Alberto Buela
En diciembre y en enero explotaron dos libros en Francia
que conmovieron a la opinión pública, el de Eric Zemmour Le suicide francais y el de Michel Houellebecq Soumission. Estos son dos autores que forman parte de la república
de las letras que se han sublevado, casi sin quererlo, contra la policía del
pensamiento que ejerce la izquierda culturosa.
Zemmour es un ensayista de izquierda, argelino de origen
judío, que acaba de vender más de medio millón de ejemplares de un libro en
donde muestra con lujo de detalles que Francia se viene suicidando por falta de
una política nacional patriota.
Houllebecq cuyo apellido verdadero es Thomas, es un
novelista de izquierda, de la isla Reunión que en su novela Soumission cuenta que Francia dentro de
treinta años estará gobernada por musulmanes y que sus instituciones
desaparecerán.
Estos son los dos casos más publicitados de lo que se
podemos llamar “el stablisment crítico”. Pero este movimiento no termina ni se
agota con ellos. Así podemos sumar a Régis Debray, reconocido marxista, (la
izquerda hoy es franco fóbica. Perdió sus ideales); a Richard Millet, del
comité de lectura de ediciones Gallimard, de lo más granado de la izquierda
culturosa, (no puedo más mantenerme en el Olimpo de las letras, yo estoy en
guerra contra todo esto); Renaud Camus, de la revista Gai Pied,(la sobrerrepresentación de un grupo étnico como el judío
en el staff de France Culture es un verdadero despropósito); Alain
Finkielkraut, es un defensor del sionismo (la izquierda está muda de ideas). Michel
Onfray, autor del Tratado de ateología, ( la izquierda no tiene nada que
decir). Jacques Ranciere (la disidencia al pensamiento único es la tarea).
A estos autores, todos invariablemente de izquierda
podemos agregar dos testimonios, uno político y otro masmediático. El primer
secretario del partido socialista Cambadélis afirmó: después de diez años la
izquierda ha perdido la batalla de las ideas. Y Nicolas Truong, jefe del
servicio ideas-debate de diario Le Monde, afirmó: el pensamiento alternativo,
llamado nueva derecha, está en tren de ganar la batalla de las ideas.
Pero al mismo tiempo se ha producido el surgimiento de
una seria de pensadores significativos como el católico Philippe Muray
(1945-2006) autor de Homo festivus, que es una demolición del progresismo; el
neopagano Alain de Benoist (1943-) pensador prolífico creador de una escuela de
pensamiento como la mal denominada Nouvelle droit; Jean Claude Michéa, autor
del imperdible La escuela de la
ignorancia y sus condiciones modernas.
Ante todo este panorama del movimiento de las ideas, hoy día en Francia, en Argentina el gobierno
progresista y de pseudo izquierda de los Kirchner lanza el Foro emancipación e igualdad en el
céntrico teatro Cervantes invitando a la izquierda más recalcitrante y vieja
como los: Chomsky, Vattimo, el brasileño Leonardo Boff. El resto de los
invitados, todos de la izquierda enmohecida, son de una insignificancia
absoluta.
Es sabido que lo que está sucediendo en Francia ocurre, mutatis mutandi en toda Europa, será por
aquello que “cuando Francia estornuda, Europa se resfría.”
Es decir, que el gobierno está hoy en Argentina en el
orden del pensamiento y las ideas ante un dilema de acero: Si Francia es, como
lo es para el sedicente pensamiento ilustrado nativo, la productora de las
ideas y su sentido, están meando fuera del tarro. Y si Francia no es la
productora de ideas están también en el camino opuesto. Por un lado o por el
otro siempre están en contra del pensamiento francés y europeo contemporáneo lo
cual, para el pensamiento progresista es una contradicción flagrante. Pero
están tan infatuados en la cresta del poder que no se dan cuenta de sus actos
contradictorios.
Al menos en Europa, todo indica que la izquierda fue: no
piensa, no produce, no genera ideas, en una palabra, es algo muerto.
En cuanto a la derecha tradicional está muerta desde la
segunda guerra mundial. Los últimos gobiernos de esta tendencia, por ej. El de
Franco terminó en un desarrollismo liberal y el de Strossner en Paraguay en una
dictadura comercial y de un capitalismo de amigos.
La única posibilidad que se abre hoy día a un pensamiento
creador es el pensamiento alternativo, no
conformista y disidente. En eso
estamos nosotros desde hace treinta años. Y en nuestro país, el peronismo como
revolución inconclusa sigue ofreciendo inmejorables fuentes de ideas: romper
con el monopolio de la representación política que ejercen los partidos,
profundizar la idea de comunidad nacional, intentar crear un gran espacio
suramericano autocentrado, recuperar la genuina religiosidad popular en tanto
que movimiento profundamente humanista y profundamente cristiano, dar poder a
la organizaciones libres del pueblo ante un Estado superado en poder por los
grupos concentrados.
En fin, como vemos se abre toda una posibilidad de crear,
de inventar a partir propuesta auténticas que surgen de nuestra propias
necesidades y no por imitación de otras en otras latitudes.