Luis
Inacio Lula Da Silva
“Incluso cuando se está desanimado
con todo y con todos, no desista
de la política. ¡Participe! Si no
encuentra
en otros al político que busca, podrá
encontrarlo en sí mismo”.
El ex presidente
brasileño Luis Inacio Lula Da Silva expresó en distintos medios de comunicación
su apoyo a las manifestaciones contra la corrupción en su país, y llamó al
Partido de los Trabajadores y de la presidenta Dilma Rousseff, a una
"renovación profunda. Creo que las manifestaciones son el reflejo de
éxitos sociales, económicos y políticos", escribió Lula en un artículo,
publicado en The International Herald Tribune, edición internacional de The New
York Times y otras publicaciones.
También Lula
aprovecho su intervención al cerrar la Conferencia Nacional
“2003-2013: Una nueva política externa”, organizado por la universidad en Sao
Bernardo do Campo, para pronunciarse sobre los últimos acontecimientos
políticos de su país. De protesta en protesta, se construye el tejado”, dijo
Lula comparando las manifestaciones que vive su país en las últimas semanas
reclamando mejoras sociales y el fin de la corrupción, con su propia
trayectoria política.
“De protesta en
protesta, un día ustedes pueden llegar a la Presidencia de la República ",
aseguró, además de afirmar que "en Europa, las protestas son para no
perder lo que conquistaron. En Brasil, las protestas son para conquistar más”.
Lula pidió a los
jóvenes que no le den la espalda a la política, pese a los incontables casos de
corrupción que hay.
“Cuando ustedes estén
cabreados con la vida, que no confíen en nadie, no me gusta Lula, no me gusta
Dilma (Rousseff), no me gusta (Luiz) Marinho (actual alcalde de Sao Bernardo do
Campo y ministro durante el Gobierno de Lula), no me gusta quien sea, aún así, no nieguen la política. Y mucho menos
nieguen los partidos políticos. Ustedes pueden hacer otros”, dijo.
“La peor cosa que
puede suceder en el mundo es que la gente acepte la negación de la política. No existe ninguna experiencia en el mundo
en que la negación de la política tuviera un resultado mejor que el de la
putrefacción de la política”, aseguró Lula durante su discurso.
Nuevas voces
“La juventud,
conectada a las redes sociales y con los dedos ágiles en sus celulares, ha
salido a las calles para protestar en diversas regiones del mundo.
Parecía más fácil
explicar las razones de tales protestas cuando acontecían en países sin
democracia, como Egipto y Tunez en 2011, o donde la crisis económica llevó el
desempleo juvenil a niveles aterradores, como en España o en Grecia, por
ejemplo. Pero la llegada de esa ola a países con gobiernos democráticos y
populares, como Brasil, cuando tenemos las menores tasas de desempleo de
nuestra historia y una inédita expansión de derechos económicos y sociales,
exige de todos nosotros, líderes políticos, una reflexión más profunda.
Muchos creen que esos
movimientos significan la negación de la política. Yo creo justamente que es
todo lo contrario: ellos indican la necesidad de ampliar aún más la democracia
y la participación ciudadana. De renovar la política, aproximándola a las
personas y a sus aspiraciones cotidianas.
Yo solo puedo hablar
con propiedad sobre Brasil. Hay una nueva generación ávida en mi país, y creo
que los movimientos recientes son, en gran medida, resultado de conquistas
sociales, económicas y políticas obtenidas en los últimos años. Brasil
consiguió en la última década más que duplicar el número de estudiantes
universitarios, muchos de ellos que venían de familias pobres. Redujimos
fuertemente la pobreza y la desigualdad. Son grandes hechos, pero también es
absolutamente natural que los jóvenes, especialmente aquellos que están
obteniendo lo que sus padres nunca tuvieron, deseen más.
Estos jóvenes tenían
8, 10, 12 años cuando el partido que yo ayudé a crear, el PT, junto con sus
aliados, llegó al poder. No vivieron la represión de la dictadura en los años
60 y 70. No vivieron la inflación de los años 80, cuando lo primero que
hacíamos al recibir el salario era correr a un supermercado y comprar todo lo
que fuese posible antes que los precios subiesen al día siguiente. También
tienen pocos recuerdos de los años 90, cuando se estancaba la economía y el
desempleo deprimían nuestro país. Ellos quieren más. Y es comprensible que sea
así. Tuvieron acceso a la enseñanza superior, y ahora quieren empleos
calificados, donde puedan aplicar lo que aprendieron en las universidades. Pasaron
a contar con servicios públicos de los que antes no disponían, y ahora quieren
mejorar su calidad. Millones de brasileros, inclusive de las clases populares,
pudieron comprar su primer auto y hoy también viajan en avión. La
contrapartida, en tanto, debe ser un transporte público eficiente y digno, que
facilite la movilidad urbana, haciendo menos penosa y estresante la vida en las
grandes ciudades.
