Resumen
CARTA ENCÍCLICA
CARITAS IN VERITATE
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XVI
2009
5. La caridad es
amor recibido y ofrecido. Es «gracia» (cháris). La doctrina social de la
Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es «caritas
in veritate in re sociali», anuncio de la verdad del amor de Cristo en la
sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad.
El desarrollo, el
bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos
que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se
estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo
verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se
deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos
disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de
globalización, en momentos difíciles como los actuales.
6. «Caritas in
veritate» es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia,
un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la
acción moral.
7. Junto al bien
individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el
bien común. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos,
familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social
Trabajar por el
bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones
que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que
se configura así como pólis, como ciudad.
9. Abierta a la
verdad, de cualquier saber que provenga, la doctrina social de la Iglesia la
acoge, recompone en unidad los fragmentos en que a menudo la encuentra, y se
hace su portadora en la vida concreta siempre nueva de la sociedad de los
hombres y los pueblos[12].
12. No hay dos
tipos de doctrina social, una preconciliar y otra postconciliar, diferentes
entre sí, sino una única enseñanza, coherente y al mismo tiempo siempre nueva.
13. Además de su
íntima unión con toda la doctrina social de la Iglesia, la Populorum progressio
enlaza estrechamente con el conjunto de todo el magisterio de Pablo VI y, en
particular, con su magisterio social.
15. Otros dos
documentos de Pablo VI, aunque no tan estrechamente relacionados con la
doctrina social —la Encíclica Humanae vitae, del 25 de julio de 1968, y la
Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, del 8 de diciembre de 1975— son muy
importantes para delinear el sentido plenamente humano del desarrollo propuesto
por la Iglesia.
La Encíclica
Humanae vitae subraya el sentido unitivo y procreador a la vez de la
sexualidad, poniendo así como fundamento de la sociedad la pareja de los
esposos, hombre y mujer, que se acogen recíprocamente en la distinción y en la
complementariedad; una pareja, pues, abierta a la vida. No se trata de una
moral meramente individual: la Humanae vitae señala los fuertes vínculos entre
ética de la vida y ética social, inaugurando una temática del magisterio que ha
ido tomando cuerpo poco a poco en varios documentos y, por último, en la
Encíclica Evangelium vitae de Juan Pablo II La Iglesia propone con fuerza esta
relación entre ética de la vida y ética social, consciente de que «no puede
tener bases sólidas, una sociedad que —mientras afirma valores como la dignidad
de la persona, la justicia y la paz— se contradice radicalmente aceptando y
tolerando las más variadas formas de menosprecio y violación de la vida humana,
sobre todo si es débil y marginada»
24. En nuestra
época, el Estado se encuentra con el deber de afrontar las limitaciones que
pone a su soberanía el nuevo contexto económico-comercial y financiero
internacional, caracterizado también por una creciente movilidad de los
capitales financieros y los medios de producción materiales e inmateriales.
Este nuevo contexto ha modificado el poder político de los estados.
Hoy, aprendiendo
también la lección que proviene de la crisis económica actual, en la que los
poderes públicos del Estado se ven llamados directamente a corregir errores y
disfunciones, parece más realista una renovada valoración de su papel y de su
poder, que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean
capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con nuevas
modalidades de ejercerlos.
28. Uno de los
aspectos más destacados del desarrollo actual es la importancia del tema del
respeto a la vida, que en modo alguno puede separarse de las cuestiones
relacionadas con el desarrollo de los pueblos. Es un aspecto que últimamente
está asumiendo cada vez mayor relieve, obligándonos a ampliar el concepto de
pobreza y de subdesarrollo a los problemas vinculados con la acogida de la
vida, sobre todo donde ésta se ve impedida de diversas formas.
La situación de
pobreza no sólo provoca todavía en muchas zonas un alto índice de mortalidad
infantil, sino que en varias partes del mundo persisten prácticas de control
demográfico por parte de los gobiernos, que con frecuencia difunden la
contracepción y llegan incluso a imponer también el aborto. En los países
económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están
muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo
a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de
transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural.
Algunas
organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a
veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización,
incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura,
existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se
condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la
imposición de un fuerte control de la natalidad. Preocupan también tanto las
legislaciones que aceptan la eutanasia como las presiones de grupos nacionales
e internacionales que reivindican su reconocimiento jurídico.
La apertura a la
vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se
encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la
motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero
bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una
nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la
vida social.
30. En esta línea,
el tema del desarrollo humano integral adquiere un alcance aún más complejo: la
correlación entre sus múltiples elementos exige un esfuerzo para que los
diferentes ámbitos del saber humano sean interactivos, con vistas a la
promoción de un verdadero desarrollo de los pueblos.
34. El ser humano
está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión
trascendente.
Además, la
exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a «injerencias» de
carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos
incluso de manera destructiva.
La esperanza
sostiene a la razón y le da fuerza para orientar la voluntad
Por su naturaleza,
el don supera el mérito, su norma es sobreabundar.
Al ser un don
recibido por todos, la caridad en la verdad es una fuerza que funda la
comunidad, unifica a los hombres de manera que no haya barreras o confines.
. Al afrontar esta
cuestión decisiva, hemos de precisar, por un lado, que la lógica del don no
excluye la justicia ni se yuxtapone a ella como un añadido externo en un
segundo momento y, por otro, que el desarrollo económico, social y político
necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de
gratuidad como expresión de fraternidad.
35.. El mercado
está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula
precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales. Pero la doctrina
social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la
justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado,
no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino
también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el
mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los
bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita
para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de confianza
recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica.
