“Es una estafa darle al chico un título
secundario para que después rebote en el CBC o en el trabajo”
Claudia Peiró
Infobae, 22 de
Diciembre de 2021
Jorge Angelini es
profesor de Castellano, Literatura y Latín. Ejerce la docencia desde hace 35
años, en Merlo, provincia de Buenos Aires, en colegios secundarios y en
Institutos de Formación Docente.
Está feliz de
poder al fin expresar lo que siente frente a “una política de facilismo,
agravada por la pandemia, pero que ya venía desde antes”. Cuando leyó la nota
que se publicó en Infobae sobre la última resolución de la Dirección General de
Educación (DGCyE) de la provincia de Buenos Aires, se sintió al fin expresado.
Esa resolución
debería haber sido la gota que rebalsara el vaso, por el modo en que
flexibilizó los criterios de promoción de materias, casi una burla. Una burla
al esfuerzo de profesores y alumnos. Angelini imaginó que habría una reacción
de la sociedad.
Baste decir que en
virtud de esa resolución, con aprobar el último semestre de 2021 el alumno
aprueba el año completo y también el anterior (2020) y, si le quedó previa esa
materia de 2019, también se la dan por sabida. Hasta tres años por un semestre.
También estableció que se evalúa por “áreas” y no por materia y que un alumno
puede pasar de año llevándose hasta dos áreas previas, lo que implica que puede
promocionar con mucho más que 2 materias sin aprobar. La evaluación por áreas
es casi un “curro”: aprobando una o dos materias se aprueba toda el área...
Como si historia y geografía fuesen lo mismo. O física y química.
Cuando llegó la
comunicación de la DGCyE, Angelini escribió por ejemplo a Padres Organizados
-los que lucharon por la vuelta a la presencialidad- y a la Academia de
Educación, pero no tuvo respuesta. Esperaba que se pronunciaran sobre lo que
considera “una estafa” y una “injusticia”, porque se equipara al alumno que se
esforzó, que asistió a clase, que cumplió con los requisitos pedagógicos, con
el que no lo hizo. Y así lo viven los propios estudiantes. Pero ni los
padres, ni los directivos de los establecimientos ni mucho menos los gremios se
muestran preocupados por el tremendo deterioro de la educación a través de un
sistema que sólo apunta a dibujar una estadística, denuncia este profesor, sin
importarle verdaderamente la formación.
— ¿Usted diría que
hay una política deliberada de la Dirección de Educación para que los alumnos
aprueben con la excusa de la pandemia? ¿Hay presión sobre los profesores para
que aprueben a los alumnos aun sin que hayan adquirido los conocimientos
necesarios?
— Hay una política
de facilismo que se vio agravada con la pandemia pero que venía de antes. Esto
no es una novedad. La pandemia vino bien para justificar las directivas a los
profesores para que repita el menor número posible. Y sí, hay medidas, como el
régimen de acreditación para los alumnos que no aprobaron o el fundir en áreas
cuando nosotros trabajamos por materia. Ahora nos venimos a enterar de que
tenemos que evaluar por área. En mi caso yo comparto área con inglés y alumnos
que quizás hablen muy bien en inglés pero en literatura no leen un libro, ¿por
qué vamos a convalidarles un aprobado? Esto demuestra que lo que se busca es
que el alumno apruebe a toda costa sin tener los conocimientos mínimos que ya
de por sí tuvimos que priorizar. Y aun esos contenidos se integran en un área
donde se van a diluir inexorablemente.
— O sea, que por
un lado se evaluó un bienio (2020 y 2021) a partir del desempeño del último
semestre. Después, agruparon las materias por áreas y hacen que los profesores
hablen entre ellos para ver si el chico como aprobó historia por ahí puede
zafar en geografía. ¿Sería algo así?
— Exacto. Exacto.
— Y previamente
habían reducido los contenidos a lo mínimo.
— Si, tuvimos que
definir los contenidos prioritarios, las habilidades mínimas requeridas para
que el alumno pueda promover un espacio curricular. Y agrego que si el alumno
tiene por ejemplo literatura de 4° año previa pero aprobó literatura de 5° con
contenidos completamente distintos, ahí también se le da por aprobada la
previa. Es decir, tenemos un redoble de apuesta. Podríamos decir entonces que
al alumno se le aprueba la previa por aprobar la cursada de este año. Es
ilógico desde donde se lo mire. Si esto no es presión...
