Por Eduardo Mackenzie
Sólo hasta el último día de su gira por Latinoamérica, Ingrid Betancourt dejó ver los contornos de su plan para obtener la liberación de los rehenes en manos de las Farc. Luego de su entrevista con Hugo Chávez ella lanzó dos frases aparentemente inconexas, que permiten, sin embargo, tener una idea acerca de lo que está pasando. Primero: que era “imposible adelantar cómo se desarrollará ese proceso” y segundo: que “el día que las Farc entreguen a los secuestrados dejan de ser terroristas” (sic). [1]
Presentado a ocho presidentes latinoamericanos [2], su proyecto seguirá, pues, siendo secreto para la opinión pública. Lo que no augura nada bueno. Todo hace pensar que el gobierno francés respalda ese plan. Ella entregó una carta de Nicolas Sarkozy al presidente Alvaro Uribe, al comienzo de su periplo. Tal carta no ha sido dada a conocer a la prensa. ¿En ella París se compromete a sacar a las Farc de la lista de organizaciones terroristas “el día que entreguen a los secuestrados”?
Tampoco se sabe cómo reaccionaron los ocho jefes de Estado que ella vio, ni si éstos objetaron algunos puntos de su plan, pues la ex rehén colombo-francesa evitó ese tema en las numerosas declaraciones que hizo durante la gira. Las conversaciones con los mandatarios fueron a puerta cerrada.
Ingrid, de todas formas, expuso ciertos conceptos sobre las Farc. El más problemático tiene que ver con la naturaleza de esa organización. “El día que las Farc entreguen a los secuestrados dejan de ser terroristas”, declaró. Reducir las Farc a los secuestros equivale a pasar bajo silencio y amnistiar de hecho la montaña de crímenes que esa organización armada ha cometido y comete a diario. Si tal concepto es aceptado, las Farc serán retiradas automáticamente de la lista europea de organizaciones terroristas, al día siguiente de que dejen en libertad a sus víctimas, o cuando éstas escapen por otros medios. Y las Farc quedarían con carta blanca para seguir su ofensiva sangrienta.
Es obvio que Ingrid Betancourt, a pesar de las frases duras que dijo contra ellas en algunas capitales [3], sigue convencida de que las Farc no son una organización terrorista sino una organización que es “considerada como terrorista”, como lo explicó hace unas semanas en España, y que, en consecuencia, es posible abrirle a esa gente “espacios políticos” para que, como dijo, “desde esa trinchera defiendan sus ideas”.
Para resumir, las Farc podrían seguir asesinando soldados, policías y civiles desarmados, como hicieron el pasado 6 de diciembre, en cercanías de San Vicente del Caguán, donde mataron a un médico y a un chofer e hirieron a tres enfermeras que iban a atender a los niños de la región. Podrán seguir poniendo bombas contra el poder judicial, contra los cuarteles militares y de policía, seguir sembrando minas, fabricando y exportando droga, asaltando poblaciones, amenazando y balaceando alcaldes y otros representantes del pueblo, sin que se les pueda llamar terroristas. Se les deberá invitar al Capitolio Nacional para que allí “defiendan sus ideas”. Se les deberá abrir “espacios políticos”, y todas las tribunas imaginables, y los medios de información, para que puedan, al mismo tiempo que devastan el país (sin secuestrar a nadie), lanzar sus prédicas de odio contra la democracia y contra el gobierno que los colombianos han elegido. Todo ello porque Ingrid Betancourt ha presentido en París que las Farc liberarán a los secuestrados para que les den, en cambio, “garantías y seguridad” y les permitan “defender sus ideas”.
