Claudia Peiró
Infobae, 07 Dic,
2024
Insólitamente, las
autoridades de Malvinas impidieron el ingreso a las islas de una imagen de la
Santa Patrona de la Argentina. ¿Miedo reverencial?
El incidente tuvo
lugar el miércoles pasado, en ocasión del viaje número 31 de familiares de
combatientes de Malvinas al cementerio argentino en Darwin para visitar la
tumba de sus seres queridos caídos en la Guerra del Atlántico Sur.
Viajaron 150
personas, entre padres, hijos y hermanos. Como todos, éste también fue un viaje
muy emotivo. En particular para un grupo de unos 26 padres y madres de más de
85 años: para la mayoría de ellos era la primera -y probablemente la única-
peregrinación al sitio donde descansan los restos de sus hijos. A la tierra que
los vio morir por la Patria.
En las valijas,
además de banderas y recuerdos, llevaban la imagen de la Virgen de Luján. No
era cualquier imagen, sino la misma que estuvo en las islas durante casi toda
la guerra y luego permaneció 37 años en poder de los británicos, hasta que fue
restituida en octubre de 2019. Se trata de una imagen pequeña, de apenas 38 cm
de altura.
Sorprendentemente,
se le negó la entrada a las islas. Ni siquiera pudieron bajarla del avión. La imagen debió permanecer a bordo del vuelo chárter
de la empresa Andes, costeado por Aeropuertos Argentina, merced a la
generosidad del empresario Eduardo Eurnekian.
Lo más llamativo
fue el argumento: la Virgen de Luján no desembarca porque estuvo en la guerra.
En concreto, la imagen
de la Santa Patrona de la Argentina tenía vetada la entrada a Malvinas porque
es un símbolo que remite a la guerra. Si hubiesen traído otra, no habría habido
problema, dijeron.
La imagen de la
Virgen de Luján llegó a Malvinas el Viernes Santo del 9 de abril de 1982. La
llevó uno de los capellanes militares que estuvieron en la isla: monseñor Roque
Manuel Puyelli. El 8 de mayo de 1982, en su día, la imagen de la Virgen de
Luján, fue llevada en procesión a través de la isla y venerada por los soldados.
Hacia el fin de la
guerra, fue depositada en la parroquia Saint Mary de las Islas Malvinas, y
cuando concluyó el conflicto, los británicos la enviaron a Inglaterra. Fue
instalada en la Catedral de San Miguel y San Jorge de Aldershot, en el condado
de Hampshire, sede del obispado castrense británico. Allí fue entronizada en
memoria de los caídos durante el conflicto bélico.
Una placa
indicaba: “Los argentinos invadieron las Islas Malvinas en 1982 y llevaron con
ellos esta estatua de Nuestra Señora de Luján. Después de su rendición dejaron
la imagen con el prefecto apostólico de las islas, monseñor Dan Spraggon. Él se
la presentó al padre Alfred Hayes, quien estaba con las fuerzas británicas a lo
largo de la campaña”.
Finalmente, por
iniciativa de un dirigente laico de la diócesis de Quilmes, Daniel Doronzoro, y
mediante la gestión del Vicario Castrense, monseñor Santiago Olivera, la imagen
fue restituida a la Argentina en el año 2019.
Fue en una
ceremonia en El Vaticano, presidida por el papa Francisco. El primer domingo de
noviembre de ese año, la Virgen volvió al país y fue recibida con honores en el
aeropuerto de Ezeiza, y llevada luego en caravana hasta la Basílica de Luján.
Dado este
impresionante derrotero, es comprensible que la delegación de familiares que
viajó a Malvinas haya querido llevar esta imagen en su visita al cementerio de
Darwin.
Y es entendible
que haya tenido un efecto tan impactante en las autoridades de las islas como
para no querer ni siquiera verla.
Pero, visto el
argumento esgrimido -”porque estuvo en la guerra”- la pregunta que cabe es,
parafraseando a Stalin, ¿cuántas divisiones tiene la Virgen? ¿Cuánto poder de
fuego como para justificar este temor reverencial?
Salvo que sea el
reconocimiento del poder a la autoridad.
Los ocupantes de
Malvinas pueden impedir el desembarco de la Virgen de Luján en la isla. Pueden
prohibir que queden banderas en Darwin. Pueden poner un mástil con la insignia
británica en medio de la ruta que lleva del aeropuerto al cementerio, para que
las delegaciones de familiares la vean.
Pero parece que,
frente a la autoridad espiritual de la Virgen su poder se siente amenazado.
Irónicamente, es
como la kryptonita que neutraliza la fuerza de Superman.
Por mucho poder
que tenga el gobierno local, este gesto de prohibir el ingreso de la imagen de
una Virgen revela debilidad.
¿El poder se
inclina ante la autoridad? La autoridad es una categoría de orden moral,
distinta del poder que es de orden físico. No es la primera vez, ni será la
última, que un poder se sienta amenazado por la fuerza de lo espiritual.
Es obvio que ellos
tienen actualmente el poder de vetarle la entrada a quien quieran.
Pueden prohibir
que se enarbolen banderas en Darwin; sólo se las puede mostrar a nivel de la
cintura. Si flamean, es señal de guerra.
Pero esta conducta
también revela la importancia que los británicos les dan a los símbolos. Porque
saben que éstos representan la dimensión de lo espiritual, de las creencias, de
la fe, de lo trascendente.
Es algo de lo que
deberían tomar nota nuestros dirigentes, tan proclives a desdeñar las
tradiciones y los protocolos. Casi parece que los británicos le atribuyen más
significado a nuestros propios símbolos que muchos de nuestros políticos.
En el año 2022, el
historiador Sebastián Sánchez publicó “El altar y la guerra”, un libro que
reconstruye un aspecto invisibilizado de la guerra: “La desmalvinización
también incidió en el olvido de la dimensión espiritual” del conflicto, dijo
Sánchez en entrevista con Infobae. “La presencia de los capellanes [N. de la R:
22 en total], la presencia de la Iglesia en Malvinas, señala una de esas
cuestiones mutiladas, no abordadas, que es la de la espiritualidad en la Guerra
-decía- Si uno le pregunta a cualquiera de nuestros veteranos, la vida
espiritual estuvo omnipresente durante la gesta”.
Finalmente, se
podría concluir que en el temor también anida el reconocimiento.
Reconocimiento a
la autoridad espiritual, incluso por parte de quienes detentan hoy el poder, pero
saben que no son parte de la verdad.