— ¿Esto está
pasando en públicos y en privados?
— Esto es para
todos y están los inspectores atrás que lo hacen cumplir a rajatabla. No hay
forma de correrse un poquito de la directiva. La normativa es ésta y se aplica
así.
— ¿El director de
un establecimiento no tiene margen de maniobra frente a eso?
— Ninguno, en
absoluto. Está atado de pies y manos a lo que el Ministerio manda y a lo que el
inspector hace cumplir. Pero sí podrían quejarse. Denunciar lo que está
pasando. En cambio, con su resignación frente a los embates de la Dirección de
Escuelas también son responsables de la incoherencia. ¡Qué distinto habría sido
todo si todos los directivos de la región se hubieran pronunciado masivamente
en contra de la resolución!
— ¿Por qué pasa
esto? ¿Por qué esta obsesión por aprobar al alumno y darle un título aunque no
esté verificado que aprendió?
— Hay terror a la
estadística. Sin todos estos parches que se le están poniendo el sistema, la
estadística arrojaría un alto índice de repitencia. Cosa que la Dirección
General de Escuelas no podría sostener. Así como se le escapa a los índices del
INDEC o como dijo el gobernador (Axel Kicillof) que dar los índices de pobreza
era estigmatizante, ahora decir que hubo tanta repitencia en la secundaria no
lo podrían sostener. Entonces salen estas políticas en las que no importa el
conocimiento, importa que se diga que un 70% de los chicos, a pesar de las de
las dificultades, a pesar de que no se abrieron los colegios el año pasado,
logra aprobar los contenidos mínimos, pero esto es cartón pintado. No hay
realmente un conocimiento. El chico queda a la deriva y lo veremos más
adelante. Así como vimos los resultados vergonzosos del polimodal, cuando uno
miraba el diario y decía, por ejemplo, que se solicitaban repositores para un
supermercado y entre paréntesis el aviso clasificado ponía “Polimodal
abstenerse”. Yo decía ¿qué estamos haciendo? Estamos largando chicos que no
sirven ni para repositor de un supermercado. Es gravísimo. Y esto es parche
sobre parche. No hay realmente medidas de fondo para que el chico egrese con
los conocimientos que después se requieren en la universidad o donde se
desempeñe, en el trabajo. No lo hay.
— Que esté
preparado para la vida. Para lo que vaya a hacer en el futuro.
— Yo siento que en
parte es una estafa. Es una estafa porque se lo engaña, se le da un título
después de seis años de trayectoria y uno lo va viendo cuando se encuentra con
egresados que intentan hacer el CBC u otra carrera y bueno, rebotan en gran
número.
— ¿Cuál es la
estadística de repitencia hoy y cuál cree intuitivamente que podría ser si no
existieran estos mecanismos de facilitación?
— El dato de hoy
no lo tengo. Pero un 40% de repitencia podría llegar a haber, si nos guiamos
por como estábamos evaluando sin todos estos parches, con mesa de examen, con
la forma tradicional. Que igual ya venía bastante light, porque con la
resolución 587 del año 2011 que impulsó (Daniel) Scioli y que sostuvo (su
ministro de Educación) Mario Oporto empezó una de las debacles...
— ¿Qué dice esa
resolución?
— Básicamente lo
que hace es posicionar al alumno como un sujeto de derecho pero nunca de
obligaciones. Por ejemplo, si una mesa de examen empezaba a las 7:30 y el
alumno llegaba a las 11, igual había que examinarlo. Otro condimento de esta
resolución: antes los alumnos que tenían aplazo en la suma de los tres
trimestres iban directamente a rendir en marzo. Era el famoso directo a marzo.
Bueno, acá no. Por más que tuviera un uno de promedio en las materias se
sentaba al lado del alumno que a lo mejor se la había llevado con un 6.