No se trata sólo
de remediar el mal funcionamiento con las ayudas.
36. La actividad
económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la
lógica mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es
responsabilidad sobre todo de la comunidad política. Por tanto, se debe tener
presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente
producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la
justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios.
La Iglesia
sostiene siempre que la actividad económica no debe considerarse antisocial.
Por eso, el mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte
avasalle al más débil.
Es verdad que el
mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza,
sino por una cierta ideología que lo guía en este sentido. Por eso, no se deben
hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y
a su responsabilidad personal y social.
La doctrina social
de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas,
de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro
de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella.
El sector
económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza.
Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser
articulada e institucionalizada éticamente.
en las relaciones
mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como
expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad
económica ordinaria.
37. Hace algún
tiempo, tal vez se podía confiar primero a la economía la producción de riqueza
y asignar después a la política la tarea de su distribución. Hoy resulta más
difícil, dado que las actividades económicas no se limitan a territorios
definidos, mientras que las autoridades gubernativas siguen siendo sobre todo
locales.
es necesario que
en el mercado se dé cabida a actividades económicas de sujetos que optan
libremente por ejercer su gestión movidos por principios distintos al del mero
beneficio, sin renunciar por ello a producir valor económico.
Pero necesita
igualmente leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política,
además de obras caracterizadas por el espíritu del don.
38. En la Centesimus
annus, mi predecesor Juan Pablo II señaló esta problemática al advertir la
necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la
sociedad civil
La solidaridad es
en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la
puede dejar solamente en manos del Estado. hoy es necesario decir que sin la
gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia.. Junto a la empresa privada,
orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben
poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que
persiguen fines mutualistas y sociales.
En este caso,
caridad en la verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las
iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más allá de
la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí
mismo.
41. El mercado
único de nuestros días no elimina el papel de los estados, más bien obliga a
los gobiernos a una colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la
prudencia aconsejan no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado.
Con relación a la solución de la crisis actual, su papel parece destinado a
crecer, recuperando muchas competencias. Hay naciones donde la construcción o
reconstrucción del Estado sigue siendo un elemento clave para su desarrollo. No
es necesario que el Estado tenga las mismas características en todos los
sitios: el fortalecimiento de los sistemas constitucionales débiles puede ir
acompañado perfectamente por el desarrollo de otras instancias políticas no
estatales, de carácter cultural, social, territorial o religioso. Además, la
articulación de la autoridad política en el ámbito local, nacional o
internacional, es uno de los cauces privilegiados para poder orientar la
globalización económica. Y también el modo de evitar que ésta mine de hecho los
fundamentos de la democracia.
42. Cuando se
entiende la globalización de manera determinista, se pierden los criterios para
valorarla y orientarla.
A pesar de algunos
aspectos estructurales innegables, pero que no se deben absolutizar, «la
globalización no es, a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de
ella»[104]. Debemos ser sus protagonistas, no las víctimas, procediendo
razonablemente, guiados por la caridad y la verdad. Oponerse ciegamente a la
globalización sería una actitud errónea, preconcebida, que acabaría por ignorar
un proceso que tiene también aspectos positivos, con el riesgo de perder una
gran ocasión para aprovechar las múltiples oportunidades de desarrollo que
ofrece. El proceso de globalización, adecuadamente entendido y gestionado,
ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala
planetaria como nunca se ha visto antes; pero, si se gestiona mal, puede
incrementar la pobreza y la desigualdad, contagiando además con una crisis a
todo el mundo. Es necesario corregir las disfunciones,
43. «La
solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un
deber».
Por ello, es
importante urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos
presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario
44. La concepción
de los derechos y de los deberes respecto al desarrollo, debe tener también en
cuenta los problemas relacionados con el crecimiento demográfico. Es un aspecto
muy importante del verdadero desarrollo, porque afecta a los valores
irrenunciables de la vida y de la familia. No es correcto considerar el aumento
de población como la primera causa del subdesarrollo,
Obviamente, se ha
de seguir prestando la debida atención a una procreación responsable que, por
lo demás, es una contribución efectiva al desarrollo humano integral.
del mismo modo que
la educación sexual no se puede limitar a una instrucción técnica, con la única
preocupación de proteger a los interesados de eventuales contagios o del
«riesgo» de procrear. Esto equivaldría a empobrecer y descuidar el significado
profundo de la sexualidad, que debe ser en cambio reconocido y asumido con
responsabilidad por la persona y la comunidad.
La apertura
moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Grandes
naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la
capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes
pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia,
precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las
sociedades de mayor bienestar. La disminución de los nacimientos, a veces por
debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a
los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del
ahorro y, consiguientemente, los recursos financieros necesarios para las
inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye
la reserva de «cerebros» a los que recurrir para las necesidades de la nación.
48. El tema del
desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación
del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso
representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las
generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y
en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo,
disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias.
Pero se ha de
subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como
más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes
neopaganas o de nuevo panteísmo: la salvación del hombre no puede venir
únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista.
El hombre
interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la cual es
orientada a su vez por la libertad responsable, atenta a los dictámenes de la
ley moral. Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no
pueden ignorar a las generaciones sucesivas,
56. La religión
cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si
Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la
dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina
social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa «carta de ciudadanía» de la
religión cristiana.
57. Para no abrir
la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la
globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y
planos diversos, que colaboren recíprocamente.
67. urge la
presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por
mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el
derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de
solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común comprometerse en la
realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores
de la caridad en la verdad.