martes, 31 de agosto de 2010

AMÉRICA




¿Los misioneros han destruido las culturas americanas?

Hace unos meses la agencia Zenit difundió un interesante artículo escrito por el padre Piero Gheddo, que es oportuno reproducir en esta ocasión.
El padre Piero Gheddo, ex director de “Mondo e Missione” y de Italia Misionera, es el fundador de la agencia AsiaNews. Como misionero, ha viajado a misiones de todos los continentes. Desde 1994 es director de la Oficina histórica del PIME (Pontificio Instituto para las Misiones en el Extranjero) y postulador de varias causas de canonización. Enseña en el seminario pre-teológico del PIME en Roma. Es autor de más de 70 libros.

El valor y la igualdad de la persona sólo los ha traído Cristo

En 1970 visité, en México y Guatemala, los lugares donde floreció la civilización de los mayas, uno de los pueblos que la conquista colonial del 1500 sometió a la Corona de España y después convirtió al cristianismo, comienza su artículo el padre Gheddo.

Con el superior de los combonianos mexicanos, que estaba buscando una misión entre los indios, visitamos algunas diócesis de los dos Estados de Yucatán y Chiapas, y las ruinas y pirámides mayas en Chichen-Itzá, Uxmal, Palenque y Tikal en la jungla tropical; admiré los restos del arte maya en los museos de Mérida y de Campeche. Me quedó un alto concepto de esta gran civilización ya desaparecida.

No sé si habrán visto la película “Apocalypto”, producida por el famoso actor Mel Gibson (el de la película “La Pasión), que explica cómo era la civilización de los mayas antes del encuentro con los conquistadores españoles.

Creo que da una idea muy precisa de cómo era la vida cotidiana en la civilización maya, que se considera la más refinada de las culturas americanas prehispánicas.

Los críticos coinciden al decir que la película es excesiva en la descripción de cuerpos destripados, cadáveres rodando por las escalinatas de las pirámides o de los templos, corazones extraídos de los cuerpos recién asesinados y devorados u ofrecidos a las divinidades, escenas de violencia y de crueldad cotidiana comúnmente aceptada como costumbre tradicional.

Sin embargo, ésta era la realidad de una civilización todavía no suavizada por el encuentro con el mensaje del Evangelio y del ejemplo de Cristo.

En estos días, me ha llegado a las manos el fascículo de una revista católica que explica brevemente la evangelización de los pueblos latino-americanos y condena a los misioneros que han destruido las culturas locales, citando y casi añorando las culturas inca, maya, azteca.

La cultura moderna ha idealizado las “culturas” tradicionales de los pueblos, imaginando un mundo paradisíaco, antes de que la conquista europea llevara la guerra, la violencia, la esclavitud y la masacre de poblaciones indefensas.

La realidad es bien distinta de este cliché común de lo “políticamente correcto”.

Como documentan numerosas investigaciones históricas recientes (en las que se basa la película “Apocalypto”), estas culturas pre-hispánicas de la América latina practicaban religiones que prescribían sacrificios humanos a los dioses de su Olimpo y en sus sociedades la vida cotidiana se expresaba en numerosas formas de violencia inhumana contra el hombre y la mujer. Por otra parte, los sacrificios humanos estaban muy difundidos en la civilización pre-cristiana en cualquier continente.

Civilizaciones que han alcanzado altos niveles de arte, filosofía, poesía, arquitectura, pintura, artesanía, ingeniería, pero en las que la persona humana individual no tenía por sí ningún valor, era simplemente uno de tantos elementos del mundo creado.

En la civilización pre-cristiana, existían varias formas de solidaridad familiar, tribal, nacional, pero la solidaridad con el próximo, con todo el prójimo, no era nunca universal.

En la misma gran civilización romana, se reconocía la dignidad del “civis romanus” (ciudadano romano), pero no era la misma que la de la mujer, los esclavos y los enemigos de Roma.

En el Coliseo, para divertir a la plebe romana, los gladiadores combatían y se mataban, los cristianos eran devorados por las fieras y los niños discapacitados eran arrojados por el Acantilado Tarpea.

Estos conceptos, es decir, el valor absoluto de toda persona humana (del que se derivan los derechos del hombre y de la mujer) y la igualdad de todas las personas, de los que nació la civilización moderna y la “Carta de los Derechos Humanos” de la ONU, en la historia de la humanidad sólo los ha traído Cristo.

El cristianismo ha dado dignidad y valor absoluto a toda persona humana y ha sido el gran motor del verdadero humanismo.

Y si el cristianismo retrocede en nuestra sociedad “post-cristiana”, como quieren nuestros laicistas, esto nos lleva a un estado de barbarie, que creíamos haber superado.

En resumen, nuestra historia, después de dos mil años de cristianismo, ¡parece haber dado marcha atrás!


Roma (Italia), 31 Ago. 10 (AICA)