martes, 30 de julio de 2013

ANTONIO DI PIETRO:



"El poder político corrupto primero debilita los controles y después avanza sobre la justicia"

Por Astrid Pikielny 

La corrupción ha cambiado de ropajes y modalidades, pero continúa siendo un verdadero flagelo que deja consecuencias políticas, económicas y morales devastadoras en las sociedades, hunde las economías de los países y limita su desarrollo.

Así lo cree Antonio Di Pietro, el ex fiscal que, a principios de los años 90, encabezó el proceso de lucha contra la corrupción en Italia conocido como mani pulite , que dejó al descubierto una trama naturalizada e institucionalizada de sobornos, retornos y negocios entre la clase política italiana y el empresariado.

Aquel escándalo, que involucró a todos los partidos políticos y tuvo repercusión planetaria, le costó la renuncia al primer ministro y líder del partido socialista Bettino Craxi, y el contraataque no tardó en llegar: Di Pietro fue acusado de conspirador y puesto bajo la lupa. Investigado y absuelto por la justicia, Di Pietro dejó la magistratura, se volcó a la política, fundó el partido político Italia de los Valores y desde entonces ocupó diversos cargos ejecutivos y electivos.

En vísperas de su llegada a la Argentina para participar del Primer Congreso Internacional de Transparencia y Gobierno Abierto -organizado por la Subsecretaría de Asuntos Públicos del gobierno porteño, a cargo de Álvaro González, y que se realizará el jueves próximo-, el ícono internacional de la lucha contra la corrupción sostiene que el avance del poder político contra el Poder Judicial suele ser una gran tentación para los gobiernos: "La clase política primero debilita los controles administrativos y después inicia el ataque a la magistratura utilizando todos los mecanismos a disposición: los político-legislativos y los mediáticos".

La Nación, 28-7-13

-A veinte años del mani pulite , ¿qué aprendizajes dejó esa experiencia en la lucha contra la corrupción? ¿Y qué límites mostró, dado que la corrupción a gran escala continúa y sobrevive bajo diversas formas?

-Han pasado 21 años de la primera "coima" de Mario Chiesa. En Italia, coimas había antes y hay ahora, desgraciadamente. Antes se encontraban en las poltronas o en los baños de las oficinas y hoy se encuentran bajo la forma de transacciones financieras que utilizan sociedades fantasma en paraísos fiscales, con intermediarios financieros que adquieren títulos, valores y derechos, y pagan sumas en conceptos de "comisiones atípicas", como las llama Berlusconi. Pero siempre se trata de "coimas". En realidad, en Italia, Tangentopolis nunca terminó. El sistema de corrupción, en efecto, tiene una nueva ingeniería, y hoy ha cambiado su piel y su forma exterior. Aquello que antes era considerado un delito y era perseguible, ahora no lo es más a causa de varias leyes promulgadas para despenalizar y para que no valgan como prueba determinados elementos obtenidos por la investigación.

-¿Y cuál es exactamente la diferencia entre el escenario pasado y el actual?

-La diferencia es que en la Tangentopolis de ayer se perseguían objetivos ilícitos a través de comportamientos ilícitos -que en ese entonces eran fácilmente individualizables y punibles-, mientras que hoy se persiguen objetivos a través de comportamientos aparentemente lícitos. Es como un cuerpo humano que, agredido por un tumor, nunca fue curado porque se eligió curar al médico. En efecto, se criminalizó la autoridad judicial, que es la que sólo efectuó el diagnóstico. Y le corresponde hacer la terapia a quien hace las leyes, o sea, a la política. Y la política, desgraciadamente, no lo ha hecho.

-Después de esta experiencia usted dejó la justicia y se volcó a la política.¿Es la política el terreno adecuado para combatir la corrupción?

-Inicié mi camino en la política tres años después de haber abandonado la magistratura. Los últimos años de mani pulite fueron una verdadera persecución a mi persona. Por eso, decidí defenderme en el lugar destinado a hacerlo, la justicia, para poder demostrar que era totalmente ajeno a las acusaciones que me habían hecho. Y los magistrados confirmaron la corrección de mi actividad desarrollada como investigador. Es evidente que el sistema que habíamos descubierto y mostrado al mundo se concentró en atacarme con acciones difamatorias que continúan hoy sólo para confundir el juicio de la opinión pública. Entré en política con la esperanza de cambiar desde adentro las cosas, poniendo en el centro de mi actividad la lucha contra la corrupción y la transparencia en la gestión de la cosa pública, incluyendo la resolución de la cuestión moral. Desgraciadamente, el sistema de colusión entre la política y los negocios era y es aún hoy un frente muy compacto. Y yo soy un hombre incómodo.

