Claudia Peiró
Infobae, 5-12-20
Escribir un Manual
de Historia argentina para secundarios sin mencionar a Juan Bautista Alberdi
parece un imposible. Sin embargo, es un logro del material elaborado para esa
materia del Plan FinEs, secundario para adultos alternativo creado durante la
gestión de Cristina Kirchner: el inspirador de nuestra Constitución no es
mencionado en las 214 páginas del Manual de Historia Argentina ni en las 122
del de Política y Ciudadanía. Mientras que Julio A. Roca, dos veces presidente
de la Nación y figura influyente durante varias décadas en la política
nacional, solo promulgó una ley: la 4144, de Residencia, de expulsión de “todo
extranjero que formara parte de una organización obrera o de una huelga”. En el
medio, se pierde su rol en la Ley de enseñanza laica, gratuita y obligatoria o
el Servicio Militar, entre varias otras cosas. Sin mencionar la consolidación
territorial, la nacionalización del Ejército y de otras instituciones y la
cuestión de la Capital.
Según Romina De
Luca, doctora en Historia, docente en la UBA, y posiblemente una de las
personas que más sabe del FinEs, este plan de terminación del secundario ocupa
un “lugar estratégico” para el kirchnerismo, que convirtió la educación de
adultos en un “armado punteril y paraestatal”.
Baste aclarar que
se trata de un programa paralelo a la educación formal de adultos, con escasas
exigencias de asistencia, contenidos y evaluaciones, y con clases que no se
dictan en escuelas: “No se trata sólo del mensaje ‘subliminal’ que imprime
sobre las conciencias el estudiar en una unidad básica y que el puntero sea el
referente -dice De Luca- sino lo aprobado por el Estado como mensaje válido”.
Pero este afán de
adoctrinamiento no se queda en el FinEs: el análisis de los contenidos
curriculares fijados por ejemplo por la provincia de Buenos Aires para 5° año
del secundario regular, es decir, jóvenes de entre 16 y 18 años, no tiene mucho
que envidiar en el sesgo, tanto en contenido como en autores recomendados.
Recientemente,
estalló una polémica por los dichos de la ministra de Educación porteña,
Soledad Acuña, sobre docentes que “entienden el aula como un espacio de
militancia”.
Los contenidos
curriculares de la materia Política y Ciudadanía (5° año del secundario
regular) parecen darle la razón -aunque, como se verá más adelante, su fuerza
política no está exenta de esta tentación adoctrinante, con un título
llamativo: “La política en la escuela”. El punteo de temas revela una
concepción de la escuela como lugar de adoctrinamiento y politización, noción
que tal vez ayude a entender los bajos rendimientos de los alumnos argentinos:
“Las relaciones de poder en la escuela. La escuela como comunidad política. Los
centros de estudiantes y otras organizaciones juveniles. Planificación,
ejecución y evaluación de proyectos políticos en la escuela. Los actos
escolares como formas de hacer política”.
Hubo un tiempo en
que el centro de estudiantes era una iniciativa espontánea de los alumnos.
Ahora parece que es tarea de la escuela organizarlos. ¿Y qué son las relaciones
de poder en la escuela? Ésta no es una organización horizontal sino jerárquica.
Estos contenidos generan de entrada un clima deliberativo y de nivelación entre
alumnos y profesores que difícilmente contribuya al aprendizaje.
La politización se
vuelve partidización en varios materiales. Por caso, la corrupción es un rasgo
exclusivo de los años 90, insinuados como continuidad del Proceso, al punto que
muchos chicos hoy creen que la dictadura terminó en 2003. En los ya citados
contenidos curriculares de Política y Ciudadanía (5°año) se lee: “Tras los
períodos dictatoriales y durante las democracias neoliberales de los años ’90,
la política ha adquirido características como la corrupción, que opera como
elemento estructural, la farandulización y la frivolización. Todo ello ha
desvirtuado los objetivos principales de la vida política como vida en común y
acción transformadora y ha contribuido a la desvalorización de la política”.
