Por: Carlos Manuel Acuña
Desde hace mucho tiempo hablamos de la presencia de militares y otros elementos venezolanos para realizar tareas de organización extremista. Su objetivo consiste en captar ideológicamente a sectores populares, prepararlos para relacionarse entre sí de manera organizada y orientarlos hacia el reclamo y la exigencia. Ahora esas tropas no sólo han llegado, sino que pusieron en marcha un proyecto todavía indefinido pero de perfiles “bolivarianos”, es decir, un simple “progresismo” que puede exteriorizarse de diversas maneras, en cualquier momento y en distintos lugares.
Como esta tarea se realiza en diversos niveles, unos sesenta oficiales chavistas llegaron munidos de propaganda, para presentarse al examen de ingreso a la Escuela de Guerra del Ejército Argentino, donde el intercambio de estudiantes militares con otros países nunca superaba el número de dos elegidos por sus cualidades. Los sesenta venezolanos rindieron examen pero fueron reprobados y embarcados de regreso en un avión a su país. Sin embargo, ¡oh sorpresa!, apenas llegados a Caracas se les ordenó reembarcarse y volver de inmediato a Buenos Aires. Una vez aquí y dentro de un privilegiado régimen de un especial favoritismo, se anotaron y fueron aceptados para participar de los cursos de la Escuela de Guerra. Para ellos se estableció que no debían rendir examen pero sí concretar un mínimo de presentismo para aprobar las materias y obtener el diploma. El presentismo consistió siempre en dejar constancia de su concurrencia pero no de su inmediato retiro, pues sus obligaciones eran muy distintas.
Así, estos jóvenes y politizados militares que ya tenían -y tienen- asegurado el ansiado título de Oficiales de Estado Mayor, salían -y están- a la calle para tomar “contactos sociales”, estudiar el terreno, evaluar las condiciones políticas de aquellos con los que comenzaban a trabajar y amigarse y prepararse para un futuro cercano. Ahora ese futuro ha llegado gracias a la colaboración de Evo Morales, otro partidario del curioso “Socialismo del Siglo XXI”, quien desde Bolivia coordina algunos movimientos por demás notables. El primero fue seleccionar grupos humanos, familias más necesitadas que son enviados en contingentes más o menos importantes a distintos puntos de la Argentina, con la promesa de recibir una parcela de tierra, medios para la construcción de viviendas y algo de dinero para las primeras necesidades. No es mucho -unos 1.000 pesos que podrían aumentarse según las circunstancias- pero lo más importantes es que recibirían algo más apetitoso: documentos de identidad para todo el grupo familiar. De esta manera se les facilitaría el acceso a la educación de los hijos pero principalmente y de manera gratuita, a los centros de salud que, dicho sea de paso, ya están colmados por estos extranjeros.
La invasión silenciosa avanzó a lo largo de los meses, las instrucciones que recibieron es que la única obligación sería la de votar en las próximas elecciones y acatar a ese efecto, las indicaciones de los punteros ya establecidos. Con los meses, esta invasión callada y sólo perceptible para el ojo avisor de quienes conocen y recorren el conurbano, expandió sus brazos, llegó hasta las villas de emergencia que rodean a la Capital Federal, se trasladaron quedamente a otras provincias y se dispusieron a realizar el trabajo político que era su único compromiso. Podían obtener trabajo -los bolivianos son reconocidos trabajadores en la construcción, obras viales y el cultivo de hortalizas, entre otras capacidades- pero llegado el momento de las movilizaciones debían, listado de por medio, acompañar las exteriorizaciones que les indicarían sus jefes.
Villa Soldati marcó el punto del comienzo. Ocuparon el Parque Indoamericanos en la forma conocida, sus voceros surgieron para representarlos con habilidad, pues en algunos casos parecían jóvenes bien preparados que utilizaban palabras acorde con el tono idiomático local e, incluso, con ciertos defectos que eran expresados en público pero no en privado. Por eso, la Policía Federal Argentina que ya comenzó a ser perseguida como lo son las Fuerzas Armadas, anticipó a las autoridades que no estaba en condiciones de reprimir -reprimir, esa palabra exacta que dispone el diccionario y los Códigos- y recomendaba el concurso de la Gendarmería Nacional para enfrentar una posible escalada de reclamos sociales. En una sola palabra: violencia.
