por Carlos Pissolito
Informador Público, 30-7-19
En concordancia con su
significado etimológico, a la Geopolítica, en términos generales, se le
atribuye como objeto de estudio el impacto de la Geografía sobre la Política, y
viceversa. Pero, con los años, este campo de acción se ha visto ampliado.
Especialmente, se la ha orientado hacia el diseño de estrategias vinculadas al
posicionamiento, al desplazamiento y al empleo de fuerzas en relación a las
masas terrestres y a los espacios marítimos circundantes y a su mutua
interacción.
Es en este concepto que la
Geopolítica nos puede aportar el marco conceptual para que podamos entender la
compleja evolución que están sufriendo los distintos espacios geográficos
sometidos a diferentes variables. A saber: el aumento poblacional, los cambios
que introduce el Cambio Climático en la capacidad de todos los espacios para
satisfacer la necesidades básicas de esa población y, finalmente y más
importante, qué estrategias desarrollan los actores estatales y supraestatales,
para adaptarse a estos cambios de situación.
Empecemos por describir esta
situación
A través de la historia
conocemos numerosas situaciones en las que un cambio en la condiciones
climáticas produjo una escasez de recursos naturales (fundamentalmente agua y
alimentos) en determinadas zonas, lo que, a su vez, impulsó a grandes
migraciones/invasiones humanas en dirección a lugares más favorecidos.
Actualmente, aunque se
desconozcan las causas del denominado Cambio Climático, ya no hay dudas de que
el mismo está produciendo una mutación importante en las condiciones climáticas
y que éstas, a su vez, está generando fenómenos como una creciente carencia de
agua, tanto de la potable como de la destinada a los cultivos para consumo
humano y animal.
Se suma a esta condición
natural, diversas deficiencias humanas. Las que van desde un mal
aprovechamiento de los recursos naturales disponibles hasta una
sobreexplotación de los mismos.
Sea como sea, hay dos
fenómenos que marchan paralelos: un incremento del número y de las necesidades
de la población mundial y una decreciente capacidad para satisfacer dichas
necesidades. Lo dicho no implica adoptar la famosa tesis malthusiana ni
suscribir a los límites del crecimiento propugnado por el Club de Roma. Es
simplemente, reconocer la existencia de un problema.
El precio de los alimentos
es el problema
El precio de los alimentos,
por ejemplo, es un factor que permite seguir la interacción entre los fenómenos
señalados. Veamos.
Históricamente, sabemos que
los picos de precios de los alimentos tendieron a subir cada vez que se
produjeron grandes desórdenes climáticos como una gran tormenta monzónica en la
India, una sequía en la antigua Unión Soviética o una ola de calor en el medio
oeste de los EEUU.
Cuando estos fenómenos
ocurrían, en un pasado reciente, los grandes productores de alimentos como los
EEUU, Brasil o la Argentina, pudieron usar sus excedentes para concurrir a
satisfacer a los mercados de los países menos favorecidos para que no sufrieran
hambre.
Por ejemplo, cuando el
monzón afectó a la India en 1965, el gobierno del presidente de los EEUU,
Lyndon Johnson, envió una quinta parte de la cosecha de trigo a la India, Lo
mismo hizo la Argentina con respecto de España, luego de su Guerra Civil o
cuando la ex URSS sufrió el boicot cerealero en los años 80.
Los expertos en clima nos
vienen diciendo que por cada grado Celsius de aumento de la temperatura por
encima de las medias, es de esperar una disminución del 10% en los rendimientos
de la cosecha de granos. Hoy, sabemos que se están registrando temperaturas
máximas records en el verano boreal.
Pero, a diferencia de lo
ocurrido en el pasado cercano, si la creciente ola de calor que afecta,
actualmente, al Hemisferio Norte malograra las cosechas de granos, el mercado
mundial encontraría varias desventajas para reaccionar en una forma similar que
impidiera la escasez y, eventualmente, la hambruna de millones.
