Por Jorge Lanata
En 2001, cuando
Argentina entró en default, la deuda pública era de 144.212 millones de
dólares. Después del canje de deuda de 2005 se redujo a 129.227 millones. Hoy
supera los 240.000 millones. Si es cierto que los gobiernos se definen por la
herencia que dejan, valdría la pena preguntarse qué fue del desendeudamiento.
El 15 de diciembre de
2005 Néstor Kirchner anunció, en un acto en el Salón Blanco de la Casa Rosada , el pago
adelantado de la deuda con el FMI. “Estamos, con este pago, sepultando buena
parte de un ominoso pasado, el del endeudamiento infinito y el ajuste eterno”,
dijo entonces.
El 26 de enero de
2010, en el Parque Municipal de Villa Albertina, Lomas de Zamora, Cristina
afirmó: “Quieren que el canje de la deuda fracase para volver a endeudarnos con
una tasa de dos dígitos, nos quieren acogotar e imponernos una política de
hambre”.
El 16 de abril del
mismo año la Presidenta
le dijo a la agencia Bloomberg respecto del canje: “Esta es una segunda
oportunidad, y ellos no la tendrían que perder porque el mismo tren no partirá
de la estación una tercera vez”.
Aunque el 9 de julio
de este año, en Tucumán, insistió con el desendeudamiento, el tren volvió a
partir el pasado 26 de agosto: Cristina definió a su gestión como un gobierno
de “pagadores seriales”, y anuncio la tercera reapertura del canje de deuda
para el 7% de los acreedores que no entraron en los acuerdos anteriores.
Su último discurso
tuvo un tono apocalíptico: anunció tres medidas. La primera de ellas era
pedirle a Dios que ilumine a la
Corte norteamericana. Los especialistas en reestructuración
de deuda coinciden en afirmar que el gobierno llega tarde: si paga los 1.330
millones de dólares a los fondos buitres (el 0,45% de los acreedores que
quedan) se enfrenta en poco tiempo a tener que pagarle al resto del 7%, l o que
sumaría unos 20.000 millones, cuando las reservas del país están por debajo de
los 37.000. La otra medida anunciada por Cristina después de la plegaria, mudar
los pagos a Buenos Aires para evitar los embargos, aumentó aún más la
desconfianza en el exterior: es como ir a un partido y cuando el resultado
empieza a ser adverso, llevarse la pelota. “La Presidenta no dejó
ninguna duda sobre la única razón de este plan: evadir la jurisdicción de los
tribunales de los Estados Unidos”, alegó Paul Singer, representante de los
holdouts ante la Corte
Suprema. La actitud argentina había pasado de las palabras a
los hechos: “Ni un centavo a los buitres”, había dicho Cristina el 26 de
octubre de 2012. “Jamás vamos a pagarle a los buitres”, ratificó Lorenzino
cuatro días después. “Hay sectores que no se bancan el éxito del desendeudamiento”.
La historia quedó
trabada: si paga, la deuda se multiplica con los holdout restantes y, si no
paga, el país entra en default; cualquiera de las dos soluciones son un nuevo
problema.
“El último dato
oficial –resume Ismael Bermúdez– del 31 de diciembre, habla de 197.464 millones
de dólares de deuda pública. Pero ese cálculo que hace el Ministerio de
Economía no incluye la deuda que ingresó al canje –con el 7% de los bonistas–
más los intereses (se calcula que estaría cerca de los 20.000 millones de dólares),
lo que falta pagar del cupón PBI (18.000 millones de dólares), más los
intereses de la deuda con el Club de París que no se pagan desde 2001, unos
5.000 millones. La deuda pública supera hoy los 240.000 millones, cifra que
equivale a más del 50% del PBI calculado a dólar oficial”.
Como todo esto se
trata de matemáticas y dos más dos puede ser cinco, Cristina afirmó en su
último discurso que debemos sólo un 10% del PBI.
El Gobierno que se
enorgullecía de habernos desendeudado ahora se presenta como pagador serial,
pero tampoco alcanza: Argentina pagó deuda pero no lo hizo con dólares propios,
de los que carecía, sino que tomó dólares prestados del Banco Central. “Le pagó
al Fondo Monetario pero le quedó debiendo al Banco Central un aproximado de 68.000
millones –sigue Bermúdez–, por lo tanto la deuda no disminuyó, sino que cambió
de acreedor. También se endeudó con la
ANSeS , que absorbió los bonos que estaban en manos de las
AFJP con la estatización del sistema, y con el Banco Nación, sumando más de 32.000
millones de dólares de deuda ”.
Fanático de la
contabilidad creativa, el Gobierno no toma como deuda aquella que provino de
otros organismos del Estado. ¿Eso significa que nunca va a pagarla? Los dólares
del Central respaldan a los pesos que tenemos en el bolsillo: el cepo cambiario
es la consecuencia más concreta de esa afirmación. ¿Dije en algún lugar que los
gobiernos se definen por lo que dejan? Querría terminar repitiendo eso.
Clarín, 31-8-13