Las ansias de los
jóvenes, por otro lado, no son apenas materiales. También quieren mayor acceso
al place y la cultura. Y, sobretodo, reclaman instituciones políticas más
transparentes y limpias, sin las distorsiones del anacrónico sistema partidario
y electoral brasilero, que hasta hoy no se consiguió reformar. Es imposible
negar la legitimidad de tales demandas, así no sea viable atenderlas a todas de
inmediato. Es preciso encontrar fuentes de financiamiento, establecer metas y
planear como ellas serán gradualmente alcanzadas.
La democracia no es
un pacto de silencio. Es la sociedad en movimiento, discutiendo y definiendo
sus prioridades y desafíos, anhelando siempre nuevas conquistas. Y mi fe es que
solamente en democracia, con mucho diálogo y construcción colectiva, esos
objetivos pueden ser alcanzados. Solo en democracia un indio podría ser electo
Presidente de Bolivia, y un negro Presidente de los Estados Unidos. Solo en
democracia un operario y una mujer podrían tornarse Presidentes de Brasil.
La historia muestra
que, siempre que se negó a la política y los partidos, y se buscó una solución
de fuerza, los resultados fueron desastrosos: guerras, dictaduras y persecución
de minorías. Todos sabemos que, sin partidos, no puede haber verdadera
democracia. Pero cada vez se hace más evidente que nuestra población no quiere
sólo votar cada cuatro años, delegando su destino a los gobernantes. Quieren
interactuar en el día a día con los gobiernos, tanto locales como nacionales,
participando de la definición de las políticas públicas, opinando sobre las
principales decisiones que les afectan.
En suma: no quieren apenas
votar, quieren ser escuchados. Y eso constituye un tremendo desafío para los
partidos y los líderes políticos. Supone ampliar las formas de escucha y de
consulta, y los partidos precisan dialogar permanentemente con la sociedad, en
las redes y las calles, en los lugares de trabajo y de estudio, reforzando su
interlocución con las organizaciones de los trabajadores, las entidades
civiles, los intelectuales y los dirigentes comunitarios, pero también con los
sectores llamados desorganizados, que no por eso tienen necesidades y deseos
menos respetables.
Y no solo en períodos
electorales. Ya se dice, y con razón, que la sociedad entró en la era digital y
la política permanece analógica. Si las instituciones democráticas supieran
utilizar creativamente las nuevas tecnologías de comunicación, como
instrumentos de diálogo y participación, y no de mera propaganda, podrían
oxigenar -y mucho- su funcionamiento, sintonizándose de modo más efectivo con
la juventud y todos los sectores sociales.
En el caso del PT,
que tanto contribuyó para modernizar y democratizar la política brasilera y que
hace diez años gobierna mi país, estoy convencido de que el también precisa
renovarse profundamente, recuperando su vínculo cotidiano con los movimientos
sociales. Dando respuestas nuevas a problemas nuevos. Y sin tratar a los
jóvenes con paternalismo.
La buena noticia es
que los jóvenes no son conformistas, apáticos, indiferentes a la vida pública.
También aquellos que hoy creen que odian la política, están comenzando a hacer
política mucho antes de lo que yo comencé. A la edad de ellos, no imaginaba
convertirme en un militante político. Y terminamos creando un partido, cuando
descubrimos que en el Congreso Nacional prácticamente no había representantes
de los trabajadores. Inicialmente no pensaba en candidatearme a nada. Y terminé
siendo Presidente de la República. Conseguimos , por la política,
reconquistar la democracia, consolidar la estabilidad económica, recuperar el
crecimiento, crear millones e nuevos empleos y reducir la desigualdad en mi
país. Pero claro aún hay mucho por hacer. Y qué bueno que los jóvenes quieran
luchar para que el cambio social continúe y a un ritmo más intenso.
Otra buena noticia es
que la Presidenta
Dilma Rousseff supo escuchar la voz de las calles y dio
respuestas corajudas e innovadoras a sus preocupaciones. Propuso, antes que
nada, una convocatoria a un plebiscito popular para hacer la tan necesaria
reforma política. Y lanzó un pacto nacional por la educación, la salud y el
transporte público, en el cual el gobierno federal dará gran apoyo financiero y
técnico a los estados y municipios.
Cuando hablo con la
juventud brasilera y de otros países, acostumbro decir a cada joven: así estés
irritado con la situación de tu ciudad, de tu estado, de tu país, desanimado de
todo y de todos, no niegues la política. Al contrario ¡participá! Porque el político que deseas, sino está en
los otros, puede estar dentro tuyo.