jueves, 31 de marzo de 2022

EL ENGAÑO DE LA GUERRA

 

 movida por los ideales


Riccardo Cascioli


Brújula cotidiana, 31-03-2022

 

Incluso los católicos están fascinados por las motivaciones idealistas opuestas de la guerra en Ucrania: los valores occidentales de libertad contra el totalitarismo ruso o, por el contrario, la lucha de un líder cristiano ruso contra el Nuevo Orden Mundial. Pero no es ninguna de las dos cosas, la realidad es mucho más terrenal...

 

A lo largo de la historia se han librado muchas guerras en nombre de ciertos ideales, sin ninguna duda, pero lo más frecuente es que los ideales se utilicen como propaganda para cimentar el consenso público en torno a guerras cuyo propósito real es mucho más mundano. Cuestiones de poder, de intereses geopolíticos y económicos. Lo que está ocurriendo en Ucrania no es una excepción, aunque existe una marcada tendencia, incluso entre los católicos de ambos bandos, a revestir esta guerra de motivaciones idealistas muy improbables. Desinflar estos “idealismos” será entonces útil para despertar a una visión más realista de lo que está ocurriendo y volver a desear la rápida consecución de un acuerdo que silencie las armas, antes de que la situación se descontrole (el riesgo es muy alto teniendo en cuenta ciertos jefes de gobierno que nos encontramos actualmente).

 

Me limitaré a los dos relatos opuestos. El primero es el que en esta guerra considera a Ucrania como un símbolo de la defensa de los valores europeos de libertad y democracia frente al totalitarismo ruso, de la aspiración a la paz frente a la violencia prevaricadora de un país que ha seguido siendo imperialista a pesar del cambio de regímenes. Se trata de una repetición del modelo de la Guerra Fría en el que insisten el presidente ucraniano Zelensky y los gobiernos europeos para unir a la opinión pública occidental contra Putin y justificar el envío de armamento a Ucrania.

 

Que Rusia no es un modelo de democracia y libertad es evidente; que Putin ha cometido una grave e injustificable violación del derecho internacional al atacar a Ucrania debería ser igualmente evidente, pero afirmar que Putin se enfrenta a lo que durante la Guerra Fría se llamaba el “mundo libre” da bastante la risa. Si hay alguna institución internacional en la actualidad que se parezca mucho a la Unión Soviética es precisamente la Unión Europea, como nos han recordado repetidamente en los últimos años los gobiernos de los países que se incorporaron a la UE tras décadas en el Pacto de Varsovia.

 

Y si hoy estos países temen, comprensiblemente, el despertar de Rusia, ello no quita que la deriva socialista occidental sea más fuerte que nunca. Dos años de gestión de la pandemia sumados al terrorismo climático, la dictadura de género y la “Cultura de Cancelación” deberían haber dejado claro ya que Occidente se ha convertido en el hogar de un nuevo totalitarismo. Exactamente como advirtió Juan Pablo II: “Una democracia sin valores se convierte fácilmente en un totalitarismo abierto o sutil, como demuestra la historia” (Centesimus Annus, nº 46).

 

En lo que respecta específicamente a Estados Unidos, sólo los ingenuos pueden seguir creyendo que está motivado por el amor a la libertad de los pueblos: basta con echar un vistazo a los aliados de Estados Unidos en Oriente Medio. Pero es un hecho que sólo en esta crisis, los intereses estratégicos y económicos hacen que la administración Biden sople constantemente al fuego, al igual que las administraciones pasadas (anteriores a Trump) han jugado un papel importante en la desestabilización de la región. A esto hay que añadir necesariamente el protagonismo de la cuestión del aborto: sin ni siquiera molestar a la santa Madre Teresa de Calcuta, ¿pueden considerarse creíbles los gobiernos que promueven como derecho humano fundamental la eliminación de los seres humanos más indefensos cuando hablan de paz?

 

La segunda narrativa, por el contrario, considera que la Rusia de Putin defiende la tradición e identidad cristianas contra el corrupto Occidente y el Nuevo Orden Mundial. Que Occidente está corrupto y que hay un totalitarismo creciente en nuestras sociedades lo acabamos de decir. Pero que esto promueva automáticamente a Putin como defensor fidei es una idea cuanto menos extraña. Si efectivamente, como ha insinuado el patriarca moscovita Kirill, la guerra desatada por Putin es contra un Occidente que impone el Orgullo Gay como signo de pertenencia a la sociedad del bien, habría que decir que, como mínimo, se ha equivocado de objetivo: debería bombardear Bruselas en lugar de Donbass y Mariupol.

