición fascista.


 **Ver comentario al final


Sin embargo, Gentile destaca dos diferencias que cree sustantivas. En el nacionalismo, a diferencia del fascismo, el individuo llega a convertirse en un resultado del Estado. El Estado precede al individuo, limitándolo y determinándolo, supliendo su libertad y confinándolo a un ámbito en el que nace, vive y muere.

 

Sin embargo, hay otra diferencia: el nacionalismo basa la creación del Estado en el concepto de Nación. Esta última trasciende la voluntad y personalidad del individuo. Y esto es así porque para el nacionalismo, la Nación es una realidad objetivamente existente, configuradora, que se desenvuelve independientemente de la vida de los individuos.

 

Para el nacionalismo, la Nación (contrariamente al fascismo para el cual la nación existe merced al espíritu) existe por naturaleza. Y esto atañe tanto a los elementos que la hacen ser (territorio, estirpe) como a los objetos que son producidos por el hombre (lengua, religión, historia).

 

Interpretar una realidad, como lo hace el nacionalismo, en términos de “naturaleza” representa un grave error según la filosofía del devenir de Gentile. Lo auténticamente real, para el filósofo italiano, siempre se está haciendo. Este naturalismo observado y objetado por Gentile, “… es un defecto de la concepción tendencialmente espiritualista del nacionalismo…”, que lo convierte en un enfoque conservador, no liberal y reaccionario.

 

¿Qué noción de Estado defiende, precisamente, el nacionalismo? Para el nacionalismo, el Estado ya existente debe ser conocido por una clase dirigente, de carácter eminentemente intelectual, con el fin de exaltarlo, promoverlo y defenderlo de aquellas posiciones que buscan corromperlo.

 

Es decir, el Estado, en este contexto, es un presupuesto que no se fundamenta en el pueblo, sino que se establece en función de él. Consecuentemente, es un Estado aristocrático, contrariamente al Estado popular propio del fascismo.

 

ESTADO E INDIVIDUO EN EL FASCISMO

Como se puede observar, el fascismo no entiende la relación entre el Estado y el individuo como una dicotomía aut-aut, sino más bien et-et.

El Estado, para el fascismo, no está fuera del hombre sino “in interiore homine”. Y está en el interior del hombre en tanto reside en su voluntad, en su pensamiento, en su pasión.

 

Esto ocurre cuando cada individuo renuncia a su propósito personal y adopta como propio el fin del Estado, representado en el Duce. Para ello es menester formar a la masa para que pase de una situación egoísta a una posición eminentemente ética.

 

Expresa Gentile: “De allí la necesidad del Partido y de todas las instituciones de propaganda y de educación según los ideales políticos y morales del Fascismo, que el Fascismo pone en obra para obtener que el pensamiento y la voluntad de uno que es Duce se conviertan en el pensamiento y en la voluntad de la masa”.

 

El Estado fascista ha surgido como una antítesis del Estado liberal y socialista; de ahí la necesidad de pensar al Estado como un Estado ético, con una personalidad autónoma, que posee valor y fines propios.

 

En este sentido, el Estado fascista “… subordina a sí mismo toda existencia e interés individual, no suprimiéndolos, sino reconociéndolos como realización de la misma personalidad del Estado, como conciencia y como voluntad”.

 

Consecuentemente, el individuo realiza su libertad plena en el Estado. Intentar concebir una libertad fuera del Estado equivale a reconocer la existencia de una libertad abstracta, es decir, una no libertad. La libertad solo puede actuarse mediante la existencia del Estado. Por esta razón, afirma Gentile, el Estado fascista es más liberal que el Estado que se autoproclama liberal.

¿Qué significa esto? Que la idea de que la libertad del individuo se realiza plenamente en el marco de un Estado que lo regula y lo protege.

 

En efecto, Gentile argumenta que el Estado fascista, al imponer un orden y una cohesión social, permite una libertad más efectiva que la de un Estado que se dice liberal pero que puede ser más permisivo y desestructurado. Esto sugiere una visión de la libertad en la que la disciplina y la autoridad estatal son vistas como condiciones necesarias para el desarrollo individual.

 

FASCISMO Y NACIONALISMO CATÓLICO

Finalmente, me permito agregar, a las diferencias señaladas por Gentile entre el nacionalismo in genere y el fascismo, una más. Me refiero a la distinción entre un tipo de nacionalismo (el denominado ʽcatólicoʼ) y el fascismo. A este punto me referí en mi libro titulado ¿Qué es el peronismo? Una lectura transpolítica.

Allí señalé (y en esto coincido con Gentile) que, para el nacionalismo católico, la Nación y los derechos de la persona humana preceden a la formación del Estado.

