"El poder
político corrupto primero debilita los controles y después avanza sobre la
justicia"
Por Astrid
Pikielny
La corrupción ha
cambiado de ropajes y modalidades, pero continúa siendo un verdadero flagelo
que deja consecuencias políticas, económicas y morales devastadoras en las
sociedades, hunde las economías de los países y limita su desarrollo.
Así lo cree Antonio
Di Pietro, el ex fiscal que, a principios de los años 90, encabezó el proceso
de lucha contra la corrupción en Italia conocido como mani pulite , que dejó al
descubierto una trama naturalizada e institucionalizada de sobornos, retornos y
negocios entre la clase política italiana y el empresariado.
Aquel escándalo, que
involucró a todos los partidos políticos y tuvo repercusión planetaria, le
costó la renuncia al primer ministro y líder del partido socialista Bettino
Craxi, y el contraataque no tardó en llegar: Di Pietro fue acusado de
conspirador y puesto bajo la lupa. Investigado y absuelto por la justicia, Di
Pietro dejó la magistratura, se volcó a la política, fundó el partido político
Italia de los Valores y desde entonces ocupó diversos cargos ejecutivos y
electivos.
En vísperas de su
llegada a la Argentina
para participar del Primer Congreso Internacional de Transparencia y Gobierno
Abierto -organizado por la
Subsecretaría de Asuntos Públicos del gobierno porteño, a
cargo de Álvaro González, y que se realizará el jueves próximo-, el ícono
internacional de la lucha contra la corrupción sostiene que el avance del poder
político contra el Poder Judicial suele ser una gran tentación para los
gobiernos: "La clase política primero debilita los controles
administrativos y después inicia el ataque a la magistratura utilizando todos
los mecanismos a disposición: los político-legislativos y los mediáticos".
-A veinte años del
mani pulite , ¿qué aprendizajes dejó esa experiencia en la lucha contra la
corrupción? ¿Y qué límites mostró, dado que la corrupción a gran escala
continúa y sobrevive bajo diversas formas?
-Han pasado 21 años
de la primera "coima" de Mario Chiesa. En Italia, coimas había antes
y hay ahora, desgraciadamente. Antes se encontraban en las poltronas o en los
baños de las oficinas y hoy se encuentran bajo la forma de transacciones
financieras que utilizan sociedades fantasma en paraísos fiscales, con
intermediarios financieros que adquieren títulos, valores y derechos, y pagan
sumas en conceptos de "comisiones atípicas", como las llama
Berlusconi. Pero siempre se trata de "coimas". En realidad, en
Italia, Tangentopolis nunca terminó. El sistema de corrupción, en efecto, tiene
una nueva ingeniería, y hoy ha cambiado su piel y su forma exterior. Aquello
que antes era considerado un delito y era perseguible, ahora no lo es más a
causa de varias leyes promulgadas para despenalizar y para que no valgan como
prueba determinados elementos obtenidos por la investigación.
-¿Y cuál es
exactamente la diferencia entre el escenario pasado y el actual?
-La diferencia es que
en la Tangentopolis
de ayer se perseguían objetivos ilícitos a través de comportamientos ilícitos
-que en ese entonces eran fácilmente individualizables y punibles-, mientras
que hoy se persiguen objetivos a través de comportamientos aparentemente
lícitos. Es como un cuerpo humano que, agredido por un tumor, nunca fue curado
porque se eligió curar al médico. En efecto, se criminalizó la autoridad
judicial, que es la que sólo efectuó el diagnóstico. Y le corresponde hacer la
terapia a quien hace las leyes, o sea, a la política. Y la política,
desgraciadamente, no lo ha hecho.
-Después de esta
experiencia usted dejó la justicia y se volcó a la política.¿Es la política el
terreno adecuado para combatir la corrupción?
-Inicié mi camino en
la política tres años después de haber abandonado la magistratura. Los últimos
años de mani pulite fueron una verdadera persecución a mi persona. Por eso,
decidí defenderme en el lugar destinado a hacerlo, la justicia, para poder
demostrar que era totalmente ajeno a las acusaciones que me habían hecho. Y los
magistrados confirmaron la corrección de mi actividad desarrollada como
investigador. Es evidente que el sistema que habíamos descubierto y mostrado al
mundo se concentró en atacarme con acciones difamatorias que continúan hoy sólo
para confundir el juicio de la opinión pública. Entré en política con la
esperanza de cambiar desde adentro las cosas, poniendo en el centro de mi
actividad la lucha contra la corrupción y la transparencia en la gestión de la
cosa pública, incluyendo la resolución de la cuestión moral. Desgraciadamente,
el sistema de colusión entre la política y los negocios era y es aún hoy un
frente muy compacto. Y yo soy un hombre incómodo.