— Es que el motivo
de ir a marzo era que si un alumno tiene un 1, o un 2, es que no incorporó los
conocimientos de ese año. Necesita tiempo. No puede en diez días en diciembre
dar la materia como puede hacerlo uno que está flojo en algunos aspectos. Tenía
una lógica.
— Claro. Con un
alumno que anduvo en el 5 uno desarrolla otra estrategia que con aquel que se
sacó un 2. Pero bueno, acá igualamos hacia abajo. Otra facilidad para los alumnos
es que después de dar tres veces mal una materia con el profesor, podían pedir
cambiar la mesa, dar con otro profesor. Y esto rige incluso si el alumno no se
presentaba, si corrían tres turnos con el alumno ausente, automáticamente lo
pasaban a otro profesor. Esta resolución está suspendida por la pandemia, vaya
a saber si no la resucitan. No se le cambió un punto ni una coma tampoco en la
gestión de (María Eugenia) Vidal. Yo esperaba que esta resolución cayera porque
el alumno tiene todos los derechos pero ninguna obligación. La meritocracia ya
sabemos por boca del Presidente cómo es estimada o inestimada. Esto el chico lo
maneja, lo sabe. Hay chicos que se aprovechan y hay otros que ven la
injusticia. Me dicen “profe, mire, yo desaprobé con usted el año pasado, pero
vine a todos los encuentros, ahora apruebo la materia y me encuentro con que mi
compañero no vino nunca a rendirla y ahora se la aprueban porque aprueba el
área, es injusto. Yo le digo “bueno, pero vos corrés con ventaja, con más competencias
porque te preparaste, leíste los libros, hiciste las lecturas obligatorias”.
Pero eso lo razono yo con 56 años, para un chico de 15 es completamente injusto
que el sistema favorezca a aquel que no hizo nada.
— Usted recién
rozaba el otro aspecto que se combina con el facilismo pedagógico que es la
indisciplina. El alumno ya casi ni está obligado a asistir a la escuela. No
queda libre por faltas, puede llegar tarde…
— Con esto de la
pandemia no se quedaban libres. Tomábamos asistencia por zoom a los chicos que
se vinculaban. Pero cuando volvió la presencialidad era un mero formalismo que
el preceptor tomara lista porque no estaba el peso de las 28 inasistencias para
quedar libre.
— ¿Cómo es el
ambiente en un aula hoy? ¿Es posible enseñar? Porque sin un mínimo orden y una
mínima disciplina es difícil imaginar que uno pueda trabajar en torno al
conocimiento.
— Sí, hay que
posicionarse en mostrar que el conocimiento sirve. Como yo les digo a mis
alumnos del profesorado, hay que estar convencido de que lo que uno enseña es
lo mejor que les puede pasar a los alumnos. Cuántas veces a mí me dicen “profe,
por qué da sintaxis, si yo el día de mañana no voy a analizar sujeto y
predicado”. “Mirá, vos con este ejercicio estás ejercitando el razonamiento y eso
el día de mañana andá a saber, te va a salvar quizás de alguna situación límite
el poder razonar y ser rápido en una respuesta”. A los alumnos que formo en el
profesorado les digo que si se paran en la postura de “ah, lo enseño porque
está en el programa”, perdieron, porque no podrán convencer al chico de la
importancia de la disciplina que están enseñando.
— Eso se vincula
con algo que dijo el ministro de Educación, Jaime Perczyk: que hay que
consultar a los chicos, preguntarles qué les interesa, qué quieren estudiar.
Pero un chico de 12, 13 ó 14 años no puede saber qué le sirve estudiar. El
chico piensa que estudiar castellano, leer el Cid campeador, no le sirve para
nada, porque no tiene la perspectiva que dan los años para entender que, aunque
no se dedique a la literatura, ayuda a razonar, a tener herramientas. No es el
chico el que está en condiciones de decidir lo que tiene que estudiar o no.
Decir eso es lo más anti pedagógico que escuché.
