sábado, 12 de octubre de 2024

¿LA CULPA ES DE COLÓN?

 


 las verdaderas motivaciones detrás del juicio póstumo al descubridor de América

 

Claudia Peiró

Infobae, 12 Oct, 2024

 

La primera mujer electa presidente de México se negó a invitar al Rey Felipe VI a su asunción, una afrenta ante la cual Pedro Sánchez anunció que el gobierno español no estaría presente en la ceremonia. Si el gesto resulta absurdo más lo son sus fundamentos.

 

La explicación o reclamo de Claudia Sheinbaum fue que, en 2019, el Rey no respondió la carta del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con motivo de los 200 años de la independencia de México, en la que le proponía un trabajo bilateral en una hoja de ruta para hacer en 2021 “una ceremonia de alto nivel para que el Reino de España exprese de manera pública y oficial el reconocimiento de los agravios causados y que ambos países acuerden y redacten un relato compartido, público y socializado (¿?) de su historia común”, a fin de iniciar una nueva etapa en sus relaciones.

 

Sheinbaum se consideró agraviada porque esa misiva no recibió respuesta alguna de Felipe VI como según ella “hubiera correspondido a la mejor práctica diplomática de las relaciones bilaterales”. Digamos que la carta de AMLO, además del brutal sesgo histórico que expresaba, era de por sí ofensiva como para aspirar a una respuesta diplomática de la otra parte.

 

Es curiosa la obsesión del ex presidente de México con estos temas. Una posible explicación es que sea por influencia de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, cuya tesis de maestría en la Universidad de Puebla en 2002 se tituló: “Memoria artificial en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”.

 

De todos modos, las motivaciones de los mandatarios progresistas de estas primeras décadas del siglo para abrazar el indigenismo y la leyenda negra antiespañola no son precisamente domésticas. Corresponden a una política que se repite calcada en todos lados y que está muy lejos de acarrear algún beneficio para los países de la región.

 

Hispanoamérica le debe su unidad cultural a España, pero nuestros políticos -y nuestras políticas- se empeñan en desconocerlo. Una excepción en la izquierda es el ex presidente de Uruguay José Mujica que ha dicho: “Los latinoamericanos tenemos dos grandes instituciones comunes: la lengua [y] la Iglesia católica. Esas son las columnas vertebrales comunes que tenemos en nuestra historia y no reconocerlo es un error garrafal en América Latina. Y yo, por más ateo que sea, no voy a cometer ese error”.

 

Claudia Sheinbaum dijo que la relación con España “se beneficiaría con una renovada perspectiva histórica”. Pero si se parte de la caracterización de la conquista y colonización española como un genocidio y se plantea la ridícula exigencia de que pidan perdón los de hoy por supuestos agravios de hace 500 años, sólo cabe imaginar perjuicios para la relación.

 

Es una manía propia de la cultura occidental en crisis esto de los arrepentimientos y pedidos de disculpas extemporáneos.

 

Claudia Sheinbaum también subrayó la importancia que tiene para ella el reconocimiento de los pueblos indígenas. Y acá nos acercamos a un aspecto del tema. No hablemos de culpas. De lo que corresponde hablar es de responsabilidad. ¿Quién tiene en el presente más responsabilidad por la situación de marginalidad en la que se encuentran muchas comunidades aborígenes en nuestros países? Pues precisamente los presidentes -y presidentAs- progresistas, bolivarianos, populistas, demagogos, de las últimas dos décadas y de la actual, porque en sus manos están los resortes políticos, económicos, sociales y culturales para poner remedio a esa situación, para favorecer el desarrollo de esas comunidades y para promover un mayor mestizaje étnico y cultural, porque ese es el camino virtuoso, y no -con la excusa del respeto- un apartheid. Pero es más fácil culpar a Colón.

 

Como dice el historiador español Juan Eslava Galán: “Mientras culpan a España no se ocupan de sus verdaderos problemas. España se fue de allí hace más de doscientos años. Son países potencialmente muy ricos pero tienen gravísimos problemas sociales y estructurales, algo se estará haciendo mal”.

 

Lo llamativo es la coordinación con la cual estos políticos se lanzaron a la cruzada antiespañola. Con iniciativas idénticas unas de otras. Con un mismo guión. Como si alguien los mandara…

 

Por caso, Claudia Sheinbaum y Cristina Kirchner no tienen en común solamente el hecho de reclamar que las llamen “presidentAAAA”; las dos experimentaron el mismo brote iconoclasta anti Colón.