-¿Cómo se hace
entonces para dar batalla contra la corrupción cuando existe connivencia y
complicidad entre la política y el empresariado, el Poder Ejecutivo busca
limitar la independencia del Poder Judicial y los organismos de control no
controlan?
-Desgraciadamente, en
Italia existe en este momento un verdadero cortocircuito. Esto se produce por
el hecho de que muchas veces la política cede y deja paso a intereses
personalísimos, en vez de pensar en el bien de la comunidad. Nosotros, desde
hace veinte años, salvo un breve paréntesis, tuvimos a Berlusconi en el
gobierno, que decidió entrar en política para proteger sus negocios. Sobre él
existe un gigantesco conflicto de intereses, porque es el propietario del
segundo polo de información italiano y por lo tanto incide sobre el consenso de
los italianos. A esta distorsión del sistema democrático, se le suma un
servicio público televisivo controlado por los partidos en proporción a los
resultados electorales. Nuestra república se caracteriza por la multiplicidad
de conflictos de intereses, uno por encima de otro, "legitimando" y
convirtiendo en "popular" incluso a quien hace leyes para su uso
personal, para su propio consumo y beneficio.
-Es una práctica
habitual que los políticos usen y abusen de la función pública para fines
privados.
-Así es, y quien
utiliza su rol institucional para beneficio personal es absolutamente
condenable. Resulta indigno y grave que se aproveche de su posición pública
para ganar ilegalmente dinero. Nuestra ley prohíbe un abuso de estas
características. Desgraciadamente, nuestros políticos no sólo ignoran la ley
para sus propios actos, sino que también cierran los ojos delante de
funcionarios del Estado condenados e indagados por delitos gravísimos.
-Entonces, ¿qué es lo
que se necesita para combatir eficaz y exitosamente el flagelo de la
corrupción?
-Antes que nada,
bastaría con aprobar una ley con tres artículos muy simples. Primero: quien ha
sido condenado, aún en primer grado, no debe ser candidato. Los representantes
del pueblo, en efecto, deben estar más allá de cualquier sospecha; nunca bajo
sospecha, como hoy sucede. Segundo: los indagados no deben poder asumir cargos
de gobierno a nivel nacional ni local. Respetamos la presunción de inocencia,
pero si uno es culpable o inocente es mejor saberlo antes de confiarle en sus
manos la cosa pública. Tercero: los empresarios que se han manchado con delitos
contra la administración pública no deben poder participar nunca más en
contrataciones con el Estado. No existe otro camino si se quiere cortar el hilo
de corrupción que une la política con los negocios. Además, es necesario hacer
una buena ley que castigue el voto di scambio o "voto a cambio".
-¿Qué es eso
exactamente?
-Es cuando los
políticos ofrecen privilegios, plata, cargos, a los electores a cambio de su voto.
Además, hay que dar mayores recursos logísticos a las fuerzas del orden y a la
magistratura. En definitiva, todo lo opuesto a aquello que se está haciendo y
se ha hecho en estos años, cuando se han despenalizado delitos como la
"falsedad de balances y estados contables" y se ha eliminado el
delito de concusión por inducción: se trata de un delito contra la
administración pública que se da cuando un funcionario obliga o induce a
alguien a dar o prometer indebidamente a él o a un tercero dinero u otro beneficio.
Todo esto sin dejar de considerar las propuestas hechas por los diversos
gobiernos de Berlusconi de abolir las intervenciones telefónicas, instrumentos
indispensables para el trabajo de la magistratura. También es necesario crear
un nuevo sistema de control y autocontrol y cambiar las "caras de la
política" para construir una barrera prepolítica, convocando a los
ciudadanos honestos y a las personas de bien. En el futuro, la lucha contra la
corrupción debe convertirse en un hecho cultural y en un compromiso
ético-social. Para evitar que este fenómeno se repita es necesario educar y
prevenir. Pero siempre el ejemplo debe venir de arriba, de los dirigentes, del
vértice del poder y por eso es necesaria una nueva clase política que sea el
espejo de la sociedad.
-¿Qué influencia
tiene la corrupción política en el crecimiento de la criminalidad y las mafias?
-La corrupción, en
todas sus formas, es un fenómeno que tiende a alimentar la criminalidad y todas
las mafias. Desgraciadamente, la corrupción vive instalada en nuestras
instituciones. Basta ver cuántos senadores y diputados han tenido y tienen en
su contra condenas muy pesadas, algunas incluso por asociación mafiosa.