Los hechos hablan por sí solos. La Gendarmería fue retirada de las fronteras mientras los contrabandistas y narcotraficantes se refriegan las manos con alegría. Puso buena parte de sus recursos humanos, técnicos y materiales para atender el extraordinario caso de Villa Martelli, donde el gobierno cumplió el pacto no escrito -pero sí conversado entre Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales- y dispuso proteger a estos extranjeros que invadieron terrenos públicos y parquizados. Así quedó abierta la posibilidad de que sucesos similares se concreten en plazas y parques como Palermo y los principales espacios públicos que impedirán los habituales paseos de los porteños.
Pero como todo le sale mal a este gobierno, se perdió el control de la invasión territorial. Es posible que las enseñanzas de los instructores venezolanos chavistas no contemplaran la posibilidad de que los vecinos, simples ciudadanos del común, expresaran su hartazgo mediante una resistencia activa que hasta ahora no se expresó en su totalidad. De todos modos el tanteo fue puesto en la escena; en su incapacidad, el gobierno no reaccionó por un lapso demasiado extenso que facilitó el crecimiento de las tensiones y luego la pedrea y los garrotazos que fueron superados por los disparos de las armas de fuego. El conflicto quedó instalado y a la Gendarmería se le dio el papel de resguardar a los invasores, curiosidad única en el mundo civilizado. El caso permitió exteriorizaciones interesantes. Por un lado, puso en evidencia que se quiso afectar la imagen política de Mauricio Macri que, además, tiene en la zona un importante baluarte electoral. Por el otro, que integrantes de una pequeña villa de emergencia ubicada en la cercanía de la Escuela de Policía, se aliaron espontáneamente con los vecinos y tomaron parte activa en el rechazo a los invasores. En otros círculos, los políticos por ejemplo, surgieron las clásicas declaraciones aunque esta vez, una contenida sensación de alarma se hizo evidente por encima de la prudencia -vamos a llamarla así- y entre tanto se avizoraron los cambios algunos de los cuales ya se concretaron. Horacio Verbitsky, el agente de inteligencia ducho en estos menesteres y responsable de muertes, comenzó a mover los hilos para afianzar su poder y establecer una orientación que contradice el aparentemente moderado rumbo que la Casa Rosada está empeñada en adoptar con miras a las elecciones... y nada más que para eso.
Hace mucho e inútilmente, comenzamos a hablar de la novedosa Guerra Social que se vislumbraba. Luego escribimos sobre las Guerra Molecular y otras nominaciones concurrentes que hoy son motivos de estudio en el mundo, menos en la Argentina. Los integrantes de ese conflicto que disparó nuevas acciones de enfrentamiento, algunas sutiles y otras violentas, son siempre los mismos: elementos casi descartables de la sociedad signados por la pobreza y los directores de este proceso que son jóvenes universitarios y dirigentes de partidos minoritarios y minúsculos, circunstancia que quieren disimular con el contenido de sus declaraciones. Todo está en marcha y las mayorías que rechazan, al menos entre nosotros, estos intentos por modificar la sociedad, sus valores, cultura y su historia, es puesta de lado y se le quitan los instrumentos para expresarse, todo un tema sobre el que deberemos volver.
Pero continuemos con los peligros después de los muertos de Villa Martelli. Por ahora las tensiones, el temor y la cólera de los vecinos afectados, es similar a la que existe en las Fuerzas Policiales degradadas por haber actuado como corresponde. Esto no es nuevo y tendrá numerosos componentes. Por ejemplo, se apuran las sentencias contra militares cuyo contenido ha sido redactado con bastante antelación al desarrollo de los juicios. Se inventan imaginados delitos para comprometer a más oficiales y suboficiales; se busca apurar este trabajo que mezcla el ideologismo, la venganza y la prevaricación para encontrar fechas emblemáticas para el anuncio de las condenas; habrá policías presos y tal vez gendarmes en el futuro cercano. Todo indica que éste será un fin de año más que movido y que en medio del calor el verano se manifestará a toda orquesta.