-¿Cómo se hace entonces para dar batalla contra la corrupción cuando existe connivencia y complicidad entre la política y el empresariado, el Poder Ejecutivo busca limitar la independencia del Poder Judicial y los organismos de control no controlan?

-Desgraciadamente, en Italia existe en este momento un verdadero cortocircuito. Esto se produce por el hecho de que muchas veces la política cede y deja paso a intereses personalísimos, en vez de pensar en el bien de la comunidad. Nosotros, desde hace veinte años, salvo un breve paréntesis, tuvimos a Berlusconi en el gobierno, que decidió entrar en política para proteger sus negocios. Sobre él existe un gigantesco conflicto de intereses, porque es el propietario del segundo polo de información italiano y por lo tanto incide sobre el consenso de los italianos. A esta distorsión del sistema democrático, se le suma un servicio público televisivo controlado por los partidos en proporción a los resultados electorales. Nuestra república se caracteriza por la multiplicidad de conflictos de intereses, uno por encima de otro, "legitimando" y convirtiendo en "popular" incluso a quien hace leyes para su uso personal, para su propio consumo y beneficio.

-Es una práctica habitual que los políticos usen y abusen de la función pública para fines privados.

-Así es, y quien utiliza su rol institucional para beneficio personal es absolutamente condenable. Resulta indigno y grave que se aproveche de su posición pública para ganar ilegalmente dinero. Nuestra ley prohíbe un abuso de estas características. Desgraciadamente, nuestros políticos no sólo ignoran la ley para sus propios actos, sino que también cierran los ojos delante de funcionarios del Estado condenados e indagados por delitos gravísimos.

-Entonces, ¿qué es lo que se necesita para combatir eficaz y exitosamente el flagelo de la corrupción?

-Antes que nada, bastaría con aprobar una ley con tres artículos muy simples. Primero: quien ha sido condenado, aún en primer grado, no debe ser candidato. Los representantes del pueblo, en efecto, deben estar más allá de cualquier sospecha; nunca bajo sospecha, como hoy sucede. Segundo: los indagados no deben poder asumir cargos de gobierno a nivel nacional ni local. Respetamos la presunción de inocencia, pero si uno es culpable o inocente es mejor saberlo antes de confiarle en sus manos la cosa pública. Tercero: los empresarios que se han manchado con delitos contra la administración pública no deben poder participar nunca más en contrataciones con el Estado. No existe otro camino si se quiere cortar el hilo de corrupción que une la política con los negocios. Además, es necesario hacer una buena ley que castigue el voto di scambio o "voto a cambio".

-¿Qué es eso exactamente?

-Es cuando los políticos ofrecen privilegios, plata, cargos, a los electores a cambio de su voto. Además, hay que dar mayores recursos logísticos a las fuerzas del orden y a la magistratura. En definitiva, todo lo opuesto a aquello que se está haciendo y se ha hecho en estos años, cuando se han despenalizado delitos como la "falsedad de balances y estados contables" y se ha eliminado el delito de concusión por inducción: se trata de un delito contra la administración pública que se da cuando un funcionario obliga o induce a alguien a dar o prometer indebidamente a él o a un tercero dinero u otro beneficio. Todo esto sin dejar de considerar las propuestas hechas por los diversos gobiernos de Berlusconi de abolir las intervenciones telefónicas, instrumentos indispensables para el trabajo de la magistratura. También es necesario crear un nuevo sistema de control y autocontrol y cambiar las "caras de la política" para construir una barrera prepolítica, convocando a los ciudadanos honestos y a las personas de bien. En el futuro, la lucha contra la corrupción debe convertirse en un hecho cultural y en un compromiso ético-social. Para evitar que este fenómeno se repita es necesario educar y prevenir. Pero siempre el ejemplo debe venir de arriba, de los dirigentes, del vértice del poder y por eso es necesaria una nueva clase política que sea el espejo de la sociedad.

-¿Qué influencia tiene la corrupción política en el crecimiento de la criminalidad y las mafias?

-La corrupción, en todas sus formas, es un fenómeno que tiende a alimentar la criminalidad y todas las mafias. Desgraciadamente, la corrupción vive instalada en nuestras instituciones. Basta ver cuántos senadores y diputados han tenido y tienen en su contra condenas muy pesadas, algunas incluso por asociación mafiosa.

