POR HECTOR A. HUERGO
Las lluvias que
cubrieron con generosidad la mayor parte del área agrícola anticipan una
cosecha récord, aun cuando gambetearon caprichosamente zonas de alto impacto
productivo. Situación típica de tormentas convectivas, cada vez más frecuentes
en estas pampas. Al que le toca, le toca.
Pero en términos
globales, llovió plata. Y bastante. Pero cuidado. Si algo quedó confirmado
ahora, es la enorme tendencia a la homeostasis del sistema agrícola argentino.
Homeostasis es un
concepto biológico que en general aplica bien a la economía. Se refiere a la
tendencia a la estabilidad fisiológica de los animales superiores, capaces por
ejemplo de mantener la temperatura interna a pesar de los cambios del ambiente
exterior. De esta forma, las células siguen funcionando correctamente.
En nuestro caso, la
homeostasis se expresa de manera muy clara en la ecuación PxQ (precio por
cantidad). La Argentina ,
junto con sus “socios” del Mercosur, es formadora de precios. Es el principal
proveedor mundial de harina de soja, el insumo clave de la alimentación animal
en la era de la transición dietética hacia las proteínas rojas. Es también el
producto industrial más importante del país, con embarques por 15.000 millones
de dólares, y con una balanza comercial abrumadoramente favorable. Para
producirla solo hace falta un poco de fósforo, porque el resto está bien
provisto por la industria nacional: desde el glifosato hasta la cosechadora. Se
suma el aceite, donde el país sigue liderando la oferta mundial. Un tercio ya
se convierte en biodiesel, que sustituye importaciones y contribuye al balance
de divisas.
Por eso no llamó la
atención de nadie que los precios hayan acusado inmediatamente el impacto de
las precipitaciones. No es una respuesta lineal. Pero es sensible y así deben
entenderlo los funcionarios, que tienden a mirar lo que les conviene para su
tentación (o vocación) de gastar a cuenta. Habrá una gran cosecha, esta vez sí
por encima de las 100 millones de toneladas (sin el maquillaje patético del año
pasado, cuando en la campaña electoral se inventaron 7 millones de toneladas de
maíz que jamás existieron). Y es una buena noticia, porque reafirma el
potencial, a pesar de la pérdida de competitividad y lo ajustado de los
números. La soja de 300 dólares, o el maíz de 150, no generan rentabilidad
alguna, apenas permiten “dar la vuelta” y continuar la huida hacia adelante.
Los farmers del Medio
Oeste norteamericano acaban de entregar la mayor cosecha de maíz de la historia,
con 355 millones de toneladas. Esto determinó el derrumbe más rápido de las
cotizaciones desde 1960. Los precios bajaron de 8 dólares el bushel, a los 4
actuales, en apenas 15 meses. Los analistas lo inscriben en la saga de una
caída general de los commodities. Pero el que más cayó es el maíz, y es
nuevamente consecuencia del PxQ.
Sin embargo, y esto
es fundamental, este nuevo nivel de precios del maíz habilita un mayor uso para
elaborar etanol. El petróleo se mantiene en los 100 dólares el barril, y la
nafta acompaña, generando una brecha de precios ampliamente favorable al mayor
corte con etanol.
Las plantas están
otra vez a pleno, entregando la semana pasada 950.000 barriles, casi al máximo
de capacidad. Los biocombustibles se han convertido en un importante “piso”
para el precio de los commodities agrícolas.
Los altos precios del
maíz y la soja en los últimos años produjeron un fuerte ajuste en las
industrias de valor agregado (feedlot, cerdos, pollos).
El stock vacuno en
los Estados Unidos, un gran exportador de carne de calidad, cayó al nivel más
bajo en cuarenta años. Así, ha generado una gran oportunidad para otros
proveedores de proteínas animales, fundamentalmente sudamericanos.
Ahí estamos, en el
arranque del 2014, que viene con un pan abajo del brazo.
Clarín, Rural, 4-1-14