 

La Sheinbaum lo hizo cuando era alcaldesa de la Ciudad de México. Retiró la estatua de Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma para reemplazarla por la de una mujer indígena… De manual. “Claro que Colón fue un gran personaje universal y también hay que reconocerlo, pero creemos que, en el centro de nuestra ciudad, tiene que haber un reconocimiento a la mujer indígena”, justificó.

 

¿Por qué una cosa contra la otra? Desde el primer momento de la conquista de México por Hernán Cortés, muchas mujeres indígenas se casaron con españoles, dando lugar a lo que hoy es el pueblo mexicano, detalle que no parece importar a los gobernantes. La corona española tan denostada fue la promotora de los casamientos mixtos. La reina Isabel lo ordenó: “Cásense españoles con indias e indias con españoles”.

 

En 2012, el diario ABC publicó la impresionante lista de los atentados post mortem que ha padecido el descubridor (sí, descubridor) de América en estos años. Allí señalaban que Sheinbaum no tuvo en cuenta el valor patrimonial de la obra que removió y que era “el conjunto histórico más antiguo de la avenida”.

 

Un atropello patrimonial parecido al que ya había cometido Cristina Kirchner, cuando removió un hermoso conjunto escultórico donado por Italia, que decoraba elegantemente los fondos de la Casa de Gobierno, para poner en su lugar una pobre estatua de Juana Azurduy que luego hubo que quitar porque no resistía la intemperie...

 

Un atentado al buen gusto pero sobre todo un atentado a nuestra identidad. Somos parte de la cultura occidental por nuestra historia, les guste o no a los (y las) indigenistas.

 

También a Estados Unidos llegó la campaña de vandalización de monumentos a Colón y una estatua de bronce del navegante fue decapitada en un parque de Nueva York, en 2017, por acción de grupos pro derechos civiles de los afroamericanos para denunciar a los supremacistas blancos. ¿Qué culpa tiene Colón?

 

Varios gobernantes demócratas se sumaron a esta campaña, decía el ABC, “con medidas y argumentos ideológicos similares a los que esgrimió el chavismo”. Por ejemplo, suspendieron los tradicionales homenajes en muchos estados. “Es curioso que fuera una de las ciudades con raíces hispanas más profundas la que acabara también con el Día de Cristóbal Colón y lo sustituyera por el Día de los Pueblos Indígenas”, decía el diario, en referencia a Los Ángeles.

 

Lo mismo hicieron Denver (Colorado), Berkeley (California), Phoenix (Arizona), Albuquerque (Nuevo México), Minneapolis (Minnesota) y Seattle (Washington).

 

Es curioso que culpen a Colón por el exterminio aborigen que fue en realidad obra de los colonos blancos en su fiebre del oro. como explica Alfonso Borrego, bisnieto del célebre jefe apache Geronimo.

 

Los demócratas deberían además recordar lo que dijo uno de sus más destacados presidentes, John Fitzgerald Kennedy: “Una de las grandes omisiones de los americanos en este país, en lo que se refiere a su pasado, ha sido el desconocimiento en su totalidad de la influencia, exploración y desarrollo españoles a lo largo del siglo XVI en el sudeste de los EEUU lo que constituye una historia formidable. Desgraciadamente demasiados americanos piensan que América fue descubierta en 1620 y se olvidan de la formidable aventura que tuvo lugar durante el siglo XVI y principios del XVII en el sur y en el sureste de los Estados Unidos”.

 

En Venezuela, el estilo chavista metió la cola y el 12 de octubre de 2004, Cristobal Colón, es decir, su estatua, fue juzgada y condenada a muerte por “genocidio”. La pantomima consistió en ponerle una soga al cuello y derribarla. Todo un acto de arrojo. Colón fue arrastrado por el suelo y colgado en medio de cantos y bailes de euforia. Hugo Chávez cambió además el Día de la Raza por el Día de la Resistencia Indígena.

 

Payasadas similares se replicaron en Bolivia, donde en 2018 fue vandalizada la estatua de Colón ubicada en el Paseo del Prado de La Paz. ABC destaca que esto pasó justo después de que el alcalde de Los Angeles retirara la estatua de Colón, y que Evo Morales aplaudió esa iniciativa con un mensaje en Twitter: «Saludamos al hermano concejal de Los Ángeles, Mitch O’Farrell, descendiente de la tribu Wyandotte de Oklahoma, que logró que se retire la estatua de Cristóbal Colón del Grand Park de esa ciudad. Coincidimos con él en que el llamado descubrimiento fue un genocidio y un saqueo de los recursos naturales”.

