Catapulta, 18-1-18
A fines del año pasado dijo Juan
Grabois:
“Una rama de la
Teología de la Liberación utilizaba el análisis marxista y yo utilizo
categorías marxistas”
Desde luego es
falaz distinguir entre análisis y categorías marxistas, como si fuera cosas
absolutamente distintas y separables. Wetter y Leonard lo explican en su
clásica obra:
“La filosofía soviética entiende por categoría los conceptos
lógicos y fundamentales que representan las propiedades,
aspectos y relaciones más comunes y generales de los objetos y de los fenómenos
de la realidad”
(La ideología soviética,Herder,Barcelona,1964,p.81)
Que Grabois utiliza
el análisis y las categorías del marxismo queda en claro en los “Cuadernos de
la Economía Popular”, que escribió junto con Emilio Pérsico, otro buen
compinche de Bergoglio. Sirvan estos párrafos de muestra:
“También en nuestros tiempos existieron otros movimientos que plantearon este objetivo de igualdad, esta vez junto a los obreros, contra los capitalistas. Durante los siglos IX y XX, los socialistas, anarquistas y comunistas, con distintos matices, proclamaron la necesidad de distribuir los bienes y el trabajo de manera equitativa para que dejen de existir distintas “clases sociales”. Para lograrlo, reclamaban que los obreros industriales se unan para liberarse de la explotación capitalista.
En algunos países,
estas ideas tuvieron un gran éxito. En 1917 la revolución rusa de
octubre, liderada por Vladimir Lenin, instauró el primer estado socialista en
el mundo. La experiencia duró muchos años y se expandió a otros tantos países.
En 1943 se produjo la gran revolución china, liderada por Mao Tse Tung y ya un
tercio de la humanidad vivía en países que querían construir una sociedad sin
clases. En América Latina, Fidel y el Che lideraron la revolución cubana. Sin
embargo, por errores, crímenes, corrupción y traiciones de algunos de sus
dirigentes, y por el ataque de las potencias imperialistas, la mayoría de los
países socialistas se derrumbaron y volvieron al régimen capitalista.
Dijimos que el
conflicto surge de una contradicción social, podríamos decir, de un problema
social, que ya existía desde antes. En la sociedad capitalista hay
miles de contradicciones, todos los días, en todos los lugares. Estas
contradicciones o problemas particulares surgen de una contradicción o problema
general que es la inequidad y la injusticia. Hasta que no se resuelva esa
contradicción general, es decir, la inequidad y la injusticia, las
contradicciones particulares como la que existe entre manteros y comerciantes
seguirán existiendo. Y las organizaciones populares tenemos que ir
asumiéndolas, comprendiéndolas y resolviéndolas una tras otra.
El conflicto es una
contradicción puesta en movimiento, una contradicción que se activa, que se
despierta como de un sueño… antes estaba latente, dormida, y por alguna razón
se despertó, tal vez la despertamos nosotros mismos militando. Una vez despierta la contradicción, una vez que se activa el
conflicto, tenemos que poner manos a la obra para llevarlo hacia la victoria”.
Sería aventurado
afirmar que Bergoglio es marxista. Bergoglio no es nada. Es
bergoglista y punto. Y alucinado por su proyecto de liderazgo
mundial, a caballo del pobrismo demagógico. no trepida en utilizar a quien le
convenga.