Durante su gira, Ingrid tocó dos temas principales: 1. Cómo hacer para que las Farc devuelvan la libertad a los 27 rehenes “políticos” y a los cientos de otros, los llamados secuestrados “económicos”, y 2: la actividad política de ella misma, lo que incluye la obtención, algún día, del Premio Nobel de la Paz [4]. Parece que luchar por una curul en el Congreso no le interesa a Ingrid. [5] Ella ve la política partidaria, la contienda electoral, como una serie de “bajezas”, donde “se engaña y se traiciona”. Ella estima que “hay otras maneras de servir al mundo”.
Dirigiéndose a los rehenes, durante una rueda de prensa en la embajada de Francia en Buenos Aires, dijo: “Le pedí a Dios que ésta sea la última navidad que ustedes pasen en cautiverio y estoy absolutamente segura de que así será”. ¿El enfoque místico y el carácter abstracto y secreto de los planes que ella tiene para las Farc será un consuelo para los desesperados rehenes que captarán esas palabras en la selva?
Ingrid subraya que la única posibilidad de rescatar a los secuestrados es la negociación. Ella estima que es impensable una liberación por la vía militar, o por el derrumbe de los núcleos que los mantienen cautivos, o por la deserción de los combatientes que tienen rehenes [6].
Su idea de base es que los presidentes latinoamericanos que ella visitó, en especial Hugo Chávez, ejercerán una presión moral y diplomática tal sobre la dirección de las Farc que ésta cederá y dejará en libertad a los rehenes. Las Farc nunca han hecho nada parecido. Si el esquema de Betancourt es válido quiere decir que las Farc estarían a punto de realizar una revolución política-doctrinal interna: ceder sus escudos humanos, abandonar el crimen del secuestro, y librar batalla contra el gobierno colombiano con lo que les queda: sus escuadras dispersas en algunas regiones de Colombia, sus frentes afincados en Venezuela y Ecuador, sus redes urbanas y sus agentes en el extranjero.
¿Esa es la orientación del nuevo liderazgo de las Farc? Nada permite pensar que ese sea el caso.
A finales de noviembre de 2008, poco antes de que comenzara la gira de Ingrid Betancourt, la senadora Piedad Córdoba y un grupo de activistas enviaron una carta a las Farc en la que dicen que es “urgente” realizar “el intercambio humanitario” y “diseñar escenarios” donde sea posible “plantear y debatir con la sociedad alternativas políticas” para encontrar una “salida política”.
Tal planteamiento no es muy diferente de la propuesta de Ingrid Betancourt de dejar de ver a las Farc como una organización terrorista (después de que liberen a los rehenes), para abrirle “el espacio político”.
En ambos planteamientos, el horizonte es el mismo: adaptarse a las obsesiones ideológicas de las Farc, llegar a la ruptura constitucional e instaurar un régimen “revolucionario”, o de “transición hacia el socialismo”, como trata de hacerlo el chavismo en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. En ese esquema lo que cuenta es preservar, en últimas, al precio que sea, a las Farc como componente del nuevo régimen que esa gente aspira a erigir. De ese modo, las Farc podrían ser vencidas militarmente, pero ellas vencerían políticamente a la democracia.
Eso es lo que está detrás de la idea de Piedad Córdoba de ir por la “senda transicional hacia una sociedad justa”. Es, probablemente, lo que Ingrid evoca cuando dice, como dijo en Oviedo, España, que en Colombia hay que “cambiar las estructuras del poder”, y cambiar incluso “la realidad”. “Pienso que tiene que haber un cambio dentro del Estado, del gobierno [colombiano], y Uribe en particular, del vocabulario que se utiliza”, reiteró ante un periodista en París el 8 de julio de 2008.
En Chile, Ingrid dijo que aconsejaba a las Farc observar más a la América Latina donde algunos gobiernos “son revolucionarios” y “tomaron el poder sin secuestrar ni matar a nadie”. A pesar de los matices, ambos enfoques, el de Piedad Córdoba y el de Ingrid Betancourt, son solubles y afines con el proyecto continental del déspota anti-liberal venezolano. “Yo siempre seré de izquierda”, había advertido Ingrid en París el 8 de julio de 2008, antes de precisar: “Pero no de una izquierda tontarrona ni ingenua. Es decir, yo creo que uno tiene que estar donde la gente sufre, donde uno puede hacer la diferencia. A mí me parece, por ejemplo, que las Farc no son de izquierda. A mí me parece que son la extrema derecha de alguna izquierda de otro tiempo prehistórico. Pero de izquierda no son.”
