Guillermo Cherashny
InformadorPúblico,
26-4-14
Esta semana la
presidente, en varios actos televisados para comunicar su gestión, en tres
oportunidades tuvo el mal gusto de referirse a la parte trasera del cuerpo
humano. En efecto, primero dijo: “el que te jedi quedó mirando al norte”;
después, consultándolo a Jorge Capitanich, habló del “tránsito lento”, y
finalmente, hablando de las exportaciones de arroz para China, dijo: “no como
arroz, porque me constipa”. En las redes sociales se comentaron esos dichos
presidenciales y hubo coincidencia en que fueron de mal gusto, de carácter
escatológico y totalmente inapropiados para una presidente de la Nación que habitualmente se
queja de que no le respetan su investidura. Estas palabras hacen recordar a
otras, cuando en una teleconferencia con una fábrica, al dirigirse a un obrero
de la misma, lo hizo en los siguientes términos: “vos sos el que le llenás el
pomo a tu novia”, con una risa cómplice. Estos actos histriónicos y
desinhibidos son síntomas característicos del Síndrome de Pick, que es un
deterioro degenerativo de los lóbulos temporales, enfermedad en el cual el
neurólogo Facundo Manes es un especialista y que generalmente se produce en
personas de avanzada edad, como Liliane Bettencourt, la heredera del emporio
L’Oreal, a la cual sus hijos le hicieron juicio.
Cinismo o irrealidad
El caso es que la
presidente, pese a sus enfermedades, no dilapida su patrimonio personal, que
cada vez es más robusto, sino el patrimonio público, a través de la emisión
monetaria, con el fin de fortalecer lo que ella llama el “proceso de inclusión
social”, que está fracasando rotundamente, ya que el gobierno no puede mostrar
los índices reales de pobreza en el nuevo IPCnu. Ayer, cerca de las 20 hs.,
ella lanzó una catarata de tweets relatando una obra de refacción de una
iglesia, agregando que la primera obra que dispuso Néstor Kirchner como
presidente fue reparar la
Basílica de Luján, cuando allí estaba el arzobispo Rubén di
Monte, perteneciente al ala conservadora del episcopado argentino, con el fin
de ningunear al cardenal Jorge Bergoglio. Esta conducta siguió durante once
años, hasta que fue elegido Papa. Esta designación motivó un súbito cambio
místico en la presidenta, que expresó ayer su devoción por el culto católico y
finalizó sus tweets refiriéndose a Jessica Belgrano, chozna de Manuel Belgrano
que, según ella, le dijo: “si Manuel Belgrano viviera, sería kirchnerista”,
para concluir con la frase: “¿qué tul?”
Esta semana también
coincidió en su obsesión por la herencia que le dejará al próximo gobierno,
diciendo lo mismo de siempre: que recibieron el gobierno en el fondo del
infierno y que ahora está todo bárbaro, que los restaurantes están llenos de
gente y que la ciudad de Nueva York se encuentra repleta de argentinos que
rompen récords en los shoppings, cuando la realidad es que muchos aviones salen
y vuelven semivacíos y eso que los viajes aéreos de un fin de semana largo,
cuando mucho, pueden llegar a 300 pasajeros por avión. Es un número irrisorio
al lado de las cifras globales de la población y los restaurantes que se llenan
los fines de semana o son tradicionales o están de moda.
El problema de
Cristina, sobre el cual se preguntan todos, es si se cree todas las mentiras
que dice o bien tiene una alta dosis de cinismo y utiliza la mentira como
política de Estado. De todos modos, el deterioro degenerativo de los lóbulos
que le afectan las neuronas del cerebro es progresivo y lento y no tendría
problemas para terminar su mandato. Pero de seguir así, su “plan Bachelet” para
volver en el 2019 sería imposible.