InformadorPublico.com,13-12-10
Como esta tarea se realiza en diversos niveles, unos sesenta oficiales chavistas llegaron munidos de propaganda, para presentarse al examen de ingreso a la Escuela de Guerra del Ejército Argentino, donde el intercambio de estudiantes militares con otros países nunca superaba el número de dos elegidos por sus cualidades. Los sesenta venezolanos rindieron examen pero fueron reprobados y embarcados de regreso en un avión a su país. Sin embargo, ¡oh sorpresa!, apenas llegados a Caracas se les ordenó reembarcarse y volver de inmediato a Buenos Aires. Una vez aquí y dentro de un privilegiado régimen de un especial favoritismo, se anotaron y fueron aceptados para participar de los cursos de la Escuela de Guerra. Para ellos se estableció que no debían rendir examen pero sí concretar un mínimo de presentismo para aprobar las materias y obtener el diploma. El presentismo consistió siempre en dejar constancia de su concurrencia pero no de su inmediato retiro, pues sus obligaciones eran muy distintas.
Así, estos jóvenes y politizados militares que ya tenían -y tienen- asegurado el ansiado título de Oficiales de Estado Mayor, salían -y están- a la calle para tomar “contactos sociales”, estudiar el terreno, evaluar las condiciones políticas de aquellos con los que comenzaban a trabajar y amigarse y prepararse para un futuro cercano. Ahora ese futuro ha llegado gracias a la colaboración de Evo Morales, otro partidario del curioso “Socialismo del Siglo XXI”, quien desde Bolivia coordina algunos movimientos por demás notables. El primero fue seleccionar grupos humanos, familias más necesitadas que son enviados en contingentes más o menos importantes a distintos puntos de la Argentina, con la promesa de recibir una parcela de tierra, medios para la construcción de viviendas y algo de dinero para las primeras necesidades. No es mucho -unos 1.000 pesos que podrían aumentarse según las circunstancias- pero lo más importantes es que recibirían algo más apetitoso: documentos de identidad para todo el grupo familiar. De esta manera se les facilitaría el acceso a la educación de los hijos pero principalmente y de manera gratuita, a los centros de salud que, dicho sea de paso, ya están colmados por estos extranjeros.
La invasión silenciosa avanzó a lo largo de los meses, las instrucciones que recibieron es que la única obligación sería la de votar en las próximas elecciones y acatar a ese efecto, las indicaciones de los punteros ya establecidos. Con los meses, esta invasión callada y sólo perceptible para el ojo avisor de quienes conocen y recorren el conurbano, expandió sus brazos, llegó hasta las villas de emergencia que rodean a la Capital Federal, se trasladaron quedamente a otras provincias y se dispusieron a realizar el trabajo político que era su único compromiso. Podían obtener trabajo -los bolivianos son reconocidos trabajadores en la construcción, obras viales y el cultivo de hortalizas, entre otras capacidades- pero llegado el momento de las movilizaciones debían, listado de por medio, acompañar las exteriorizaciones que les indicarían sus jefes.
Villa Soldati marcó el punto del comienzo. Ocuparon el Parque Indoamericanos en la forma conocida, sus voceros surgieron para representarlos con habilidad, pues en algunos casos parecían jóvenes bien preparados que utilizaban palabras acorde con el tono idiomático local e, incluso, con ciertos defectos que eran expresados en público pero no en privado. Por eso, la Policía Federal Argentina que ya comenzó a ser perseguida como lo son las Fuerzas Armadas, anticipó a las autoridades que no estaba en condiciones de reprimir -reprimir, esa palabra exacta que dispone el diccionario y los Códigos- y recomendaba el concurso de la Gendarmería Nacional para enfrentar una posible escalada de reclamos sociales. En una sola palabra: violencia.