 

Las referencias espirituales y la cercanía a la Iglesia Ortodoxa tampoco deberían inducir a error: la religión como instrumentum regni no es nada nuevo en Rusia. Y también es muy peligroso utilizar la ecuación “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, porque por el mismo rasero tendríamos entonces que apoyar al fundamentalismo islámico y a China (¿quizás por eso un eminente prelado vaticano llegó a decir que China es el país que mejor aplica la Doctrina Social de la Iglesia?). Y es curioso que, para ir en contra de los odiados yanquis, se considere irrelevante o, peor, justificado, cuestionar la soberanía territorial de un país reconocido por la comunidad internacional, con destrucción, muertes y millones de refugiados. ¿Qué tienen que ver los pobres ciudadanos ucranianos que huyen con el Nuevo Orden Mundial (además, me gustaría que alguien definiera claramente lo que entiende por Nuevo Orden Mundial)? Creo que la gente no se da cuenta de la gravedad de ciertas afirmaciones: si se acepta la idea de Putin de que Ucrania no es un país, sino sólo una parte de Rusia, ¿por qué no acordar con Irán que Israel no existe?

 

La verdad es que si empezamos a liberar nuestras mentes de las visiones novelescas de la guerra y de los ideales que la impulsan, redescubriremos un sano realismo que nos haga mirar los verdaderos intereses en juego, y presionar para que los intereses opuestos encuentren un acuerdo en la mesa de negociaciones. Es curioso notar que la base de un acuerdo, tal y como está surgiendo en estas últimas horas, nos está haciendo preguntarnos: ¿No podíamos haber pensado en eso antes de desencadenar este lío? ¿Hay realmente alguien que pueda sentirse absuelto de la grave responsabilidad de haber provocado esta guerra?

miércoles, 30 de marzo de 2022

EN 2021

 

 

la pobreza llegó al 37,3% de la población y afectó a 17,4 millones de argentinos


Infobae, 30 de Marzo de 2022

 

El 37,2% de la población -unas 17,4 millones de personas- es considerada pobre en la Argentina y el 8,2% vive en condiciones de indigencia, informó este miércoles el Indec. De acuerdo a los datos del segundo semestre de 2021, de esta manera, los indicadores sociales principales mostraron una mejora respecto al 42% de pobreza que marcó el 2020 y el 40,6% de la primera mitad del año pasado.

 

Tanto la pobreza como la indigencia tuvieron un recorte, explicado por la recuperación económica superior al 10% en 2021 que fue acompañada por un rebote en los números de empleo. De todas formas, ese alivio fue muy parcial, en especial para las familias que viven de ingresos de empleos no registrados. Como referencia, los trabajadores informales perdieron por unos 12 puntos porcentuales contra la inflación.

 

Más allá de la mejora del segundo semestre de 2021, los indicadores sociales todavía están por detrás de los niveles que tenían antes de la irrupción de la pandemia. Como comparación, hacia fines de 2019, el último índice sin incidencia de la crisis sanitaria, mostró una pobreza de 35,5% de pobreza y un 8% de indigencia. En el peor momento de la pandemia, la pobreza llegó a tocar un pico de 42%, mientras que la indigencia tuvo su punto más alto en el primer semestre del 2021, con 10,7 por ciento.

 

 

Según la opinión de los analistas, la desocupación, que bajó al menor nivel desde 2017, puede ser una explicación que justifique la baja de los indicadores de pobreza e indigencia en comparación con 2020, cuando habían finalizado en 42% y 10,5%, respectivamente. También implicó una mejora en relación al primer semestre de 2021, con indicadores que alcanzaron el 40,6% y 10,7%, para cada caso.

 

La recuperación del empleo alivió la situación de muchos hogares durante el año pasado, en que la economía creció más de 10%, aunque estiman que una aceleración fuerte de la inflación podría rever la tendencia de mejora. En febrero el IPC fue de 4,7% y los alimentos crecieron un 7,5%, mientras que desde el sector privado y el propio Gobierno se espera que para marzo los indicadores sean incluso peores.

 

En ese sentido se puede leer el alarmante aumento de las canastas alimentarias. El costo de la canasta básica alimentaria (CBA) subió 9% durante febrero, por lo que una familia tipo integrada por dos adultos y dos menores, necesitó percibir ingresos por $37.413 para adquirir la cantidad mínima de alimentos y no caer en la indigencia (jubilación mínima: 32.000).

. Por su parte, la canasta básica total (CBT) aumentó 6,6% durante febrero, por lo cual esa misma familia tipo requirió percibir ingresos por $83.807 para no caer debajo de la línea de la pobreza.

 

La canasta básica –que además de alimentos incluye otros ítems del gasto como indumentaria, salud, transporte o educación– determina la denominada “línea de pobreza”. Es decir, los hogares con ingresos menores a la CBT son los que pasan a ser considerados pobres. De la misma manera, la canasta alimentaria –que tiene un alcance limitado a bienes de primera necesidad– es la que configura la “línea de la indigencia”: aquellas familias que no lleguen a cubrir los ingresos necesarios para adquirir la CBA son indigentes.

 

Cabe recordar que la semana pasada el organismo de estadísticas oficiales dio a conocer que la Argentina logró la menor desocupación desde 2017 y mostró un fuerte avance -de 3,5%- en la tasa de empleo, que creció de 40,1% a 43,6 por ciento. En el cuarto trimestre de 2021, la tasa de empleo alcanzó el 43,6% de la población. Asimismo, la tasa de desocupación cayó al 7% de la Población Económicamente Activa, y así se ubicó en su nivel más bajo desde 2016.