 

Es curioso ver cómo estos referentes izquierdistas que antes quemaban banderas norteamericanas ahora se las toman con Colón…

 

Unos días antes de viajar a España en visita oficial, en mayo del 2023, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, reivindicó la lucha de su pueblo por “liberarse del yugo español; destronar reyes, duques y príncipes; acabar con privilegios y con un régimen productivo de esclavistas que condenaban al hombre negro a ser esclavo por perpetuidad”.

 

“Era una sociedad del yugo”, insistió en referencia a la América precolombina, pero no rechazó el collar de la Orden de Isabel La Católica que le dieron poco después…

 

Sheinbaum, como antes AMLO, Petro, Evo Morales y otros, son repetidores de la leyenda negra antiespañola. La ignorancia histórica no alcanza para explicar esto. Hay una deliberada opción por estos discursos y no tenemos por qué pensar que son ingenuos.

 

En la polémica entre México y España, varios referentes de Podemos se alinearon con el relato de Sheinbaum. Esto llevó al historiador español Gonzalo Rodríguez García, a decir: “La izquierda en España trabaja para que España deje de existir. Conspira para que España se deconstruya. La izquierda es antiespañola”.

 

“México es fruto de la acción de España en América -siguió diciendo-. México existe porque España llegó a América. Hernán Cortés destruyendo la tiranía antropófaga azteca es el creador de México. México existe por la labor civilizatoria de Cortés (que) lo logra gracias a los pueblos mexicas que lo ayudan a derrocar a una casta sacerdotal envilecida”.

 

Aunque se autoperciba azteca, AMLO no tiene una sola gota de sangre indígena. Es ciento por ciento español genéticamente hablando. Sus cuatro abuelos eran españoles. Si fuese coherente con su planteo debería subirse a un barco y marchar a España. Porque si los españoles del siglo XXI tienen alguna culpa por injusticias cometidas durante la Conquista -que las hubo- él es tan responsable como ellos.

 

Rodríguez García decía otra cosa muy cierta: “A quien más daña la confrontación es a los mismos americanos porque pierden una palanca fundamental de arraigo y comprensión de sí mismos”.

 

Por caso, en 2017, Petro decía: “El 12 de octubre se conmemora una invasión, un genocidio, una conquista, un saqueo. Jamás hubo un descubrimiento”. Se equivoca y en grande. Del 12 de octubre en adelante, no solo los españoles -y a través de ellos todos los europeos- descubrieron América; también lo hicieron los indígenas, que no tenían ni idea de que vivían en un territorio que era parte de un todo mayor, ni conciencia de la existencia de otras etnias indígenas a lo largo y ancho del continente. Salvo las vecinas con las que vivían en estado de guerra.

 

Ni hablar del genocidio que no se condice en absoluto con la política de mestizaje que dispuso la Corona desde el primer momento, ni con la creación de instituciones políticas, jurídicas y culturales, etc. Si prefieren un argumento más pragmático, más materialista, en modo alguno podían los conquistadores llevar a cabo un exterminio masivo de indios porque sin las poblaciones locales era imposible cualquier desarrollo o aprovechamiento de las riquezas y recursos del nuevo continente.

 

Eslava Galán sostiene que “con la conquista española no hubo etnocidio, sino mestizaje, se fomentaron los casamientos mixtos y una sociedad mestiza, algo que no se dio en ninguno de los demás colonialismos europeos”.

 

Otro argumento indigenista es la exaltación de la cultura precolombina, una fantasía. Los mismos que viven criticando la religión católica, reivindican los cultos nativos, pasando por alto su crueldad.

 

Claudia Sheinbaum dijo ser una persona de fe, aunque aseguró no profesar ninguna religión. Pero la de su familia, el primer monoteísmo -”nuestros hermanos mayores”, como decía Juan Pablo II-, no promovía los sacrificios humanos como la de los aztecas.

 

La azteca “era una religión despiadada -dice Eslava Galán- Abrían el pecho a la víctima y le sacaban el corazón palpitante”. “La arqueología nos sigue dando pruebas cada día, han aparecido cráneos mexicas de niños y mujeres atravesados por cuchillos. Se empieza a subrayar que era un sistema muy cruel. Los mexicanos lo saben” pero “hay algún demagogo, como López Obrador…”

 

Rodríguez García dijo también que “no hay izquierda nacional en España”. Tampoco la hay en Argentina, ni parece haberla en los demás países del continente.

 

La mala política es producto de la falsa historia, como dice el politólogo Marcelo Gullo. Estos discursos anti hispanistas e indigenistas no son inocuos. Son antinacionales y antipatrióticos. Van creando el clima para la división, la fragmentación territorial y social, además de servir para desviar la atención de los verdaderos problemas y de los “colonizadores” del presente.