los inicios de Montoneros, la violencia, la
conflictiva relación con Perón y una autocrítica que deja un sabor a nada
Adrián Pignatelli
Infobae, 20 Dic,
2024
Este jefe
montonero, que asegura que nunca lo mataron porque sus compañeros pusieron
énfasis en protegerlo, es hijo de un ingeniero y de una maestra y nació en el
barrio de Floresta el 24 de enero de 1948. Hizo la primaria en Ramos Mejía y la
secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires, del que egresó en 1966 y se
anotó en la Facultad de Agronomía de la UBA.
Integró el grupo
fundador de la organización terrorista Montoneros, junto a Fernando Abal
Medina, Carlos Ramus, Emilio Maza, Carlos Capuano Martínez y Norma Arrostito,
entre otros.
Para ellos, el
peronismo era el camino hacia la revolución y en su ideario convivían ideas del
catolicismo progresista con socialistas de izquierda. Firmenich encontró ideas
en la trayectoria política de John William Cooke y en el profesor y teórico
marxista Régis Debray.
Sus inicios en la
militancia habían sido en la Juventud Estudiantil Católica, donde se relacionó
con Carlos Mugica, un cura que trabajaba en la villa 31, de Retiro, y de gran
influencia en su pensamiento. Mugica sería asesinado el 11 de mayo de 1974 por
la Triple A o algunos sostienen que por los propios montoneros.
La organización se
dio a conocer cuando el 29 de mayo de 1970 secuestró y asesinó al general Pedro
Eugenio Aramburu, luego de someterlo a un “juicio popular” en los sótanos de
una estancia del oeste bonaerense.
Para ellos, el
asesinato de Aramburu no solo fue porque había sido uno de los responsables de
la caída del gobierno de Perón o del ocultamiento del cadáver de Evita, sino
que fue una respuesta a la impunidad de la oligarquía y al bando liberal, ya
que al hecho pretendieron darle una trascendencia histórica relacionada a una
defensa del revisionismo.
En septiembre de
ese año Abal Medina y Ramus fueron abatidos en la pizzería La Rueda de William
Morris. Y cuando en julio de 1971 fue muerto José Sabino Navarro, Firmenich
quedó como cabeza de la organización. Nacía el comandante Pepe.
En sus inicios
Montoneros estaba integrado por un puñado de hombres y tres años después
llegaría al centenar, gracias a que adhirieron otras organizaciones armadas
menores. Luego alcanzarían, según los historiadores, a tres mil miembros.
Declarados
peronistas, los guerrilleros entonces contaron con el tácito beneplácito de
Perón, exiliado en España. Sin embargo, cuando regresó al país luego de 17 años
y luego con Héctor Cámpora en el gobierno, intentó sin suerte desactivar a las
organizaciones armadas. Pero el país estaba sumido en un espiral imparable de
violencia y de muerte.
El ex presidente
no podía creer lo que sucedió entonces en Ezeiza en su regreso definitivo,
cuando la derecha liderada por José López Rega y el coronel Jorge Osinde, a
cargo de la custodia del multitudinario acto, se tirotearon con la Juventud
Peronista y los Montoneros, ya que ambas facciones pugnaban por ocupar el
primer lugar frente al palco. Por lo menos 13 muertos y un centenar de heridos
fue el saldo de esa lamentable jornada.
Los violentos
episodios en el aeropuerto fueron una muestra palpable de la división en el
peronismo y Perón, quien creía que su presencia en el país sería prenda
suficiente para calmar a unos y otros, terminó culpándolo a Cámpora, cuyo
gobierno se había volcado a la izquierda, y lo hizo renunciar, luego de un
cortísimo período de 49 días en el cargo. Luego de un interinato de Raúl
Lastiri, se celebraron elecciones en la que resultó ganador la fórmula
integrada por Perón y su esposa Isabel.
