sábado, 14 de diciembre de 2024

ALGUNOS RIESGOS

 

 espirituales y psicológicos de la «Sanación Intergeneracional»

 

Pía Hirmas

Infocatólica, 27/11/24

 

Recientemente, la Conferencia Episcopal Española ha emitido un pronunciamiento sobre la así llamada «Sanación Intergeneracional». Esta es una doctrina novedosa, de orígenes protestantes y junguianos, que se ha difundido mucho entre los católicos que buscan una explicación y solución a sus problemas y sufrimientos. Sin poner en tela de juicio la buena intención de sus difusores y algunos aspectos rescatables, es necesario corregir los errores y los efectos negativos que deja en el alma de sus adeptos esta doctrina.

 

Los errores doctrinales breve y claramente han sido respondidos en este magnífico texto del episcopado español y esperamos tenga eco en toda América. Sin embargo, lo que no toca, porque no es el lugar, pero es apremiante advertir y corregir, es el enorme daño espiritual y eclesial que deja a su paso.

 

Primero, como dice el texto, una muy deformada y pobre comprensión de los sacramentos y su efecto: bautismo, penitencia y comunión, además de la liberalidad con la que se altera gravemente la liturgia eucarística.

 

Segundo, una idea de que cualquiera puede «construir» doctrina católica a partir de sus intuiciones y experiencias, lecturas alternativas, intercambios o seminarios con grupos y líderes espirituales no debidamente orientados magisterialmente por la autoridad competente. Difundiendo sutil o abiertamente una sospecha sobre las autoridades eclesiales, que con santo fundamento corrigen estos errores, considerándolos rígidos e ignorantes. Como si no hubiera otra explicación a los fenómenos que ellos observan o experimentan más que esta línea de interpretación. Muchas veces no hay la humildad característica de los santos para someter sus textos a revisión y corrección por el tribunal eclesial antes de publicarlos. Falta espíritu crítico para abrirse a otros elementos para explicar las heridas y pecados repetidos transgeneracionalmente. Por ejemplo, malas dinámicas emocionales y afectivas sistémicas, daño neurológico, temperamento, educación y acción ordinaria y extraordinaria del demonio.

 

Este último punto es una tercera mala consecuencia: la falta de comprensión de la sana distinción de la acción ordinaria, (tentación) y la extraordinaria (posesión, vejación/obsesión e infestación) del demonio. Usando «técnicas» u oraciones de liberación no aprobadas, sin un buen discernimiento y sin la debida autorización del Ordinario, generando un enorme sufrimiento y confusión en las almas. Un profundo sentimiento de culpa, de impotencia, ante la acción del mal que parece elevarlo a una visión maniquea del demonio y su dominio, como si fuera tan fuerte y potente como Dios mismo a pesar de reconocer que ha sido vencido por Cristo. Las víctimas son muchas veces traumatizadas en este tipo de oraciones, por lo mismo muchos terapeutas desaconsejan seguir atendiendo a estos grupos si quieren comenzar tratamiento psicoterapéutico.

 

Una cuarta consecuencia, es que a su vez genera una dependencia psicológica y espiritual del líder espiritual (sacerdote, religioso, consagrado o laicos) que ofrecen este beneficio liberador. Se va promoviendo un dominio de conciencia y un sometimiento a lo que exclusivamente el «promotor» considera correcto. Las personas que vienen en condiciones de vulnerabilidad, en un primer momento se les promete una ayuda que en ocasiones infantiliza, aísla de un sano entorno eclesial y familiar, y después terminan por desarrollar lo que propiamente es un abuso narcisista (de tipo abuso espiritual) con claros síntomas de síndrome postraumático en sus casos más avanzados. A veces no es notorio en un comienzo, porque se generan animadas formas comunitarias que «sanan» la soledad y sufrimiento de las personas que se acercan a pedir ayuda, y en cierto sentido están «anestesiadas» con este alivio.

 

El problema es cuando empiezan a cuestionar o se sienten insatisfechos de esta espiritualidad. Comienza un ostracismo y una campaña de desacreditación, propia de grupos sectarios, agravando las heridas que originalmente las llevaron allí. La mentalidad sectaria con todos sus componentes es mucho más común de lo que imaginamos siempre que se dan grupos cerrados y no ordenados por una autoridad que balancee su influencia en los miembros. Los sacerdotes bien formados y sobre todo los obispos, deben cuidar que se corrijan estos errores porque aunque de momento los números de asistencia son entusiasmantes, poco a poco es a costa de una protestantización de la fe católica. Debemos cuidarnos de no ser lobos para nuestros hermanos y ser más bien maestros que enseñan la Doctrina en su pureza original para bien de las almas y gloria de Dios.