de Santo Tomás de Aquino
La Prensa,
06.01.2025
Notable
repercusión tuvo la 48° Semana Tomista, realizada en la sede de la Pontificia
Universidad Católica Argentina (UCA), sita en la avenida Alicia Moreau de Justo
1300, de esta Capital. Las jornadas fueron organizadas por la Sociedad Tomista
Argentina, emblemática entidad que preside el sacerdote Ignacio Andereggen.
Las actividades
inherentes a la 48° Semana Tomista se llevaron a cabo bajo el lema ‘Vida
terrenal y vida eterna: el legado de Santo Tomás de Aquino, a 750 años de su
muerte’ (acaecida en 1274).
Desde esa
perspectiva, uno de los expositores –el doctor Horacio Sánchez de Loria- hizo
referencia a los inicios de la Sociedad Tomista Argentina, así como al contexto
histórico, político y cultural que vio nacer a esa institución.
Destacó el
disertante que están íntimamente vinculadas al origen de la Sociedad Tomista
Argentina –acontecimiento del cual en 2024 se cumplieron 76 años-, dos
instituciones: los Cursos de Cultura Católica y la Universidad Católica
Argentina. “En ellas -agregó el orador- la figura de Santo Tomás ocupa el
centro de la escena”.
Sostuvo Sánchez de
Loria que en 1905, y en consonancia con lo que habían pedido los militantes
católicos del siglo anterior, la Conferencia Episcopal Argentina -sacudida por
las consecuencias de la ley de educación laica 1420, sancionada en 1884-,
aprobó una trascendente resolución. En ella bregaba por la necesidad de fundar,
como en otras partes del mundo, una universidad donde la enseñanza cristiana
fuese la columna vertebral de los estudios. “Existía en ese momento el
monopolio educativo, fruto del diseño liberal del Estado que se pretendía
consolidar. Fue uno de los arietes para combatir la tradición hispano-criolla,
signada por un cristianismo comunitario”, añadió Sánchez de Loria.
LOS CURSOS DE
CULTURA CATÓLICA
Según criterio del
expositor, los Cursos de Cultura Católica -inaugurados en 1922- representaron
una floración del pensamiento y arte cristiano, tras el eclipse sufrido con la
desaparición de las figuras del siglo XIX. Además fue precisamente por esa
época –año 1922- en que la primera universidad católica fundada dos lustros
antes cerraba sus puertas, al no lograr el reconocimiento oficial.
Los mencionados
Cursos tuvieron entre sus primeros miembros a figuras de la talla de Atilio
Dell’Oro Maini, Tomás D. Casares, Rafael Ayerza, Juan Antonio Bourdieu,
Faustino J. Legón, Samuel W. Medrano, Eduardo Saubidet Bilbao, Uriel O’Farrell
y Octavio M. Pico Estrada. Pronto se incorporaron José Pagés, Carlos Indalecio
Gómez y César E. Pico.
La sede originaria
estaba ubicada en la calle Adolfo Alsina 553, frente a la Iglesia de San
Ignacio, donde funcionaba la Liga Social Argentina, y se encontraba la
biblioteca de su inspirador, Emilio Lamarca. Sucesivas camadas de profesores le
darían una impronta especial, entre ellos Zacarías de Vizcarra -un sacerdote
español adscripto a la arquidiócesis de Buenos Aires- impulsor de la noción de
hispanidad. Otros profesores fueron los sacerdotes Bruno de Avila, Manuel
Moledo, Ernesto Pérez Acosta, Octavio Derisi, y más tarde Juan Sepich, Julio
Meinvielle y Leonardo Castellani.
“Los cursos, tal
como se los conocía, eran, como decíamos, un reflejo, un eco del renacer
cultural católico que se daba entre nosotros, acompañando un proceso mundial,
especialmente desplegado en la Europa laica, en el contexto de la crisis de las
democracias liberales, donde sobresalían nombres tales como Étienne Gilson,
Jacques Maritain, Gilbert Keith Chesterton, Hilaire Belloc, Charles Péguy, León
Bloy, Paul Claudel, Christoper Dawson, Réginald GarrigouLagrange, entre tantos
otros”, según indicó el doctor
Sánchez de Loria.
En 1927 a
instancias de su gran inspirador César E. Pico, se constituyó el Convivio
(tertulias a las cuales se aproximaron también personas que no profesaban la
fe). El surgimiento de esa iniciativa estuvo marcado por la crisis del
positivismo y del utilitarismo. Por esa época el padre Octavio Derisi señalaba
que la pregunta por el ser -que el positivismo juzgaba “precientífica”-
acuciaba más que nunca la mente humana. Ello, debido al enorme desarrollo de
las ciencias naturales y la tecnología, que no daban respuesta a los interrogantes
esenciales del ser humano.
Si bien en el
horizonte de esa reacción al materialismo filosófico aparecía la figura de
Martin Heidegger y su radical interrogación por el dasein (ser o estar aquí),
Derisi mostraba como siete siglos antes había existido un gran teólogo y
filósofo cristiano, Santo Tomás de Aquino, quien penetró con singular hondura
en estos problemas.
LA ESCUELA DE
FILOSOFÍA
En 1936, a
instancias de Tomás D. Casares y Octavio Derisi se fundó, en el seno de los
Cursos de Cultura Católica, la Escuela de Filosofía Santo Tomás de Aquino,
primer esbozo de la Sociedad Tomista Argentina. Se destacaban como docentes de
aquella Escuela, Juan Sepich y Marcolino Páez.
REVOLUCIÓN MILITAR
DE 1943 Y PRIMER GOBIERNO DE PERÓN
Tras la revolución
militar de 1943 y en los primeros años del gobierno de Juan Domingo Perón,
iniciado en junio de 1946, la intelectualidad católica volvió al escenario
público. Nuevas publicaciones periódicos y distintas manifestaciones culturales
impulsadas oficialmente, marcaron el rumbo.
