(A propósito de un trabajo del Centro de Estudios Cívicos
sobre los resultados finales de la Batalla de Obligado*)
Por José Antonio Riesco
Instituto de Teoría del Estado
Con excepción de los casos en que los conflictos bélicos están animados por el afán de venganza o con finalidad exclusiva de rapiña, algo de lo cual la historia registra numerosas experiencias, el objetivo del esfuerzo y el sacrificio colectivo se dirige a obtener una paz que mejore la situación anterior. “La guerra se legitima cuando se trata de buscar un estado de paz conveniente”, supo sostener San Agustín y ello vale, a veces, para ambas partes.
De ahí que nada es más pernicioso para ambos contendientes que la clausura de las comunicaciones entre ellos, sea en forma directa aunque encubierta o mediante el servicio de un tercero. Hay casos en que la soberbia o la locura dominan las decisiones de los gobernantes y por esa vía se internan en el desastre. En 1941 la influencia del general Tojo pudo más que la apreciación racional del almirante Yamamoto, y Japón cayó en la costosa trampa que le venía tendiendo Estados Unidos desde no menos de seis meses antes. En su gobierno de los “cien días” en 1815 el Gran Corso se creyó tan fuerte como para proseguir la contienda con las monarquías europeas y terminó no sólo vencido en Waterloo sino además preso en una isla, de paso arruinó todo lo que Talleyrand había logrado a favor de Francia sobre la mesa de las negociaciones, y en lo cual, junto a .engrosar la bolsa, era un experto.
Hubo ya tantas contiendas armadas, sangrientas y genocidas, que tiene sentido afirmar que la guerra está en “la naturaleza de las cosas” y de la humanidad. Claro que el “hacer la guerra” requiere decisión, sensatez y una inteligente explotación de la situación, antes, durante y luego del duelo, contando con recursos militares suficientes, si no para ganar sí para producirle daños importantes al enemigo que le obliguen a evaluar costos, inversiones y consecuencias. Y ello con una adecuada apreciación geoestratégica y disponibilidad de aliados eficaces aún no beligerantes. No es asunto para timoratos ni para tarambanas.
El trabajo del Dr. Mario Meneghini y Faviela, su esposa, nos ilustra sobre los trámites y acuerdos diplomáticos que siguieron a la Batalla de Obligado, donde la Argentina había demostrado heroísmo, sacrificio y contundencia contra las armadas de los dos imperialismos principales del siglo XIX (Francia e Inglaterra). Fue en esa instancia que el gobernador Juan Manuel de Rosas, a cargo de las relaciones exteriores del país, mostró, además de obstinación guerrera, un habilidoso y rentable manejo de las negociaciones con los adversarios. Lo hizo con firmeza y sabia especulación de las condiciones del pleito, las vigentes en el propio territorio y mucho en la situación política interna de ambas naciones europeas.
El saldo fue el retiro de las flotas bloqueadoras, el reconocimiento de la jurisdicción nacional sobre los ríos interiores e incluso que cada una de dichas potencias rindieran homenaje (o desagravio) a la bandera patria mediante la simbólica salva de cañonazos. Todo esto, junto a la versión completa de los documentos del arreglo, es lo que aporta este valioso estudio, y que vale leer y meditar. Nos reencuentra con la tradición que confirió identidad a la nacionalidad y dignidad a la política exterior.-
* Ver trabajo citado en: www.forosanmartiniano.blogspot.com