La Nación, editorial, 15 DE OCTUBRE DE 2017
Nuevos informes señalan que el consumo de drogas por
parte de los adolescentes casi se triplicó entre la encuesta nacional realizada
en 2010 y el registro actualizado por primera vez en junio del corriente año.
Los datos que la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación
Argentina (Sedronar) había tomado en 2010 señalaban que el 3% de los
adolescentes de entre 12 y 17 años había consumido marihuana alguna vez. Siete
años después, el mismo organismo registró un ascenso que alcanza al 8,4% de los
menores. También aumentó el consumo de cocaína dentro de esa misma franja en
relación con los datos de 2010: del 0,4% al 1,2%.
Según los investigadores del Observatorio Argentino de
Drogas, la dependencia de la Sedronar encargada de esos informes, resulta más
importante establecer el porcentaje de adolescentes de entre 12 y 17 años que
consumen porque eso permite estimar una proyección sobre el total de personas
que usan drogas. El 8,4% de los jóvenes de esa edad que reconocieron haber
consumido marihuana implica que el mercado juvenil de esa droga abastece a poco
más de 1.500.000 adolescentes.
La estadística oficial puso en cifras algo que hasta
ahora se trataba como una sensación. Sin embargo las percepciones sobre el
aumento del uso de drogas quedaron expuestas durante varios años en informes
elaborados por universidades. En esos trabajos se hacía referencia a la
presencia cada vez más cotidiana de puestos de ventas de estupefacientes en
todos los barrios. También se consignaba el riesgo que esa situación presentaba
para los jóvenes. Nada o muy poco de todo esto se tuvo en cuenta en los años
que gobernó el kirchnerismo.
La cercanía de los puestos de venta de drogas aparece
como un constante factor de riesgo. Cuatro de cada diez adolescentes de 15 a 17
años aseguraron que recibieron en el último año al menos una oferta para
comprar marihuana o cocaína.
En el último informe de la Sedronar quedaron expuestas
tres cuestiones de importancia a los fines de determinar cursos de acción por
seguir.
En primer lugar, se duplicó el porcentaje de
adolescentes que considera que fumar marihuana no ocasiona riesgo, dato
consignado este año por el 21,3%, en relación con lo expuesto en 2010. Y casi
la mitad de los jóvenes en esa franja de edad estima a esa acción, en el peor
de los casos, como un riesgo leve. En segundo término, la edad de inicio del
consumo drogas: el 71,4% de los que fuman marihuana comenzó a los 15 años o
antes y el 53% de aquellos que probaron esa droga mantuvieron su consumo.
Finalmente, la mayoría de los jóvenes afirma que podría conseguir marihuana en
menos de 24 horas. Similares respuestas se obtuvieron en los grupos de entre 18
y 24 años y, más grandes, de 25 a 34 años, circunstancia que indirectamente
señala la presencia creciente del narcomenudeo en todo el territorio del país.
El consumo de drogas a tan temprana edad puede causar severos
daños que tienen consecuencias profundas y duraderas. En ese sentido, se ha
demostrado que los jóvenes que ingieren alcohol y otras drogas a menudo tienen
problemas familiares y sociales, bajo rendimiento académico, afecciones de la
salud y dificultades con el sistema penal juvenil, además de una tendencia a
permanecer en el vicio.
Por ello habrá que estar dispuestos a incrementar y
cualificar las inversiones sanitarias para la prevención, el tratamiento y la
rehabilitación de los consumidores, aspectos que no sólo requieren una visión
política, sino también una coordinación de alto nivel técnico que, además de
hacer compatibles los programas de los ministerios -lo que podría evitar
duplicaciones en la acción, ineficiente uso de recursos, espacios vacíos en la
acción pública, debería articular las políticas de salud, promoción del
deporte, seguridad ciudadana y, por supuesto, educación.
La cantidad de inconvenientes, trastornos y
consecuencias, casi todas graves, hacen del consumo de drogas un factor en el
que el Estado y la sociedad civil, desde distintos niveles y con grados de
responsabilidad diversos, están implicados y no pueden mirar para otro lado, ya
que la indiferencia sólo conseguirá una sociedad con menos valores y más
degradación.
Motivos sobran, pues, para insistir en que el abordaje
indicado del problema es el que apunta al camino que termina en el consumo.
Esto es: el de la prevención.