 

La pobreza en 2021: el impacto en todo el país

 

En el Gran Buenos Aires el índice de pobreza alcanzó el 37,3% y de esta forma tuvo una reducción de 7 puntos porcentuales en comparación con finales de 2020. En detalle, los partidos del Conurbano bonaerense tuvieron una reducción de 8,7 puntos en un año hasta 42,3% de la población. En la Ciudad de Buenos Aires, en tanto, tuvo un leve recorte desde 16,5% a 16,4% en su índice de pobreza. En este último caso, en el último semestre la proporción de la pobreza creció 2,5 puntos, y fue así uno de los pocos conglomerados urbanos con incrementos entre mitad y fines de 2021.

 

Por otra parte, las menores tasas de pobreza se dieron en las regiones Pampeana con una tasa de 35,3% (-6,8 puntos porcentuales semestral y -2,9 puntos interanual) y Patagónica con una tasa del 31,5% (-2,9 puntos semestral y -3,7 puntos interanual). Por el contrario, la región con mayor tasa de pobreza fue la de Cuyo (42,7%), única región en superar el 40% y única en registrar incremento de su tasa respecto al semestre anterior. Le siguieron las regiones del norte, con el NEA que alcanzó una tasa del 39,4% y el NOA del 39,2 por ciento.

 

Medido por rango etario, la pobreza afectó al 51,4% de los chicos y chicas de entre 0 y 14 años, mientras que el 12,6% de ellos fue indigente. Para quienes tienen entre 15 y 29 años, la tasa de pobreza fue de 44,2% y la de indigencia, de 10,4 por ciento. La franja entre 30 y 64 años sufrió una pobreza de 32,6%, con un 6,7% que ni siquiera llegó a cubrir la canasta alimentaria. Los jubilados (más de 65 años) tuvieron un 13% de pobreza y un 0,7% de indigencia.

 

Respecto a la llamada brecha es decir qué tan lejos una persona pobre o indigente de superar la línea que determina la pobreza o la indigencia, hacia finales de 2021 esa distancia era de casi 37% para el caso de la pobreza. Es decir, el ingreso promedio de una persona considerada pobre fue de $46.712, mientras que para no caer en esa condición hubiera necesitado $74.059. En ese mismo sentido, un indigente estuvo a $11.201 (35%) de distancia de evitar caer en la indigencia.

ASÍ BIDEN IRRITA A MOSCÚ

 


 y también perjudica a Europa


Gianandrea Gaiani


Brújula cotidiana, 30-03-2022


Son demasiadas las declaraciones fuera de lugar de Biden sobre Putin como para considerarlas meros lapsus de estilo: parecen tener el objetivo de endurecer a Moscú aplazando el inicio de negociaciones con el riesgo de provocar una aceleración de un conflicto que amenaza con desbordar a Europa. De nuevo surge la divergencia de intereses que separa desde hace tiempo a EE.UU. de Europa y la escasez de una UE que prefiere dejarse “comisionar”.

 

Las ya periódicas metidas de pata, o supuestas tales, del presidente Joe Biden, están socavando la unidad entre Estados Unidos y Europa sobre la guerra de Ucrania y la posición con Rusia surgida en los últimos días en las cumbres de la OTAN y el Consejo Europeo de Bruselas. “Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder”, dijo Biden en Polonia, horas después de acusar al presidente ruso de ser “un carnicero”.

 

Es posible que se haya inspirado en algún ministro europeo que había definido a Putin como “el animal más atroz” pero, dadas las debidas proporciones, las frases de Biden han tenido un eco muy amplio que ha obligado a muchos, a ambos lados del Atlántico, a rectificar o distanciarse de la Casa Blanca. Un portavoz precisó que el presidente no se refería al poder de Putin en Rusia sino al poder que quiere ejercer el presidente ruso sobre los países vecinos y el secretario de Estado Anthony Blinken precisó que Washington no tiene un plan de cambio de régimen en Moscú. Rectificaciones ineficaces que no logran ocultar la incompetencia del presidente estadounidense que habla de su homólogo ruso como si se tratase de Saddam Hussein, Muhammar Gaddafi o Bashar Assad, que hay que sacar del medio.

 

Citando a exfuncionarios y analistas, el Washington Post señaló que las palabras de Biden plantean graves implicaciones para la capacidad de Estados Unidos para ayudar a poner fin a la guerra o evitar su ampliación. Samuel Charap, experto ruso de Rand Corporation, cree que las declaraciones de Biden exacerban en Rusia “la percepción sobre las amenazas que existen en relación con las intenciones estadounidenses. Los rusos podrían estar mucho más inclinados a cometer gestos hostiles en respuesta, incluso más de lo que ya existen”.