Los hechos hablan por sí solos. La Gendarmería fue retirada de las fronteras mientras los contrabandistas y narcotraficantes se refriegan las manos con alegría. Puso buena parte de sus recursos humanos, técnicos y materiales para atender el extraordinario caso de Villa Martelli, donde el gobierno cumplió el pacto no escrito -pero sí conversado entre Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales- y dispuso proteger a estos extranjeros que invadieron terrenos públicos y parquizados. Así quedó abierta la posibilidad de que sucesos similares se concreten en plazas y parques como Palermo y los principales espacios públicos que impedirán los habituales paseos de los porteños.
Pero como todo le sale mal a este gobierno, se perdió el control de la invasión territorial. Es posible que las enseñanzas de los instructores venezolanos chavistas no contemplaran la posibilidad de que los vecinos, simples ciudadanos del común, expresaran su hartazgo mediante una resistencia activa que hasta ahora no se expresó en su totalidad. De todos modos el tanteo fue puesto en la escena; en su incapacidad, el gobierno no reaccionó por un lapso demasiado extenso que facilitó el crecimiento de las tensiones y luego la pedrea y los garrotazos que fueron superados por los disparos de las armas de fuego. El conflicto quedó instalado y a la Gendarmería se le dio el papel de resguardar a los invasores, curiosidad única en el mundo civilizado. El caso permitió exteriorizaciones interesantes. Por un lado, puso en evidencia que se quiso afectar la imagen política de Mauricio Macri que, además, tiene en la zona un importante baluarte electoral. Por el otro, que integrantes de una pequeña villa de emergencia ubicada en la cercanía de la Escuela de Policía, se aliaron espontáneamente con los vecinos y tomaron parte activa en el rechazo a los invasores. En otros círculos, los políticos por ejemplo, surgieron las clásicas declaraciones aunque esta vez, una contenida sensación de alarma se hizo evidente por encima de la prudencia -vamos a llamarla así- y entre tanto se avizoraron los cambios algunos de los cuales ya se concretaron. Horacio Verbitsky, el agente de inteligencia ducho en estos menesteres y responsable de muertes, comenzó a mover los hilos para afianzar su poder y establecer una orientación que contradice el aparentemente moderado rumbo que la Casa Rosada está empeñada en adoptar con miras a las elecciones... y nada más que para eso.
Hace mucho e inútilmente, comenzamos a hablar de la novedosa Guerra Social que se vislumbraba. Luego escribimos sobre las Guerra Molecular y otras nominaciones concurrentes que hoy son motivos de estudio en el mundo, menos en la Argentina. Los integrantes de ese conflicto que disparó nuevas acciones de enfrentamiento, algunas sutiles y otras violentas, son siempre los mismos: elementos casi descartables de la sociedad signados por la pobreza y los directores de este proceso que son jóvenes universitarios y dirigentes de partidos minoritarios y minúsculos, circunstancia que quieren disimular con el contenido de sus declaraciones. Todo está en marcha y las mayorías que rechazan, al menos entre nosotros, estos intentos por modificar la sociedad, sus valores, cultura y su historia, es puesta de lado y se le quitan los instrumentos para expresarse, todo un tema sobre el que deberemos volver.
Pero continuemos con los peligros después de los muertos de Villa Martelli. Por ahora las tensiones, el temor y la cólera de los vecinos afectados, es similar a la que existe en las Fuerzas Policiales degradadas por haber actuado como corresponde. Esto no es nuevo y tendrá numerosos componentes. Por ejemplo, se apuran las sentencias contra militares cuyo contenido ha sido redactado con bastante antelación al desarrollo de los juicios. Se inventan imaginados delitos para comprometer a más oficiales y suboficiales; se busca apurar este trabajo que mezcla el ideologismo, la venganza y la prevaricación para encontrar fechas emblemáticas para el anuncio de las condenas; habrá policías presos y tal vez gendarmes en el futuro cercano. Todo indica que éste será un fin de año más que movido y que en medio del calor el verano se manifestará a toda orquesta.
InformadorPublico.com,13-12-10