sábado, 4 de enero de 2014

EL PODER MILITANTE DE FADEA



Las empresas y organismos del Estado suelen convertirse en refugio de militantes y punteros políticos que adhieren al gobierno de turno y que por ello cobran jugosas remuneraciones, inclusive en tareas de responsabilidad profesional y técnica para las que no han sido capacitados. Se trata de una vieja práctica que se repite en el universo de la administración pública, sin distinción de colores partidarios.

Al cabo de una década en el poder, el kirchnerismo ha hecho uso y abuso de esas prerrogativas, que se reflejan, de manera particular, en el crecimiento descomunal que ha tenido la agrupación La Cámpora en el manejo de áreas estatales estratégicas.

La injerencia de la comunidad camporista cuenta con el aval de la presidenta Cristina Fernández y se multiplica tanto dentro del propio gabinete ministerial como en los directorios de grandes empresas; entre estas, Aerolíneas Argentinas, por mencionar la más emblemática.

Esta suerte de poder militante tuvo repercusión días atrás en la ciudad de Córdoba. Un informe publicado por este diario el pasado lunes dio cuenta de que la Fábrica Argentina de Aviones (Fadea) puso en funciones a su nueva conducción, con exponentes de La Cámpora a la cabeza. Lo sugestivo de este cambio de mando radicó en que el acto de asunción se formalizó en un marco de estricta confidencialidad. ¿Había algo que no tenía que trascender a la opinión pública o se trató de un grueso despiste protocolar?

Además, la anterior administración, que encabezaba Raúl Argañaraz, fue relevada en medio de sospechas por manejos poco claros de las cuentas de la empresa, según consignó en otra nota el diario porteño Ámbito Financiero.

Si bien puede estar fuera de discusión la capacidad profesional de los flamantes ejecutivos de Fadea, no deja de extrañar la expansión de La Cámpora en la dirección de las principales empresas del país.

Pero serpentea otra cuestión que preocupa tanto como el silencioso desembarco camporista: Fadea fue reestatizada en 2010 y no alcanzó los estándares de producción establecidos. Esa falencia contrasta con las recurrentes promesas (sobre todo en épocas de campañas electorales) de abastecimiento de naves de entrenamiento a la Fuerza Aérea Argentina o de negocios y contratos con potenciales clientes externos.

De nuevo en manos del Estado tras la efímera gestión de Lockheed Martin, la industria fue rebautizada con el nombre de Brigadier General San Martín. Un merecido homenaje al exgobernador de Córdoba que durante la década de 1940 dio un fuerte estímulo a la industria aeronáutica, apuntalada en la creciente Fábrica Militar de Aviones. En honor a ese pasado venturoso habría que evitar que la empresa termine convertida en una suerte de botín político o de reparto obsceno de cargos.


La Voz del Interior, Editorial, 4-1-14