"Siempre vote
por principio, aunque vote solo, y podrá apreciar la más dulce reflexión, que
su voto no se pierde nunca.'' John Quincy Adams
POR KARINA MARIANI
La Prensa,
21.03.2021
Finalmente la
justicia electoral dictó el calendario 2021 para las elecciones de medio
término, zanjando (en Argentina siempre conviene aclarar "por ahora'') la
discusión sobre si iban a haber o no PASO, o algún tipo de retraso para este
llamado. Estas elecciones están destinadas a renovar la mitad de los diputados
y una parte del Senado; no se eligen cargos ejecutivos. La proporcionalidad de
los votos para obtener el deseado asiento en el Congreso se obtiene utilizando
el método D'Hondt. Es a Victor D'Hont a quien debemos este método iniciado en
1878, que hoy se usa en más de 40 países y que tiene una inclinación a
favorecer el voto de formaciones mayoritarias. Tal vez en las elucubraciones
del querido Victor esté el origen de ese efectivo eslogan de campaña que se
denomina: el voto útil.
No es
exclusivamente en Argentina que se habla del `voto útil'. México, Francia y
España son sólo ejemplos de esta corriente de argumentación estratégico
electoral. Tampoco la polarización es un invento de nuestras pampas y este
razonamiento, aunque nos suene familiar, ha sido utilizado en las campañas
legislativas de decenas de países (a ver si suena conocido): "Hay que
ganar estas elecciones y por eso es importante concentrar el voto en el único
partido que garantice que no pueda retroceder (coloque aquí la cantidad
deseada) años y ese partido hoy es (coloque aquí el partido que apele al voto
útil)''.
Esta es la base
del argumento del voto útil: dado que la ley electoral no representa a los
partidos en proporción a los votantes que obtienen y prima la concentración,
hay que elegir la boleta del partido mayoritario, del lado de la grieta en el
que uno se pare, para evitar que nuestro voto quede sin representación. La
polarización electoral argentina hace que se dividan en dos bloques
relativamente parejos el caudal de votos en cada elección, estas mitades
prevalecen a pesar de la volatilidad interna.
CREER EN ENCUESTAS
Para hablar de
voto útil es necesario, ante todo, ser una persona creyente. Acá no hablamos de
una religión, en lo que hay que creer a pies juntillas es en las encuestas. Hay
que ser creyente en las empresas demoscópicas aunque vienen cometiendo
garrafales errores desde hace años. Sobran ejemplos de las terribles
equivocaciones, no pegan una, no anticipan tendencias, son menos confiables que
el Tarot. Sin embargo, cada campaña electoral volvemos a nutrirnos de números y
cuadros de tendencias en los que confiamos aunque los sabemos extraviados. Esos
gafes que cometen los encuestadores, sin embargo, sirven para tatuar, en el
ánimo de los electores, la sensación de que a las formaciones pequeñas no las
vota ni la familia. En esos casos los ciudadanos podrían concluir que el
candidato que les simpatiza no tiene ninguna posibilidad y en consecuencia
votarlo sería inútil. Si las encuestas le concedieran alguna posibilidad,
entonces su voto podría ser útil.
El voto útil es,
tal vez, el recurso más importante de campaña de los grandes partidos o, en el
caso argentino, coaliciones de partidos. No tienen que desplegar grandes
propuestas, con solo azuzar el miedo alcanza para obtener la fidelidad de sus
votantes. Poco se esfuerzan en recuperar la confianza perdida de ese ciudadano
que los puso en la posición mayoritaria ya que sólo se necesita determinar un
mal mayor, que es la victoria del otro. Fomentan el miedo a la posibilidad de
que gane el adefesio opuesto y predican que el voto sólo es útil si recae sobre
las propias filas, endosando la responsabilidad del apocalipsis al votante ¡y
no a sus malas gestiones o a sus devaneos ideológicos! Un giro argumental
descabellado pero tan sólido como el de la enfermera de Misery cuando le rompe
los pies a mazazos a su escritor cautivo.