El manual hace
mutis sobre las denuncias de corrupción del período 2003–2015, que en su versión
fueron un rasgo exclusivo de los años anteriores: “Ante el descrédito de la
dirigencia que había implementado políticas neoliberales, a comienzos de siglo,
en distintos países de América Latina, llegaron a la presidencia hombres y
mujeres con ideas de izquierda o de centroizquierda, ‘progresistas’ como
algunos los llaman: Lula da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela, Evo
Morales en Bolivia, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la Argentina,
Rafael Correa en Ecuador, entre otros. Y dice: “Más allá de sus diferencias,
todos estos gobiernos implementaron políticas tendientes a: colocar al Estado
nacional como herramienta de conducción y regulación de los mercados; impulsar
la recuperación de los recursos naturales; gestionar el desendeudamiento; mejorar
la situación de los excluidos o semiexcluidos; promover organizaciones de
distinto tipo: barriales, de comunidades indígenas, campesinas, de la juventud;
y paliar el hambre y la desnutrición infantil a través de planes sociales…”.
Se propone como
marco teórico “un recorrido por diversas definiciones del poder, desde
Aristóteles pasando por Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, John Locke, Karl
Marx, hasta Michel Foucault (que) permitirá pensar y analizar los fenómenos de
construcción del poder en diferentes momentos históricos y en el tiempo
presente”.
Al respecto,
Carlos H. Torrendell, profesor titular del Departamento de Educación de la UCA,
explicó a Infobae que “la Argentina es uno de los países latinoamericanos con
una mayor hegemonía de perspectivas historiográficas, políticas y educativas
identificadas con lecturas teóricas estructuralistas, marxismo y sus derivados,
en combinación con el aporte de autores posmodernos”. “Es fuerte la influencia
de Michel Foucault de quien se usan en educación sus primeros escritos, el
Foucault más estructural”, ejemplifica.
“Esto de por sí no
es criticable -aclara Torrendell- porque cada comunidad elige su marco teórico.
El problema es que en la Argentina esta visión es casi monopólica en el campo
intelectual educativo y se consolida así una hegemonía acrítica que impacta
también en la baja calidad de ciertas producciones que, además de acentuar lo
ideológico en sus lecturas, no controlan la veracidad de los datos empíricos
que se mencionan”.
Basta un recorrido
por los manuales de ciertas materias para confirmar que esto es así.
“En el diseño
curricular oficial de la provincia de Buenos Aires para Historia de 5° año se
propone entender el mundo de las ideas y para ello ‘hay que vincularlo con la
dimensión colectiva de la historia, con las condiciones sociales y materiales
que presiden las innovaciones conceptuales’ y se recomienda por ejemplo el
prólogo de Sartre al libro de Franz Fanon Los condenados de la tierra; prólogo
y libro que son un alegato a la violencia individual y al odio”, dice el
historiador Claudio Chaves, ex rector de un secundario para adultos de la
Capital Federal, que analizó estos contenidos para Infobae.
Neoliberalismo, un
cliché
En la Unidad 4,
dedicada a las dictaduras militares y el retorno democrático, aparece, dice
Chaves, la palabra neoliberalismo, “una caracterización política de altísima
superficialidad sin ser desarrollada filosóficamente; un cliché”.
En el ámbito
latinoamericano “sólo estudian el caso cubano, crisis, medidas de emergencia y
supervivencia de la Revolución Cubana”, sin referencia al rol de la isla
durante la Guerra Fría, desde ya.
El relato se
completa en la Unidad 5, la Argentina post 2001: “Pareciera que el país ha
encontrado un rumbo nacional, con gobiernos que llevan adelante políticas
públicas como ejes articuladores”, dice Chaves. Como plus, “asoma de manera
escandalosa una reivindicación acrítica de la juventud maravillosa,
revolucionaria y violenta”.
“En los temas
históricos, resalta una visión maniquea de ‘buenos contra malos’ donde el
kirchnerismo se ve como el ‘bueno’ de la película”, dice Alejandro Gómez,
profesor de Historia Económica en la Universidad del CEMA. Él también subraya
la “obsesión con el tema de lo que llaman ‘neoliberalismo’, como la causa de
todos los males en la Argentina de los últimos 40 años”. “Lo paradójico es que
el que gobernó el país en 28 de esos años fue el peronismo”, agrega.
“Identifican además como un problema la ‘sojización’ del campo, siendo que fue
una de las fuentes que más recursos generó para las políticas redistributivas
del kirchnerismo”, agrega.
El sesgo
ideológico partidario no se limita a la historia argentina; la visión binaria
del pasado se proyecta a la región y al mundo.