— Claro. Y una
bomba que tiró el ex ministro (Nicolás) Trotta fue en julio del año pasado
cuando dijo “este año no repite nadie”. Usted no sabe la baja en la
presentación de trabajos prácticos que yo tuve por ese comentario tan
desafortunado. ¿El que llega a ministro conoce el aula? ¿Conoce la tarea de
hormiga que tenemos que hacer todos los días para que de un plumazo nos borre
el trabajo? Veníamos piloteándola con la pantalla, que no bajen los brazos, que
se conecten, que entreguen los trabajos en tiempo y forma. Y este bombazo a
mitad de año nos destruyó, nos dejó sin argumentos. Las medidas del Ministerio
son piedras que nos van poniendo en el camino que nos hacen muy difícil la
tarea.
— Usted dice que
más que calidad educativa es caridad educativa lo que se les da a los chicos
hoy.
— Sí, sí. Yo lo
siento así. Toda la documentación que mandan es en función de la calidad
educativa. Ese es el caballito de batalla. Pero en realidad esconde la caridad.
Al chico se lo victimiza en todo sentido. Siempre el chico es la pobre víctima
del profesor que lo desaprobó, de las amonestaciones que se le pusieron por
faltar el respeto. Entonces, si lo victimizamos, él siempre tiene derechos pero
nunca una obligación. Le damos la migaja de lo mínimo de lo mínimo. Ahí hacemos
caridad, y bueno, sí, pobrecito. Y… vino. Qué sé yo, trajo el trabajito. Se lo
aprueba. Y se le está haciendo un mal enorme. La mirada va a cambiar el día que
los docentes que tenemos un 30, un 40% de chicos recuperando no seamos mal
vistos como ahora. La mirada nunca está puesta en el docente que a esta altura
del año de 35 alumnos aprobó a 35. Siempre la mirada está del otro lado de la
balanza, de los que tenemos chicos para recuperar o para dar examen.
— Como usted
enseña también en institutos de formación docente, hablemos del otro drama que
se desarrolla sin que la gente tome conciencia. En esos institutos se ingresa
sin examen. Y son los que mañana van a ser maestros.
— Sí. Volvemos al
2010, otra vez a la gestión de Scioli y Oporto. Hasta ese momento había examen
de ingreso y mal que mal uno partía siempre de un piso y ponía un límite de
estudiantes por aula. Las aulas son para 35, 40 alumnos. Ahora entran todos
porque el examen de ingreso no es progre, está mal visto, es antediluviano. En
una cátedra de lingüística en el 2018 tuve 102 alumnos. ¿Dónde está la calidad
ahí? Los alumnos escuchaban la clase en el pasillo mirando por la ventana. Tuve
que dividir las 3 horas de clase en dos, y dar de a 50. Es decir, esos
estudiantes estaban adentro del sistema, pero dígame con qué calidad de
aprendizaje. Ya que no hay examen de ingreso, pongamos un examen de egreso, un
examen de capacidades mínimas para el que egresa. Bueno, tampoco, obviamente,
ni hablar. Hubo un atisbo de esto en la gestión de Vidal, de evaluar a los ya
recibidos y los gremios obviamente se opusieron.
— Es increíble que
se sostenga que es injusto o ilógico pedir que un futuro docente, como mínimo,
de partida, sepa leer, escribir corrientemente y pueda expresar una idea con
claridad. ¿Cómo va a enseñar si no?
— Sí, además se
los habilita a dar prácticas con materias pendientes de 1° y 2° año. Yo soy
profesor de prácticas en 3° y pueden ingresar debiendo hasta diez materias de
años anteriores. Yo ahí les hago tomar conciencia de que les faltan contenidos
y no pueden enseñar. Pero el sistema no lo impide. Tendría que haber un marco
normativo claro. Pero que no lo va a haber con estas políticas facilistas,
jamás lo va a haber. Y esto va en picada.
— Usted dice que
algunos alumnos se quejan de esta situación. ¿Qué pasa con los padres? ¿Son
conscientes de lo que les están haciendo a sus hijos?
