martes, 12 de enero de 2016

DEBERES BÁSICOS DEL CATÓLICO EN LA VIDA POLÍTICA Y EL PERONISMO COMO OPCIÓN

Cuáles son los deberes básicos del católico en la vida política y el Peronismo como opción.

Seprin, 12 ENE, 2016

 “Los pueblos sin esperanza terminan por perder la fe; y cuando se pierde la fe en un país no puede predecirse a ciencia cierta cuál será su porvenir y su destino”.

INTRODUCCIÓN:
Hermanos Católicos, Ciudadanos Católicos u Hombres de Fé, Compañeros que respetan el verdadero valor de la Doctrina Peronista, día a día nos enfrentamos atónitos al ver como aquellos que sencillamente se treparon de paso a la estructura política como en el Peronismo u otros partidos, sin ver la razón filosófica de nuestro de movimiento consolidado en el tiempo, traicionando el núcleo de la causa del peronismo y los Dogmas de las plataformas políticas de todo partido.

Muchos son los oportunistas de turno que se enquistan el peronismo para no irse (salvo para otros cielos), del poder que de no usarse de cara al Pueblo, es peor que el cáncer. Es lúgubre ver el trabajo de hormiga que hacen estos rufianes y más lamentable aún, es saber que no vamos a cambiar la decadencia de este peronismo mezquino hasta tanto nosotros “las bases” no nos eduquemos como hijos del Gral. Perón es decir hasta que no tengamos en nuestro corazón la herencia del Padre, y quitar todo pecador del mismo.
La Familia, la Doctrina de la Iglesia y la Doctrina Peronista profundamente cristiana, son nuestro mayor capital. Sabemos que estamos en tiempos proféticos la era de la Tribulación, donde la confusión sera el código de vida, alejándonos de los valores y principios morales, que esta contenido en las Sagradas Escrituras. Toso esta en la Fé, y vivir tanto en acción y pensamiento, la palabra del Señor. Así es y siempre será.

Compromiso político y pertenencia a la Iglesia:
 “ CUESTIONES Y PUNTOS ESENCIALES QUE DEBE ASUMIR HOY EL CRISTIANO AL EJERCER LA POLÍTICA”.

1. Dos dinámicas se expresan en cada uno de nosotros y colectivamente : la vida espiritual y la actuación para transformar el mundo por la lógica del amor . Todo el universo creado gime desde la culpa original, en el dolor y el sufrimiento de este mundo, que espera la culminación de la historia con el retorno de Jesucristo. Este sufrimiento puede ser mitigado, atenuado, por nuestra actuación personal y colectiva; obviamente religiosa, pero también en el sentido cultural social y político. La política tiene que estar reinterpretada desde el amor. Y eso exige utilizar las concepciones y los instrumentos que hacen posible pasar de la dimensión religiosa a la intervención en una realidad, un mundo, una sociedad que son autónomos. En este proceso la concepción que se desprende del Magisterio es esencial.

2. Vida espiritual significa plegaria, contemplación, meditación de la Palabra y Sacramentos, dirigido todo al seguimiento de Jesucristo.

3. Transformar significa, primero trascender, ir más allá de uno mismo; encontrarse con el otro y darse. El dolor del mundo, del otro, sólo se mitiga en el amor. La política es expresión de la caridad (Juan Pablo II), es decir de la más alta expresión del amor.

4. La cuestión práctica es como transformar este fundamento en aplicaciones políticas cotidianas. Esta transformación se hace a través de la conciencia personal, que se esfuerza en formarse de manera continuada a partir del Magisterio de la Iglesia.

5. El Magisterio nos ayuda en la interpretación de la Palabra. Fuentes básicas del Magisterio son los documentos papales y especialmente las cartas y encíclicas y el Catecismo de la Iglesia, como compilación básica. La Doctrina o Enseñanza Social de la Iglesia es el campo del conocimiento más vinculado a la concepción práctica política.