 

Al fin y al cabo, las declaraciones fuera de lugar de Biden contra Putin (también definido en las últimas semanas como “un asesino” y “un criminal de guerra”) son quizás demasiadas para considerarlas simples y frecuentes lapsus de estilo, inapropiadas, pero no intencionales. Es imposible no darse cuenta de que estas declaraciones parecen tener el objetivo de endurecer a Moscú, retrasando el inicio de negociaciones concretas y corriendo el riesgo de acelerar o ampliar un conflicto que amenaza con arrollar a Europa.

 

Después de todo, a Washington le interesa una guerra prolongada que vería debilitar rápidamente a Europa, el eterno rival económico y comercial de Estados Unidos y hoy el ángulo más rico del mundo. Hay quienes ahora hablan abiertamente de un duelo en acción en la Administración, que vería por un lado a la Casa Blanca y el Departamento de Estado apuntando a reforzar el desafío militar de Moscú y por otro al Pentágono empeñado en amortiguar los tonos belicosos; impidiendo, por ejemplo, que se agreguen aviones de combate, tanques y artillería a las armas antiaéreas y antitanque suministradas a las tropas de Kiev.

 

Cabe destacar que, si la guerra en Ucrania ha hecho que la popularidad de Biden se desplome aún más: hoy en día solo el 40% de los estadounidenses aprueba su trabajo frente al 55% que lo desaprueba. Una encuesta publicada por NBC News muestra que siete de cada 10 estadounidenses tienen poca fe en la capacidad del presidente para manejar el conflicto. Y un número aún mayor, ocho de cada diez, temen que la guerra provoque un aumento de los precios de la energía e incluso pueda conducir a la participación de armas nucleares. Y la encuesta se realizó entre el 18 y el 22 de marzo, es decir antes del viaje de Biden a Europa y de las últimas declaraciones que tanta polémica han despertado.

 

En Europa el primero en alzar la voz para afirmar que no considera a Putin un carnicero fue el presidente francés Emmanuel Macron, quien cada vez está más intranquilo ante las agresivas declaraciones que dispensa públicamente Washington, cada vez que parece abrirse la posibilidad de negociaciones concretas entre los dos países beligerantes. “Este no es el momento de alimentar una escalada ni de palabras ni de acciones”, advirtió Macron, apuntando a una nueva reunión con Putin para retomar el hilo de las negociaciones. “No buscamos un cambio de régimen, son los ciudadanos rusos los que deciden si lo quieren o no”, dijo el alto representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell. “Lo que queremos es evitar que continúe la agresión y detener la guerra de Putin contra Ucrania”.

 

Incluso el aliado más leal de la OTAN, Gran Bretaña, se distanció de Biden con el ministro de Educación, Nadhim Zahawi; mientras que el locuaz Boris Johnson no dijo una palabra sobre las afirmaciones exageradas del presidente estadounidense. E incluso el gobierno turco del belicoso Recep Tayyp Erdogan también le ha tapado los oídos a Washington. “Si todos queman sus puentes con Rusia, ¿quién hablará con ellos al final?”, se lee en un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ankara.

 

La historia vuelve a subrayar la divergencia de intereses que separa desde hace tiempo a Estados Unidos de Europa y la escasez de una UE que, en lugar de tomar iniciativas (ya en años anteriores) para resolver la guerra en Ucrania iniciada hace ocho años y no hace un mes, prefirió dejarse “dirigir” por EE.UU. para la tutela de sus intereses estratégicos.

 

La presencia de Biden en el Consejo de Europa no apareció como la cortesía que una gran potencia otorga a un distinguido invitado sino como un homenaje a quienes han venido desde ultramar a dictar los términos y condiciones de nuestro vasallaje. Y los resultados, a nivel político, estratégico, económico y energético, están a la vista de todos.

DOS MAESTRAS


 un pizarrón magnético y el plan con el que la Argentina casi conquista las islas


Hugo Alconada Moon


La Nación, 30-3-2022

 

Hacia el oeste, en las afueras de esta ciudad, junto a la pista de carreras de caballos, una casita guarda los secretos del período en que la Argentina más cerca estuvo de asumir el control definitivo de las islas. Y no, no fue en 1982. Fue mucho antes, cuando dos maestras encarnaron el rostro de la Argentina.

 

La casita, sobre la calle Race Course Road era -y sigue siendo- sencilla. Base de material, paredes de madera, techo a dos aguas, pequeño jardín limitado por una cerca, y vista a la bahía. “Pasamos un año lindísimo ahí”, resume María Fernanda Cañás, una de aquellas maestras, a LA NACION.

 

“Dábamos clases en el colegio primario y secundario, y como en cualquier aula, había los que mostraban más o menos interés, y por las tardes dábamos clases a los adultos que quisieran”, cuenta Cañás, que por entonces tenía 24 años. “Después, también dábamos clase por radio al ‘camp’, como ellos le dicen al campo, dos veces por semana. ¡Por radio!”.

 

Paisaje nuevo

Hoy, no obstante, para llegar desde el centro de Stanley –como todos llaman aquí a esta ciudad- a la casa de las hermanas Cañás hay que pasar por tres hitos que en 1974 no estaban allí. El primero, el busto erigido en honor a Margaret Tatcher, a quien definen aquí como la “salvadora” de los isleños. El segundo, la calle Tatcher. Porque sí, también tiene una calle. Y el tercero, el monumento erigido en agradecimiento a los soldados británicos muertos en 1982, con todos sus nombres. “En memoria de aquellos que nos liberaron”, pregona.