— Los padres se
quejan, pero es la queja de cola de banco digo yo, uno se queja de lo caros que
están los impuestos pero va y paga. Es una queja sin acción. Cuando leí su
nota, y yo ya venía un poquito motivado, le mandé a Padres Organizados la misma
inquietud. Les dije que me parecía bárbaro que se hubieran preocupado por abrir
las escuelas pero que se fijaran un poquito en lo que se hacía adentro. No tuve
respuesta. Y le mandé a la Academia Nacional de Educación la copia de la
resolución de evaluación para que por favor también hiciera alguna declaración
sobre cómo se va a promover a los alumnos de la provincia y no tuve eco. Los
chicos sí se quejan y a mí me da esperanza. Por ejemplo yo tengo tres 6° año, y
me eligen muchísimo para dar los diplomas y soy uno de los profesores que más
alumnos manda a rendir. Pero mientras el alumno vea que la exigencia no es
sinónimo de que te odio, todo lo contrario: estoy apostando a mejorarte... Si
me tuviera que guiar por directivos, por inspectores, por el propio Ministerio,
esperar que alienten y motiven el trabajo diario, yo hubiera dejado hace tiempo
porque ya tengo la edad y los años de servicio para jubilarme. Es realmente por
los alumnos que sostengo este trabajo.
— Esto me recuerda
una frase que leí de un maestro francés: que el chico sólo se acuerda del
profesor que fue exigente. El que le enseñó algo...
— Si uno se
remonta a su experiencia como estudiante secundario se acuerda de los
profesores que apretaban el zapato. Y mis modelos en la docencia son esos. No
justamente el del profesor demagogo, el que no hacía nada, el que nos aprobaba
fácil. No. A esos realmente no los tengo como modelos para imitar.
— A los sindicatos
docentes nunca se los ve preocupados por estos temas. Siempre es la cuestión
salarial, las condiciones del edificio. Nunca el eje de su profesión que es la
educación.
— Sí, sí. Jamás en
35 años noté que haya habido un gremio que fuera contra alguna medida de este
tipo. Lo pedagógico a ellos no los atañe, no los implica. Lo salarial, lo
edilicio. Lo político. Van de la mano con lo político. Lo educativo no. Queda
relegado. Por ejemplo, esta medida del gobierno de Vidal de evaluar a los
docentes ya en funciones fue trabada por el gremio justamente. Cuando
intervienen en lo educativo es más para desacreditar que para sumarse y ver si
se puede sacar algo positivo.
— Hay una
politización de la educación. Por ejemplo un documento de la Dirección de
Educación dice que la evaluación “es un hecho ético y político”. Es decir, no
es un hecho pedagógico. ¿De qué están hablando? De que hay que incluir a como
dé lugar. Incluir para ellos es tener el chico en la escuela aunque no aprenda
nada. Si usted tuviera la posibilidad de hacer algo para que cambie este sistema,
¿por dónde empezaría?
— Yo empezaría
dándoles mayor autonomía a los colegios. Lo que dicen las circulares que se
cumpla realmente, que den autonomía a cada escuela, a cada institución. Es
decir, el Ministerio tendría que dar tres o cuatro lineamientos marco, pero que
después dar autonomía. Si queremos cuatrimestre, si queremos trimestre, si
queremos bimestre, con cuánto aprobar, tomar examen, tomar integradora, no
tomar. Porque si no vamos a seguir atados a un Ministerio que está en La Plata
y que da normativas para toda la provincia y que son tan cuestionadas. Ese
sería uno de los puntos que me parece clave, mayor autonomía a cada
institución. Y el segundo es revalorizar a los chicos, a los alumnos de 6to.
¿Qué es revalorizar? Hacerlos acercar más a la universidad que al ciclo básico.
Nosotros estamos
evaluando a un alumno de 6to que ya está por entrar a la facultad igual que a
un alumno de 1er año. Cuando fui director en polimodal habíamos implementado en
el colegio Elvira Sullivan de Merlo un sistema que se llamó el semi presencial
donde el chico hacía como una cursada pre universitaria, y los profesores
tomábamos lista por materia, el alumno cuando no quería estar en una materia se
podía levantar y se iba. Se definían materias troncales y las demás eran
optativas. Les tomábamos parciales. Y eso también solucionaba la disciplina.
Eso lo pudimos sostener porque lo apoyó una inspectora, que trabajó
mancomunadamente con nosotros y a la que quisiera nombrar, Rosa Miño. En 35
años, puedo rescatar una supervisora. Imagínese lo que es el resto. Después
esta persona se fue, a la inspectora nueva no le gustó el proyecto y se
archivó. Era algo que funcionaba y como acá lo que funciona no sirve, lo
sacaron.