En principio, porque, hoy,
esa demanda, no solo es mayor, ya que la población ha aumentado. Es más difícil
de satisfacer, porque el destino de esos granos ya no es la alimentación humana
directa, sino que sirven de forraje para el engorde del ganado destinado a esa
tarea. Por lo que el tema es más complejo.
Paralelamente, las porciones
de granos, especialmente de maíz, que son destinados a la producción de
biocombustibles no han dejado de aumentar. Y los seguirá haciendo, mientras los
precios del petróleo sigan en alza.
Ante estos hechos las
respuestas de los respectivos Estados nacionales han variado en función de su
mayor o menor facilidad para lograr lo que se denomina su “soberanía
alimentaria”. Vale decir, su capacidad para darle de comer a su población con
sus propios recursos.
Desde el punto de vista de
los Estados nacionales. En un extremo, se ubican aquellos favorecidos por la
naturaleza, como los EEUU, Brasil y la Argentina que no solo disponen de todo
lo necesario para alimentar a sus poblaciones, también, cuentan con excedentes
que pueden vender y colocar en otros mercados que los necesiten.
En el otro extremo, se
encuentran países como China, la India y Vietnam que no disponen de suficientes
recursos naturales para obtener la ansiada soberanía alimentaria.
En épocas de escasez, como
la actual, ambos grupos de Estados reaccionan en forma similar y opuesta. Por
un lado, los grandes productores de granos, tienden a privilegiar sus
respectivos mercados internos, por lo que suelen aportar menos volúmenes de su
producción a los internacionales. Mientras que los países en los que reina la
escasez están desarrollando diversas estrategias destinadas a mitigar esta
falencia vital.
Entre los primeros, los de
la abundancia, se encuentra Rusia y la Argentina, dos de los principales
exportadores de trigo. Vietnam, el segundo exportador mundial de arroz, por
ejemplo, prohibió las exportaciones durante varios meses a principios del 2008.
También, lo ha hecho la Argentina en su pasado reciente.
Entre los segundos, los de
la escasez, pero que no carecen de otros recursos y ante el temor de que no
poder comprar el grano necesario, como Arabia Saudita y Corea del Sur dieron un
paso inusual. El de comprar o arrendar tierras en otros países en los cuales
cultivan los granos para ellos mismos. La mayoría de estas adquisiciones de tierras
se han realizado en África, donde algunos gobiernos les arriendan tierras por
menos de U$ 0,5 por hectárea, por año.
Paradójicamente, los países
receptores de tales inversiones, como es el caso de Etiopía o el de Las
Filipinas, también, carecen de una buena soberanía alimentaria. Pero, sus
gobiernos están hambrientos de inversiones y de obras de infraestructura. Por
lo que terminan entregando sus tierras cultivables a estas grandes empresas.
Pero, las burbujas de comida
más grandes están en la India y en China. En la primera, han sido sus propios
agricultores los que han perforado unos 20 millones de pozos de riego, pero los
niveles freáticos están cayendo y los pozos están comenzando a secarse. Al
respecto, El Banco Mundial nos informa que 175 millones de indios están siendo
alimentados con granos producidos por el exceso de bombeo. En la segunda, por
su parte, el exceso de bombeo se concentra en la llanura del norte de China,
que produce la mitad del trigo y un tercio del maíz. Por lo que, un estimado de
130 millones de chinos son alimentados, actualmente, con este sistema.
Llegado a este punto, las
preguntas se acumulan: ¿Cómo compensarán estos Estados las inevitables
deficiencias cuando se agoten sus acuíferos o se traben las negociaciones comerciales
por alimentos en otros países o cuando las compañías arrendatarios intenten
sacar su producción de esos países transidos por hambre?
Concretamente, nadie sabe a
dónde iremos a parar con esta competencia, cada vez más intensa, por el
suministro de alimentos, ya que el mundo parece estar alejándose de la
cooperación internacional que se desarrolló a lo largo de varias décadas
después de la 2da GM. Y el nacionalismo alimentario parece ser la ideología de
reemplazo, una que si bien puede ayudar a asegurar el suministro de alimentos
para los países ricos; hace poco por una mejora en la seguridad alimentaria
mundial.