 

Pero aquellos eran otros tiempos. El proceso de acercamiento había comenzado en 1968, pero se aceleró en 1971, cuando el traslado al continente de un isleño por una emergencia médica llevó a la firma del “Acuerdo de Comunicaciones” entre Buenos Aires y Londres. En la práctica, marcó el inicio de un período de intercambio comercial y cultural fluido y frecuente entre las islas y el continente. Hasta que, en 1974, aterrizaron las hermanas Cañás.

 

“Desde la Patagonia se enviaban frutas y verduras frescas a las islas, y los isleños se atendían en los hospitales de Comodoro Rivadavia, donde los jóvenes iban a estudiar”, rememoró Cañás. “Ahí es donde entramos nosotras”.

 

“Nosotras” son ella y su hermana, Teresa, que trabajaba en el colegio Pilgrim’s de San Isidro, y supo que el Gobierno argentino buscaba maestras que hablaran inglés para enseñar español en las islas. “La llamaron a ella y durante el almuerzo en casa lo planteó. Yo era estudiante de Fonoaudiología y de Historia, y venía de dar una clase sobre la Isla de los Estados, así que le dije de sumarme”.

 

Postulación conjunta

La postulación conjunta fue decisiva para que las seleccionaran. “Buscaban a dos maestras, y que fuéramos hermanas les garantizaba que tendríamos una buena convivencia durante el año que pasaríamos en las islas, que no sería fácil”, cuenta Fernanda Cañás, que con el retorno de la democracia se volcó al servicio diplomático y llegó a ser embajadora en Marruecos, además de estar al frente de la entonces Dirección General Malvinas y Atlántico Sur. “¡Pero por entonces ni pensaba en el servicio exterior!”, aclara.

 

Tenía 24 años y muchas preguntas sin respuesta. Como cuando el superintendente de Educación les lanzó una frase enigmática al despedirlas. “No se olviden de llevar serrucho y hacha”, les dijo, sin decirles por qué. “Ya lo sabrán allá”.

Mientras las hermanas hacían las valijas, diplomáticos de la Argentina y el Reino Unido buscaban una salida al laberinto de casi un siglo y medio. Analizaban cómo concretar la “transferencia de la soberanía” dentro de un proceso global de descolonización. Los isleños sentían que Londres les soltaba la mano. Y eso lo percibían las hermanas Cañás.

 

“Muchos isleños no podían vernos y el muy ‘anti’ se cruzaba de vereda si nos veía en la calle -cuenta Fernanda- pero a los isleños tampoco les caían bien los ingleses, que los miraban desde arriba. Era otra época, en la que el gobernador enviado por la Corona británica era muy fuerte en las colonias”.

 

Con el gobernador, el neocelandés Ernest Gordon Lewis, las hermanas mantenían una buena relación. “Nos invitaba continuamente a las reuniones del Concejo, que era en el gimnasio… ¡y la gente se colocaba enfrente!”, rememora entre risas. “Pero el gobernador no aflojó y su esposa vino a tomar clases de español con nosotras. Para mí, a pedido de su marido, como ejemplo para los isleños”.

 

Por allí pasaba una de las claves de su año en las islas. El gobierno del Reino Unido reclamaba el envío de maestras que enseñaran español, como forma de fomentar la interacción entre los isleños y el continente. “Ellos [por las autoridades en Londres] ponían nuestra casa y la turba; el Gobierno argentino, nuestro salario”, sintetiza Fernanda.

 

Otros tiempos

Eran otros tiempos, sí, al punto que el gobernador británico las sorprendió en julio de 1974. El presidente Juan Domingo Perón acaba de morir y el representante de la Reina las convocó a una misa que se celebró en su memoria, junto a su esposa, Jean Margaret Smyth, y todas las autoridades coloniales y locales presentes, además de los nueve argentinos con funciones formales en esta ciudad. Entre ellos, los de LADE (Líneas Aéreas del Estado), de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) y de Gas del Estado.

 

Sin embargo, la muerte de Perón frustró la penúltima oportunidad en que ambos países estuvieron muy cerca de acordar. El embajador británico en Buenos Aires, James Hutton, llegó a entregarle un “non paper” –una propuesta no oficial- al canciller Alberto Vignes para que ambas banderas flamearan en las islas, el gobernador fuera designado de manera alternada por ambas naciones y el inglés y el español fueron, ambos, idiomas oficiales. De allí, pues, la importancia de las hermanas Cañás.