 

En este sentido, Emilio Juan Samyn Duco, en su escrito acerca del nacionalismo, afirma que, para este, la “nación pertenece al orden natural. Es naturaleza. Su origen está en la familia misma, que trasciende, inicialmente, al clan y a la tribu, por una acción cuantitativa, hasta devenir completamente en ‘nación’”. Además, Samyn Duco aclara que por natural debe entenderse aquello que ha sido dado al hombre y que, en consecuencia, no es un producto de su decisión.

 

Uno de los destacados exponentes del nacionalismo argentino, Julio Meinvielle, sostenía que la fundamentación de la política no podía encontrarse ni en el fisicismo maurrasiano, el cual es amoral, ni en la estatolatría del fascismo, el cual es inmoral, ni en la voluntad general del liberalismo que disuelve el orden y conduce a la anarquía o al despotismo, sino en la naturaleza social del hombre. De allí que la realidad política pertenezca al orden moral por cuanto se encuentra fundada en un “movimiento intrínsecamente moral y moralmente obligatorio” ordenado al bien común.

 

La política, afirma Meinvielle, es un capítulo de la moral y responde a los postulados de la ley natural. La sociedad política, para él, reconoce en la familia y en las asociaciones naturales su causa material, y en el bien común, su causa final. De allí el rechazo tanto del liberalismo como de todo estatismo que subsuman al hombre en el Todo.

 

Para Meinvielle, el hombre es, en su esencia, un todo autónomo que, en razón de su destino, se ordena a Dios. Y el Estado, por su parte, se deriva del hombre mismo y se ordena a su perfección. En contraste, para el fascismo, no hay ninguna realidad que anteceda a la voluntad única expresada en el Estado ético. Este último, de hecho, es la causa eficiente que da forma a la Nación.

 

Por esta razón, para Mussolini, el Estado precede a la Nación; de ahí su rechazo a la existencia de derechos humanos previos al Estado, lo que también fundamenta su vocación totalitaria. El nacionalismo, que sostiene derechos anteriores a la constitución del Estado, era visto por Mussolini y Gentile como contrarrevolucionario y conservador.

 

Mussolini, fiel a la concepción actualista, daba prioridad absoluta a la acción, en contraste con el pensamiento nacionalista que consideraba el aspecto teórico no solo anterior, sino también como expresión de la dimensión ontológica de lo real.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

En relación a esta diferencia que estamos marcando entre el fascismo y el nacionalismo, Augusto Del Noce observa que este último se presenta como un tradicionalismo que se esfuerza por asegurar una herencia ligada a valores trascendentes. Por el contrario, el fascismo concibe a la Nación como una herencia de valores, pero aplicada a una voluntad de poder. En consecuencia, la historia no será entendida en términos de fidelidad al pasado común, sino como una creación continua que debe quitar del medio todo aquello que se le oponga.

 

Y Del Noce señala (extrayendo todas las implicaciones) en otro texto: “Exclusión, ante todo, del individualismo, fundado sobre el presupuesto de una realidad natural de los individuos, a los cuales corresponderían derechos naturales que el Estado debería tutelar y que podrían ser reivindicados frente al Estado; también de la concepción para la cual el individuo es un prius respecto de la formación secundaria del Estado. De esto se sigue, el rechazo del iusnaturalismo de cualquier forma que el mismo se haga presente... del contractualismo en cuanto concepción condicionada también ella por la afirmación de la precedencia de los individuos respecto del Estado... rechazo también de la idea de una eticidad del Estado concebida como respeto de un orden ético objetivo”.

 

Como podemos observar, no todas las vacas son de color pardo como sucede en una noche oscura. Las generalizaciones (como la de Fayt que mencioné al comienzo) pueden ser engañosas. Es necesario distinguir el nacionalismo del fascismo y del peronismo. Así, evitaremos la simplificación de sus concepciones filosófico-políticas y podremos comprender acabadamente sus distintas implicaciones en la historia.

La luz, afortunadamente, permite ver las diferencias. Porque en la realidad, no todo es igual… Por ejemplo, “golpeá que te van a abrir” no es lo mismo que “abrí que te van a golpear”.

 

* Doctor en Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba.


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**Discrepamos con este párrafo.

Meinvielle, por ejemplo aclara:

"el estatismo o totalitarismo proviene de hacer del Estado el supremo Todo, del cual se derivan los derechos de los individuos y de las familias como si el hombre-individuo no tuviese otra ordenación y otro destino que ser una parte más o menos conspicua de este Todo; en la sana doctrina, el hombre es un todo, completo, autónomo, que en razón de su destino no se ordena sino a Dios, y de Él deriva el Estado, como una sociedad que ha de perfeccionarle. De lo dicho se desprende que la órbita de actividad de un hombre, por indefenso que se le suponga, no puede ser comprendida totalmente por la sociedad política ni por ninguna otra sociedad, inclusive la Iglesia".

 

(Concepción católica de la política; p. 49.)