Del libro:
Ceferino Reato. “Disposición final”; Sudamericana,
2012.
Entrevista al General
Videla
Videla: “Yo soy creyente, y esta situación me
molesta. (…) Fue una guerra justa, en los términos de Santo Tomás: una guerra
defensiva. No acepto que haya sido una guerra sucia; la guerra es siempre algo
terrible, sucio, pero Santo Tomás nos introduce ese matiz importante de las
guerras justas, y esta lo fue”. (p. 32)
-“Videla reza allí [capilla de la prisión en Campo de
Mayo] el rosario todos los días a las 19. Y los domingos asiste a misa y
comulga. Él está convencido de que Dios siempre lo guió y que nunca le soltó la
mano, ni siquiera en prisión”. (p. 25)
-“Pero diversos registros del propio gobierno oscilan
entre 7.500 y 8.875 desaparecidos y muertos comprobados, con nombre y apellido,
aunque incluyen a numerosas personas muertas o desaparecidas antes de la última
dictadura desde 1969”. (p. 20)
-“A esta altura, sostener que las víctimas de la
dictadura fueron 30 mil convierte al problema de encontrar sus restos en insolubre,
en una bandera que sirve para hacer política con los derechos humanos pero nada
más”. (p. 21)
-“Sin embargo, un relevamiento realizado en el ámbito
del ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos del gobierno indica
que hasta mediados de 2010 la indemnización a las víctimas del terrorismo de
Estado había sido pagada a los herederos de 7.500 personas…”. (p. 41)
-“Videla revela ahora que todo salió tan rápido
porque el Ejército tenía todo preparado, incluso los tres decretos [que
disponen la represión y aniquilar la subversión], ya que se venía trabajando
sobre “la guerra interna” como hipótesis de conflicto desde la comandancia del
general Juan Carlos Onganía, que asumió en 1962” [14 años antes]. (p. 143)
-Videla: “Los posibles errores se refirían a, por
ejemplo, matar a alguien por una mala información. Los posibles excesos, al
aprovechamiento de la situación para el robo de cosas en un allanamiento; un
militar que le dice a otro: “mirá que lindo televisor que tienen”, y se lo
llevan aprovechando la falta de vigilancia o la complicidad de otros camaradas.
(…) Cuando terminó el Proceso, había 250 uniformados cumpliendo condenas por
esta causa”. (p. 148)