En pocas palabras, los
suministros mundiales de alimentos se están convirtiendo, rápidamente, en una
nueva forma de presión geopolítica. Ya que cualquier civilización puede
evolucionar y manejar la pérdida de varios de sus recursos, pero no puede
sobrevivir sin un abastecimiento seguro de comida.
La particular situación
geopolítica de la Argentina
La economista Iris Speroni,
respecto a la posición relativa de la Argentina en el mercado de granos, nos
dice lo siguiente:
“La Argentina es un país
pequeño en el comercio internacional como un todo. Constituye una parte ínfima
del total medido en millones de dólares.” (...) “Sin embargo la Argentina no es
pequeña en todos los productos. Uno es grande si puede influir en el precio”.
(...) “Nuestro país no sólo es grande en maíz. Lo es en innumerables productos:
soja, miel, maní, poroto, garbanzos, pesca. Ha dejado de ser un país grande en
carne (ahora en vías de recuperación) y en trigo (ídem)”. (1)
Iris Speroni se pregunta y
se responde, luego, que la Argentina es “grande” en el comercio de granos. Le
agrego que esa grandeza viene, hoy, unida a una importancia geopolítica. Sobre
la que debemos interrogarnos. Veamos.
Por un lado, China se ha
lanzado a una campaña por la supremacía mundial. Para ello, necesita, entre
otras cosas, de recursos materiales, especialmente materias primas y comida. A
los efectos de poder transportarlas hacia sus centros de poder a puesto en
marcha la denominada “Nueva Ruta y Cinturón de la Seda”. Una red de carreteras
terrestres y rutas marítimas. También, ha puesto en funcionamiento “rutas”
virtuales a través del ciberespacio y se ha lanzado a la conquista del espacio
exterior. (2)
Por otro lado, los EEUU han
decidido enfrentar esta pretensión, ya que ven amenazada su supremacía mundial.
Para ello, ya durante la presidencia de B. Obama, los EEUU cambiaron su centro
de gravedad geopolítico del Océano Atlántico hacia el Pacífico. Con el
consecuente cambio de sus dispositivos de defensa estratégica y una
reformulación de su sistema de alianzas.
Las características más
agresivas de Donald Trump han disparado un conflicto que ya se encontraba
planteado. El que ya se desarrolla en forma abierta en lo comercial y en lo
tecnológico. Pero, que muy bien, puede escalar a otros niveles más duros.
En el medio de esta puja se
encuentra la República Argentina. En principio, por lo ser uno de los
principales proveedores de granos y, potencialmente, de carne de China y
siguiendo, porque los EEUU han reinstalado su vieja Doctrina Monroe para
dificultar, precisamente, este comercio. (3)
La puja se manifiesta, por
el momento, en forma discursiva. Vale decir en el campo de la comunicación
estratégica. Por ejemplo, no han sido pocas las manifestaciones y las visitas
de altos funcionarios de los EEUU a la Argentina que han hayan “aconsejado” al
gobierno argentino de tener cuidado y no profundizar sus relaciones con China.
Por su parte, China, fiel a
sus tradiciones estratégicas, ha guardado silencio. Pero, sin duda que debe
estar consciente de esta situación y adoptando contramedidas.
Nos queda a nosotros, los
argentinos desarrollar un entendimiento, primero, y una estrategia acorde,
después, con esta grave situación geopolítica. Ya que no hacerlo constituiría
una grave omisión.
Carlos A. Pissolito
Notas:
(1) SPERONI, Iris. “El Maíz, la Pachamama y
el presidente Pagano”.
http://restaurarg.blogspot.com/2019/07/el-maiz-la-pachamama-y-el-presidente.html
(2) KUO, Lily y KOMMENDA. Niko “¿Qué implica
la iniciativa china de la ruta y el cinturón de la seda?”
https://espacioestrategico.blogspot.com/2019/07/que-implica-la-iniciativa-china-de-la.html
(3) PISSOLITO, Carlos.
“EEUU: de Truman a Monroe”.
https://espacioestrategico.blogspot.com/2018/08/eeuu-de-truman-monroe.html