El ambicioso plan de Ingrid exige un vocabulario específico y unos aliados en el exterior. Ante los presidentes que visitó, ella insistió en la necesidad de comenzar una “reflexión común” que permita poner en libertad a las personas secuestradas. Obviamente esa “reflexión común” debería ir más allá del tema de los secuestrados.
Los excesos cometidos por la ex rehén al elogiar a ciertos mandatarios llaman la atención. De Rafael Correa dijo que era “el mejor aliado de Colombia contra el terrorismo”, al mismo tiempo que el gobierno de Alvaro Uribe denunciaba la desidia de las autoridades de Quito para expulsar de su territorio las bandas de las Farc. La paradoja es que ella defendió en Quito la operación que provocó la muerte de Raúl Reyes. “Yo tal vez lo dije mal, pero no soy neutral. La muerte de Reyes perturbó considerablemente las comunicaciones entre el estado mayor de las Farc y el comandante que me tenía cautiva. Sin esa operación yo no estaría aquí. Por eso, para mí, eso fue una bendición”. Horas después, Rafael Correa hacía saber que estaba furioso con esas declaraciones.
Rafael Correa había quizás olvidado que Ingrid había sido excesivamente favorable con él y con el régimen de Caracas cuando dijo, tras su liberación: “Me tiene sin cuidado (lo que revela el computador de Raúl Reyes sobre los vínculos de Chávez y Correa con las Farc). Me parece que ese es un tema secundario que no debería ni siquiera ser discutido en público”. [7]
Ingrid estima, sin embargo, que todos los presidentes que visitó son “admirables”. Ello es discutible. Algunos no merecen ese calificativo. ¿Es admirable lo que hace Hugo Chávez en Venezuela? En ese país el tráfico de droga aumentó un 400% en 2008. Chávez acaba de tener un nuevo revés electoral: las partes más pobladas de Venezuela votaron contra él el 23 de noviembre pasado. En represalia, el presidente amenazó violentamente a los nuevos gobernadores y alcaldes de oposición, a quienes calificó de “fascistas”, y ordenó al Parlamento fantoche de Caracas montar un mecanismo que le garantice el control total del país y la presidencia vitalicia, reforma que había sido rechazada por los venezolanos el 2 de diciembre de 2007.
Ingrid Betancourt cree que Hugo Chávez es “admirable”, y al mismo tiempo desliza críticas duras a Alvaro Uribe, a quien ella debe su libertad. El 8 de julio pasado, Ingrid explicó esto a un periodista en París: “El único país que todavía tiene guerrilla es Colombia y por eso es que estamos en la extrema derecha. Quienes han hecho elegir a Uribe son las Farc. Si no hubiera Farc, no habría Uribe. Los colombianos votan por Uribe porque están hasta la coronilla de las Farc.” Ella dice tener con Alvaro Uribe una “diferencia fundamental”: que Uribe “concibe el problema colombiano como una crisis de violencia, de seguridad, y esa crisis de seguridad, esa violencia es la que produce un malestar social”, mientras que ella “piens[a] al revés”. “Yo pienso que es porque hay un malestar social que hay violencia. Esas interpretaciones diferentes hacen que las políticas para atacar el problema se piensen de manera diferente.”[8]
En Buenos Aires, Ingrid volvió sobre el punto de lo “social”, como causa, según ella, del terrorismo. Dijo que, además de enfrentar militarmente a las Farc, se deben “aplicar políticas sociales”, como si en Colombia esas “políticas sociales” no existieran, ni fueran aplicadas, ni hicieran parte del universo intelectual y político del sistema de gobierno liberal colombiano. Ella parece ignorar la naturaleza política de la agresión terrorista en Colombia. Ella parece haber olvidado que los regímenes socialistas han sido una verdadera catástrofe para “lo social”. Lo que ocurre hoy en Venezuela, donde la pobreza se amplía, es el ejemplo más reciente de eso.