Ejemplo de ello
fue el Primer Congreso Nacional de Filosofía celebrado en Mendoza en 1949. Uno
de los vocales fue el doctor Guido Soaje Ramos, miembro caracterizado de la
Sociedad Tomista Argentina. También resultó relevante la ratificación a través
de la ley 12.798 sancionada y promulgada en 1947, del decreto del gobierno
militar de fines de 1943, el cual dispuso el restablecimiento de la enseñanza
religiosa en las escuelas primarias, secundarias y especiales de gestión
estatal.
Muchos profesores
católicos accedieron a la cátedra universitaria, entre ellos Octavio Derisi,
quien en 1958 fundaría la Universidad Católica Argentina.
FUNDACIÓN DE LA
SOCIEDAD TOMISTA
En cuanto a la
Sociedad Tomista Argentina, ésta –conforme explicó Sánchez de Loria- se
constituyó el 9 de noviembre de 1948. Fue una de las primeras en el mundo
dedicada a la investigación y difusión de la doctrina de Santo Tomás. Por otra
parte, se puede distinguir en el desenvolvimiento de la mencionada Sociedad,
tres épocas o etapas.
PRIMERA ETAPA
Su primera
comisión directiva estuvo presidida por Tomás Casares (1895-1976), quien había
sido uno de los fundadores de los Cursos de Cultura Católica, y en ese momento
era presidente de la Corte Suprema de Justicia. Había ingresado al alto
tribunal en julio de 1944, nombrado por el gobierno militar de entonces. Luego
sería ratificado por acuerdo del Senado, el 2 de agosto de 1946. Vicepresidente
fue Octavio N. Derisi (1907-2002), también ya con una importante carrera
eclesial y bibliográfica. Vicepresidente segundo, el profesor cordobés, Nimio
de Anquín (1896-1979), fundador en 1929 en su provincia natal del Instituto
Santo Tomás de Aquino. Y secretario, el sacerdote Julio Meinvielle (1905-1973).
SEGUNDA ETAPA
Con el impulso de
los profesores Guido Soaje Ramos, Carlos Sacheri y Juan Alfredo Casaubon,
comenzó en 1974 una segunda etapa. Se trató de un auténtico relanzamiento de la
entidad. Tras un largo interregno, el 19 de agosto de 1974 se decidió
establecer relaciones con organismos científicos nacionales e internacionales.
Se llamó a
colaborar con la Sociedad Tomista Argentina a todos los cultores de la
filosofía y la teología de Santo Tomás, tanto argentinos, como extranjeros. A
su vez se comenzaron a realizar con regularidad las semanas tomistas en la sede
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica, y se propuso
constituir –la Sociedad Tomista Argentina - como persona jurídica.
Se conformó una
nueva comisión directiva cuya presidencia quedó a cargo del padre Gustavo Eloy
Ponferrada (1922-2019), quien la ejerció por varios años. Lo acompañaron en esa
comisión destacados filósofos argentinos, entre ellos: Juan Alfredo Casaubon
(1919-2010), gran cultor de la Filosofía del Derecho; Carlos Alberto Sacheri,
(1933-1974), asesinado dos meses después; Guido Soaje Ramos (1918-2005), doctor
en Derecho, y uno de los artífices junto con Julio Meinvielle y Carlos Sacheri
del Instituto de Filosofía Práctica, del cual fue director.
Con aquella
comisión comenzaron a trabajar dos mujeres que le dieron un sello
característico a la Sociedad Tomista Argentina: María Celestina Donadío Maggi
de Gandolfi, y María Liliana Luckac de Stier. A su vez, las sucesivas Semanas
Tomistas desarrolladas en esta etapa contaron con la participación de
importantes autores argentinos y extranjeros. Entre los primeros, estaban Félix
Lamas, Héctor Hernández, Abelardo Pithod, Roberto Brie, Carlos I. Massini
Correas, las profesoras Zelmira Zeligmann y María Fernanda Balmaceda Cinquina, los
sacerdotes Domingo Basso, Francisco Leocata, Pablo Carlos Sicouly, y los
obispos Héctor Aguer y Pedro Daniel Martínez. En cuanto a los segundos se
destacan el sacerdote holandés Leo Elders (SVD); el padre Juan José Sanguineti,
argentino, residente en Italia; Juan Antonio y José Luis Widow; y Juan Carlos
Ossandón Valdés, de Chile.
TERCERA ETAPA
Una tercera etapa
comienza con el reconocimiento legal de la institución. En efecto, el 13 de
febrero de 1995 la Sociedad Tomista Argentina fue inscrita en la Inspección
General de Personas Jurídicas, como una asociación civil. Firmaron el acta
constitutiva monseñor Derisi, el canónigo Gustavo Eloy Ponferrada, Juan Alfredo
Casaubon, María Celestina Donadío Maggi de Gandolfi, María Liliana Luckac de
Stier, Mario Enrique Sacchi, Néstor Felipe Fredes, y los presbíteros Eduardo
María Taussig e Ignacio Andereggen.
EPÍLOGO
Las Semanas
Tomistas continuaron regularmente (una por año), con participación creciente de
importantes autores argentinos y extranjeros.
Monseñor Octavio
Derisi decía que toda empresa que tenga como guía a Santo Tomás de Aquino debía
hacer suyas las palabras del Doctor angélico, enunciadas en el comienzo de la
Suma Contra Gentiles: “Aunque el oficio exceda nuestras propias fuerzas,
confiamos en la divina misericordia para manifestar la verdad y eliminar el
error”.