Claudio Chaves
subraya que el programa de historia de 5° año “parte de un análisis muy
superficial de la guerra fría y aconseja usar el texto de Eric Hobsbawn, buen
historiador, pero marxista, siendo que hay muchos historiadores de otras
visiones ideológicas que abordaron el período y sus libros son de fácil
acceso”.
“Luego pasa a
estudiar la Teoría de la Dependencia, generalizada en los años 1960, sin
contemplar ni contrastar con las teorías de la integración al mundo -sigue
diciendo Chaves-. Se sugieren dos textos: Dependencia y Desarrollo en América
Latina, de Fernando Enrique Cardoso, sin aclarar que el más tarde presidente
del Brasil revisó esos planteos; y Capitalismo y subdesarrollo de André Gunder
Frank, más inentendible aun desde lo ideológico e historiográfico. El planteo
historiográfico de este autor muy leído en los años 60, teórico de la izquierda
trotskista, era que la revolución que se avecinaba en América Latina debía
tener un carácter absolutamente socialista. Todos los movimientos de carácter
popular eran intrínsecamente reaccionarios; incluido el peronismo... Desde la
perspectiva historiográfica, son planteos antiguos y superados. Pero la
propuesta ministerial asegura que este autor ‘contribuyó de manera decisiva a
la comprensión de la historia latinoamericana’”. “Esto evidencia muy graves
falencias y huecos historiográficos en el kirchnerismo intelectual”, concluye.
Docente en un
secundario del gran Buenos Aires de Política y Ciudadanía, Sandra F., que habla
bajo reserva de su nombre por eventuales represalias laborales, detecta una
perlita en el Manual de esa materia del plan FinES: se propone para el debate
un texto titulado “Un espacio para el consenso juvenil”, sobre una convocatoria
multipartidaria motorizada por La Cámpora, con la aclaración de que, “aunque el
Frente Renovador de Sergio Massa estaba invitado, no concurrió al encuentro”,
dato que se vuelve a repetir unas líneas más abajo (p. 37/8). El Manual fue
redactado a comienzos de 2015, en plena pelea de CFK con Massa; tal vez ahora
lo actualicen.
La manía
fundacional
Todo empezó con
los K: la democracia, los derechos humanos, el reclamo por Malvinas, las
políticas sociales. La obligatoriedad del secundario (año 2006) se convierte en
la fundación de la educación secundaria que antes parecía no existir.
Sandra F. destaca
justamente un hecho ilustrativo de esta manía fundacional del kirchnerismo que
atraviesa todos los contenidos: “Se analiza la Educación en la Argentina sólo
desde el 2006 en adelante, como si no hubiese habido otros momentos y otros actores
importantes. Impera la subjetividad. Se presenta al FinEs como el gran
salvador, desconociendo otros sectores del propio sistema”, dice, considerando
que desde hace más de 50 años existe en Argentina un sistema de educación de
adultos, los CENS, secundarios acelerados en 3 años, de excelente nivel,
sistema hoy amenazado, degradado y parcialmente vaciado por el plan FinEs.
“Con los criterios
del presente, es fácil criticar las políticas llevadas a cabo por la generación
romántica y de los 80, pero es anacrónico -dice Sandra F.-. Si nos paramos en
la sociedad de esos años, claramente la educación terminaba siendo elitista,
pero no por eso fue una decisión menos revolucionaria y un hito el haber
asumido, en ese tiempo, la importancia de la Educación para el crecimiento y
consolidación de una nación, así como la gratuidad y el laicismo. Eso no está
reflejado en el texto”.
El apartado “La
década de los derechos humanos”, habla por sí mismo desde el título. Hagan una
prueba: pregunten qué presidente argentino decidió indemnizar a los presos
políticos de la dictadura y a las familias de los desaparecidos y difícilmente
haya muchos que acierten en que fue Carlos Menem, a tal punto Néstor Kirchner,
que como gobernador no les daba ni el saludo a los organismos de derechos
humanos de su provincia, se apropió de esa bandera al llegar a la presidencia.
“Este punto del
Manual ilustra cómo, desde 2003, se comienza a gestar un relato, que desconoce
que hubo muchos actores individuales y colectivos que trabajaron en pos de la
ampliación de los derechos de todos los habitantes del suelo argentino -dice
Sandra F.- Plantear que durante el gobierno de Alfonsín sólo existieron las
Leyes de Punto Final y Obediencia Debida es desconocer todo lo hecho durante
esa década en favor de los derechos humanos”.