 

Los isleños también comprendían que el camino iba en dirección al continente. Y así lo recuerdan en folletos como “Nuestras islas; nuestra historia”, del Museo y Fundación Nacional Islas Falkland, cuya copia obtuvo LA NACION, en la que junto a una foto que evidencia el malestar isleño con las autoridades británicas, explicita el contexto. “Las décadas de 1960 y 1970 fueron años de una presión constante para los isleños. El Gobierno británico, que debería haberlos protegido, parecía verlos simplemente como un problema que resolver y a la vez no estaba dispuesto a invertir una cantidad de dinero considerable para hacerlos autosuficientes”. Eso cambiaría tras la guerra de 1982 –y se extiende hasta hoy-, pero en 1974 parecía una utopía.

 

Eran otros tiempos. “No había televisión y el cine era una cinta que se pasaba con una de esas máquinas viejas y grandotas, en la parroquia”, detalla Cañás. Muy distinto de lo que ocurre en estos días. Por estos días, el cine Harbour Lights ofrece Batman y otras tres películas.

 

Las hermanas aprendieron a hilar en una rueca, cultivar nabos y tomates, y comprendieron por qué las habían urgido a llevar serrucho y hacha. Uno era para destazar el medio cordero que el carnicero les dejaba colgado de un gancho, dentro de una fiambrera, en la parte trasera de la casita; la otra, para cortar la turba con la cual luego calefaccionaban y cocinaban.

 

Por aquellos años, el mayor desafío para la Argentina no era el gobierno británico, sino la Falkland Islands Company (FIC, como se la conoce aquí), que ejercía un poder casi monopólico sobre el archipiélago y se movía con astucia en Londres para, lobby mediante, resguardar sus intereses. Pero la relación con los isleños cambió con el paso de las semanas y los meses.

 

“Teníamos material del Consejo Nacional de Educación, lo más avanzado posible, que ni siquiera estaba en la Argentina, como los pizarrones magnéticos, y los isleños no podían creerlo. ‘¿Así dan clases en la Argentina?’, preguntaban”, cuenta. “Dábamos clases apoyados en una pedagogía más moderna, cuando a ellos los hacían repetir y aprender de memoria”.

 

El paso de los meses los llevó a acostumbrarse al lugar y forjar relaciones. Así fue como el mismo viento que al principio llegaba a darles dolor de cabeza –” ¡y una vez me tiró al piso!”-, luego pasó a un segundo plano. Y algunos rostros anónimos se convirtieron en amigos que perduran. Como Phyllis Rendell, una isleña que daba clases en la secundaria local, pasó por Arabia Saudita, volvió a las islas con su marido, llegó a ser directora de Educación y dueña del Malvina House, un hotel fundado en el siglo XIX, antes de venderlo todo y radicarse en la isla Bleaker o María-, al este de la isla Soledad.

 

Hoy, casi medio siglo después de forjar aquella amistad con Cañás, Rendell preside el comité organizador de las celebraciones previstas por el 40 aniversario del “Liberation Day”. Es decir, cuando las tropas argentinas capitularon, el 14 de junio de 1982. Pero los cortocircuitos entre naciones no alteraron el vínculo personal entre ellas. El afecto con Cañás perdura.

 

“Mi año en las islas terminó en 1975 y nunca más volví. Como diplomática argentina, no podía”, explica Cañás, a quien otras maestras reemplazaron allí, en períodos de un año, hasta que en 1982 terminó todo. “Espero volver algún día. Muchos afectos siguen allí”. Como diplomática, está convencida que ése es el camino. “Debemos ser atractivos, estables, sin usar las Malvinas para uso de política doméstica, sino pensando en nuestra política exterior”.

martes, 29 de marzo de 2022

PAOLA DELBOSCO

 


 “Muchos profesores universitarios no pueden empezar sus clases por el bajo nivel de los que ingresan”


Claudia Peiró


Infobae, 29 de Marzo de 2022

 

“Si la escuela pública es buena el país crece con menos injusticia”, sostiene Paola Scarinci Delbosco, doctora en Filosofía y profesora en la Universidad Austral, con décadas de experiencia docente en el nivel superior y secundario.

 

Delbosco es la nueva presidente de la Academia Nacional de Educación. Sucede a Guillermo Jaim Etcheverry que la presidió hasta ahora. La acompañan Héctor Masoero como vicepresidente 1° y Jorge Vanossi como vicepresidente 2°.

 

Actualmente es profesora adjunta en la Cátedra de Historia de la Filosofía Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCA, también trabaja en el Instituto de Altos Estudios Empresariales y enseña ética de la comunicación en la Universidad Austral.

 

En su libro Educar en posmodernidad, Delbosco define a la educación como “la actividad que abre las puertas para que cada persona en crecimiento no sólo descubra que es valiosa, no sólo perciba que tiene dones, sino que también tenga la oportunidad para desarrollarlos y para ponerlos generosamente al servicio de los demás”.

 

Paola Delbosco, y la casi totalidad de los miembros de la Academia Nacional de Educación, junto a otras personalidades de la cultura, firmó recientemente un duro documento, casi una requisitoria, con el título “A las autoridades les pedimos que empiecen a educar en serio y reconstruyan la escuela argentina”.

 

En esta charla con Infobae, señala algunos puntos que deberían considerarse en esa reconstrucción. Delbosco cursó la primaria y el secundario en Italia, de donde es originaria. Como en la Argentina hasta hace algunas décadas, recuerda que en esos tiempos “se iba a la escuela pública y a la que estaba más cercana a la casa”.

