Por Jorge Oviedo
Lo que ocurre con el comercio mundial es un colapso parecido al de un paro cardíaco. Una interrupción súbita del ritmo, no un descenso suave. Operaciones enteras se caen, y por eso las caídas son de proporciones impensadas, con reducciones superiores al 30% de los despachos de los más grandes vendedores de todo el mundo. Los operadores cancelan cartas de crédito ya aprobadas por los bancos para envíos que están a punto de salir, relata un analista preocupado por la evolución de la crisis que ya derrumba las ventas externas de la Argentina.
¿Cuáles son las consecuencias para el país? Una es política. Al matrimonio gobernante le bastaría conceder una reducción de las retenciones para moderar notoriamente el frente que tiene abierto desde hace un año con el campo y que cada día escala en tensiones. Las restricciones fiscales son ahora un fuerte impedimento, además de la conocida actitud del matrimonio presidencial, que quiere obtener una victoria completa sobre los reclamos del sector.
"El escenario político es complicado para después de octubre, porque si gana el Gobierno, el peligro es que, obcecado, siga profundizando los problemas en un mundo que tardará bastante en volver a dar buenas noticias; si pierden los Kirchner, entonces también será complicado, porque uno piensa que puede haber una batalla por la sucesión o que pueden decidir irse", dice un financista.
La caída de las ventas al exterior ocasiona una restricción a la entrada de divisas. Y la demanda de dólares no se detiene porque, con los deslizamientos que ha permitido el Banco Central, ahora con la divisa se gana frente a la inflación. Para contener el cambio de moneda, las tasas en pesos también aumentaron. Es una de esas escasas oportunidades en que es negocio quedarse con el dinero en la era de los Kirchner. Justo en el momento en que sería mejor que el dinero privado se volcara a la actividad. Y pasan cosas extrañas en el gobierno de los Kirchner. En medio de la fuga de capitales, una compañía internacional intentó capitalizar su filial local inyectando unos 100 milllones de dólares, pero quisieron aplicarle un encaje a la entrada de dinero especulativo.
La más firme apuesta del Gobierno para asegurarse cierta tranquilidad fiscal es lograr la asistencia del FMI. Las esperanzas están puestas en las reformas que puedan salir de la próxima reunión del G-20, en la que se acuerden líneas de dinero con poquísimas o ninguna condicionalidad y de libre disponibilidad. Es probable que lo logre.
La Nación, 13-3-09