En la página 158,
se incurre en una mentira grosera: “El presidente Alfonsín no anuló la Ley de
Autoamnistía [de los militares]”, se sostiene, cuando sucedió exactamente lo
contrario.
“El kirchnerismo
es presentado como el gran generador de igualdad en el país e implementador de
todos los derechos sociales -dice Alejandro Gómez-, con gran hincapié en lo que
llaman ‘derecho a la diversidad y a la identidad’”.
Además, “se habla
en todos los materiales de derechos pero en ningún lado aparece el título
‘obligaciones’. Como si los ciudadanos solo tuviéramos derechos sin necesidad
de contraprestación por los mismos”.
Rock nacional,
¿motor de la historia?
Una rareza de los
diseños curriculares para Historia de 5° año, es el espacio dedicado al rock
nacional. Un nivel de detalle en un tema marginal, sorprendente por tratarse de
un documento orientativo. Vale la pena leerlo: “Luego del regreso de la
democracia, el rock contestatario tomó un lugar muy importante pero, por otro
lado, varios músicos nacionales comenzaron su propia búsqueda artística en el
new wave, el pop y la alegría del rock and roll. Resulta interesante trabajar
la contraposición entre la canción de protesta y la línea del rock and roll y
funk, que son dos maneras distintas de responder a la represión vivida durante
los años del terrorismo de Estado. Mientras los primeros aprovecharon el
momento para hacer sentir sus voces; los segundos, lo hicieron mediante las
ganas de volver a bailar y divertirse. Se propone un trabajo de investigación y
análisis de letras de canciones, que puede completarse con la proyección del
videoclip ‘The land of confusion’ (Génesis, Invisible Touch, 1986), donde se
parodia y critica la política de Ronald Reagan y sus intervenciones
militares….” etcétera, etcétera.
Para Sandra F.,
esto se relaciona directamente con la impronta que se le dio a ciertos sectores
del rock nacional durante la era kirchnerista. “Claramente los movimientos
culturales, y el arte como expresión política, fueron muy importantes durante
la década del 70 y 80 ya que representaban la voz de muchos ciudadanos. Pero no
nos ayudan a comprender en su totalidad los entramados políticos, ideológicos,
sociales e internacionales de esos años”.
La sola lectura
del índice del Manual Geografía de la Argentina de Kapelusz ya es reveladora,
señala Claudio Chaves. “Lo primero que salta a la vista es el uso de la
terminología ‘pueblos originarios”, que no se corresponde con nuestra
Constitución, que habla de pueblos indígenas, ni con nuestras leyes, y que
tiene intencionalidad: el originario tiene prevalencia. Los argentinos no nos
dividimos en originarios y no originarios. También se habla de población
africana en la colonia. Insólitamente, no aparecen los gauchos, genuinos
habitantes de nuestras pampas”.
Siguiendo con la
terminología, en el capítulo 6, sobre trabajo y calidad de vida en la
Argentina, se habla de “Las políticas públicas para combatir el desempleo”. “¿Y
las políticas privadas? ¿La creación de empleo por los privados no sería la
verdadera marca del desarrollo?”, dice Chaves.
En el Manual de
FinEs, “se reivindica el multiculturalismo sin explicar que la Argentina
incorporó al inmigrante bajo el concepto de crisol de razas”, subraya.
“Luego propone una
actividad que a mi juicio es un disparate -agrega-. Se invita a los alumnos que
nombren 10 películas que hayan visto todos. Diez grupos musicales que conozcan
todos y finalmente diez marcas de alimentos. Se coteja el resultado y se
concluye si hay o no hay soberanía nacional.”
No podía faltar la
crítica a Sarmiento porque “consideraba que los miembros de pueblos originarios
y los mestizos no debían ser educados”. En contraposición, “un extracto de un
discurso del Che Guevara es usado para colocarlo como ejemplo personal de
ciudadano y patriota latinoamericano”, dice.
En general,
explica Chaves, el programa de Historia de FinEs “responde a la tradicional
línea revisionista: critica al modelo agroexportador causante de la miseria de
los trabajadores”.
Réprobos y elegidos.
Roca y Cámpora
Rosendo Fraga,
analista político e historiador, revisó la mirada sobre Julio A. Roca en
algunos manuales del Secundario, en un artículo con motivo de su Centenario.