 

—Existe hoy un consenso en torno a que la educación argentina sufre un deterioro desde hace muchos años. ¿Coincide con ese diagnóstico?

 

— Muchos de los diagnósticos sobre la decadencia educativa los hacen los mismos ciudadanos; ellos son el parámetro cuando perciben que lo que recibieron en su educación es mucho mejor que lo que se enseña hoy y me refiero a gente que se formó en escuelas de gestión pública. La educación era un orgullo argentino y el país era también un faro cultural en Latinoamérica. Si la escuela pública es buena el país crece con menos injusticia. Una evidencia más concreta es que en las pruebas PISA hay un retroceso continuo de nuestro país. Ecuador en cambio creció de manera asombrosa.

 

— ¿Y cómo logró eso Ecuador?

 

— Nosotros hablamos con la que fue ministra de Educación de Rafael Correa (Gloria Vidal Illingworth) cuando se desempeñó como embajadora de Ecuador en Argentina. Ella no pertenecía al partido de Correa, pero junto con otro especialista habían elaborado una propuesta y hablaron con los tres candidatos a presidente y Correa cuando ganó los convocó. Uno de los elementos centrales, que acá sería casi imposible de aplicar, fue una continua evaluación de los docentes. El maestro que no alcanzaba el nivel requerido, debía realizar un curso de fortalecimiento. Si fallaba en una segunda evaluación, se le daba una segunda oportunidad; a la tercera, debían pagar ellos su curso y salir del sistema por un tiempo.

 

Autoridad no es hacer sonar los tacones, la autoridad bien entendida es una acción de servicio, es hacer crecer

— Es frecuente escuchar a las autoridades educativas decir que el docente no es el dueño del conocimiento, que aprende a la par del alumno. ¿Qué opina?

 

— Eso viene del (pedagogo brasileño Paulo) Freire joven que sostenía que no hay transmisión del conocimiento. Pero el Freire más maduro corrigió eso: dijo que hay una asimetría, uno sabe de un tema y lo enseña. Un chico puede abrirme ventanas. Los chicos pueden darnos dones, podemos recibir de ellos originalidad, generosidad, Pero la palabra autoridad tiene un origen latino, derive de auctoritas, de auctor, cuya raíz es augere, que significa aumentar, promover, hacer crecer. Autoridad no es hacer sonar los tacones, la autoridad bien entendida es una acción de servicio y una mínima reflexión puede devolverle su significado.

 

— Hay alarma por la mala preparación que da el secundario en estos momentos.

 

— Es cierto y los mismos estudiantes lo padecen. La mayoría de los chicos que ingresan a la facultad se quejan de eso, de la falta de preparación adecuada para la carrera universitaria, de que se aflojó la exigencia, que hay una menor preparación. Esto se agudizó en los últimos dos años claro. Hay que compensarlo de algún modo. Reforzar con cursos de lectoescritura y matemática, materias troncales que son base de todo. Muchos profesores dicen que no pueden empezar a dictar los contenidos del programa de sus materias por la mala preparación con la que llegan los alumnos.

 

 

— En reacción al enciclopedismo se pasó al extremo de dictar cada vez menos contenidos...

 

— Sí, potenciado por la idea de que todos los datos están en la web. Para qué memorizar, recordar, si está todo en internet. Se memoriza menos contenido, porque basta con el celular. Pero el contenido que no se repite, que no se ejercita, no se fija. Un curso sin ejercitación se olvida. Hoy hay una especie de recibimiento entusiasta de lo nuevo en materia de pedagogía, pero hay cosas sólidas que funcionan bien siempre. Algunos métodos de la educación hoy consideradas anticuadas son buenas. Me contaban de un alumno que le decía al profesor: ¿por qué me pregunta todo de memoria? Y el profesor le dijo: “Decime algo que no te acuerdes”. Y es imposible, no podemos pensar, enunciar, lo que no está en nuestra cabeza. Ejercitar la memoria es fundamental para que los contenidos sean propios, sin Google, sin diccionario. Para tener autonomía para pensar. Para poder distinguir lo verdadero de lo fabricado. Por ejemplo, al alumno que no ha incorporado conocimientos de historia se le puede dar una versión del pasado que coincida con la lucha del presente. El espíritu crítico no surge de la nada, sino del conocimiento. El espíritu crítico debe ser respetuoso del conocimiento. No se trata de rellenar cabezas sino de tener capacidad de análisis. La imaginación, la fantasía, la creación, surgen de lo vivido y de lo aprendido. Todo eso no se reemplaza con herramientas. La tecnología no reemplaza a la educación. La educación es un trabajo artesanal, entre personas, internet no es la panacea. Vimos en estos dos años el resultado de la falta de contacto. No solo en el menor aprendizaje, sino en deserción. Más de un millón de alumnos abandonaron la escuela y todavía son unos 600 mil no se han reincorporado. La educación es un trabajo de personas con personas que no se puede delegar en una aplicación.

