En las comparaciones internacionales de salud pública, la tasa de mortalidad infantil es un indicador crítico de la posición de un país. Y en Estados Unidos, que según los registros actualizados de la CIA ocupa el lugar 38, con 6,3 defunciones por cada mil nacimientos (por debajo de Portugal, Grecia, Republica Checa, Irlanda del Norte, Cuba y otras 32 naciones que no gozan de gran reputación medica), la situación es embarazosa. En gran medida, la causa de este desempeño son los factores socioeconómicos: mujeres pobres y no aseguradas, o que adquirieron hábitos que ponen en riesgo sus vidas y las de sus bebes (tabaquismo, uso de drogas ilegales, embarazos adolescentes). Por supuesto, habrá quien mire el puesto 38 y diga: Si, es terrible, pero no le incumbe a mi sector social.
En resumidas cuentas, eso es lo que ocasiona que el apoyo para la reforma del sistema de salud sea frágil y superficial. Si, muchas personas de buena voluntad respaldan la cobertura para 47 millones de estadounidenses que, según datos oficiales, no gozaron de seguro durante buena parte o la totalidad de 2006.
Pero hay un problema: nuevas investigaciones demuestran que EE.UU. se encuentra muy a la zaga de otras naciones desarrolladas en frentes que abarcan desde la supervivencia al cáncer al tratamiento de la diabetes, y no debido, exclusivamente, al abismo entre ricos y pobres.
Según un estudio en The New England Journal of Medicine en 2003, solo el 55 por ciento de los pacientes de EE.UU. recibe tratamientos cuya eficacia ha sido comprobada, como los beta bloqueantes para enfermedades cardiacas. Y esto, en parte, se debe a que cuando el seguro esta ligado al empleo, hay que cambiar de medico al cambiar de trabajo.
Nadie coordina el tratamiento ni vigila los efectos adversos de las interacciones medicamentosas. Esos fracasos quizá contribuyan a las 44.000 a 98.000 defunciones anuales por causas medicas (en hospitales) y a la mortalidad por causas previsibles, que eleva el total a unas 101.000 defunciones al año, según un nuevo estudio de la revista Health Affaire.
(Extractado de: Newswweek, 6-5-08)
En resumidas cuentas, eso es lo que ocasiona que el apoyo para la reforma del sistema de salud sea frágil y superficial. Si, muchas personas de buena voluntad respaldan la cobertura para 47 millones de estadounidenses que, según datos oficiales, no gozaron de seguro durante buena parte o la totalidad de 2006.
Pero hay un problema: nuevas investigaciones demuestran que EE.UU. se encuentra muy a la zaga de otras naciones desarrolladas en frentes que abarcan desde la supervivencia al cáncer al tratamiento de la diabetes, y no debido, exclusivamente, al abismo entre ricos y pobres.
Según un estudio en The New England Journal of Medicine en 2003, solo el 55 por ciento de los pacientes de EE.UU. recibe tratamientos cuya eficacia ha sido comprobada, como los beta bloqueantes para enfermedades cardiacas. Y esto, en parte, se debe a que cuando el seguro esta ligado al empleo, hay que cambiar de medico al cambiar de trabajo.
Nadie coordina el tratamiento ni vigila los efectos adversos de las interacciones medicamentosas. Esos fracasos quizá contribuyan a las 44.000 a 98.000 defunciones anuales por causas medicas (en hospitales) y a la mortalidad por causas previsibles, que eleva el total a unas 101.000 defunciones al año, según un nuevo estudio de la revista Health Affaire.
(Extractado de: Newswweek, 6-5-08)