Por ejemplo, en El
mundo y la Argentina desde el siglo XIX, hasta nuestros días (Santillana,
2010), “no se analiza la figura de Roca”.
Bajo el subtítulo
“La ocupación de los territorios indígenas” se dice que, con el objeto “de
incorporar nuevas tierras a la producción ganadera, terminar con los malones
indígenas y establecer la soberanía argentina sobre la Patagonia, el Estado
inició la mal llamada Conquista del ‘desierto’”.
En todo el manual,
una sola mención a Roca: “En 1879, al mando del general Julio A. Roca, las
tropas del ejército avanzaron hacia el sur y conquistaron las tierras que
estaban bajo dominio indígena. (...) En su avance (el ejército) sometió a
14.000 indígenas y más de 2.000 aborígenes murieron”.
Las cifras son
inexactas, aclara Fraga, duplican aproximadamente la cantidad de indígenas sometidos
y de muertos.
El manual no
menciona que Roca ejerció dos veces la presidencia, no habla de la expansión de
la frontera hacia el noreste, ni de la soberanía en la Antártida establecida en
su segunda presidencia. Menciona la ley 1420 de enseñanza laica, gratuita y
obligatoria (1884), y de la del servicio militar obligatorio (1901), pero no
dice que fueron realizaciones de la presidencia de Roca.
Ni hablar de que
la federalización de Buenos Aires no hubiese sido posible sin el respaldo del
ejército roquista.
“En cambio,
escribe Fraga, la presidencia de Yrigoyen ocupa una decena de páginas y la de
Perón una docena”.
Otro manual,
Historia Contemporánea. La Argentina y el mundo (1850-2005), de la Editorial
Tinta Fresca, sigue la misma línea. “... el nuevo ministro, el general Julio
Roca, ideó un plan ofensivo que consistía en atacar desde varios frentes a los
pueblos aborígenes y avanzar sobre su territorio (...). El Ejército nacional
aprovechó los recientes avances tecnológicos -como el telégrafo y el rifle
Remington- y los indígenas fueron rápidamente derrotados”
Finaliza con un
juicio crítico: “La riqueza que suponía la cría de ganado era el impulso para
ocupar nuevas tierras. Se incorporaron, así, varios cientos de miles de
hectáreas, en su mayoría fértiles. Sin embargo, también se perdieron muchas
vidas y culturas originarias, que no pudieron recuperarse.”
Tampoco aquí hay
referencias a las dos presidencias de Roca, ni a las leyes sancionadas en ese
período o los conflictos limítrofes solucionados, dice Fraga.
Y concluye: “Hoy
un estudiante argentino sale de la escuela secundaria con la visión de que Roca
fue el ministro de Guerra que hizo una expedición injusta contra los indios.”
Una visión que se
acoplaba muy bien con la campaña iconoclasta desarrollada en el sur patagónico
contra Roca -a pesar de que a su acción debe la Argentina su dominio sobre esa
región- y cuya contracara era la imposición del nombre de Néstor Kirchner a
calles y plazas...
En contraste con
el no lugar de Roca y de Alberdi, el papel de Héctor Cámpora en la historia
está totalmente inflado. “Con Cámpora en la presidencia, el regreso tan
esperado de Perón, luego de 18 años de exilio, se haría realidad”, se lee en el
manual de Historia del plan FinEs. Perón había vuelto antes, en noviembre del
72, aunque no definitivamente. “Pero además, no es cierto que Cámpora subió a
la presidencia con la promesa de convocar a elecciones para que Perón asumiera.
Hubo que echarlo”, dice Chaves. La versión FinEs es que “Cámpora pasaría a la
historia como el símbolo de la lealtad, ya que asumió la presidencia con la
promesa de convocar a elecciones para que se presentase Perón como candidato”.
En el mismo
Manual, y en el marco del constante panegírico de la gestión K, un título lo
dice todo: Malvinas: el camino a la soberanía, que al parecer se inició en
2003. ¿Antes no se reclamaba? Los sucesivos cancilleres kirchneristas
presentaban las declaraciones de la Asamblea General de la ONU exhortando a
Gran bretaña a dialogar, un logro de los años 60, como una novedad
kirchnerista. Una gestión que, por otra parte, no puede exhibir logros en esa
materia.