 

— Bastaría con repartir computadoras….

 

— Yo fui a una escuela del Estado; en ese tiempo uno iba a la que quedaba más cerca de la casa, porque todas eran buenas. Pero el último año del secundario lo rendí libre. Era un examen muy exigente. Estudié trigonometría, astronomía, literatura italiana, griega y latina, un montón de materias. Las aprobé, pero no me acuerdo casi de nada, porque me faltó ese entorno estimulante del aula, del intercambio, de la repetición, de que te preguntan, te expliquen, te vuelvan a explicar. Si uno se queda en lo teórico las cosas se van. Los ejercicios hacen que los contenidos se fijen.

 

Uno de los principales problemas reside en la escasa formación docente. No se puede enseñar con gusto lo que no se sabe en profundidad

— ¿Qué habría que hacer? ¿Por dónde empezar?

 

— La prioridad es entender que el tema es transversal y debe ir más allá de los partidos políticos. No hay país que crezca sin una educación de nivel. Si la escuela pública es buena, el país crece con menos injusticia. Desde el ministerio debe haber un acompañamiento para que la fiebre sagrada de enseñar no se pierda en la burocracia; que cada docente tenga un mentor y no secarlo con la fría burocracia; que se fomente la dedicación vocacional de quien enseña. Ese es un requerimiento para crecer. Guillermo Jaim Etcheverry escribió en La tragedia continúa que “ningún sistema educativo es mejor que sus docentes”. Ellos hacen que el sistema funcione. Por eso uno de los principales problemas reside en la escasa formación docente. Uno no enseña con gusto lo que no sabe en profundidad. El menor ingreso a carreras científicas, por ejemplo, se debe entre otras cosas a que los estudiantes no recibieron el estímulo para volcarse a esos estudios porque no tuvieron docentes a la altura. ¿Cómo entregar con pasión algo que esos profesores no recibieron a su vez de modo adecuado?

 

Voy a decir algo políticamente incorrecto: no nos atrevemos a exigir porque hay una “maternización” de la educación. La exigencia es más propia del padre

— ¿A qué se debe esa idea de que se puede enseñar sin disciplina, sin exigencia?

 

— Voy a decir algo políticamente incorrecto: no nos atrevemos a exigir porque hay una “maternización” de la educación. La exigencia es más propia del padre. Y en la educación hay una ausencia fuerte de lo paterno, de la exigencia. Pero amar no es dar palmaditas. Es sacar del error, enderezar, corregir. Porque el mundo a ese chico no lo acogerá con abrazos. Por eso las nuevas generaciones necesitan de la experiencia y de la capacidad de servicio, de enseñar, de la anterior. Cada nuevo ser humano necesita educarse para poder atesorar lo antes posible las experiencia y conocimientos de otros porque eso mejorará sus posibilidades de desarrollar sus talentos.

 

Cuando el esfuerzo es coronado con un logro, la satisfacción del alumno es muy grande. Se ve en el deporte donde no se ha abandonado la disciplina ni la idea del esfuerzo.

— La contracara de la idea de que no hace falta disciplina para enseñar es que se aprende sin esfuerzo.

 

— Sin embargo, cuando el esfuerzo es coronado con un logro, la satisfacción que eso genera en el alumno es muy grande. Se ve en el deporte donde no se ha abandonado la disciplina ni la idea del esfuerzo. Los resultados deportivos enorgullecen. Tendríamos que imitar al Deporte, promover la competencia, pero también vigilar que no haya heridos. El que va lento debe ser sostenido por el sistema. Pero es necesario que a un chico se lo reconozca cuando se aplica, cuando se esfuerza. Si aprender o no da lo mismo, se desincentiva al que se esfuerza y se consiente al que no lo hace. Hay que estar cerca haciendo crecer para que a cada persona se le dé la oportunidad de desarrollarse.

 

— El alumno recuerda al profesor exigente, al que le enseñó mucho.

 

— Sí, porque lo interesante ordena, el interés de los chicos por lo que ofrece el profesor determina los momentos de mayor calma en el aula. En cambio los de desinterés producen problemas y nada positivo. Incluso generan agresividad, porque la energía que no se utiliza para crecer, para aprender, se desvía hacia otras cosas. Muchos días de un régimen blando generan agresividad.

 

— Con más razón el docente debe ser acompañado...

 

— El trabajo docente no se puede hacer en solitario. Hay que transmitir, hay que compartir las estrategias que funcionan bien. Debería existir un foro por el cual circulen las buenas ideas. Hoy sucede informalmente en sala de profesores. Tampoco debe burocratizarse esto. Pero es bueno que los docentes más experimentados monitoreen a los más jóvenes. Lo que yo me propongo es que la Academia piense y repiense la educación a través de jornadas, foros, grupos de reflexión, y mediante la producción de textos. No se pudo hacer en los últimos dos años pero se retomará ahora. Mi función es coordinar las capacidades reunidas en ese ámbito. También llevar adelante investigaciones específicas, tantos numéricas y también conceptuales.