Los montoneros
veían con buenos ojos una fórmula compartida Perón-Balbín, como se trabajó en
silencio en ciertos sectores que calculaban que el general viviría poco y que
necesitarían a un político de experiencia para hacerse cargo del gobierno.
Perón -que no
mucho tiempo atrás había hablado de “la juventud maravillosa”- no quería saber
nada con las organizaciones terroristas, pero no sabía cómo pararlas. La
organización Montoneros, para mandarle un mensaje, asesinó dos días después de
las elecciones, el 25 de septiembre de 1973 a José Ignacio Rucci, secretario
general de la CGT, cumpliendo la promesa de lo que cantaban en los actos de
“Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Perón, en el
velatorio, dijo que le habían matado a un hijo, que esas balas habían sido para
él, y que le “habían cortado las patas”. Firmenich, tiempo después admitiría
que había sido un error político.
Cuando Perón elevó
al Congreso un proyecto de legislación antisubversiva, los diputados peronistas
de izquierda se negaron a votarla. Los legisladores renunciaron y la dirección
de Montoneros se alejó del gobierno, mientras nadie podía parar la ola de
violencia, asesinatos, atentados y copamientos de unidades militares.
Perón había
cortado el diálogo con ellos, y entonces los montoneros acudieron al líder
radical Ricardo Balbín, de trato permanente con el anciano presidente, para que
intercediese, gestión que no rindió ningún fruto.
Mientras tanto en
febrero de 1974 Firmenich -a esa altura un jefe que no toleraba que se
discutiesen sus órdenes- fue detenido por la Policía Federal por estar armado y
llevar documentos falsos, pero días después fue liberado por orden del propio
Jefe de la Policía, lo que le valió un proceso en su contra.
El quiebre final
con la organización fue durante el acto del Día del Trabajador en Plaza de
Mayo. Ese 1 de mayo de 1974, detrás de un vidrio blindado -un escenario
impensado en la liturgia peronista en el balcón de la Rosada- Perón se refirió
a los montoneros como “estúpidos” e “imberbes”, y mitad de la plaza quedó vacía
cuando éstos se retiraron.
Ya con Isabel
Perón en el gobierno, dos semanas después de la muerte de Perón, un comando
montonero asesinó al radical Arturo Mor Roig, mientras almorzaba en San Justo.
Mor Roig había sido ministro del Interior en la presidencia de Alejandro
Agustín Lanusse y durante su gestión había tenido lugar la evasión y muerte de
guerrilleros en Trelew. Firmenich aseguraría que había sido una idea de un
grupo aislado y no una decisión orgánica. Sin embargo, reivindicó el asesinato
del jefe de la Policía Federal comisario Alberto Villar y su esposa, cuando
colocaron una bomba en el yate en el que paseaban por el Tigre.
Haría falta otra
nota para enumerar en detalle otros hechos, como los asesinatos del empresario
Francisco Soldati y de Miguel Padilla, subsecretario de Planeamiento, el robo
de armas de cuarteles policiales y de comisarías, el rescate de los presos del
Buen Pastor o la voladura del Golf Club de Tucumán. O la bomba en el comedor de
la Superintendencia de Seguridad Federal, de julio de 1976.
Montoneros decidió
el 6 de septiembre de ese año pasar a la clandestinidad y la organización
volvería a tener notoriedad días después cuando secuestró a los hermanos Juan y
Jorge Born, operativo del que participó Rodolfo Galimberti, jefe de la Columna
Norte. La organización cobró un millonario rescate, que aún hoy es tema de
debate ya que no se sabe con certeza cuál fue su destino y en qué fue empleado.
En 1975 fueron
declarados ilegales por el gobierno, y no sirvió que se presentasen a
elecciones en Misiones con el rótulo de Partido Peronista Auténtico.
Firmenich
admitiría que ellos sabían que se venía un golpe militar y que tendrían muchos
militantes muertos. Caída Isabel, cuando en un operativo estuvo por ser
capturado, decidió escapar del país para salvar su vida. Vivió en Italia,
México y Cuba.