Chaves señala otra
tergiversación: “Es injusto sobre el tema Malvinas cuando dice que ‘muchos
militares especialistas en torturar y desaparecer fueron los primeros en
deponer las armas’, generalizando el caso Astiz; puede sonar muy correcto
políticamente pero no es cierto, mal que les pese”.
En
adoctrinamiento, nadie tiene las manos limpias
En un artículo
publicado el 29/11/2020 en la revista Aromo, Romina De Luca señala que “los
dichos de (la ministra Soledad) Acuña fueron utilizados por los peronistas para
lavarse la cara”. Recuerda las críticas de la propia Cristina Kirchner a los
docentes en el Congreso en 2008: ”¡Cómo olvidar el memorable ‘trabajan 4hs,
tienen tres meses de vacaciones’!”. Pero en materia de adoctrinamiento, señala
De Luca, “nadie tiene las manos limpias” porque “en 2018, Mauricio Macri fue
acusado de hacer lo propio a través del manual de 6º grado de la editorial
Aique, affaire que se conoció como el manual del ‘sí, se puede’”. Un libro
escolar que decía que en 2016 el gobierno macrista había alcanzado sus
objetivos. Varios ejemplares fueron comprados y distribuidos por el Estado.
En cuanto al
kirchnerismo, un episodio destacado fue “el ingreso de La Cámpora a las
escuelas para repartir El Eternauta”.
También para De
Luca, la historia de la Educación está manipulada. Fijan la fundación de la
educación de Adultos en la presidencia de Cámpora, con la Campaña de
Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR), “aunque fue
lanzada oficialmente en septiembre de 1973, ya con Perón en el poder [y] se fue
gestando a fines de 1972”. Además, la creación de la Dirección Nacional de
Educación de Adultos (DINEA), otro mojón importante en el armado de ese sistema
de educación, “fue constituida al calor del Onganiato, en 1968”, algo que
obviamente no encaja bien en el relato.
También datan de
esa época, junio de 1970, los primeros CENS (Centros Educativos de Nivel
Secundario) destinados a trabajadores mayores de 21 años.
Ahora, el
kirchnerismo promociona los FinEs “que son la postal de un futuro degradante
para la educación”, como herederos de aquella tradición. Manuales poco sutiles
son los de este plan, editados entre enero y julio de 2015, dice De Luca: “El
texto de historia sobre un total de 206 páginas dedica casi 30 a la historia
reciente de Néstor y Cristina en una unidad denominada ‘Reconquista de los
derechos y reconstrucción de la democracia’”. Este exceso se refleja ya en la
tapa del Manual, que ilustra la historia con las imágenes de San Martín,
Yrigoyen, Perón, Evita, Néstor y Cristina.
Tras “los años del
neoliberalismo”, dice De Luca, “obviamente la conquista y la reconstrucción es
gracias a nuevas políticas ‘con nuevos y viejos partidos políticos y con la
alta participación de organizaciones sociales y de la juventud’. Néstor, Lula,
Evo, Chávez forman parte de los reconstructores. Las imágenes del manual son
elocuentes: Néstor abrazando a Hebe de Bonafini, el general Bendini bajando el
cuadro de Videla, Néstor con Chávez, Néstor traspasándole el mando a Cristina.
El crecimiento con inclusión social, la AUH, el PROCREAR, la Ley de Matrimonio
Igualitario, el voto optativo para jóvenes son los hitos de la política que
llevaron a ‘chocar con las corporaciones’”.
La frase final es
imperdible: “Hoy gracias al proceso abierto en 2003, la Argentina vuelve a
tener un lugar en el mundo, pero ya no basada en el sometimiento, sino en
mantener con firmeza las banderas de la soberanía política e independencia
económica”.
En el manual de
Política y Ciudadanía, dice De Luca, se enumeran los logros de la gestión:
Aerolíneas Argentinas “en la unidad de soberanía”; el voto joven como
continuidad del voto femenino; el PROGRESAR “como ejemplo de política garante
de derechos”, “la educación como derecho entendiendo que el menemismo la
concibió como un servicio”, la conversión de los desocupados piqueteros en “administradores
de políticas sociales”, la ley de identidad de género “como derecho de segunda
generación garantizado por el kirchnerismo”.
