Luis María Caballero
(hijo)
Para lograr mutar
nuestro crecimiento en verdadero desarrollo, se torna imprescindible un marco
de reglas claras que genere confianza hacia dentro y hacia fuera de nuestro
país.
En el mundo actual,
el cuestionarse si hay que estar “a favor” o “en contra” de la globalización se
ha convertido en un verdadero despropósito.
La globalización es
un hecho irreversible, y lo que tenemos que plantearnos es cómo enfrentar los
desafíos que esta realidad presenta, y de qué manera nuestro país puede
aprovechar sus ventajas.
Nunca antes hubo
tanta gente en el mundo con tanto interés en comprar a excelentes precios los
productos, bienes y servicios que la Argentina puede producir de manera
competitiva. Eso es, sin dudas, un gran desafío y una tremenda oportunidad que
no podemos dejar pasar.
La clave. Si bien
para algunos alcanza con el aumento del producto interno bruto (PIB) que parece
haber tenido nuestro país en los últimos años, es claro que, para que un ciclo
de crecimiento económico se convierta en desarrollo, hace falta más que
voluntarismo estatal y rapidez de reflejos.
Para lograrlo, el
elemento clave es la confianza. La sustentabilidad de un proyecto requiere
insuflar esa confianza en los actores sociales e inspirarla en los actores
globales.
Las experiencias
internacionales exitosas (si se deja de lado la crisis europea actual) indican
que no es posible lograr el desarrollo a fuerza de controles, sin articular
funcionalmente al Estado con la sociedad civil.
La Argentina tiene el
potencial de producir alimentos para más de 400 millones de personas, y con un
poco de esfuerzo es posible comenzar a exportar alimentos elaborados en vez de
limitarnos a exportar grano y carne.
Con una buena e
inteligente inversión en infraestructura, por otra parte, el país puede
convertirse rápidamente en uno de los principales destinos turísticos a nivel
global, gracias a la diversidad de sus paisajes, a la benignidad de su clima y
a la belleza de muchos de sus centros urbanos. Su lugar en el ranking global de
“marca país” 2011 (32º) es una muestra de ello.
El mundo quiere y
necesita una Argentina que explote y desarrolle su potencial.
Nuestros
profesionales en ciencia y tecnología (y no sólo en esos rubros) han demostrado
un gigantesco talento, y para obtener resultados en esas áreas sólo necesitan
apoyo y oportunidades para no tener que buscar nuevos horizontes.
Son muchísimas las
ventajas comparativas con las que cuenta nuestro país, y para poder
aprovecharlas, atrayendo inversiones de empresarios argentinos y del exterior,
sólo hace falta generar confianza.
La única manera de
hacerlo es a través de reglas claras y estables y de instituciones fuertes e
independientes.
Hace mucho que no
logramos que eso suceda en nuestro país, y por eso hemos oscilado entre breves
bonanzas y grandes depresiones. Muchísimos observadores, inversores, y
economistas (excepto Joseph Stiglitz, forzoso es aclararlo) señalan que la
falta de una política de largo plazo nos dificulta salir adelante, y mencionan
como ejemplos a Chile, Brasil y Uruguay, que mantienen en los últimos decenios
un mismo proyecto.
Nadie niega que en
los tres países se sufren aun gravísimos problemas, pero mirando la película
–no sólo la imagen estática– los tres parecieran estar haciendo su trabajo
mejor que nosotros. Para tener un proyecto de nación se necesita gobernar con
estrategias y no con reacciones.
*Abogado. Miembro de
Civilitas, Esperanza Federal
La Voz del Interior,
29-9-12