Muchos de los
militantes montoneros, sin conducción, cayeron bajo el aparato represivo
militar, que provocó miles de desapariciones y diversas violaciones a los
derechos humanos.
Montoneros intentó
una reorganización y aprovecharon el mundial de fútbol de 1978, que se jugaba
en Argentina, para desarrollar una campaña de propaganda en Europa. También el
jefe montonero evaluó una operación que hiciera caer al gobierno de Videla y
que fuera reemplazado por uno de la organización.
En 1980 idearon la
operación “Guardamuebles”, cuando 13 montoneros ingresaron al país con el apoyo
de otros dos desde Brasil. En menos de un mes todos fueron muertos.
Al año siguiente,
planearon la llamada “Contraofensiva”, ya que Firmenich era de la disparatada
idea de que un puñado de militantes insurrectos bastarían para que las masas se
encolumnasen detrás de ellos para terminar con la dictadura militar.
Pero no previeron
que la organización estaba infiltrada por la inteligencia y los 1600 militantes
que enviaron a esta trágica operación, terminaron muertos y desaparecidos.
Martin Andersen, corresponsal de The Washington Post en nuestro país durante la
dictadura, aseguró en un libro que Firmenich en realidad era informante de los
militares y él habría estado relacionado con la caída de de los militantes.
Cuando se
anunciaron las elecciones presidenciales de 1983, los montoneros tuvieron en el
catamarqueño Vicente Leónidas Saadi a su precandidato y La Voz, el diario donde
difundían su ideario. Con el reinicio de la actividad política, muchos
montoneros se sumaron al justicialismo.
El 13 de febrero
de 1984 Firmenich fue detenido en Brasil por la solicitud de extradición que
formuló el gobierno constitucional de Raúl Alfonsín. Fue extraditado y
condenado a 30 años de prisión por homicidio y secuestro, junto con Fernando
Vaca Narvaja y Roberto Perdía.
Gracias al decreto
2742 del 29 de diciembre de 1990, firmado por Carlos Menem, en el que lo
indultaba fue liberado. Alejado de la política, se recibió de licenciado en
Economía en la UBA en febrero de 1996 -había empezado en el centro universitario
de Villa Devoto- con el mejor promedio de su promoción, aunque no recibió el
diploma de honor como se acostumbra por la campaña llevada adelante por el
centro estudiantil. Los memoriosos recuerdan que en las clases los estudiantes
le hacían el vacío alrededor, sentándose alejados de él. “Nos irrita su sola
presencia, nosotros no lo indultamos”, decían. El, por las dudas, iba siempre
acompañado. Se radicó en Barcelona, donde se doctoró en Economía y se dedicó a
la docencia.
Estaba casado con
María Elpidia Martínez Agüero, quien estuvo presa varios años durante la
dictadura. De una familia tradicional de Córdoba, estaba emparentada con el ex
vicepresidente del Alfonsín, el radical Víctor Martínez. Tienen cinco hijos.
En mayo de 1995,
en momentos en que el general Martín Balza puso en agenda la cuestión de la
autocrítica sobre lo hecho durante la dictadura, participó del programa Tiempo
Nuevo, conducido por Bernardo Neustadt, donde afirmó que todos habían sido
responsables, tanto militares como guerrilleros de la violencia que se vivió, y
aplaudió la iniciativa del entonces Jefe del Ejército.
Al año siguiente
presentó en La Matanza su propuesta política, a la que definió como “una
corriente de opinión”, en el que cuestionaba al modelo menemista -votó al
presidente en 1995- aunque defendía las privatizaciones y la convertibilidad.
En 2001 envió,
desde Barcelona, un documento que tituló “Bases políticas para la refundación
del Movimiento Peronista Montonero”, que lo elaboró como una propuesta
alternativa al modelo de entonces, que hizo mucho menos ruido que esa llave
inglesa sobre la morsa para acallar la impunidad de una primera muerte a la que
le seguirían miles.