martes, 7 de enero de 2025

EL LEGADO


 de Santo Tomás de Aquino

 

La Prensa, 06.01.2025

 

Notable repercusión tuvo la 48° Semana Tomista, realizada en la sede de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), sita en la avenida Alicia Moreau de Justo 1300, de esta Capital. Las jornadas fueron organizadas por la Sociedad Tomista Argentina, emblemática entidad que preside el sacerdote Ignacio Andereggen.

 

Las actividades inherentes a la 48° Semana Tomista se llevaron a cabo bajo el lema ‘Vida terrenal y vida eterna: el legado de Santo Tomás de Aquino, a 750 años de su muerte’ (acaecida en 1274).

 

Desde esa perspectiva, uno de los expositores –el doctor Horacio Sánchez de Loria- hizo referencia a los inicios de la Sociedad Tomista Argentina, así como al contexto histórico, político y cultural que vio nacer a esa institución.

 

Destacó el disertante que están íntimamente vinculadas al origen de la Sociedad Tomista Argentina –acontecimiento del cual en 2024 se cumplieron 76 años-, dos instituciones: los Cursos de Cultura Católica y la Universidad Católica Argentina. “En ellas -agregó el orador- la figura de Santo Tomás ocupa el centro de la escena”.

 

Sostuvo Sánchez de Loria que en 1905, y en consonancia con lo que habían pedido los militantes católicos del siglo anterior, la Conferencia Episcopal Argentina -sacudida por las consecuencias de la ley de educación laica 1420, sancionada en 1884-, aprobó una trascendente resolución. En ella bregaba por la necesidad de fundar, como en otras partes del mundo, una universidad donde la enseñanza cristiana fuese la columna vertebral de los estudios. “Existía en ese momento el monopolio educativo, fruto del diseño liberal del Estado que se pretendía consolidar. Fue uno de los arietes para combatir la tradición hispano-criolla, signada por un cristianismo comunitario”, añadió Sánchez de Loria.

 

LOS CURSOS DE CULTURA CATÓLICA

 

Según criterio del expositor, los Cursos de Cultura Católica -inaugurados en 1922- representaron una floración del pensamiento y arte cristiano, tras el eclipse sufrido con la desaparición de las figuras del siglo XIX. Además fue precisamente por esa época –año 1922- en que la primera universidad católica fundada dos lustros antes cerraba sus puertas, al no lograr el reconocimiento oficial.

 

Los mencionados Cursos tuvieron entre sus primeros miembros a figuras de la talla de Atilio Dell’Oro Maini, Tomás D. Casares, Rafael Ayerza, Juan Antonio Bourdieu, Faustino J. Legón, Samuel W. Medrano, Eduardo Saubidet Bilbao, Uriel O’Farrell y Octavio M. Pico Estrada. Pronto se incorporaron José Pagés, Carlos Indalecio Gómez y César E. Pico.

 

La sede originaria estaba ubicada en la calle Adolfo Alsina 553, frente a la Iglesia de San Ignacio, donde funcionaba la Liga Social Argentina, y se encontraba la biblioteca de su inspirador, Emilio Lamarca. Sucesivas camadas de profesores le darían una impronta especial, entre ellos Zacarías de Vizcarra -un sacerdote español adscripto a la arquidiócesis de Buenos Aires- impulsor de la noción de hispanidad. Otros profesores fueron los sacerdotes Bruno de Avila, Manuel Moledo, Ernesto Pérez Acosta, Octavio Derisi, y más tarde Juan Sepich, Julio Meinvielle y Leonardo Castellani.

 

“Los cursos, tal como se los conocía, eran, como decíamos, un reflejo, un eco del renacer cultural católico que se daba entre nosotros, acompañando un proceso mundial, especialmente desplegado en la Europa laica, en el contexto de la crisis de las democracias liberales, donde sobresalían nombres tales como Étienne Gilson, Jacques Maritain, Gilbert Keith Chesterton, Hilaire Belloc, Charles Péguy, León Bloy, Paul Claudel, Christoper Dawson, Réginald GarrigouLagrange, entre tantos otros”, según indicó el doctor Sánchez de Loria.

 

En 1927 a instancias de su gran inspirador César E. Pico, se constituyó el Convivio (tertulias a las cuales se aproximaron también personas que no profesaban la fe). El surgimiento de esa iniciativa estuvo marcado por la crisis del positivismo y del utilitarismo. Por esa época el padre Octavio Derisi señalaba que la pregunta por el ser -que el positivismo juzgaba “precientífica”- acuciaba más que nunca la mente humana. Ello, debido al enorme desarrollo de las ciencias naturales y la tecnología, que no daban respuesta a los interrogantes esenciales del ser humano.

 

Si bien en el horizonte de esa reacción al materialismo filosófico aparecía la figura de Martin Heidegger y su radical interrogación por el dasein (ser o estar aquí), Derisi mostraba como siete siglos antes había existido un gran teólogo y filósofo cristiano, Santo Tomás de Aquino, quien penetró con singular hondura en estos problemas.

 

LA ESCUELA DE FILOSOFÍA

 

En 1936, a instancias de Tomás D. Casares y Octavio Derisi se fundó, en el seno de los Cursos de Cultura Católica, la Escuela de Filosofía Santo Tomás de Aquino, primer esbozo de la Sociedad Tomista Argentina. Se destacaban como docentes de aquella Escuela, Juan Sepich y Marcolino Páez.

 

REVOLUCIÓN MILITAR DE 1943 Y PRIMER GOBIERNO DE PERÓN

 

Tras la revolución militar de 1943 y en los primeros años del gobierno de Juan Domingo Perón, iniciado en junio de 1946, la intelectualidad católica volvió al escenario público. Nuevas publicaciones periódicos y distintas manifestaciones culturales impulsadas oficialmente, marcaron el rumbo.