En el Manual de
Historia del FinEs, se hace una amalgama mística, al subrayar que “Néstor
Kirchner asumió su cargo como presidente el 25 de mayo de 2003, una fecha
significativa no sólo porque era el 193 aniversario de la Revolución de Mayo,
sino también porque ese día se cumplían 30 años de la asunción presidencial de
Héctor J. Cámpora, es decir del momento en que se había puesto fin a un largo
período de proscripción del peronismo”. Nuevamente la elevación de Cámpora casi
al nivel de mito, una invención que se correspondía con el empoderamiento de la
agrupación fundada por el hijo presidencial. Y con una lectura de la historia
heredera de la Tendencia que pretendió desafiar la autoridad de Perón.
En la Presentación
del Diseño Curricular de 5° año, puede apreciarse un marcado intento
ideológico, por ejemplo, en el rechazo a “privilegiar visiones idealizadoras,
románticas que nieguen las situaciones de conflicto, pobreza o vulnerabilidad
…”, en lo que parece una alusión a Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, los
teóricos que confortaron al kirchnerismo en su idea de que el poder sólo podía
consolidarse en el antagonismo.
“Se aprecia la
utilización del material desde una visión ideológica particular, crítica y
condenatoria de la corriente liberal positivista”, señala el rector de un
secundario porteño, que también pidió reserva de su nombre. “No hay apartados
que se refieran a la educación en valores, al reconocimiento de las capacidades
individuales -agrega-. En otra sección, se habla, dentro del tema ciudadanía,
de la necesidad de poder elegir a los consejeros de la Magistratura por el voto
popular”, una propuesta kirchnerista que no prosperó en la gestión anterior,
pero que sigue in pectore.
En el Manual de
Ciencias Sociales, destaca elementos de una visión indigenista, por ejemplo,
con la pregunta de “qué lugar otorgó el grupo dirigente de la Revolución a
indígenas y nativos en el nuevo orden” o al hecho de que “la clase dominante
esperaba como inmigrantes a los europeos del norte y no a los que finalmente
llegaron”, y las “críticas a Sarmiento y al orden conservador, destacando la
preeminencia de los terratenientes y grupos privilegiados”.
En términos
generales, hay una visión negativa de la construcción de la propia Nación. Casi
una deslegitimación.
Como muestra, va
este párrafo del Manual FinEs: “Luego de décadas de guerras civiles, el
propósito del grupo que llegó al poder fue organizar la Nación dando autoridad
al Estado. (...) Su lema de gobierno fue Orden y Progreso. La primera palabra
remite a las ideas de Estado y política y a la regulación de las relaciones
entre provincias y sectores; la segunda hace referencia a la inserción del país
en el mercado mundial y a la conformación de las relaciones capitalistas de
producción. Este ‘orden’ garantizaría, en adelante, el ‘progreso’ económico de
un sector pequeño de la sociedad, una clase dominante, que mediante el control de
las instituciones de gobierno imponía un proyecto de país que los consolidaba
como élite. Entre las medidas que se tomaron en el proceso de conformación de
este Estado, se prohibió la formación de milicias regionales y autónomas. Con
ello se perseguía concentrar el poder militar en un único organismo, el
Ejército nacional, que monopolizaría el uso de la fuerza y la violencia. El
Ejército fue el medio para vencer a los caudillos del Interior y a sus
montoneras, que todavía ofrecían resistencia frente al centralismo porteño y,
también, para expropiar las tierras de los pueblos indígenas y utilizar su
fuerza de trabajo.”
Y sobre la
política de inmigración, el famoso “Gobernar es poblar”, del pobre Alberdi, al
que no se menciona para nada, se convierte en otra cosa: “Los sectores
dominantes que construían el nuevo Estado, pretendían construir una nación
blanca y europea y lo plasmaban en esta nueva ley [de Colonización] que abría
las puertas a la inmigración europea, invitando a la población del antiguo
continente del cual habíamos sido colonia, a ‘poblar’ este país. De esta forma,
pretendían solucionar el ‘problema’ de la falta de mano de obra, aunque, en
realidad, esta ley mostraba la preferencia por los trabajadores provenientes
del viejo continente por sobre los de origen criollo o nativo. Ni gauchos ni
indígenas tenían lugar en el ordenamiento en marcha: en la conquista de la
Patagonia y el Chaco, emprendida por el Ejército nacional, fueron masacradas
las comunidades indígenas. Los sobrevivientes fueron sometidos a servidumbre”.