-¿Con qué
instrumentos o herramientas, más allá del voto, cuentan los ciudadanos para
luchar y condenar la corrupción?
-La mejor arma que
tienen los ciudadanos es el voto. Votando, los italianos pueden cambiar la
suerte del país, aunque en este momento, en Italia, rige una ley electoral que
no permite a los ciudadanos elegir sus propios representantes y la selección de
los candidatos la hacen las secretarías de los partidos. Pero los ciudadanos
tienen otra arma importante: la protesta civil, la indignación y las
manifestaciones en la plaza. De este modo, pueden presionar a la clase política,
muchas veces indiferente a los pedidos de mayor legalidad y transparencia. El
ciudadano honesto debe ser el primer defensor del Estado de Derecho. Sólo de
esta manera tiene todos los títulos morales para pedir justicia.
-¿Cuáles son las
marcas y las consecuencias económicas, políticas y morales que la corrupción
deja en una sociedad?
-Las consecuencias en
todos esos planos son devastadoras. La corrupción hunde la economía de un país
e impide y limita el desarrollo económico. El sistema corrupto crea un circuito
paralelo a la economía que no tiene en consideración ni la profesionalidad ni
las capacidades humanas, y sólo valen los perversos cruces de intereses y
negocios. Desgraciadamente, si los diarios muestran en primera página
entrevistas a corruptos como si fueran santos, quien los lee tiene una visión
distorsionada o falsa de los hechos.
-El avance de la
clase política sobre el Poder Judicial suele ser una gran tentación de los
gobiernos. ¿Es posible frenar ese proceso?
-Después del mani
pulite , la clase política italiana siempre ha tratado de controlar a los
jueces. Es una gran tentación tratar de limitar el poder de los magistrados. Lo
importante es entender que en los sistemas auténticamente democráticos, el
poder de los jueces tiene un rol de suplencia: cuando en una sociedad saltan
los controles intermedios, la clase política primero debilita los controles
administrativos y después inicia el ataque a la magistratura utilizando todos
los mecanismos a disposición: los político-legislativos y los mediáticos, por
ejemplo. En muchos países, los controles administrativos y los instrumentos de
vigilancia normal sobre la administración pública y sobre la actividad
económica no funcionan y en muchos casos proliferan autoridades de aplicación o
de control, en general, ineficientes y no autónomas. El poder político
estructuralmente corrupto primero debilita los sistemas de control intermedios
y después avanza sobre la justicia. En Italia, como en muchos países, la
verdadera urgencia es formar una clase dirigente, competente, fuerte y
orgullosa, considerando siempre que la única respuesta frente a la corrupción y
a los desafíos que impone el Estado moderno es el respeto al Estado de Derecho:
sus males sólo se combaten con las armas de la legalidad. El derecho debe
ofrecer las mismas garantías a todos los ciudadanos por igual y reafirmar la
importancia de la división de poderes.
-Uno de los logros
del presidente Néstor Kirchner fue haber nombrado una Corte Suprema
independiente y de prestigio. En estos últimos meses y bajo el gobierno de
Cristina Kirchner, se advierte una intensa embestida contra el Poder Judicial.
¿Qué lectura hace de esto?
-No estoy al tanto de
esta evolución, por lo tanto no puedo opinar sobre estos hechos. Igualmente, la
buena salud del sistema democrático exige siempre el respeto irrestricto al
principio de división de poderes. En este sentido, comparto plenamente la tesis
de Dahrendorf en relación a la influencia de la política en los comportamientos
de los ciudadanos: "Si a los ciudadanos se los hace vivir en una jungla,
se pueden llegar a convertir hasta en caníbales". La verdad es que en
Italia como en muchos países ha bajado el nivel de la ética. Durante muchos
años, los ciudadanos italianos, súbditos y espectadores, han asistido a una
continua lucha por la conquista del poder y a orgias de corrupción. Todos lo
sabían. Después de mani pulite renació en Italia un profundo deseo de
legalidad, de transparencia y de limpieza.
-Sin embargo, hoy
Italia sigue viviendo una transición delicada.
-Efectivamente. Y la
sociedad debe combatir a los corruptos y la clase política toda debe promover
el principio de honestidad y el respeto a la ley, porque son las principales
fuentes de progreso humano en un Estado democrático, libre y solidario. No se
trata de dividir la sociedad entre el bien o el mal, buenos y malos, según uno
sea de derecha o de izquierda: la batalla contra la corrupción tiene que ser
verdaderamente transversal..
La Nación, 28-7-13