6. Es fundamental el sentido de pertenencia a la Iglesia . Fidelidad a la Fe, significa en el marco de la Iglesia católica, fidelidad a la Tradición, entendimiento en su sentido estricto – transmitir lo que nos ha sido dado – que necesita del Magisterio, que proviene de la Autoridad, que nace de la primacía de Pedro y la continuidad apostólica. Si alguien no es fiel a estas cuestiones tan inmediatas y de naturaleza humana – en una de sus dimensiones, la histórica – ¿cómo puede pretender ser fiel a Dios? Jesucrist ya lo advirtió (LC16,10-13) que “el hombre infiel en los bienes que valen poco, también lo será en los de más valor”.
La fidelidad a la Iglesia no es una simple contingencia humana (un partido, una asociación, unos liderazgos personales), sino apertura y participación en el Misterio. La Iglesia junto con su dimensión humana, y por tanto marcado por el pecado, es también Cuerpo de Cristo y Comunión de Santos.

7. La pertenencia sólo es posible compartiendo la experiencia cristiana . Ésta es la cuestión práctica más importante. Nosotros que no vivimos de una ideología, sino del encuentro con el Cristo resucitado, necesitamos transmitir esta realidad viva y actuando, y eso quiere decir actuar en el espacio público. En consecuencia la acción común de los cristianos en la vida pública, por tanto también la política, forma ya parte de la respuesta, porque la acción en si misma es generadora de sentido.

8. Para ganar sentido de Iglesia el criterio fundamental radica en la mejora de la práctica y la formación personal en el seguimiento de Cristo en el marco de la Iglesia. La fe vivida como un continuo paso hacia el Misterio para redescubrir el primate de la iniciativa de Dios y la escucha creyendo. Éste es el fundamento de toda la respuesta, porque sin él ocurriría aquello que no es. Se produciría el error de transformar el hecho cristiano que es experiencia, encuentro, testigo, encarnación; vida en definitiva, en una ideología.

9. Se hace necesario también rehacer el espacio de encuentro de todas las sensibilidades, de todas las experiencias cristianas compartiendo la fe y la plegaria. Rogamos por la fe, pero sin plegaria la fe no crece. Ésta tiene que ser el Alfa y Omega de toda actuación, de toda estrategia, de todo impulso social organizado. Mejorar la calidad e intensidad de nuestra plegaria personal y colectiva; vivir, razonar, testimoniar la fe de palabra y obra; reconocernos entre nosotros mismos como hermanos y amarnos y ser generosos como tales, sin importar nuestra adscripción eclesial. Ponemos fin a la descalificación de los hermanos en función “de etiquetas” porque no hay nada más alejado del mandamiento de Jesucristo, y también porque es una absurda manifestación de orgullo. La diversidad eclesial es también una gracia que Él nos da en correspondencia con la singularidad de cada ser humano y la consecuente pluralidad social.

10. La pluralidad y la naturaleza laica de la sociedad política y el estado, entendida en el sentido de la aconfesionalidad, son consecuencia de aquello que es inherente a la condición humana y condición de su dignidad:la libertad. Es en nombre de esta libertad que buscamos exponer mejor la buena nueva de Jesucristo y mostrar cómo la vida social, las instituciones con sus leyes, sus prácticas y sus estructuras, pueden verse mejoradas, inspiradas en su ejemplo, transmitidas a lo largo de los tiempos por su Iglesia. Ser católico no implica votar de una determinada manera, tener un programa económico concreto y tantas otras cosas, pero ser católico tampoco significa no ser nada. Pensar y actuar de manera que la fe no se hace visible porque se traduce en obras, que son inadecuadas o incluso no sirven a la fe sino al mundo contra ella. Es desde la pertenencia a la Iglesia y el seguimiento del Magisterio, no desde el individualismo subjetivista, o la voluntad de instrumentalizar la Iglesia a favor del “partido del mundo”, desde donde podemos distinguir, acotar y definir allí dónde acaba el necesario pluralismo social cultural, económico y político, y donde empieza la desdichada diáspora, causa fundamental de nuestro débil testimonio evangélico.

11. Asunción plena y con todas las consecuencias como factores positivos del carácter plural y aconfesional de nuestra sociedad. Los Derechos Humanos y el conjunto de pactos y otras normas jurídicas que los concretan y desarrollan como fundamento de nuestro trabajo conjunto con los no creyentes. Allí donde haya un derecho humano menospreciado o vulnerado allí hay, debe haber, la respuesta y el testimonio cristiano.
“Acumulando odio y ruinas no solo no se ha logrado reconciliar a los contendientes, sino que a los hombres y partidos los ha llevado a la dura necesidad de reconstruir lentamente, con imponderable trabajo, sobre los escombros amontonados por la discordia”. (Juan XXIII 13 de junio de 1943)


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