-¿Con qué instrumentos o herramientas, más allá del voto, cuentan los ciudadanos para luchar y condenar la corrupción?

-La mejor arma que tienen los ciudadanos es el voto. Votando, los italianos pueden cambiar la suerte del país, aunque en este momento, en Italia, rige una ley electoral que no permite a los ciudadanos elegir sus propios representantes y la selección de los candidatos la hacen las secretarías de los partidos. Pero los ciudadanos tienen otra arma importante: la protesta civil, la indignación y las manifestaciones en la plaza. De este modo, pueden presionar a la clase política, muchas veces indiferente a los pedidos de mayor legalidad y transparencia. El ciudadano honesto debe ser el primer defensor del Estado de Derecho. Sólo de esta manera tiene todos los títulos morales para pedir justicia.

-¿Cuáles son las marcas y las consecuencias económicas, políticas y morales que la corrupción deja en una sociedad?

-Las consecuencias en todos esos planos son devastadoras. La corrupción hunde la economía de un país e impide y limita el desarrollo económico. El sistema corrupto crea un circuito paralelo a la economía que no tiene en consideración ni la profesionalidad ni las capacidades humanas, y sólo valen los perversos cruces de intereses y negocios. Desgraciadamente, si los diarios muestran en primera página entrevistas a corruptos como si fueran santos, quien los lee tiene una visión distorsionada o falsa de los hechos.

-El avance de la clase política sobre el Poder Judicial suele ser una gran tentación de los gobiernos. ¿Es posible frenar ese proceso?

-Después del mani pulite , la clase política italiana siempre ha tratado de controlar a los jueces. Es una gran tentación tratar de limitar el poder de los magistrados. Lo importante es entender que en los sistemas auténticamente democráticos, el poder de los jueces tiene un rol de suplencia: cuando en una sociedad saltan los controles intermedios, la clase política primero debilita los controles administrativos y después inicia el ataque a la magistratura utilizando todos los mecanismos a disposición: los político-legislativos y los mediáticos, por ejemplo. En muchos países, los controles administrativos y los instrumentos de vigilancia normal sobre la administración pública y sobre la actividad económica no funcionan y en muchos casos proliferan autoridades de aplicación o de control, en general, ineficientes y no autónomas. El poder político estructuralmente corrupto primero debilita los sistemas de control intermedios y después avanza sobre la justicia. En Italia, como en muchos países, la verdadera urgencia es formar una clase dirigente, competente, fuerte y orgullosa, considerando siempre que la única respuesta frente a la corrupción y a los desafíos que impone el Estado moderno es el respeto al Estado de Derecho: sus males sólo se combaten con las armas de la legalidad. El derecho debe ofrecer las mismas garantías a todos los ciudadanos por igual y reafirmar la importancia de la división de poderes.

-Uno de los logros del presidente Néstor Kirchner fue haber nombrado una Corte Suprema independiente y de prestigio. En estos últimos meses y bajo el gobierno de Cristina Kirchner, se advierte una intensa embestida contra el Poder Judicial. ¿Qué lectura hace de esto?

-No estoy al tanto de esta evolución, por lo tanto no puedo opinar sobre estos hechos. Igualmente, la buena salud del sistema democrático exige siempre el respeto irrestricto al principio de división de poderes. En este sentido, comparto plenamente la tesis de Dahrendorf en relación a la influencia de la política en los comportamientos de los ciudadanos: "Si a los ciudadanos se los hace vivir en una jungla, se pueden llegar a convertir hasta en caníbales". La verdad es que en Italia como en muchos países ha bajado el nivel de la ética. Durante muchos años, los ciudadanos italianos, súbditos y espectadores, han asistido a una continua lucha por la conquista del poder y a orgias de corrupción. Todos lo sabían. Después de mani pulite renació en Italia un profundo deseo de legalidad, de transparencia y de limpieza.

-Sin embargo, hoy Italia sigue viviendo una transición delicada.


-Efectivamente. Y la sociedad debe combatir a los corruptos y la clase política toda debe promover el principio de honestidad y el respeto a la ley, porque son las principales fuentes de progreso humano en un Estado democrático, libre y solidario. No se trata de dividir la sociedad entre el bien o el mal, buenos y malos, según uno sea de derecha o de izquierda: la batalla contra la corrupción tiene que ser verdaderamente transversal..

La Nación, 28-7-13