 

Ejemplo de ello fue el Primer Congreso Nacional de Filosofía celebrado en Mendoza en 1949. Uno de los vocales fue el doctor Guido Soaje Ramos, miembro caracterizado de la Sociedad Tomista Argentina. También resultó relevante la ratificación a través de la ley 12.798 sancionada y promulgada en 1947, del decreto del gobierno militar de fines de 1943, el cual dispuso el restablecimiento de la enseñanza religiosa en las escuelas primarias, secundarias y especiales de gestión estatal.

 

Muchos profesores católicos accedieron a la cátedra universitaria, entre ellos Octavio Derisi, quien en 1958 fundaría la Universidad Católica Argentina.

 

FUNDACIÓN DE LA SOCIEDAD TOMISTA

 

En cuanto a la Sociedad Tomista Argentina, ésta –conforme explicó Sánchez de Loria- se constituyó el 9 de noviembre de 1948. Fue una de las primeras en el mundo dedicada a la investigación y difusión de la doctrina de Santo Tomás. Por otra parte, se puede distinguir en el desenvolvimiento de la mencionada Sociedad, tres épocas o etapas.

 

PRIMERA ETAPA

 

Su primera comisión directiva estuvo presidida por Tomás Casares (1895-1976), quien había sido uno de los fundadores de los Cursos de Cultura Católica, y en ese momento era presidente de la Corte Suprema de Justicia. Había ingresado al alto tribunal en julio de 1944, nombrado por el gobierno militar de entonces. Luego sería ratificado por acuerdo del Senado, el 2 de agosto de 1946. Vicepresidente fue Octavio N. Derisi (1907-2002), también ya con una importante carrera eclesial y bibliográfica. Vicepresidente segundo, el profesor cordobés, Nimio de Anquín (1896-1979), fundador en 1929 en su provincia natal del Instituto Santo Tomás de Aquino. Y secretario, el sacerdote Julio Meinvielle (1905-1973).

 

SEGUNDA ETAPA

 

Con el impulso de los profesores Guido Soaje Ramos, Carlos Sacheri y Juan Alfredo Casaubon, comenzó en 1974 una segunda etapa. Se trató de un auténtico relanzamiento de la entidad. Tras un largo interregno, el 19 de agosto de 1974 se decidió establecer relaciones con organismos científicos nacionales e internacionales.

 

Se llamó a colaborar con la Sociedad Tomista Argentina a todos los cultores de la filosofía y la teología de Santo Tomás, tanto argentinos, como extranjeros. A su vez se comenzaron a realizar con regularidad las semanas tomistas en la sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica, y se propuso constituir –la Sociedad Tomista Argentina - como persona jurídica.

 

Se conformó una nueva comisión directiva cuya presidencia quedó a cargo del padre Gustavo Eloy Ponferrada (1922-2019), quien la ejerció por varios años. Lo acompañaron en esa comisión destacados filósofos argentinos, entre ellos: Juan Alfredo Casaubon (1919-2010), gran cultor de la Filosofía del Derecho; Carlos Alberto Sacheri, (1933-1974), asesinado dos meses después; Guido Soaje Ramos (1918-2005), doctor en Derecho, y uno de los artífices junto con Julio Meinvielle y Carlos Sacheri del Instituto de Filosofía Práctica, del cual fue director.

 

Con aquella comisión comenzaron a trabajar dos mujeres que le dieron un sello característico a la Sociedad Tomista Argentina: María Celestina Donadío Maggi de Gandolfi, y María Liliana Luckac de Stier. A su vez, las sucesivas Semanas Tomistas desarrolladas en esta etapa contaron con la participación de importantes autores argentinos y extranjeros. Entre los primeros, estaban Félix Lamas, Héctor Hernández, Abelardo Pithod, Roberto Brie, Carlos I. Massini Correas, las profesoras Zelmira Zeligmann y María Fernanda Balmaceda Cinquina, los sacerdotes Domingo Basso, Francisco Leocata, Pablo Carlos Sicouly, y los obispos Héctor Aguer y Pedro Daniel Martínez. En cuanto a los segundos se destacan el sacerdote holandés Leo Elders (SVD); el padre Juan José Sanguineti, argentino, residente en Italia; Juan Antonio y José Luis Widow; y Juan Carlos Ossandón Valdés, de Chile.

 

TERCERA ETAPA

 

Una tercera etapa comienza con el reconocimiento legal de la institución. En efecto, el 13 de febrero de 1995 la Sociedad Tomista Argentina fue inscrita en la Inspección General de Personas Jurídicas, como una asociación civil. Firmaron el acta constitutiva monseñor Derisi, el canónigo Gustavo Eloy Ponferrada, Juan Alfredo Casaubon, María Celestina Donadío Maggi de Gandolfi, María Liliana Luckac de Stier, Mario Enrique Sacchi, Néstor Felipe Fredes, y los presbíteros Eduardo María Taussig e Ignacio Andereggen.

 

EPÍLOGO

 

Las Semanas Tomistas continuaron regularmente (una por año), con participación creciente de importantes autores argentinos y extranjeros.

Monseñor Octavio Derisi decía que toda empresa que tenga como guía a Santo Tomás de Aquino debía hacer suyas las palabras del Doctor angélico, enunciadas en el comienzo de la Suma Contra Gentiles: “Aunque el oficio exceda nuestras propias fuerzas, confiamos en la divina misericordia para manifestar la verdad y eliminar el error”.