Estas líneas no
desean minimizar los riesgos de la avanzada electoral del socialismo. La
posibilidad de que el kirchnerismo siga triunfando con la imposición de su
agenda chavista es perturbadora. La idea de que tenga un Congreso adicto que
revalide sus ataques al poder judicial, que acepte sus presupuestos indignos,
que apoye la supremacía de las leyes de género, las sentencias de muerte a los
sectores productivos que se plasmaron en las leyes de alquileres, teletrabajo o
que continúen los expolios al campo es un peligro latente. Es necesario que la
cantidad de representantes del oficialismo disminuya, no hay lugar a duda.
EL `OUTSIDER'
Sin embargo,
cuando aparecen nuevos partidos o figuras políticas outsiders es por algo.
Pedirle a la gente que vote de forma útil es despreciar las demandas que
constituyen la aparición de esos emergentes. La profusión de leyes votadas por
unanimidad que no registran voces disidentes son clara consecuencia del peligro
de las mayorías arrogantes de un sistema bipartidista. Los congresos se
enriquecen con la diversidad de partidos, las voces minoritarias y la
pluralidad de ideas en un hemiciclo, son una piedra en el zapato de la acción
de gobierno. Para eso están los poderes, para ejercer control y anular el
riesgo de impunidad. Hay una tercera cuestión que el invento de Victor D'Hont
no debe opacar: un diputado debe recordar durante todo su mandato que es un
mero representante de quién lo eligió y no una pieza más en el mecanismo del
poder partidista. Si vuelve recurrentemente el descrédito a la clase política y
su consecuente deslegitimación, es prudente buscar la razón en esta deformidad
que representa la legislación por unanimidad.
Util, lo que se
dice útil, no es votar al partido con más posibilidades de evitar que gane
otro, sino que útil es votar, punto. Uno de los efectos de la polarización y el
bipartidismo es que disminuyen la participación, el entusiasmo, la confianza en
el sistema electoral. Las formaciones mayoritarias siempre tendrán el músculo
para movilizar a la propia tropa. Cuentan con los recursos económicos e
institucionales que les da estar insertas en el Estado. De suerte tal que el
votante independiente, el votante apolítico o incluso el votante joven que
recién se incorpora a los padrones, tiene nulo entusiasmo por el evento
electoral. El Congreso se va a llenar lo mismo, no importa el porcentaje de
gente que vote. Si votan poquísimas personas, aún con escasa representación en
la sociedad, los partidos más votados se van a quedar con la mayoría de los
cargos. Las formaciones nuevas tienen la ventaja de entusiasmar a esos márgenes
descreídos o, más bien, hartos. Amplían las bases y el debate político, nada de
esto puede ser malo.
CAMPAÑA DE MIEDO
Llegados acá, es
curioso pensar que el voto útil no es sólo una campaña política del miedo que
se infunde al votante. Es primordialmente el miedo de los que no quieren
repartir el poder y es la principal argucia con la cual los partidos
mayoritarios logran huir de la más insignificante autocrítica.
Todos los partidos
hegemónicos fueron en su momento emergentes del hartazgo de otras hegemonías.
Hacia fines del siglo XIX se formó el Partido Autonomista Nacional que gobernó
hasta principios del siglo siguiente cuando su dominio se vio amenazado por la
fundación de la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista. Unas décadas
después se fundó una nueva opción: el Partido Justicialista. Durante décadas
reinó la polarización peronismo/radicalismo, la que vino a dinamitar el PRO a
comienzos de este siglo. El 14 de julio de 2002, en Hora clave, Mauricio Macri
anunció que competiría por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
y lo justificó diciendo: "No hay voluntad de cambio suficiente en la
dirigencia política. En estas condiciones, es preferible apuntar a la ciudad
con un proyecto de cambio verdadero''. Bajo la misma explicación de la carencia
de representatividad de las formaciones tradicionales surgieron los partidos de
Elisa Carrió. Vale decir que el frente Juntos por el Cambio se compone
mayoritariamente de formaciones emergentes nuevísimas sumadas al radicalismo.
Algo similar
ocurre con el frente kirchnerista que une al justicialismo con cantidades
volátiles de partidos novatos. ¿Por qué negarle a las nuevas formaciones lo que
fue bueno para los frentes hegemónicos actuales?