Las comillas en
“poblar” y en “problema” parecen apuntar a negar la necesidad del aporte
migratorio para la nueva nación y sugieren, no la integración y la mezcla de
poblaciones que se produjo, sino una suerte de reemplazo de una población local
por otra extranjera. Lo que se dice una reescritura de la Historia.
“Aunque las
publicaciones sobre temas históricos en la Argentina son de perspectivas
historiográficas variadas, en el campo educativo y más precisamente en la
enseñanza de la historia, esto está mediado por el consenso intelectual que
señalé previamente -dice el profesor Carlos H. Torrendell- y que es hegemónico
en la formación docente y en las facultades de educación. Por lo tanto, en las
editoriales que publican textos escolares, esta mediación hegemónica sesga la
presentación de la historia a este discurso casi único que se percibe en la
mayoría de los manuales de la mano de las grandes editoriales, Santillana y
Kapelusz, que además pertenecen ambas al Grupo PRISA”.
“Esto es resultado
de la poca variedad de perspectivas académicas e ideológicas legitimadas en el
campo curricular e intelectual de la educación”, señala.
Pero Torrendell
también apunta a otras responsabilidades. Para él, “esta situación es
consecuencia de que otras perspectivas teóricas de muy distinto tipo poseen
poca voluntad y capacidad de producir intelectuales en el campo educativo y
curricular con otras visiones”.
“No han
desarrollado instituciones consolidadas para lograrlo -sigue diciendo-. Por
esta razón, el descubrimiento por algunos de esta hegemonía de perspectivas
históricas y políticas en los manuales escolares es consecuencia de desconocer
el estado de cosas. La promoción de un pluralismo teórico en el campo educativo
tendrá que ser un desafío que debe venir desde adentro y desde afuera de las
instituciones universitarias y formadoras en este ámbito”.
Alejandro Gómez,
por su parte, señala que “siempre depende del docente el cómo desea enseñar
estos contenidos”, más allá de la intención oficial de imponer un discurso.
Gabriela Azar, que
durante cinco años fue Directora de Curriculum y Enseñanza en el gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, aclara que los diseños curriculares son adecuaciones de
cada provincia a partir de un marco general, “dado que nuestro sistema
educativo es federal”.
“El Consejo
Federal de Educación, organismo integrado por los ministros de educación de
todas las provincias y el nacional, elabora los contenidos prioritarios a nivel
nacional. Sin duda los abordajes curriculares tienen connotaciones políticas
acordes a las cosmovisiones que cada ministerio de educación provincial”, dice.
También ella
señala que todas las editoriales suelen adecuar sus manuales de texto a las
prescripciones de los diseños curriculares provinciales.
Mercedes Miguel,
ex secretaria de Innovación y Calidad educativa, con más de una década de
experiencia en la construcción de diseños curriculares, explica que “en el
Consejo Federal se debaten y aprueban los contenidos mínimos para los
diferentes niveles y a partir de ese marco, cada provincia debe hacer su diseño
curricular jurisdiccional”.
A nivel nacional,
el Ejecutivo a veces produce material para reforzar. “En el caso de FinEs se
desarrolló una apabullante cantidad de contenidos con una mirada muy sesgada”,
dice.
Pero también ella
destaca el margen de libertad docente. “Puede haber un gobierno que quiera
imponer una visión, pero cada docente tiene la libertad y la potestad de dictar
su cátedra, en función de su formación y experiencia. Es inevitable que el
contexto social y político entre en la clase. El tema es cuánto tiempo se le
dedica”.
Finalmente, este
debate motivó un pronunciamiento de la Academia Nacional de Educación, en un
comunicado referido a “los intentos de manipulación ideológica en las
instituciones educativas”, que “se advierten en los contenidos de los diseños
curriculares” y “en los materiales de estudio elaborados por distintas
administraciones educativas”.
La Academia
reafirma principios consagrados en la Constitución Nacional, en tratados
internacionales y en la legislación argentina, que consagran la “libertad de
enseñanza y de aprendizaje”, el “derecho de los padres a elegir la educación
para sus hijos de acuerdo con sus propias convicciones”, y “la pluralidad y
diversidad cultural en el marco de la autonomía institucional”, entre otros.
Llaman al respeto
de “la diversidad y la libertad académica” en el ámbito educativo y a estimular
“el debate de ideas y la búsqueda de consensos”. “Eso supone desterrar de las
aulas el pensamiento único que termina por incitar al fanatismo”.