En Buenos Aires, Ingrid afirmó que la “reflexión común” que ella pide a los presidentes lationoamericanos debería ser el primer paso hacia la “integración” del continente. “Deberíamos hacer lo que hizo Europa”, agregó, antes de lanzar: “Quiero que mi pasaporte diga América Latina y no Colombia” [9]. Tal declaración sorprende y choca. ¿Por que el nombre de Colombia debería desaparecer de los pasaportes de un futuro bloque latinoamericano? Misterio. Si Ingrid quiere tomar el ejemplo de Europa, ella debería saber que ningún país miembro de la Unión Europea ha renunciado a su nombre, ni a su identidad, ni a su orden jurídico interno. No es sino que Ingrid observe bien su pasaporte francés, que dice esto: “Union européenne-République française”. ¿Por que el nombre de Colombia debería desaparecer en el caso de una futura integración latinoamericana? Como se ve, la gira de Ingrid Betancourt por América del Sur deja sobre el tapete más dudas e interrogantes que respuestas.
NuevoEncuentro 19/12/08
Notas:
[1] Radio Caracol, Bogotá, 9 de diciembre de 2008.
[2] El periplo de Ingrid Betancourt por el continente latinoamericano la llevó a Bogotá, Quito, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires, Sao Paulo, La Paz y Caracas. Todo el tiempo fue escoltada por dos funcionarios franceses, Laurent y Pierre-Yves, del Servicio de protección de altas personalidades.
[3] Durante su etapa quiteña ella dijo que las Farc es una « organización que se dirige hacia el abismo ». (Ver Eric Samson, La Croix, Paris, 5 de diciembre de 2008). En otro momento de la gira ella dijo: “A las Farc hay que enfrentarlas militarmente. Porque es una organización de guerra, cuyos argumentos se resuelven en ese terreno. Pero no es suficiente: el problema también es social”. (La Nación, Buenos Aires, 3 de diciembre de 2008). El 8 de julio de 2008, Ingrid había declarado: “La negociación hay que buscarla como prioridad, pero la presión militar hay que mantenerla, porque las Farc nunca van a negociar mientras piensen que tienen una opción militar para conquistar el poder.”
[4] Es lo que le prometió a la presidente de Chile, Michèle Bachelet. La gira fue prevista para dar a conocer la creación de la futura fundación de Ingrid Betancourt consagrada a los derechos humanos y para agradecer a los presidentes los esfuerzos que hicieron para liberarla.
[5] A un periodista del diario Clarín, de Buenos Aires, le dijo que « su intención no es llegar a ser presidente de Colombia ». (Ver Augusto Rojas, Clarín, 1 de diciembre de 2008)
[6] Como fue el caso de Wilson Bueno Largo, alias Isaza, quien huyó de las Farc y se entregó el 26 de octubre de 2008 a las autoridades colombianas en compañía de su mujer, Lilia Isabel, también guerrillera, y de Oscar Tulio Lizcano, un ex diputado que las Farc habían secuestrado en agosto de 2000. Indultados por el gobierno colombiano, alias Isaza y Lilia Isabel ingresaron a Francia, escoltados por Ingrid Betancourt, el 10 de diciembre de 2008.
[7] Ver la entrevista de Gerardo Lissardy, BBC Mundo, París, 8 de julio de 2008.
[8] Ibid.
[9] Ver el artículo de Leandro Uria intitulado “Betancourt vuelve a la política, sin ser candidata”, La Nación, Buenos Aires, 4 de diciembre de 2008.