— Y examen de
ingreso a los institutos docentes...
— Sí. O, si no
podemos poner un examen de ingreso, que el alumno que quiera entrar, tenga un
promedio de su secundaria de 9 puntos. Pero que haya alguna forma de decir
necesitamos este piso para que vos entres a la carrera docente. Si no, no se
mejora.
— El cambio de
ministro de Educación en la provincia (entra Alberto Sileoni en reemplazo de
Agustina Vila), ¿cómo lo ve?
— En mi época de
polimodal, Sileoni era asesor y no puedo decir “qué buena medida que impulsó”.
Así que realmente no me da esperanzas. Los ministros... Puedo reconocer de la
gestión ministerial a (Daniel) Filmus cuando con la Ley General de Educación
sacaron la EGB, el tercer ciclo, y secundarizó. Eso me pareció una medida que
se tardó en tomar pero se tomó. Y en los años 90, cuando Antonio Salonia,
ministro de Educación de Menem, dio marcha atrás con una medida de Alfonsín,
que había sacado las notas y puesto tres valoraciones: alcanzó los objetivos,
no alcanzó o superó los objetivos. Es decir, desterró las notas. Y este
ministro vino y volvió a poner la escala de calificaciones. Son los únicos dos
ministros que hicieron algo. El resto... miro para atrás y en 35 años no me
puedo quedar con uno.
— Recapitulando,
¿puede hoy un docente reprobar a un alumno?
— Mire, yo estoy
cerrando ya la tercera semana de la intensificación que es esta nueva forma de
recuperar y me están quedando más alumnos para febrero que los aprobados en
estos días. Sí, podemos. Pero uno está parado en un tembladeral. Uno no sabe de
dónde va a venir el boomerang. Y tengo ejemplos en 35 años muchos, muchos. De
directivos, de supervisores, de...
— ¿De qué?, ¿que
vienen y le dicen tome examen de nuevo, por qué reprobó...?
— Preguntan “qué
estrategia utilizó para no tener esta cantidad”. Uno hace malabarismos. Pero
detrás de eso está la voluntad del chico. Y parece que de eso las autoridades
no se dan cuenta. Hace unos años una directora me mandó a llamar y tenía la
planilla mía de calificaciones con más rojo que azul. Y me dijo “Jorge, qué
hiciste, qué estrategia desarrollaste para no tener estos resultados”. Yo le
dije “si vos en vez de estar en la dirección tomando café y mirando el libro de
Avon hubieras venido a ver mis clases podrías dar cuenta de las estrategias que
usé; ahora ya es tarde, ahora no me pidas estrategias porque ya las usé y vos
no las viste”. Es esta cosa de querer cuidarse por si viene un inspector y dice
qué hizo este profesor. Si esa planilla con tanto desaprobado llega a la
jefatura de Haedo, el jefe de Haedo le dirá al supervisor del colegio y vos qué
hiciste... Es una cadena donde todos cuidan su pequeño feudo y su pequeño mundo
y que nadie los moleste. Y si hay un profesor que molesta y bueno, hay que
arrojarle toda la normativa ministerial para que se pueda arrepentir.
— Le agradezco su
tiempo. Espero que esto sirva para que algo cambie o al menos para que la gente
se entere de lo que está pasando en las escuelas. Incluso los políticos que se
dicen preocupados por la educación no tienen idea de lo que sucede; a lo sumo
creen que es un problema nada más que de presupuesto.
— Tal cual.
— Lo que yo sé del
tema lo sé por docentes que, como usted, están preocupados, alarmados por lo
que está pasando, y porque sigo los debates pedagógicos que se dan en otros
países, en Argentina lamentablemente no. Y aquí pocos profesores se animan a
hablar y es entendible porque hay temor a represalias....
— Yo realmente no
les temo. Desde el momento que doy la cara, no. Hace años que estoy buscando a
alguien que mire, que recoja un poquito lo que sentí en 35 años. Es muy triste
no poder decir que algo me gustó en todo este tiempo. Lo único que me alienta
son los pibes, esta cosa de “profe no baje los brazos, profe, gracias”...