Las leyes
electorales argentinas y las modificaciones a las leyes que conforman los
partidos están diseñadas para asegurar mayorías estables y premian a los
partidos ya constituidos. Esto permite que a ambos lados de la grieta se juegue
la carta del `voto útil' en cada llamado electoral. Es el cuento de la buena
pipa, nunca llega el día de votar con convicciones porque es "tirar el
voto'' o "hacer el juego al otro''. Esta idea de priorizar a una formación
sobre otras por cuestiones prácticas y no ideológicas achata en cada elección
la vara de las virtudes de los dirigentes. Cuando leemos discursos políticos de
antaño nos rasgamos las vestiduras al ver la consecuente baja de calidad sin
entender que ha sido nuestra responsabilidad al no exigir esa calidad al
propio, por no hacer el juego al ajeno.
Cuando nos llaman
al `voto útil' apelan al pragmatismo altruista de los ciudadanos. Nosotros
debemos, en un acto de desprendimiento, dejar de lado nuestras ideas en pos de
un bien mayor. Pero en ese acto anulamos el avance de partidos que aún con la
cancha inclinada quieran competir con los más grandes. ¿Por qué el altruismo
debe venir de los ciudadanos y no de las estructuras partidistas? ¿Acaso no es
su función representarnos y servirnos? ¿Cómo podremos cambiar algo si nunca
podemos cambiar nada?
TENDENCIAS
Con una arenga
disfrazada de rigor matemático se suele contabilizar a los votos obtenidos por
formaciones minoritarias como penalizaciones a las formaciones mayoritarias
cuando, en realidad, incluso votando a un partido minúsculo, esos votos
expresan tendencia. Cada voto que obtiene un candidato minoritario aboga por
aquello que los partidos grandes callan y plebiscita sus ideas. Si esos
candidatos logran que las ideas marquen una tendencia o simplemente se
visibilicen, por una simple cuestión de mercado las formaciones grandes
escucharan estas propuestas. Que en el año 2019 se presentaran dos alternativas
de escasos votos con un ideario liberal y conservador hizo que hoy parte de los
referentes de la oposición hayan dado un vuelco hacia la centroderecha en su
discurso.
El voto útil es la
estrategia política que responde al bipartidismo amenazado. Si miramos en
retrospectiva, es una estrategia que ha producido pocos cambios. No corresponde
hablar, entonces, de votos inútiles, es despectivo y soberbio. Es cierto que
bajo el designio del buen Victor D'Hont existen votos insuficientes en
muchísimas ocasiones, pero el análisis no es el mismo. En este caso, la
responsabilidad no es de los que votan candidatos minoritarios sino de los que
no lo hacen. Es ridículo imaginar que quienes votan candidatos minoritarios,
aún a sabiendas de que ese candidato no tienen chances de ganar, estaría
dispuesto a votar al mayoritario si el primero desapareciera. Una frustración
infantil que impide comprender que el proyecto mayoritario está agotado para
ese elector. Los candidatos minoritarios no pueden robar lo que los
mayoritarios ya dejaron de tener en propiedad.
No existe fórmula
de reparto de escaños perfectamente proporcional, en cada elección tiene que
haber una forma matemática de repartir los remanentes y esto es lo que intentó
solucionar el tan mentado D'Hondt, tampoco es cosa de estigmatizarlo. Las
fórmulas siempre van a favorecer a unos en detrimento de otros y eso no se
puede modificar salvo que acordemos particionar físicamente a los candidatos,
idea que sería mejor no desarrollar.
ESCUCHAR LA
DEMANDA
Queda para los
votantes ejercer su deber cívico de cuestionar la eficacia de las campañas
basadas en el miedo y las encuestas. Tratar de forzar a los partidos
mayoritarios a buscar proyectos que nos interesen, a decantarse por posturas
ideológicas concretas, a pensar en el votante y no en el puntero. Queda para
los votantes rechazar las listas sábana llenas de políticos inviables, que
están ahí porque el que tiene la lapicera nos piensa cautivos y temerosos.
Queda para los votantes entender que la variedad nos favorece, que la
competencia siempre es buena para el que elige. Todos los partidos fueron
chicos alguna vez, si crecieron y rompieron el statu quo es porque desafiaron
la ineficacia y pusieron de manifiesto la crisis de sus antecesores. Si los
partidos grandes son inteligentes, escucharán la demanda y se adaptarán, si no,
otros ocuparán su lugar, también eso depende de los individuos. Después de
todo, votar es un acto personal, solitario, intransferible y un voto es un
voto, nada más, nada menos, y la mejor manera de votar es a conciencia.